miércoles, 3 de abril de 2013

Gibraltar y las pesetas de Cataluña

Publicado en Numismático Digital, 3 de abril de 2013


http://www.numismaticodigital.com/noticia/6440/Articulos-Numismatica/Gibraltar-y-las-pesetas-de-Cataluna.html


El 4 de agosto de 1704, tras tres días de combates, se rindió la plaza de Gibraltar, defendida por cien soldados y cuatrocientos civiles contra una flota aliada de cuarenta y cinco barcos ingleses y dieciséis holandeses que habían partido de Lisboa el 9 de mayo para tomar Barcelona, y retornaba sin haber conseguido su objetivo por la resistencia de la ciudad. Desde este momento, el Peñón se convirtió en el puerto neurálgico de los ejércitos aliados en la Península, y el lugar desde donde se introdujo moneda austracista en Andalucía.

Un año después, el 22 de agosto de 1705, una nueva flota aliada llegó a las aguas de Barcelona con 25.000 marineros y 9.000 soldados, y tras un largo asedio y enconada lucha rindieron la ciudad el 9 de octubre. Con ello el enfrentamiento internacional se transformó también en una Guerra Civil, que no concluyó hasta la toma de Barcelona por Felipe V en 1714 y la de Mallorca un año después, en la que buena parte de los súbditos de los reinos de la Corona de Aragón se alinearon en el partido del Archiduque Carlos de Austria, y los de la de Castilla en el de Felipe de Anjou.

En este largo y fratricida conflicto, en el que se sucedieron campañas que llegaron hasta los mismos centros del poder de ambos contendientes, la moneda fue uno de los principales instrumentos de difusión de la imagen de los pretendientes en disputa, y el más claro ejemplo en ambos casos de la instauración efectiva de su poder en el territorio controlado. No es por ello de extrañar que la posesión de moneda acuñada o usada por el enemigo fuese considerada delito, y por tanto perseguida.

En la ceca de Barcelona se acuñaron entre 1707 y 1714 pesetas, reales dobles de metrología castellana y peso de unos cinco gramos para su circulación en toda España, que tomaron como modelo los acuñados en Segovia en 1682 a nombre de Carlos II. En su anverso aparece el nombre del pretendiente en monograma coronado  y debajo el numeral III dentro de una gráfila, y la leyenda HISPANIARUM REX, y en su reverso el escudo de España y la leyenda CAROLUS III D.G.

En 1706 se acuñaron en Madrid reales de talla de 4 piezas el marco, acordes con la reforma de la plata de 1686, pero el año siguiente se rebajó la talla a 75 piezas el marco y la ley a 10 dineros, y se acuñaron en gran cantidad en este año y en el siguiente en el Real Ingenio de Segovia, conforme a un ensayo realizado por Jean Castaing. Estos reales llevan en su anverso escudo cuartelado y coronado, con lises en escusón, y leyenda PHILIPPVS V D.G. HISPANIARVM REX, y en el reverso el monograma del soberano coronado, la leyenda DEXTERA DOMINI EXALTAVIT ME y la fecha de emisión. Por el perjuicio que suponían para el comercio, por su baja ley y peso en relación a la moneda circulante anterior del reino, se ordenó finalmente suspender su labra. 

El contenido en fino de las emisiones de ambos era similar, como afirmaba Pierre Vilar, al de la libra tornesa después de su estabilización en 1726, al posteriormente adoptado en España como moneda provincial y al del franco germinal, el utilizado en Francia durante el siglo XIX, por lo que en estas emisiones, con el precedente también catalán de 1674, se encontraría el origen de la moneda de plata más clásica de la Europa contemporánea.

La plaza de Gibraltar fue durante toda la Guerra de Sucesión, como hemos comentado, un importante punto estratégico para los aliados del Archiduque, y fue defendido contra importantes contraataques de las tropas borbónicas, como el que se produjo pocos días después de su toma, el 24 de agosto, con la batalla de Málaga, el último enfrentamiento naval de envergadura del conflicto, y con los asedios de septiembre de ese mismo año y de marzo del siguiente. En este último los austracistas contaron como aliados para su defensa con Muley Ismail, rey de Marruecos, y con los gobernantes de Túnez y Argel, lo que extendió el conflicto al norte de África, e incluso se llegaron a remitir 5.000 ducados a los presidios norteafricanos para favorecer su obediencia al Archiduque.   

