, nº 23, pp. 3-10.
En
1546, sólo un año después del descubrimiento del Cerro Rico de Potosí, se
encontró en Zacatecas el que sería durante muchos años el mayor yacimiento argentífero
de la Nueva España, que durante el siglo XVI se unió a los reales de minas de
Pasco, Santa Bárbara, Guanajuato, Sombrerete, Pachuca y San Luis de Potosí. Ya
a mediados de este siglo la plata desplazó al oro como metal precioso en
producción en los Reinos de las Indias.
Zacatecas
estaba situada en una zona árida, en la que habitaban los Chichimecas, un
pueblo seminómada cuyos miembros atacaban a aquellos que cruzasen su
territorio. Su descubrimiento se llevó a cabo con la exploración de un pequeño
contingente de españoles e indios al mando de Juan de Tolosa, y para su
explotación, como en la del Parral, se contó con mano de obra indígena libre,
como los chichimecas adscritos voluntariamente al Parral, que recibían su
salario en mantas de fabricación local. A diferencia de en otras áreas, y muy
especialmente de la mita de Potosí, se realizaban contratos laborales con
personal libre, los conocidos como tequios,
por los que los obreros cobraban sus servicios en dinero y especie, una
gratificación en mineral conocida como partido.
Las
poblaciones mineras contribuyeron extraordinariamente al proceso de
culturización de la población india, al atraer a los reales a gran número de
ellos y otorgarles un nivel de vida elevado como trabajadores asalariados.
Asimismo, los reales de minas fueron los únicos asentamientos españoles en
territorios muy extensos, como fue el caso del norte de la Nueva España. Según
Ruiz Rivera, esta fuerza laboral rondaba en el virreinato los 15.000
individuos, una aristocracia laboral
caracterizada por el derroche y la gran movilidad, que cobrarían no sólo su
salario, cuatro reales diarios, en moneda, sino también una parte del mineral
recogido para posteriormente venderlo o fundirlo.
La
necesidad del transporte del mineral y del propio abastecimiento de las áreas
mineras fue igualmente determinante para la extensión de la red viaria,
completándose en Nueva España ya a finales del siglo XVI el llamado Camino Real
de Tierra Adentro o Camino de la Plata, que en un primer momento se trazó para
unir Zacatecas con la capital virreinal y que posteriormente se amplió a Santa
Fe, actual capital del estado norteamericano de Nuevo México. Dicho trazado fue
con el tiempo capital para la pacificación y poblamiento de los territorios de
Texas, Nuevo México y California.
Durante
el siglo XVII la producción del virreinato del Perú, y muy especialmente la de
Potosí, ganó importancia con respecto a la de Nueva España, lo que se acentuó a
mediados del siglo y que parece de alguna manera justificarse en el hecho de
que el mercurio de Almadén se enviaba con preferencia al Perú para paliar la
falta de suministro in situ de la mina de Huancavelica. A pesar de ello, desde
comienzos de la centuria siguiente se observa un crecimiento progresivo en la
producción argéntea del virreinato septentrional, que pasó de unos 520.000
marcos en el primer lustro del siglo a 1.470.000 marcos en el de 1750 a 1754,
si bien esto supuso el desplazamiento de la preeminencia de Zacatecas en favor
del área de Guanajuato.
En
siglo XVIII el territorio de la Nueva España se duplicó, y llegó a abracar más
de siete millones de kilómetros cuadrados en Norteamérica, Centroamérica, el
área antillana, Asia y Oceanía. La expansión de los territorios controlados se
produjo fundamentalmente hacia el norte, tanto para hacer frente a la amenaza
de las injerencias coloniales inglesas en el nordeste, de los franceses en el
Golfo de México y de los rusos en el Pacífico, como para el beneficio de los
nuevos reales de minas que se fueron descubriendo y poniendo en producción. La
minería se revitalizó con el desarrollo de unidades productivas más amplias,
como la Quebradilla, las Rayas o la Valenciana, y a la concentración financiera
y a la inversión de los mercaderes de la ciudad de México para mantener el
control del circulante en Nueva España tras la liberalización del comercio
transatlántico. No es despreciable tampoco la existencia de una mano de obra
muy cualificada y abundante.
En
un proceso que se repitió muchas veces, los nuevos descubrimientos llevaban
aparejados la migración de población hispana e hispanizada y el mestizaje con
los naturales, no sin tensiones, la monetización de la economía, y el
agotamiento y el descubrimiento de nuevos yacimientos más al norte, con lo que
comenzaba nuevamente el ciclo. Con ello la
frontera minera siguió emigrando hacia el norte, a territorios fronterizos
alejados de la capital virreinal. Zacatecas perdió parte de su importancia
minera para convertirse en una región ganadera, agrícola e industrial. En el
centro del territorio se produjo un importante crecimiento demográfico en
México, y Puebla perdió peso específico en producción industrial, mientras que
la zona de Bajío la ganó.
