miércoles, 7 de diciembre de 2016

Las labores de la moneda en las cecas de los Reinos de las Indias (V). La acuñación de la moneda

Publicado en Numismático Digital, 7 de diciembre de 2016


En la Sala del Tesoro se procedía al pesado de las tiras de plata en una balanza de cobre, a razón de 53 marcos cada vez, e igualando el peso de las cazoletas con onzas. En presencia del tesorero, el ensayador, dos guardias, el oficial contador y el escribano, se realizaba este pesado, registrándose por duplicado, por el escribano y por el tesorero, las cantidades. Cuando toda la plata había quedado pesada y registrada, se procedía a su entrega para la acuñación de moneda.
 
La oficina en la que se llevaba a cabo la conversión de los rieles en moneda se llamaba hornaza, y a su frente se encontraba el capataz u hornacero, empresario autónomo que corría con los gastos del necesario utillaje y personal. Las hornazas estaban divididas en cuatro salas, en las que sucesivamente se fundían y martillaban los rieles, se troquelaban, y se blanquecían mediante tratamiento químico. Un cuarto espacio, la oficina de la talla, estaba destinado a la fabricación de los cospeles y punzones.
Las barras se llevaban a un horno, donde eran cubiertas con carbón vegetal y calentadas durante cuatro o cinco horas, en una operación que se conocía como primera hornada o recocho. Una vez retiradas y enfriadas las barras, se colocaban en una mesa y se procedía a su recortado mediante grandes cizallas, llamadas tallones o tijeras tallonas, afiladas con una barra gruesa llamada cureña. Las barras se sujetaban con correas de cuero, y se cortaban piezas de módulo ocho reales, que posteriormente eran pesadas. Las que no daban el peso eran separadas para acuñar moneda de cuatro reales. 
Las piezas que se consideraban aptas por su peso se entregaban a los trabajadores que fabricaban los cospeles, que mediante el procedimiento conocido como limpieza o desempane las aplanaban a golpe de martillo sobre el tas o yunque para conseguir el grosor de la futura moneda. Tras este proceso, los cospeles eran metidos otra vez en el horno en un segundo recocho, y tras retirarlos y enfriarlos se entregaban a los cortadores, que ajustaban el peso cortando cualquier exceso de metal, las demasías, conociéndose su trabajo como redondeo. Los trozos restantes se utilizaban para acuñar piezas de dos, uno y ½ real, salvo los más pequeños, que eran guardados por el ensayador.
Tras colocarse una tercera vez en el horno, para recuperar la ductilidad,  cada pieza era cuidadosamente inspeccionada en bateas de cobre llamadas ralletes, y si tenían algún defecto, lo conocido como  cospeles picudos, eran dejadas en la boya o sanca, un instrumento de hierro con forma de tenazas, y batidas con un pequeño martillo conocido como la muleta. Todos los fragmentos sobrantes y las limaduras, conocidas como lises, habían de ser también registrados, y podían suponer alrededor de 8 pesos por marco.
Tras volver a pesar otra vez los cospeles, se procedía al conocido como blanqueado, para lo que se usaba carbonato cálcico. Los cospeles se metían en calderas de cobre o fondos, a razón de cuatro a seis canastas, a fuego fuerte. El blanqueado duraba media hora, y se procedía al lavado de los cospeles con abundante agua y a su secado sobre bandejas calientes de cobre, guardándose posteriormente en sacos y trasladándose a la Sala del Tesoro.
   Una vez en el tesoro, el tesorero registraba la cantidad de cospeles, las labores realizadas y el beneficio obtenido por cada trabajador implicado, en su Libro Registro. De este registro se remitía una nota al oficial pesador o balanzario, que los entregaba a los acuñadores, junto con las herramientas necesarias para realizar su trabajo. Para conseguir el peso legal de cada moneda, se recortaban las piezas ya acuñadas con unas grandes tijeras o cizallas, una operación realizada por capataces de esclavos negros.
   La técnica de fabricación de los troqueles se hunde en la noche de los tiempos, y no varió sustancialmente hasta finales del siglo XVIII. El tallador o abridor de cuños era un oficial mayor que ingresaba mediante examen, y que tenía bajo su servicio a un oficial y a un aprendiz, y posteriormente a un número creciente de trabajadores, en la oficina de talla, adscrita a la fielatura.
   Las matrices y en muchos casos los punzones se remitían en el siglo XVIII desde la Península, y los talladores de las cecas, a la vista de las muestras en cobre recibidas, hincaban los punzones en la base los cilindros o prismas que marcados en hueco se usaban para fabricar los troqueles o cuños. Los talladores indianos añadían nuevos punzones a las matrices disponibles y estaban capacitados para grabar pequeñas matrices en las que constase la marca de ensayador, la fecha y los granetes que componían la gráfila.
   En 1728 se ordenó taxativamente que todas las matrices fuesen grabadas por el tallador de la Casa de Moneda de Madrid, lo que hizo que, con la progresiva mecanización de las cecas, las monedas de las Indias fuesen cada vez más uniformes, a lo que contribuyó el hecho de que los cuños se desgastasen menos y por ende durasen más.  
   Para la acuñación se realizaban las dos matrices en hierro o acero, con ambas caras de la moneda. Se trataba de dos tacos, conocidos como troqueles, matrices o cuños. El primero de ellos con dos superficies planas, una de ellas que se situada sobre el yunque o aparato que hiciese sus veces, y otra con los motivos de la moneda marcados en bajorrelieve y en negativo, normalmente el anverso de la moneda. El otro, de forma más alargada, tenía en su parte superior un muñón y en la inferior una superficie plana, en la que se grababa la otra cara de la moneda.
Los cospeles se calentaban al rojo vivo y se colocaban entre los troqueles, y eran acuñadas con un martillo llamado mallete, golpeando sobre el muñón del cuño movible y grabando a la vez ambas caras de la moneda. Estas matrices se debían sustituir muy a menudo, toda vez que la cantidad de metal acuñado era muy voluminosa, lo que explica que haya gran número de variantes. Normalmente, para grabar las sucesivas matrices se utilizaban como modelo las anteriores, y por ello los tipos inevitablemente iban cambiando.
Una vez terminado el trabajo, la moneda se entregaba a su dueño, deduciéndole la parte que correspondía a todos los que habían participado en su fabricación: el tesorero, el tallador, el ensayador, el escribano, el balanzario, los guardias, demás oficiales menores y los acuñadores, siendo estos últimos según Gemelli veinte en la ceca de México. Estos importes se cubrían con los dos reales por marco que se aumentaba en la plata para su acuñación, por lo que no suponía menoscabo para el propietario de la plata.
 Gemelli nos informa sobre las labores del oro en la ceca mexicana, que venía normalmente unido a la plata, y tributaba el quinto real. Se separaba de la plata en un lugar conocido como el apartado, y esta labor se llevaba a cabo bajo la supervisión de un oficial conocido como apartador, que en esta época era un tal La Rea, que había pagado por este oficio la suma de setenta y cuatro mil pesos.
Para la separación del oro de la plata, se introducía la plata en bolas en vasos de agua fuerte, depositándose en su fondo el oro. El agua de la plata se echaba entonces en dos vasos de vidrio conocidos como cornamusas, cuyas bocas estaban juntas, y por calentamiento por fuego se conseguía separar la plata del agua.
El oro se preparaba en planchas redondas, y posteriormente en barras, como vimos para la plata, sellándose cuando tenía una ley de 22 quilates, y tributando por estos trabajos a seis reales el marco. Si se optaba por la acuñación del oro, se procedía con las barras de igual manera que hemos visto para la plata, con talla de seis escudos, de 440 maravedíes cada uno. Las piezas emitidas eran de 8, 4, 2 y 1 escudo de facial.
Los derechos fijados para la amonedación del oro eran de tres tomines y medio por marco, el doble de lo fijado para las cecas peninsulares. Según Elhúyar, ni en la Real Cédula ni en el mandamiento del virrey se indicó ninguna cuota por derecho de señoreaje, que hubiese sido según lo establecido para las Casas de Moneda de Castilla de un escudo por marco. Pero en lugar de los 12 reales y 32 maravedíes que valía el escudo en moneda de plata en ese momento, se cobraron por este concepto desde el principio dos pesos por marco.
Elhúyar citaba como razones para haber aplicado el coste de un escudo por marco el tratado de ensayadores de Juan Fernández del Castilo, de 1623, la obra Norte de la contratación de las Indias de José de Veitia Linage, de 1671, y el capítulo 20 del auto acordado 49 de Castilla. Que se cobraban los dos pesos lo fundamentaba en la certificación del Real Tribunal de Cuentas de 1696 del oro amonedado entre 1679 a 1695, así como en la obra Reducción de oro y rescates de plata de Francisco de Fagoaga, publicado el año 1700, pero afirmaba que no había podido descubrir el origen de esa diferencia. Con ello, los dos pesos o 6 98/100 tomines, agregados a los 3 ½ del braceaje, componían 10 48/100 tomines de descuento por marco, o un 2 73/100 %.
Tanto en el caso de las emisiones de oro como en el de la plata, en el momento de la entrega a sus dueños por el tesorero debían estar presentes el escribano y los oficiales. En el acto de la entrega de la moneda acuñada, el propietario del metal precioso podía pedir, si así lo estimase oportuno, que las mismas fuesen contadas una a una, para comprobar que realmente se correspondía a la que por marco y peso entregado le habían de satisfacer.
En las Casas de Moneda existía la llamada caja de feble, en la que se recogía el feble que procedía de las labores, sin desperdicio alguno. Los virreyes y presidentes de las Audiencias donde radicaban las cecas tenían la potestad, desde la época de Felipe IV, para emitir las órdenes necesarias para que se procediese a su implantación en las Casas de Moneda radicadas en su jurisdicción. Lo obtenido por este concepto se aplicaba a la limosna de vino y aceite.