A pesar del constante estado de guerra, muchos comerciantes iban a la ciudad a vender sus frutos, dado que al correr en ella la moneda austracista, ganaban el veinte por ciento de su reducción a moneda legítima al introducirla en el territorio dominado por Felipe V. Por ello y por evitar su difusión por motivos políticos se ordenó a los justicias recogerla para su remisión al superintendente general y su fundición, así como el castigo de aquellos comerciantes que la introdujesen. Estas prácticas están documentadas muy adelantado el conflicto, en 1712.

Los avances y retrocesos de ambos ejércitos estuvieron jalonados de bandos y cédulas autorizando en los territorios dominados la circulación de la moneda propia y de sus aliados u ordenando la prohibición y recogida de la del Intruso Gobierno. Pero, como tantas veces ha sucedido en nuestra historia monetaria, una cosa era lo que el rey disponía y otra la realidad. Las pesetas y reales batidos durante este enfrentamiento cainita por ambos contendientes tuvieron una larga vida, circulando hasta bien entrado el siglo XIX, tan gastados que en muchos de ellos se habían borrado las improntas totalmente y habían sufrido una considerable merma del metal en el que habían sido acuñados.

Bibliografía

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GARCÍA GONZÁLEZ, F. (coord..), La Guerra de Sucesión en España y la batalla de Almansa, Madrid, 2009.
GONZÁLEZ CRUZ, D., Propaganda e información en tiempos de Guerra, España y América (1700-1714), Madrid, 2009.
MATEU Y LLOPIS, F., "Notas para el estudio de los orígenes del sistema monetario español", Nvmisma, Año XIV, nº 67, Marzo-Abril 1964, pp. 19-61.
PARADALTAS Y PINTÓ, F., Tratado de monedas: sistema monetario y proyectos para su reforma, Barcelona, 1847.
SANTIAGO FERNÁNDEZ, J. de ,“Legislación y reforma monetaria en la España Borbónica”, en VI Jornadas sobre Documentación Borbónica en España y América  (1700-1868), Madrid, 2007, pp. 403-436.
VILAR, P., Oro y Moneda en la Historia (1450-1920), Barcelona, 3ª ed., 1974

 
 

miércoles, 6 de marzo de 2013

La moneda macuquina venezolana y su circulación en Puerto Rico

Publicado en Numismático Digital, 6 de marzo de 2013


     A pesar de lo prevenido en la Real Orden Reservada de 18 de marzo de 1771 para la extinción de toda la moneda anterior, y a la específica mención en la misma de que el virrey de Nueva España debía informar a los gobernadores de las Antillas y de la Capitanía General de Venezuela de la recolección de la moneda macuquina a cambio de Situados en la nueva especie a labrar, no se consiguió su extinción. Durante las guerras de independencia de Venezuela, los realistas refugiados en Puerto Rico trajeron gran cantidad de este numerario a la isla, cuyo uso fue autorizado en 1813 y circuló hasta 1857. 

     La crónica escasez de numerario en Venezuela y otros territorios había hecho que, a petición de los gobernadores del área antillana, por Real Orden de 25 de mayo de 1786 se autorizase la labra de una nueva especie para su circulación como moneda provincial en Caracas y en las Islas de Barlovento, que si bien fue acuñada en la ceca de México en 1787, fue refundida antes de entrar en circulación por Real Orden de 1787. Tras nuevos intentos, esta nueva moneda provincial no llegó a acuñarse. 

     La escasez afectó asimismo a la moneda macuquina, al ser la que servía para la circulación interior de la Capitanía. Por ello el intendente de Caracas prefería enviar los situados a las provincias de Guayana y Trinidad en los pocos pesos fuertes disponibles antes que dejar el territorio sin moneda cortada o corriente, lo que no era posible por la falta de moneda fuerte, en la cuantía de diez mil pesos, necesaria para hacer frente al situado de Trinidad.