A
pesar de ello, y que la producción siguiese
realizándose por plata de fuego con plomo en vez de con azogue, la producción
minera de Zacatecas a finales del siglo XVIII no era nada desdeñable. Según
Colmeiro, la veta madre de Guanajuato rindió entre 1793 y 1803 más de seis
millones de marcos de plata, cerca de la cuarta parte de toda la plata mexicana
y la sexta de toda la América, y que Guanajuato, Zacatecas y Real de Catorce
producían más de la mitad del millón y medio de marcos que anualmente salían de
Nueva España hacia Europa y Asia por Veracruz y Acapulco.
A
pesar de la abundancia de metales preciosos, en el interior de Nueva España
escaseaba la moneda metálica. La falta de circulante hacía que los comerciantes
fijasen a su libre albedrío precios abusivos para los productos introducidos en
la provincia. Asimismo, los dueños de haciendas y reales de minas contrataban a
indios a los que pagaban en especie, en bienes sobrevaluados. La plata en pasta
sin amonedar sirvió en muchas ocasiones como medio de pago en los mercados
internos del virreinato, cambiando frecuentemente de mano antes de cumplir con las
obligaciones fiscales.
El
virrey Marqués de Casa Fuerte mandó formar una Junta en Guadalajara, para que
se formulasen arbitrios en la que los oidores, el fiscal, los oficiales reales
y otros vecinos expusieran las razones para fundamentar la idoneidad del
establecimiento de una Casa de Moneda, por carta de 6 de noviembre de 1727. El
día 15 de octubre de 1728 se convocó una Junta en el Real Alcázar de
Chapultepec, presidida por el virrey, previos informes solicitados al tesorero,
tallador, ensayador y guarda mayor de la Casa de Moneda capitalina. En base a
los informes de los oficiales de esta ceca, la mayor parte de los miembros
estimó la inconveniencia de su fundación, ni en Guadalajara ni en Zacatecas.
Un
año después, se promovió en la Corte el establecimiento de una Casa de Moneda
por cuenta de la Corona en Nueva España, expidiendo una Real Orden al virrey
para que fuese tratando de ponerla en práctica. Se proyectó que la nueva Casa
de Moneda se erigiese fuera de la capital, dándose reglas para su seguridad y
probando las ventajas de así hacerlo. Finalmente no se realizó. Francisco
Xavier de Gamboa defendió en 1761 la idoneidad del establecimiento de una Casa
de Moneda en Nueva Galicia, para con ello dar numerario a esta provincia y a
Nueva Vizcaya. Estimaba que las Cajas de Guadalajara, Sombrerete, Zacatecas y
Durango producían un millón de pesos en derechos reales, con lo que la
producción ascendería a diez millones. La Casa de Moneda evitaría los costes
derivados de tener que remitir a México los metales.
Campo
y Rivas estimaba, ya en tiempos de Carlos IV, que los motivos para el
establecimiento de la Casa de Moneda habían aumentado desde la obra de Gamboa.
Si bien el monarca había establecido un Consulado en la Nueva Galicia, a su
entender la constitución de la ceca supondría poco gasto en sueldos, dado que
los jornales serían más bajos que los de México, y por lo barato del terreno no
saldría cara tampoco la construcción de la Casa misma. Un grupo de empresarios zacatecanos, organizados
en una comisión desde 1818, reunieron fondos para enviar un representante a
México y Madrid dotado de amplios recursos económicos, con el fin de obtener la
autorización para poner en marcha nuevamente la Casa de Moneda que había
funcionado como ceca provisional entre 1810 y 1818.
El
intendente de la provincia de Zacatecas, don Miguel Rivero, Conde de Santiago
de la Laguna, puso en funcionamiento con permiso del virrey Francisco Javier
Venegas una Casa de Moneda provisional, tras el acuerdo de la Junta de Vecinos
de 26 de octubre de 1810, como respuesta a una solicitud de la Diputación de
Minería del día 15 del mismo mes. El motivo era el peligro que corrían el envío
del mineral y la remesa de la moneda debidos a los movimientos insurrectos. Se
nombró director a Manuel Ramos, relojero de la población, en fecha 12 de
noviembre con un sueldo de 2.000 pesos, comenzando la emisión a finales de
noviembre de ese año, del tipo Montaña,
con la leyenda LVO (Labor Vincit Omnia-El
trabajo todo lo vence).