Bibliografía:

Céspedes del Castillo, Guillermo, "Las cecas indianas en 1536-1825", en  Gonzalo Anes y Álvarez de Castrillón  y Guillermo Céspedes del Castillo, Las Casas de Moneda en los Reinos de Indias, Vol. I., Madrid, Museo Casa de la Moneda, 1996.
La Casa de la Moneda de México a más de 450 años, México, 1989.
Elhúyar, Fausto de , Indagaciones sobre la amonedación en Nueva España, sistema observado desde su establecimiento, su actual estado y productos, y auxilios que por este ramo puede prometerse la minería para su restauración, presentadas el 10 de agosto de 1814, Madrid, s/n, 1818.
Escalona Agüero, Gaspar, Gazophilacium regium perubicum: Opus sane pulcrum, a plerisque petitum, & ab omnibus, in universum, desideratum non sine magno labore, & experientia digestum, providèque, & accuratè illustratum. In quo omnes materiæ spectantes ad administrationem, calculationem, & conversationem jurium regalium regni Peruani latissimé discutiuntur, & plena manu pertractantur, Madrid, Typpographia Blasli Roman,  1775

Recopilación de las Leyes de los Reinos de las Indias,  Libro I, Título III, Ley XII.
Recopilación de las Leyes de los Reinos de las Indias,  Libro IV, Título XXIII, Ley X, Que la moneda de oro, ò plata se entregue à los dueños à su satisfacion. Carlos I. Valladolid, 19 de marzo de 1550.
Recopilación de las Leyes de los Reinos de las Indias,  Libro IV, Título XXIII, Ley XXIII, Que en las Casas de Moneda se ponga Caxa de feble. Felipe IV. Madrid, 20 de diciembre de 1639.

Una clase práctica de numismática para niños autistas

Publicado en Numismático Digital, 7 de diciembre de 2016

http://www.numismaticodigital.com/noticia/10064/internacional/una-clase-practica-de-numismatica-para-ninos-autistas-en-ucrania.HTML

Estamos acostumbrados a ver la numismática como una ciencia transversal que engloba aspectos de la cultura tan variados como el arte, la literatura, la historia o la tecnología, entre otros. Pero sus aplicaciones van mucho más allá, como muestra la experiencia llevada a cabo en el Museo Nacional de Ucrania con niños autistas.


El Museo Nacional de Historia de Ucrania comenzó su andadura en 1899 como Museo de Antigüedades y Artes, y fue fundado por el arqueólogo, etnógrafo y crítico de arte Mykola Bilyashivsky. Entre sus fondos numismáticos, destaca el único ejemplar conocido del zlatnyk de oro de Volodymir, la primera moneda de este metal de la Rus de Kiev, y la antigua colección de la Universidad Imperial de Vilna, que durante la sublevación contra Rusia en 1830 fue trasladada a la Universidad de Charkov y a la Universidad de San Vladimiro en Kiev. Esta colección estaba compuesta de 4.158 monedas, de las que 848 eran de la Antiguedad, 2.983 medievales, 327 medallas y moneda moderna y billetes de varios países. Destacan asimismo entre sus fondos la antigua colección del último monarca de Polonia, Estanislao Augusto.