     A juicio de Francisco de Saavedra, principal valedor de la solicitud de una moneda provincial, la diferencia entre los valores intrínsecos y extrínsecos de la moneda macuquina dificultaba su extracción. Estimaba que en el territorio no se había introducido moneda falsa, ni en grandes lotes ni paulatinamente, para retirar la de buena ley, y afirmaba que se trataba principalmente de piezas de bajo facial, de medios reales, reales sencillos y escasos reales de a dos.
     Durante las guerras de emancipación de Venezuela, tanto los insurgentes como los realistas batieron moneda de necesidad de tipo macuquino a imitación de los reales limeños, según los tipos de cruz y columnas previos a las reformas de la moneda en la época borbónica y con valor facial de reales sencillos y dobles. Vidal i Pellicer fecha las emisiones de los insurgentes entre agosto de 1813 y julio de 1814, y fueron a su parecer batidas en Caracas, muchas con fechas imposibles y signos falsos. Al ser ajustadas en peso y ley, los realistas las habrían seguido acuñando hasta 1817. Otros autores adelantan el comienzo de las emisiones al año 1811.
     En cuanto a las monedas acuñadas por el partido realista, conocidas como lanzas por su forma, habrían sido emitidas en Maracaibo entre los años 1813 y 1814 por orden del Capitán General Fernando Miyares, si bien y debido a que este numerario era muy defectuoso, dado que era de labor muy tosca y con graves faltas de peso y ley, se ordenó su retirada de la circulación por Real Orden de 13 de mayo de 1816.

     Simultáneamente, en el tramo final del siglo XVIII la escasez de numerario había sido la nota dominante en la circulación monetaria en Puerto Rico, siempre dependiente de los situados de Nueva España y de los pocos tributos –alcabalas, renta del papel sellado, diezmos…- que se recaudaban en la isla. El recurso a la emisión de papeletas sin el respaldo de moneda corriente fue una práctica común desde los violentos huracanes de 1766 hasta principios del siglo XIX, lo que llevó a la falta de su aceptación, a la generalización de su falsificación y a una espiral inflacionaria, que llevó a la valoración de un peso en moneda metálica en diez en papel.

    Fue para la amortización de estas papeletas por lo que por Decreto de 18 de junio de 1813 se autorizó por el gobernador Salvador Meléndez Bruna, por recomendación del intendente Alejandro Ramírez, la entrada y circulación legal de la moneda macuquina procedente de los refugiados venezolanos, como un mal menor necesario para garantizar la circulación monetaria en la isla.

    Este numerario estaba compuesto tanto de moneda legal batida con anterioridad a la de cordoncillo como por las emisiones antes vistas de los insurgentes y realistas, y era según este Decreto aceptada por su valor nominal para todo tipo de pagos, entendiendo por el mismo el que tuviese en sus improntas o el comúnmente aceptado, Con ello se consiguió amortizar papel moneda en la cuantía de medio millón de pesos, y se dotó a la isla de un circulante que se mantuvo durante años y evitó las anteriores tensiones monetarias sufridas.

    La entrada de la moneda macuquina, sin embargo, tuvo también consecuencias negativas, como fueron los problemas derivados de su falta de peso y ley, que hicieron que, contraviniendo las órdenes antes citadas, muchos se negaran a su aceptación. Asimismo, se introdujo en la isla moneda macuquina falsa fabricada en los Estados Unidos, lo que agravó esta situación. Para resolver estos problemas, la Sociedad Económica de Amigos del País creó una comisión especial para el estudio de las medidas a tomar para su extinción.

    En sus conclusiones de 8 de marzo de 1855 se hacía referencia a la necesidad de retirarla de la circulación, lo que finalmente se ordenó por Real Decreto de 5 de mayo de 1857, sustituyéndola por moneda de cordón de cuño español. En el momento de la retirada, según Coll y Toste, se cambiaron 1.565.466 pesos y 40 centavos de moneda macuquina a cambio de 1.350.000 pesos en moneda de nuevo cuño. Los tenedores de moneda macuquina recibieron siete reales de moneda fuerte por cada peso de ocho reales macuquino, por lo que la merma real para la población fue de un 12½% del valor de la moneda antigua.