Durante
este periodo, se acuño moneda provisional en Zacatecas de dos tipos, de busto y
escudo con columnas en el reverso imitando las emisiones de la ceca capitalina
y las antes vista del tipo Montaña, y
ley de 0,9030. Las primeras emisiones
llevan en su reverso la leyenda Moneda
Provisional de Zacatecas y son de labra muy tosca, por lo que las leyendas
suelen aparecer de manera incompleta, y faltan las siglas de ensayador. Las
emisiones de 1811 y 1812 son de medios reales, reales sencillos y pesos, y de
1811 a 1818 se acuñó moneda de valor de 2 reales, no conociéndose piezas de 4
reales. Para la labra de esta moneda provisional se utilizó la casa de ensaye
de Zacatecas, un edificio comenzado a construir en 1799 y de estilo neoclásico.
Finalmente,
por acuerdo de las Cortes de España y a propuesta de los diputados de las
provincias de Nueva España, don Miguel Ramos Arispe y don Josef Mariano
Michelena, se accedió el 6 de noviembre de 1820 al establecimiento de una Casa
de Moneda en Guadalajara y otra en Zacatecas, o cualquier otro lugar que se considerase
más apropiado por la distancia a los Reales de Minas y por la conveniencia de
los mineros.
Durante
el año 1821 se acuñó moneda en Zacatecas, con busto del monarca Fernando VII a
derecha en anverso, a la romana con coraza y manto, con cinta en el pelo atada en un moño y corona
de laurel, y la leyenda FERDIN VII DEI GRATIA y el año de emisión, y en su
reverso escudo de castillos y leones coronado con columnas y la leyenda HISPAN
ET IND REX, la marca de ceca Z s y el valor de la pieza. Las siglas de
ensayador son RG, José Rodríguez Gallinas, que ensayó moneda entre los años
1820 y 1822, y AG, por J. Antonio García, que ensayó entre los años 1813 y
1822. Muchas de ellas están más o menos descentradas, y hay variedades de
bustos.
Según
Orozco, las cantidades acuñadas en esta Casa de Moneda fueron las siguientes:
Periodo
|
Pesos
|
Del 14/11/1810 al 31/08/1811
|
1.154.902,66
|
Del 05/09/1811 al 26/03/1813
|
4.776.971,40
|
Del 03/04/1813 al 29/07/1814
|
2.455.000,00
|
Del 30/07/1814 al 16/05/1818
|
3.635.107,60
|
Del 16/06/1818 al 30/11/1818
|
638.174,30
|
En 1819
|
1.026.775,40
|
En 1820
|
764.011,66
|
En 1821
|
2.468.577,76
|
Total
|
16.919.520,78
|
Esta
era la situación cuando se firmaron los Tratados de Córdoba de 24 de agosto de
1821, el 27 de septiembre el Ejército Trigarante
entra en México y se formó la Junta Provisional Gubernativa. Uno de sus miembros era Manuel de la Sota Riva
Llano y Aguilar, uno de los firmantes del Acta de la Independencia de México de
28 de septiembre y Jefe político superior de México y Capitán General, a cargo
de las provincias de México, Valladolid, Querétaro y Guanajuato. Posteriormente,
el 1 de julio de 1822, el emperador Agustín Iturbide nombró a de la Sota
ministro de guerra y marina.
En
su calidad de Jefe superior político de la Provincia de México, y en nombre de
la Soberana Junta gubernativa del Imperio, de la Sota dictó un bando en fecha
28 de febrero de 1822, que debía ser publicado en las ciudades, villas y
lugares de dicho distrito, por el que comunicaba al público los exámenes
realizados por peritos imparciales de la moneda labrada en la nueva Casa de
Moneda de zacatecas durante el año 1821. Según los mismos, la moneda acuñada en
esta ceca tenía todas las cualidades de ley, peso y estampa que la ordenanza
requería.
Por
ello, don Manuel ordenaba que dicha moneda se recibiese en las tesorerías
nacionales, Aduanas y demás oficinas de la Hacienda Pública al igual que se
recibía la labrada en la Casa de Moneda capitalina. Para asegurarse de que en
lo sucesivo esta moneda continuase bien labrada, se mandaba que la fábrica de
Zacatecas se arreglase en todo su régimen y gobierno a las mismas ordenanzas de
la Casa de Moneda de México. Las emisiones de este año de 1822 siguieron
teniendo los mismos tipos anteriores y fueron acuñadas a nombre de Fernando
VII. Según Orozco, durante el año 1822 se batieron 2.468.577,76 pesos en esta
ceca.
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Agradecimientos:
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