 Entre los mismos se encuentra principalmente moneda batida en los territorios de la Mancomunidad Polaco-Lituana o República de las Dos Naciones, y destacan una serie de piezas únicas acuñadas durante el periodo imperial romano descubiertas en el territorio arqueológico de Danechy-Brangstrup, que pone en contacto lugares tan distanciados como el bajo Danubio con Dinamarca. Entre estas joyas destacan a modo de ejemplo un áureo de Séptimo Severo de Ladiocea o sendos medallones de Valeriano o Licinio.

En este marco museístico que, como afirma Boyko Gagarin, el autor de el artículo que sirve de base a esta noticia,  es una institución cultural que debe recoger, conservar, estudiar y promover el patrimonio histórico y espiritual de los pueblos, los investigadores deben estar continuamente buscando maneras de proporcionar a sus visitantes información de la manera más accesible. Para este investigador senior de la sección de numismática del museo, merecen especial atención los visitantes con carencias motrices, de inteligencia, visuales o auditivas.

Estas jornadas con niños autistas fueron planificadas con la suficiente antelación, mediante conferencias y la preparación de materiales audiovisuales sobre la numismática, entre las que se encontraban materiales de lectura relacionados con el utillaje necesario para batir moneda, imágenes de las máquinas de acuñación, de las herramientas, etc. En cuanto a la fase práctica, se prepararon matrices y cuños, yunques y martillos y tenazas, para recrear la forma de acuñación en la Edad Media. Se tuvo especial cuidado en que los instrumentos y guantes utilizados fueran lo más parecido a los originales y sin ningún tipo de publicidad.

En estas jornadas, celebradas este año, se invitó a tres niños de entre diez y doce años con autismo leve, que participaron en ellas junto a sus padres. Las concusiones fueron para Gagarin muy positivas, tanto en el campo participativo, dado que uno de ellos sujetaba las tenazas y otro procedía al martillado de los cospeles, como en el conocimiento de las propiedades físicas de los metales y de la mecánica necesaria. El éxito principal, según  los organizadores, fue conseguir la participación de estos niños por propia voluntad en todas las actividades.

Bibliografía.-
Boyko-Gagarin AS, "The experience of the practical lesson about the Numismatics with children with autism", Досвід проведення занять з нумізматики для дітей з аутизмом. Disponible aquí en ucraniano.
Bursche, A., "Unique Roman Gold Coins and Medallions in the Collection of the National Museum of Ukrainian History in Kyïv", Wiadomosci Numizmatyczne, 2008, 52, 2 (186), pp. 167-181.
Grimalauskatie, D., "Numismatic Collection of the Imperial University of Vilnius", Wiadomosci Numizmatyczne, 2004, 48, 2(178), pp. 129-152.

sábado, 3 de diciembre de 2016

Sangleyes: los residentes chinos en las Filipinas españolas

Publicado en Revista de la Inquisición: Intolerancia y Derechos Humanos, nº20 , 2016, pp. 2014-243

https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5788783

Resumen: La diversidad étnica de la Manila española la convirtió posiblemente en la más exótica de las ciudades de la monarquía. En la misma había distintas etnias propias de las islas, chinos, japoneses, españoles europeos y novohispanos, indios americanos y negros. Como pone de manifiesto Ollé, la llegada de los españoles no supuso el comienzo de la presencia china en Manila, pero sí que hizo crecer exponencialmente su flujo migratorio. El papel de los comerciantes chinos en Manila fue capital, y la dependencia fue mutua, lo que explica que, a pesar de los levantamientos sangleyes y las posteriores represiones y expulsiones, siempre fuesen nuevamente admitidos.

 Palabras clave: Sangleyes, plata, comercio, Filipinas.

 Abstract: The ethnic diversity of the Spanish Manila became possibly the most exotic cities of the monarchy. In this city lived different ethnicities of the islands, Chinese, Japanese, Spaniards from Europe and New Spain, American Indians and black ethnic groups. As evidenced Ollé, the arrival of the Spaniards didn’t suppose the beginning of the Chinese presence in Manila, but did grow exponentially the immigration flow. The role of Chinese traders in Manila was capital, and the dependence was mutual, which is why, despite the sangleys uprisings and the subsequent repression and expulsions, always were again admitted.

Key words: Sangleys, silver, commerce, Philippines.

viernes, 2 de diciembre de 2016

La Casa de Moneda de Santa Fe en el siglo XVIII

Publicado en UNAM Numismática, Año II, nº 15, Noviembre-Diciembre 2016, pp. 18-22.
http://www.numismaticodigital.com/pdf/UNAN_C2.pdf
 