Bibliografía

COLL Y TOSTE, C., Reseña del Estado Social, Económico e Industrial de la Isla de Puerto Rico al tomar Posesión de ella los Estados Unidos, San Juan, Puerto Rico, 1899.
CORDOVA, P.T. de, Memorias Geográficas, Históricas, Económicas y Estadísticas de la Isla de Puerto Rico, 6 vol., 1832.
CRESPO ARMÁIZ, J., Fortalezas y Situados. La geopolítica española y sus efectos sobre el desarrollo económico y monetario de Puerto Rico (1582-1809), Puerto Rico, 2005.
CRUZ MONCLOVA, L., Historia de Puerto Rico. Siglo XX, Tomo I (1808-1868), Madrid, 1970.
DASÍ, T, Estudio de los Reales de a Ocho llamados Pesos — Dólares — Piastras — Patacones o Duros Españoles, Valencia, 1950-1951, T. III.
MAGO DE CHÓPITE, L., El Cabildo de Caracas (1750-1821), CSIC-Dpto. de Publicaciones, 2002.
STOHR, T., El circulante en la Capitanía General de Venezuela, Caracas, 1998.
TIERNO GARCÍA, J., “La Moneda en Guerra: Los procesos independentistas hispanoamericanos (1808-1826)”, Ab Initio, Núm. Ext. 2 (2012).
VIDAL I PELLICER, J., “Acuñaciones de tipo macuquino columnario de ceca problemática y fecha ficticia”, Acta Numismàtica 10, 1980, pp. 165-170.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Algodón, té y plata española: La conquista británica de la India



Publicado en Numismático Digital, 6 de febrero de 2013

http://www.numismaticodigital.com/noticia/6320/Articulos-Numismatica/Algodon-te-y-plata-espanola:-La-conquista-britanica-de-la-India.html

La India no tenía minas de plata, por lo que toda la que se amonedaba llegaba vía comercio. El volumen del tráfico a finales del siglo XVIII alcanzó tal dimensión que, según los cálculos de Humboldt, en 1795 los comerciantes británicos habían desembolsado 4.410.000 pesos en géneros pagados en la propia India a comerciantes chinos en estaño, algodón y opio, además de los 6.614.000 pesos en moneda para su comercio directo con China.

La plata que llegaba a la India por la Nao de la China, por el comercio con los países occidentales, del Golfo Pérsico y de Arabia, así como de China y de Japón antes del embargo decretado en este último país en 1668, sirvió para la monetización del Imperio Mongol, si bien también hizo que se sufriesen los efectos de la inflación y el incremento de los precios, que lo desestabilizaron y ayudaron a la posterior expansión británica.

La moneda de plata de la India, la rupia, era universalmente aceptada y de buena calidad. Su circulación se circunscribía a su año de emisión, por lo que anualmente los particulares debían llevarla a las numerosas cecas abiertas para que fuesen nuevamente batidas, y cualquiera podía adquirir moneda en estos establecimientos con un pequeño coste de un 5,6%. Esto hizo que el circulante se mantuviese estable, tanto en calidad como en cantidad, si bien no se pudo adecuar al importante incremento que se produjo en la población.

La colonia francesa de Pondichéry, actual Punducherry, era un importante centro emisor de estas rupias y de los fanon, la moneda circulante en la costa de Coromandel, siendo su materia prima los reales de a ocho españoles. Dado que por su origen eran las que menor riesgo tenían de ser aleadas con otros metales, corrían libremente por todo el subcontinente, siendo recogidas por los tesoreros de los Rajás y Nababs, tanto gentiles como musulmanes, e incluso los comerciantes de otras naciones, especialmente daneses y holandeses, llevaban a esta ceca sus pesos fuertes para que fuesen convertidos en rupias.

Su lucrativa actividad se llevó a cabo hasta 1837. El 3 de marzo de este año, el Consejo de la ciudad propuso que, ante la medida tomada por motivos económicos del cierre de la Casa de Moneda, y para convertir en moneda local los reales de a ocho sin pérdida, no se debían de pagar más de 216 rupias por cada 100 reales de a ocho, pero que esto era imposible de conseguir, dado que en la isla Borbón, la actual Reunión, el precio de estas piastras era de 218 rupias.

Durante el siglo XVIII la Compañía Británica de las Indias Orientales había llevado a cabo operaciones comerciales de alto riesgo. Se utilizaba la plata española para la compra de productos textiles en la India, que a su vez eran cambiados en Indonesia por nuez moscada, clavo y pimienta. Estas especias se remitían a las Islas Británicas, donde eran vendidas necesariamente en moneda de plata, que nuevamente se remitía a Oriente para alimentar el comercio de índigo, té, café y seda con China, en un periplo con una duración total de dieciséis meses.