El Nuevo Reino de Granada era un lugar donde abundaban los yacimientos auríferos, y donde se producía principalmente moneda de oro. No obstante lo anterior, los escudos no circulaban en la misma proporción, dado que eran enviados casi en su totalidad a Cartagena de Indias, vía Honda, para ser remitidos a España.
Ya en el siglo XVI se había dispuesto que hubiese una casa de moneda en este territorio. Pero no fue hasta el reinado de Felipe III cuando se ordenó al ingeniero Alonso Turrillo de Yerba que la fundase, iniciándose las labores en 1621. Turrillo recibió el título de tesorero propietario, y dicho cargo fue ostentado por sus parientes hasta 1753.
La ceca era una especie de herrería, con hornos para afinar y fundir, y de una sola planta, entre las actuales calles 11 y carrera 5ª del popular barrio de la Candelaria en la actual capital colombiana. Fue en esta ceca en la primera de las Indias que se labró moneda de oro, a comienzos del siglo XVII, proveniente de los placeres de Antioquía, parte del Chocó, Girón, Neiva, Chaparral y demás mazamorrerías del reino.
Entre 1695 y 1743 el Tesorero de esta ceca fue José Salvador de Ricaurte, hijo del anterior titular José de Ricaurte, que fue sustituido por José Prieto de Salazar. Prieto, capitán peninsular y vecino de Santa Fe, habría recibido según Margarita Restrepo en 1718, por concesión real, el privilegio de su administración a cambio de una suma aproximada de 220.000 pesos
Junto a esta concesión obtuvo asimismo el privilegio de establecer en el Nuevo Reino de Granada una o más Casas de Moneda, dando a cambio a la Real Hacienda 85.000 pesos efectivos como parte del precio de su concesión. Estas concesiones las obtuvo para sí y para sus herederos por juro de heredad perpetua. 
En su informe de rendición de cuentas como presidente de la Audiencia del Nuevo Reino de Granada de 1729, el Mariscal de Campo Antonio Manso puso de manifiesto la riqueza minera del territorio, y que cada día se encontraban ricas minas. Asimismo, daba noticia de la buena ley del metal. A pesar de ello, afirmaba que los mineros del Chocó eran pobres, dado que los dueños de las minas eran vecinos de Popayán, y enviaban el oro para su labra a la Casa de Moneda. 
El metal ya amonedado salía y desaparecía de la circulación sin dejar más utilidad que la que le correspondía a tesorero de la ceca, lo que se debía a su entender a la mala gestión de los gobernadores, y pensaba que se deberían hacer casas fuertes en las minas, donde se remitiese a los holgazanes, para que diariamente fuesen entregados por su alcalde a los mineros, acabando por ende con los agravios que se cometían con los indios.
Otra utilidad para el Reino sería la labra de moneda de plata, que era la que circulaba en él. Afirmaba que mientras que los doblones desaparecían, los patacones y reales era la que se manosea y trajina, pero al ser poca la que se sacaba, la mayor parte salía del reino en barras y piñas, y solamente cada dos o tres años el tesorero de la Casa de Moneda hacía una laborcita de doscientos a trescientos marcos, dado que cobraba menos derechos con ella.
Dado que el presidente estimaba que la falta de circulante argénteo era una de las principales causas de la pobreza del lugar, estimaba que su remedio pasaría por ordenar al tesorero que frecuentase la labor de la moneda de plata, haciendo una labor considerable de ella al menos una vez al año.
En 1743 consta como titular Tomás Prieto de Salazar, que se mantuvo en el oficio hasta 1748. Su sustituto fue Manuel de Porras, el último tesorero particular, dado que en el año 1753 la Corona asumió el control de la Casa de Moneda, nombrando a sus superintendentes. Según Araujo, en los años 1750 y 1751 se expidieron varias Reales Cédulas y Ordenanzas por las que se fijaba que se indemnizarían los justos derechos de los titulares, si bien hasta junio de 1755 no se hizo efectiva en esta ceca, tras la interposición de una demanda por parte de doña Mariana de Salazar, la viuda de Prieto de Salazar.
La orden de traspaso a la Corona fue recibida por el virrey de Nuevo Reino de Granada el 13 de diciembre de 1751, y el reglamento para la Casa de Moneda fue similar a los de las otras cecas indianas. Como superintendente se nombró al teniente coronel Miguel de Santistevan, que ocupó el puesto entre 1753 y 1775, con el encargo de efectuar tal incorporación, bajo la supervisión del virrey José Alfonso Pizarro. La primera labor de oro por cuenta del rey se llevó a cabo el 12 de julio de 1753.
Junto a Santistevan vinieron desde la Península el ensayador Juan de Chávez, el fiel de balanza Juan Espinoza de los Monteros, y los talladores José Martín Carpintero y Francisco Benito. El primer superintendente mandó el 22 de agosto de 1753 que se hiciese formal inventario de esta Casa, sus oficinas y bienes materiales, herramientas y demás instrumentos de que se componía y existían como también de los libros y papeles de la oficina del escribano, que comenzó el 23 de agosto.
Si bien se  habían previsto indemnizaciones para los que antes de esta incorporación tuviesen justos derechos, la indemnización a la viuda de José Prieto, doña Mariana de Salazar, no se hizo efectiva hasta junio de 1755, tras interponer la misma el 22 de junio de 1754 una demanda , solicitando el pago de los utensilios adquiridos para la labor de la moneda, las obras del edificio y las mejoras realizadas en la misma.
Durante el juicio se sustanció que la construcción y las obras realizadas en el inmueble no hacían parte de la concesión, por lo que lo único que era propiedad de Prieto y que se le debía indemnizar a sus herederos era el juro de heredad. Finalmente, en julio de 1755 el virrey Solís firma un decreto en el que se le reconoce a la viuda el derecho a recibir el importe de 379 pesos, 7 reales y un cuarto. Araujo recoge parte de dicho fallo:

Respecto de haber tomado su majestad en sí la Real Casa de Moneda de esta corte, se declara que de los frutos de ella se debe satisfacer a los herederos de don Joseph Prieto de Salazar el valor de el vinagre, fierro, azogue, aguafuerte, tiestos, carbón, leña, sal, fragua del oficio de herrero y balanzas de plata conforme el inventario y entrega hecha por el administrador don Manuel de Porras al superintendente de dicha Real Casa...

Asimismo, en fecha 18 de diciembre de 1777 se asignó a los descendientes de José Prieto como rédito del capital  debido una pensión de ocho mil pesos anuales, a pagar por la Casa de Moneda de Santa Fe, pensión que los mismos siguieron cobrando según Restrepo al menos hasta 1860, dividida entre sus numerosos descendientes.
La administración directa de la ceca neogranadina supuso una serie de mejoras, como fue la conclusión de la construcción de la propia Casa de la Moneda, que quedó como nos ha llegado a hoy en día, y el definitivo abandono de la acuñación de moneda macuquina, que fue sustituida por la moneda circular, apareciendo la primera emisión de la nueva especie a finales de 1756. Si bien hay ejemplos de ellas, al parecer solamente hay moneda del tipo de mundos y mares en la ceca durante un año, en 1759.
       La Casa de Moneda era como hemos comentado poco más que una herrería, por lo que había que levantar un nuevo edificio y prepararlo para fabricar en ella la nueva moneda redonda. El elegido para ello fue Thomas Sánchez Reziente, que encargó a la Casa de Moneda de Sevilla todo lo necesario para batir moneda esférica. El material llegó a Bogotá en 249 cajones, y se llevó por el cauce del río Magdalena en caballería y con cargueros indios.
La nueva obra de piedra y adobe se llevó a cabo en el solar que ocupaba la antigua ceca, y comenzó en 1753, siendo virrey José Alfonso Pizarro. Para las reformas en el edificio se realizó un plano en Madrid que fue entregado a Miguel de Santisteban. La nueva obra fue reinaugurada por el virrey Solís en 1756. Los trabajos duraron seis años, y a su terminación se concedió a Sánchez Reziente por sus servicios una pensión vitalicia equivalente a su sueldo, 1.800 pesos anuales. 
La actual Casa de Moneda es actualmente la sede de la Biblioteca Luis Ángel Arango, y básicamente tiene la distribución realizada con esta reforma, salvo que han desaparecido la sala de fundición y el molino de laminación o ingenio, movido por mulas.
Parte de su producción se destinó a los trabajos de fortificación de Cartagena de Indias, y a los gastos derivados de los conflictos bélicos, como sucedió con el ataque de Vernon en 1741. Esta casa de moneda suplió asimismo de fondos para llevar a cabo la expulsión de los jesuitas en 1767, y para la comisión que fijó los límites hispano-portugueses en el área amazónica.
Joaquín Espín afirmaba en un artículo que entre las monedas que poseía se encontraba una moneda de cobre de 1741 de 20 mm de diámetro, en cuyo anverso aparece una corona real y la leyenda F V R G y en exergo el año de emisión, y en su reverso otra corona real y bajo ella una F vuelta, un castillo con tres torres entre C y B, y similar a otra descrita en la colección Vidal Quadras y Ramón de Barcelona de ceca desconocida, podría ser una moneda obsidional batida en Cartagena, correspondiéndose las letras C y B con Cartagena Bloqueada.