En la primera mitad del siglo, y ante la imposibilidad de desbancar las manufacturas locales con su propia producción, el comercio británico siguió basándose en la demanda de prendas de algodón hindú y de té chino en Europa, intentando a su vez reducir las remesas de metales preciosos hacia estos territorios. Durante todo el siglo se abrieron en numerosas poblaciones costeras del subcontinente establecimientos para la producción de prendas estampadas destinadas a la exportación.

Dado que su mayor producción se daba en Bengala, los británicos se concentraron en esta área, y su influencia de incrementó en ella día a día. Al principio ejercieron su jurisdicción en nombre del Gran Mongol, e incluso emitieron moneda a su nombre, una vez que controlaron la ceca y que forzaron el transporte del Tesoro Real desde Murshidabad a Calcula, donde se encontraba bajo su directo control.

Los fondos obtenidos se utilizaron no sólo para el comercio de la Compañía, sino también para la ulterior conquista de toda la India, y la extracción de gran cantidad de plata que había sido introducida en siglos anteriores para la compra de  té en China produjo una gran escasez de circulante. Los británicos quisieron establecer un numerario uniforme, para lo que desmonetizaron las monedas locales, pero la emisión de nuevo cuño no cubría las necesidades de la circulación, y menos a finales del siglo, por efecto de las caídas de precios y las convulsiones en el comercio a causa de las Guerras Napoleónicas.

Asimismo, los británicos fijaron cambios nada ventajosos entre la moneda de plata y las existentes en cobre y los cauríes, utilizados para las transacciones corrientes. Para la labra de nueva moneda, a comienzos del siglo XIX se batieron en la ceca de Madrás piezas de dos rupias y ½ coronas sobre cospeles de moneda española procedente de las Indias. Y fue la India igualmente la que suplió de numerario a otras colonias británicas, como fue el caso de los 400.000 reales de a ocho remitidos desde Bombay, vía Madrás, a la Colonia de Australia en 1812, origen de los famosos Holey Dollars.

Si bien ya desde 1701 se había prohibido en Inglaterra la importación de telas estampadas y se comenzó a importar algodón en rama para su manufactura en la propia isla, no fue hasta la segunda mitad del siglo, con la mecanización que dio comienzo con la Primera Revolución Industrial y con la política de reducción de la producción hindú tras tomar el control directo del país, cuando la industria textil británica comenzó su definitivo despegue. Entre 1803 y 1815 dominó el territorio central del subcontinente, regido por los marathas, y en el siguiente medio siglo se fue anexionando el resto del país. Tras la rebelión de los cipayos de 1857 se abolió oficialmente el Imperio Mongol.

El té pasó de considerarse un bien de lujo a un producto de primera necesidad en los países anglosajones durante el siglo XVIII, y su estanco en uno de los principales ingresos de la Corona, hasta un 10% de todos los del Tesoro. Para su pago en China, desde el Edicto del Emperador Tao Kuang, sólo se aceptaba en teoría moneda de plata, si bien desde la década de los años 30 del siglo XIX China pasó de ser el primer receptor al principal exportador de plata, por mor del comercio del opio.

Bibliografía:
BERNSTEIN, W.J., The Birth of plenty: how the prosperity of the Modern World was created, McGraw-Hill, Companies, Inc., 2004.
BHATTACHARYA., S., “Regional Economy (1757-1857), Eastern India”, in The Cambrigde Economic History of India, Vol. 2, c.1757-c.1790, Cambridge, 1983.
BROADBERRY, S. y GUPTA, B., “Monetary and real aspects of the great divergence between Europe and Asia, 1500-1800”, Department of Economics, University of Warwick, 23 August 2005.
CAIN, P.J. y HOPKINS, A.G., “The political economy of British expansion overseas, 1750-1914”, The Economic History Review, 2nd series, Vol. XXXIII, no. 4, November 1980.
CHEVALIER. M., On the Probable Fall in the Value of Gold: The Commercial and Social Consequences which may ensue, an the Measures which it invites, Translated from the French, with preface, by Richard Cobden, Esq., New York: D. Appleton and Co.,1859.
FOERSTER, G.H., “Plata hispanoamericana en circulación mundial del siglo XVI hasta el siglo XX. Monedas de una exposición numismática”, Gaceta Numismática 141, junio 2001, pp. 41-59.
HUMBOLDT, A. von, Ensayo Político sobre la Nueva España, T.III, Paris, 1827.
ROTHERMUND, D. An economic history of India; from pre-colonial times to 1991, New York, 1988.
ZAY, E., Histoire Monétaire des Colonies Françaises, Paris, 1892.
The Sydney Gazette and New South Wales Advertiser, 28 November 1812.