Bibliografía consultada:

ARAUJO VÉLEZ, A., “La Casa de Moneda en la colonia, En Santafé y Cartagena se dan las primeras acuñaciones en el siglo XVII”, Revista Credencial Historia, Especial Casa de Moneda, Banco de la República de Colombia, Noviembre de 1996, nº 83.
ARAUJO VÉLEZ, A., “El paso de las máquinas a las monedas de condorcillo en el siglo XVIII : los Borbones reincorporan la Casa de Moneda de Santafé”, Revista Credencial Historia, Bogotá – Colombia, Agosto 2000, nº 128.
CASADO RIGART, D. "Santa Fe de Bogotá. Cuatro siglos de emisiones", Crónica Numismática, noviembre 2005, pp. 44-47.
CHACÓN, N.R., Derecho Monetario, Bogotá, 2005.
DARGENT CHAMOT, E., Las Casas de Moneda españolas en América del Sur,  (3.8).
LÓPEZ DE AZCONA, J.M. y LUCENA GIRALDO, M., La Minería en Nueva Granada: Notas Históricas 1500–1810, IGME, 1992.
LÓPEZ CHAVES, L., "Nuevos datos acerca de las acuñaciones precilíndricas de onzas en la ceca de Santa Fe de Bogotá", NVMISMA, Nº 65, noviembre-diciembre 1963, pp. 35-38
RESTREPO, J.E., y LASSER, J.R., Macuquinas de Colombia, , Medellín, 1998.
RESTREPO , J.M., Memoria sobre amonedación de oro i plata en la Nueva Granada desde el 12 de julio de 1753 hasta 31 de agosto de 1859, Bogotá, 1860
RESTREPO OLANO, M., Nueva Granada en tiempos del virrey Solís, 1753-1761, Universidad del Rosario, 2009.
TEMPRANO, L., Monedas de Colombia, 1810-1992, Bogotá, 1993.

Recopilación de las Leyes de las Indias. Libro IV. Título XXIII. Ley I. Que en Mexico, Santa Fe, y Villa de Potosí haya Casas de Moneda. 
http://www.fuenterrebollo.com.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Disquisiciones sobre la saca de moneda a finales del reinado de Carlos III

Publicado en Numismático digital, 16 de noviembre de 2016
http://www.numismaticodigital.com/noticia/10014/noticias-monedas/disquisiciones-sobre-la-saca-de-moneda-a-finales-del-reinado-de-carlos-iii.html

Las reformas llevadas a cabo entre 1772 y 1786 no consiguieron su objetivo de unificar el monetario circulante. Años más tarde, en la década de los 90 del mismo siglo, proliferaron las tablas de cambio rápido de la amplia variedad de monedas todavía en circulación en vellón Asimismo, el estallido de la guerra de Independencia de los Estados Unidos de América y la mayor valoración de la moneda de plata en los países extranjeros produjeron un importante flujo de moneda de este metal con destino a Francia.
   