jueves, 3 de enero de 2013

La moneda de vellón de Cartagena de Indias



Publicado en Numismático Digital, 2 de enero de 2013
 
y en Numisnotas 142
 

Es bien conocido el hecho de que en 1620 se dispuso la puesta en marcha de una Casa de Moneda en Santa Fe, con una sucursal en Cartagena de Indias, para la labra de moneda de oro, plata y vellón. La oposición del cabildo municipal de esta última plaza a la emisión de numerario de vellón, por considerarlo poco fiable, llevó a su desmonetización en esta ciudad siete años después. 

Ya antes de la constitución de las nuevas Casas de Moneda, el 20 de octubre de 1619 el oidor de Panamá, Alonso Espino de Cáceres, ponía de manifiesto los problemas que acarreaba que la moneda que corría en esta ciudad careciese de improntas, sello ni marca. Se trataba según él de pedazos de plata con mezclas de otros metales, y las negras vendedoras debían ir cargadas con un peso para pesar los pedazos de este circulante tan deficiente.

Por Real Cédula de 1 de abril de 1620 se ordenó fundar la Casa de Moneda de Santa Fe, y que en la misma se acuñase numerario de vellón rico en cuartillos, por un valor de 300.000 ducados, con una talla de 25 reales y cien piezas por marco. El precio del cobre era por cuenta de Alonso Turrillo, y el beneficio del monarca por la emisión, además del común, de un 35%, a cobrar por los oficiales de la Real Hacienda.

Esta moneda debía tener como motivos según la Real Cédula en el anverso las armas de Castilla y León, y en su reverso dos columnas con una granada en medio, como símbolo de Santa Fe, PLUS ULTRA a los lados y la letra del ensayador en su parte baja. La leyenda que se debía incluir era PHILIPPUS TERTIUS YSPANIAE ET INDIAE REX.

Por una nueva Real Cédula de 10 de junio de ese mismo año se ordenó abrir una oficina en Cartagena en la solamente se debía batir vellón rico para subvenir las necesidades del tráfico menudo por un importe de 60.000 ducados, de los que solamente se batieron, según Dargent, 5.409 pesos por su falta de aceptación por la población, encabezada por su gobernador, Sancho Girón.

Los motivos alegados en esta Real Cédula para acuñar esta moneda de vellón eran el consumo de la plata corriente de esta provincia y la provisión de numerario a las islas de Barlovento y a otras vecinas. Se afirmaba en la misma que además del beneficio general que suponía recoger la plata corriente en circulación, se exoneraría de los gastos y costas que conllevara el llevarla a labrar a esta Casa de Moneda.

Hasta nuestros días han llegado algunos ejemplares atribuidos a la ceca de Santa Fe, que constan en el prestigioso Standard Catalog of World Coins dedicado siglo XVII, si bien Dargent afirma que la oposición de la población hizo que no se llegasen a batir. En la magnífica obra sobre macuquinas de Colombia escrita por los prestigiosos numismáticos Jorge Emilio Restrepo y Joseph R. Lasser, que reproducen emisiones de cuartillos de vellón en Santa Fe, se afirma que se supone que dicha moneda de vellón fue asimismo batida en Cartagena, pero que en la actualidad no se conserva ningún ejemplar.

La existencia de este numerario y su circulación en Cartagena está, no obstante, ampliamente documentado en las fuentes. En el Archivo General de Indias encontramos numerosos documentos, informes y comunicaciones realizadas por varias autoridades referidas a su labra, a la falta de aceptación de este circulante y a las peticiones para que no se batiese moneda de vellón.