Esta salida no pudo ser atajada con las medidas tomadas por la Real Orden de 1780, que suspendió las guías y los despachos de las aduanas de Cádiz, Madrid y demás del Reino para llevar moneda por tierra o mar a las tres provincias vascas, pudiendo llevar los arrieros, viajantes u otras personas únicamente la moneda necesaria para hacer frente a sus gastos.
    En las aduanas de Vitoria, Balmaseda y Orduña, así como en las demás de la raya de Castilla, se ordenó que únicamente se permitiese la entrada a estas provincias con registros de la cantidad en metálico que necesitasen los viajantes y comerciantes para sus actividades habituales, y a los arrieros y  demás personas de Castilla la necesaria para sus compras, no pudiéndose sobrepasarse el importe de 20.000 reales de vellón.
    Una nueva Real Orden de 1781 permitió a los arrieros y viajantes llevar fondos por un importe no superior a 2.000 reales de vellón en moneda de oro y plata, y a los comerciantes de conocido tráfico les facultó a llevar hasta 20.000 reales en oro, siempre que el camino que siguiesen fuese el de las aduanas de Cantabria.
    Este mismo año el Secretario de Hacienda remitió al Consejo una nueva Real Orden que recordaba la reiterada normativa tendente a prohibir la extracción de metales preciosos. En la misma se reconoce que en ocasiones se permitía la remisión de moneda mediante órdenes particulares, y se afirmaba que se habían registrado perjudiciales excesos en la extracción de moneda de plata sin permiso real desde el Principado de Cataluña.
    Años después, acabada ya la guerra, por Real Cédula de 1784 se prohibió la saca de moneda por los puertos y plazas de comercio del Reino, sin la previa y preceptiva licencia o despacho, salvo en pequeñas cantidades para gastos comunes de los comerciantes en los pueblos cercanos a las fronteras. Esta norma fue objeto de recurso por los comerciantes de Barcelona, que se resolvió denegatoriamente.
    El recientemente creado Banco Nacional de San Carlos, habiendo tenido conocimiento de la extracción clandestina de numerario argénteo desde las provincias vascas, Aragón y Cataluña, solicitó de la Corona ese mismo año que se regulase un régimen especial para la remisión de moneda batida en metales preciosos a estas provincias.
    Entre 1786 y 1800 se mantuvo el ratio bimetálico entre el oro y la plata, tanto nacional como provincial, en el 16,61 a 1, mientras que en los demás países de Europa rondaba el 15-1. Como recogía Lionet, todavía a principios del la siguiente centuria la proporción entre el oro y la plata era la más elevada de todos los Estados de Europa.
    España siguió recibiendo plata en grandes cantidades, pero no deja de ser sintomático que entre los años 1781 y 1798 el 65% de la amonedación en la ceca de Sevilla fuese del metal áureo traído de las Indias, batiéndose allí, por su proximidad a Cádiz, la mayor parte de las remesas de oro y plata procedentes del Nuevo Mundo. En la ceca de Madrid, donde se recibía oro portugués proveniente de Brasil, el porcentaje alcanzaba el 85% de toda la moneda batida.
    La devaluación de la plata producía como efecto la escasez de moneda menuda en la Península, como ponía de manifiesto el Superintendente de Extremadura en 1787, debido al comercio con Portugal, que se pagaba en reales de plata. La falta de plata en nuestro solar y en las Indias contrastaba con su abundancia en otros países, como Inglaterra o Estados Unidos, donde el real de a ocho era tan abundante como para convertirse en moneda de cuenta.
    En el año 1784 el caudal de moneda recibida de las Indias, que había estado retenida en origen durante los cuatro años de guerra contra Inglaterra, ascendió a 19.349.000 pesos de plata, o 386.980.000 de reales de vellón. El año siguiente se incrementaron las remesas hasta los 20.072.928,5 pesos de plata, o 401.458.570 reales de vellón, la mayor cantidad de plata que posteriormente salió desde España hacia Europa en cualquier año precedente.
    En plena época del mercantilismo, muchos economistas y hombres de Estado vieron en esas exportaciones, dedicadas entre otras situaciones a sufragar los anticipos recibidos durante el periodo bélico, como una gran catástrofe nacional. Para ellos el recientemente constituido Banco de San Carlos, como beneficiario único del monopolio de las sacas, era responsable de ello, y fue denunciado por privar de la savia argéntea necesaria para vivificar la agricultura, la industria y el comercio, y consideraban que la preceptiva licencia para la extracción era para la institución una mera formalidad.
    A finales de ese año de 1784 el conde de Campomanes transmitió al de Floridablanca una queja formulada por los principales hombres de negocios de Cádiz, que se quejaban de que la exportación masiva de plata había vaciado el reino de numerario y obstruido seriamente la exportación de bienes metropolitanos e indianos. Campomanes afirmaba que los productos recibidos de las Indias no encontraban mercado en Cádiz y otros puertos, por lo que solamente podían utilizarse para el pago en especie a comerciantes extranjeros.
    En una carta dirigida a Floridablanca, fechada el día 30 de octubre de 1784, Cabarrús adscribía el ingente caudal de las exportaciones de numerario al desajuste producido en la relación bimetálica y a la discordante fineza en los diferentes faciales de las monedas. Afirmaba que, obviamente, las alteraciones monetarias eran un secreto de Estado, solamente desvelado a los empleados de las cecas cuando habían jurado no revelar dicha devaluación, pero que la diferencia en su pureza no contrarrestaba las diferencias en peso. Por ello estimaba que el beneficio se podía obtener exportando la moneda infravalorada, y que eso era la razón de su ausencia.
    En la Junta del Banco de San Carlos celebrada el día 29 de diciembre de 1785, Cabarrús que los beneficios para el Estado por la exportación de moneda se habían multiplicado en los dos últimos años por cinco con respecto a los anteriores 29 años. Si bien el principal factor para ello había sido la masiva cantidad de moneda recibida, Cabarrús estimaba que la principal razón para ello se encontraba en la represión de contrabando, para lo que el establecimiento del monopolio había sido capital.
    Afirmaba asimismo que era innegable el gran progreso que en el periodo habían alcanzado la agricultura y la renovación fabril en Valencia y Cataluña. La sangría de moneda metálica era a su parecer debida a la desfavorable balanza comercial de la Corona. Para él, un Estado podía tener o poca o mucha moneda metálica, y ambas cosas se podían considerar deseables, dado que lo importante realmente es que la cantidad de moneda en circulación fuese la adecuada. Esa cantidad debía ser proporcional a los bienes y a los servicios, y la plata no dejaba de ser un producto de las minas españolas a exportar como otro cualquiera.
    Asimismo, argüía que si el metal precioso no se exportase, la economía española se resentiría más que las demás en caso de superabundancia de metales preciosos, anegada bajo una pila de ellos, y todos los productos y mercancías alcanzarían unos precios excesivos.
    Para Cabarrús y Valentín Foronda, si se revocaba el monopolio a favor del Banco se forzarían los precios en el mercado nacional por la competición que se mantendría entre los compradores, mientras que en los mercados exteriores los vendedores podrían forzar su depreciación.
    En una Instrucción Reservada de 1787 recogida en las Obras Completas de Floridablanca, se hace especial hincapié en que los derechos y extracción de la moneda debían ser especialmente cuidados por la Real Junta de Moneda. Se consideraba que lo óptimo era ajustar la salida de numerario a la cantidad equivalente a los efectos, frutos y manufacturas que se introducían por los extranjeros en exceso de lo que los españoles exportasen fuera.
    La moneda de oro y plata era considerada una mercancía –son frutos nuestros- del que reconocía un gran excedente con respecto a las necesidades internas y la circulación, y asimismo se afirmaba que si no se diese salida al mismo sería un problema, que podría llegar a envilecer la moneda. A comienzos del siglo siguiente, José Marcos Gutiérrez consideraba en este sentido que no había nada más injusto y absurdo que prohibir la salida de los metales en barra o en moneda, dado que si abundaban demasiado, especialmente si procedían del beneficio de las minas, el gobierno debía favorecer su salida hasta llegar al nivel conveniente para excitar la actividad de un pueblo.

Bibliografía
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HAMILTON, E.J., “Monetary Problems in Spain and Spanish America, 1751-1800”, The Journal of Economic History, Vol.4, nº 1, May, 1944, pp. 21-48.
HAMILTON, E.J., “The First Twenty Years of the Bank of Spain. I”, The Journal of Political Economy, Vol. 54, No. 1, February 1946,  pp. 17-37.
LIONET, P.L., Manuel du systême métrique ou Livre de réduction de toutes les mesures et monnaies des quatre parties du Monde, Lille, 1820.
MARCOS GUTIÉRREZ, J., Librería de Escribanos, Abogados y Jueces, que compuso don José Febrero, Escribano Real y del Colegio de la Córte, Parte Primera, Tomo Primero, Séptima Edición, Madrid, 1829.  
MORIÑO Y REDONDO, J. conde de Floridabanca, “Obras originales del conde de Floridablanca, y escritos referentes a su persona”, en Biblioteca de autores españoles desde la formación del lenguaje hasta nuestros días, FERRER DEL RÍO, A., Madrid, 1867
VOLTES BOU, P., “Las emisiones de Vales y la fundación del Banco de San Carlos”, Revista de Economía Política, nº 40,  1965, pp. 5-30.

Archivo Histórico Nacional, Estado, Leg. 3196.
Archivo General de Simancas, Reales Cédulas, Vol. CXXXIII, nº 240, Fol. 413-14, 425

Áureo & Calicó, S.L., Subasta 256, Sesión 2, 4 diciembre de 2013.

lunes, 14 de noviembre de 2016

La moneda en el Reino de Guatemala en el siglo XVIII



Publicado en Anuario de Estudios Centroamericanos, Vol. 42 (2016), pp. 161-180


Resumen: El objetivo del presente artículo es estudiar el proceso de fundación de la nueva Casa de Moneda en Guatemala, que fue erigida a petición de las autoridades del reino para paliar la carestía de numerario circulante y para acuñar in situ los metales obtenidos en el área. Para su realización se ha estudiado la bibliografía y las fuentes disponibles, principalmente las que se encuentran en el Archivo General de Indias, así como el estudio directo de las propias monedas que han llegado hasta nuestros días. En este estudio se destacan los principales hitos de dicho proceso, y se estudian asimismo las principales características de las monedas emitidas, que según algunos autores no proporcionaron suficiente numerario para monetizar la economía, si bien siguieron circulando incluso después de la independencia de los países centroamericanos.   

viernes, 4 de noviembre de 2016

Las emisiones castellanas durante la Guerra de Sucesión Española

Publicado en Panorama Numismático, 4 de noviembre de 2016
http://www.panoramanumismatico.com/articulos/las_emisiones_castellanas_durante_la_guerra_de_sucesion_id02535.html

Siguiendo con nuestro repaso a las acuñaciones monetarias realizadas durante la Guerra de Sucesión, vamos a profundizar esta vez en las emisiones del reino de Castilla en sus diferentes cecas.

      Tras su entronización, Felipe V se rodeó de excelentes consejeros, como los franceses Orry y Amelot o los españoles Rodrigo Caballero y Patiño. Fue Rodrigo Caballero quien reafirmó y estabilizó el sistema de circulación de dos monedas de plata, la vieja acuñada en Indias y la de cuño nuevo, conocida desde 1716 como provincial, con un 20% de plata menos.
      Las primeras emisiones castellanas de vellón de este monarca lo fueron en las Casas de Moneda de Sevilla y Linares, entre 1701 y 1717, de dos maravedíes. Son de muy mala factura,  por lo que debieron batirse por necesidad, y conservan los motivos de las emisiones anteriores al monarca, incorporando las flores de Lis. 
En fecha 1710 encontramos piezas de 4 y 2 maravedíes de cobre acuñadas en Sevilla y Madrid, con una talla de 85 cuartos por libra, 42 ½ piezas de 4 maravedíes por marco. A juicio de Fontecha, esta emisión habría sido solamente un ensayo no adoptado, debido a que estas monedas serían de fácil falsificación, debido a la sencillez de sus motivos. En todo caso, no tuvieron continuidad. 
Los mismos eran un monograma coronado en reverso, con leyenda HISPANIARVM REX, y cuartelado con cruz equilátera de castillos y leones en anverso, con fecha y PHILIPPVS y D G. En el anverso se recogían las marcas de valor, ceca y ordinal del rey bajo el monograma. En las piezas batidas en Sevilla se leen bajo el monograma las siglas S V 4 en las monedas de dos maravedíes.
    El reinado de Felipe V verá el auge de las emisiones áureas. Ya en 1701 se batieron onzas de ocho escudos, con los mismos tipos que los de Carlos II, con escudo grande de la monarquía en anverso y cruz de Jerusalén, patada en los lóbulos, en su reverso, incorporando como motivos propios de su origen el escusón de Borbón-Anjou y la Orden del Espíritu Santo sobre el Toisón de Oro.
    En la ceca sevillana coexistieron como tipos en este año 1701 los batidos con anverso de escudo grande antiguo y los que incluían la novedad del escusón de Borbón citado, si bien a lo largo del mismo año éstos últimos sustituyeron a los anteriores, manteniendo la misma disposición en la leyenda. También se acuñaron doblones de a ocho en Sevilla, desde ese mismo año, en Segovia, desde 1708, y en Madrid, a partir de 1719.
    En ellas aparece el Toisón de Oro en el anverso, y las leyendas suelen ser PHILIPPVS V DEI GRATIA en anverso e HISPANIARVM REX en el reverso, más las marcas de ensayador, ceca, valor y fecha de emisión. Los tipos cambiaron en 1728, cuando se comiencen a acuñar onzas en Madrid, y a partir del año siguiente en Sevilla, con el busto del monarca a la derecha en el anverso y leyenda PHILIP y D G HISPAN El IND REX, y el escudo grande de la monarquía con toisón alrededor en reverso, y la leyenda INITIVM SAPIENTIAE TIMOR DOMINI.
    Las piezas de cuatro escudos comenzaron a producirse en Sevilla en 1701, y en esta ceca y en Madrid hay emisiones de años diversos. Casas de Moneda con emisiones en un único año son Palma de Mallorca en 1704, Valencia en 1707,  Segovia en 1721, y Cuenca en 1725. La principal ceca en la que se acuñaron doblones sencillos, de dos escudos, fue asimismo Sevilla, habiendo también emisiones en Valencia, Madrid y Mallorca. También se emitieron escudos sencillos, con los mismos tipos.
    La ley de la moneda de oro era de de 22 quilates, siendo los pesos teóricos de las piezas de 67 granos y 13/17 el escudo, 135 granos y 9/17 la de dos escudos, 271 granos y 1/17 los cuatro escudos y 542 granos y 7 2/17 los ocho escudos. Heiss señalaba que los ensayos realizados en ejemplares de Felipe V dieron como resultado una ley de 21 24/32 en todas las unidades desde el escudo sencillo a la onza, y de 21 22/32 en los medios escudos.
    Las primeras emisiones argénteas de Felipe V fueron los reales tipo María acuñados en Sevilla 1701, conservándose el sistema metrológico posteriormente en los denominados reales de plata nueva. En junio de 1700 había en funcionamiento en esta Casa de Moneda seis volantes, construidos por el portugués Manuel Fonseca, y que eran utilizados para batir moneda de plata inferior a 8 reales y numerario de oro.
    Los reales de tipo María tenían como motivos en su anverso escudo cuartelado y coronado, rodeado del Toisón de Oro, con las armas de Castilla, León y Granada en punta, y la leyenda PHILIPPUS V D G HISPAN REX. En su reverso portaban la leyenda VIRTUTE PROTECTIONE y la fecha, 1701, y en su centro el monograma de María con cruz encima, y a su izquierda R y a su derecha 8.
     Se batió en la misma ceca moneda del mismo tipo con la variante en el anverso consistente en la marca S de ceca a la izquierda y la letra M del ensayador a la derecha, en todos los valores argénteos, desde reales sencillos a ocho reales.
    Desde 1704 se batió moneda de plata en Sevilla y Madrid con los tipos antiguos, con escudo grande y cuartelado de castillos y leones y un peso de 27,13 gramos, aunque, como apunta Gil Farrés, en ocasiones el mismo se reduce a 24,48. En Segovia se batieron de 1727 a 1729.
    Las emisiones de la ceca sevillana, de los que existen ejemplares desde 1704 a 1711, llevan en su anverso la leyenda PHILIPPUS V DEI GRAT, y escudo grande de la monarquía cuartelado y coronado, y en su reverso las armas de Castilla y León cuarteladas en cruz equilátera, y una orla de ocho lóbulos delimitando el  campo, dentro de una gráfila, y la leyenda HISPANIARUM REX y la fecha.
    En estas monedas aparecen muchas variantes, sobre todo en sus anversos. En ocasiones aparece a los lados del escudo el numeral VIII del valor a la izquierda y a la derecha la S de la ceca y la P de ensayador, arriba y abajo respectivamente. También encontramos la M como sigla de ensayador en las monedas batidas en 1707.
    Vemos en las emisiones de plata la subsistencia de dos sistemas ponderales, ya que si el real de a ocho siguió batiéndose según los tipos y pesos antiguos, las monedas de menor facial estuvieron sujetas a fluctuaciones en su peso y ley. En un primer momento se intentó reinstaurar el sistema vigente con anterioridad a 1686, con talla de 67 reales el marco y ley de 11 dineros y 4 granos.
    En Madrid se acuñaron en 1706 reales en talla de 84 piezas el marco, 2,73 gramos, de acuerdo con la reforma de la plata de 1686, pero en el año siguiente se rebajó la talla a 75 piezas el marco, 3,06 gramos, con ley de 10 dineros (833,3 milésimas), batiéndose los mismos en el Real Ingenio, de acuerdo con un ensayo llevado a cabo por el ingeniero francés Jean Castaing.  La conocida máquina de Castaign fue un invento inglés adoptado en Francia en 1685, en la que la moneda era rodada en una superficie horizontal entre dos barras de acero, teniendo una de ellas grabada en relieve el motivo o diseño del canto.
    Estos reales llevaban como motivos del anverso escudo cuartelado y coronado, con lises en escusón, y leyenda PHILIPPVS V D G HISPANIARVM REX, y en el reverso el monograma del soberano coronado, y la leyenda DEXTERA DOMINI EXALTAVIT ME - La diestra del Señor me encumbró (Salmos 117,16)- y la fecha de emisión. Estos reales, batidos en grandes cantidades ese año y el siguiente, tenían la misma ley que las pesetas catalanas acuñadas por el Archiduque Carlos, siendo prácticamente el modelo de la futura peseta, y bastante semejante, como ya comentamos anteriormente, a la libra tornesa de 1726, y del futuro franco.
    Afirmaba Paradaltas que estas pesetas seguían en 1847 en circulación, que los reales sencillos se denominaron Real de plata formando dos una peseta, que se acuñaron 1/2 reales, y que las dos monedas Real de plata y medio Real se confundieron después con los nombres de media peseta y Real de vellón. Con ello, según Paradaltas, había en circulación en España tres tipos de reales: el viejo o fuerte, el sencillo o nuevo y este real provincial.
    En la Corte se batieron el año 1707 reales de a ocho en cuyo anverso llevaban la leyenda PHILIPPUS V D G, el escudo grande de la Monarquía coronado con escusón de Borbón, a su izquierda la M de la ceca y a su derecha el valor 8. En su reverso portaban la leyenda HISPANIARVM REX y la fecha, y en su centro cruz equilátera con castillos y leones dentro de orla lobulada.
    De esta emisión existen variantes, que consisten básicamente en que en el anverso, además de la marca de ceca, encontramos las iniciales de los ensayadores, BR de Bernardo Pedrera y J de José Caballero. Otra variante en este tipo es la emisión de 1709, con leyenda en anverso + PHILIPPUS + V + D + G +.
    En el año 1707 se decidió batir moneda de plata en el Ingenio de Segovia de sólo 10 dineros de ley, y talla de 75 piezas el marco, acuñándose reales de a dos y sencillos. En ellas se incluía el monograma real y la leyenda DEXTERA DOMINI EXALTAVIT ME y la fecha de emisión en el reverso, y en el anverso el escudo coronado cuartelado de Castilla y León con escusón de Borbón, flanqueado de marca de ceca y R a izquierda y numeral romano y marca de ensayador a derecha, y la leyenda PHILIP. V. D. G. HISPANIAR. REX.

Para saber más:

CAMPOS Y GONZÁLEZ, V. de, Defensorio de las monedas antiguas de oro y de plata de España y demostración de las labradas desde el año 1700 hasta el de 1746. Evidenciándose lo cierto de su ley, peso, valor y figura, Madrid, 1759.
FONTECHA Y SANCHEZ, R. de, La moneda de vellón y cobre de la Monarquía Española (Años 1516 a 1931),  Madrid, 1968.
FRANCISCO OLMOS, J.M. de, “El Toisón de Oro en las monedas españolas”, Crónica Numismática, marzo 2005, pp. 46-48.
FRANCISCO OLMOS, J.M. de, “Propaganda política en la moneda de los Borbones”, en VI Jornadas sobre Documentación Borbónica en España y América (1700-1868), Madrid, 2007, pp. 177-234.
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