En el Archivo General de Indias encontramos los registros de ida de las naves que fueron a Cartagena en 1625 con pertrechos para la nueva Casa de Moneda del Nuevo Reino de Granada con los galeones de Tierra Firme, siendo su general el Marqués de Cadereita, don Lope Díez de Armendáriz. Los mismos fueron transportados en la nao Nuestra Señora de los Reyes, de 116 toneladas, siendo su maestre Marcos de Urquiza.

En cuanto a sus instalaciones, tenemos una importante fuente de información también en el Archivo General de Indias, en la Visita que a ambas cecas realizó en 1637 Juan Bautista de la Gasca, oidor de la Audiencia de Panamá. Describe la de Cartagena como una casa de viviendas, alquilada, donde en el corral y en unos apartadillos casi tan malos como los de la ceca de Santa Fe se había labrado moneda de oro y plata.

Afirmaba que había unos pedazos de maderos y otros trastos que le dijeron que correspondían a un ingenio para la labra de vellón rico y de plata baja, que podría valer doscientos pesos, que abia de quedar por de vuestra magestad, de acuerdo con el cuaderno de embargo de bienes hechos por el gobernador Francisco de Murga.

La solución adoptada, la labra de vellón en la Casa de Moneda, más que solucionar el problema del mal y escaso circulante parece que lo agravó. El día 2 de abril de 1622 el cabildo de la ciudad mandó una carta al rey suplicando que por amor de dios no se acuñase moneda de bellón de ninguna suerte en su gobernación, debido a que la misma carecía de fiabilidad entre los comerciantes, y podría suponer su total ruina y destrucción.

Las primeras emisiones de vellón llevadas a cabo por Alonso Turrillo de Yerba estuvieron sin duda ajustadas a las condiciones pactadas con la Corona, que eran el uso de una parte de plata y cuatro de cobre. Ante la resistencia de la población a aceptarlas, el rey convino en 1625 en la mejora de la aleación, que pasó a ser una parte de plata por tres de cobre, para finalmente ordenar en 1626 que todo el numerario se acuñase en plata acendrada, de ley 0,930.

Por Real Cédula de 24 de agosto de 1626 dirigida a Diego de Escobar, gobernador de Cartagena, se dejó sin efecto la autorización para la labra de vellón, autorizando la acuñación de moneda de plata pero no la de oro, lo que no se cumplió, dado que se batió moneda en ambos metales preciosos.

A pesar de la petición en contra, dicho numerario de vellón circuló, dado que, en fecha 30 de julio de 1627, el cabildo de Cartagena de Indias remitió una carta en la que exponía que en cumplimiento de las órdenes recibidas, había procedido a recoger la moneda de vellón. La misma comienza con la afirmación de que se había recibido la orden de recogida de la moneda de bellón que en esta gobernación se labrava para su comercio y contratación. Dicha moneda se retiró por un acuerdo del cabildo por el que se emplearon 40.000 pesos para su amortización.

En la ceca cartagenera se acuñó moneda de oro y plata de tipo macuquina de labra muy tosca hasta 1634, cuando se cerró por Real Cédula, debido al incumplimiento por Alonso Turrillo del asiento que había firmado. En fecha 20 de agosto de 1635 el Cabildo escribió dando cuenta del gran daño que se producía a la ciudad por dicho cierre. Con el mismo se había producido una gran escasez de circulante, y la falta de moneda afectaba al comercio con las reales armadas que llegaban a este puerto, dado que faltaba moneda con qué comerciar.

Pocos años después, probablemente hacia 1645, la ciudad hizo una Representación por medio de su Procurador Diego Cortés de Mesa, en la que presentaba un Memorial de veinte capítulos, viniendo el tercero de ellos dedicado a la petición de que se concediese Casa de Moneda a la ciudad. Dado que en las provincias de esta comarca se producía oro y plata, se pedía que se dejase labrar moneda en la ciudad, y se afirmaba que había un vecino que postulaba por la plaza de tesorero, en la cuantía de 80.000 pesos, pagaderos la mitad al contado y la otra mitad al año siguiente. Dicha petición no fue atendida.

Documentos:
A.G.I.,Jueces de comisión y visita:Audiencia de Santa Fe,Santa Fe,56 B,nº 34.
A.G.I., Cabildos seculares: Audiencia de Santa Fe, Santa Fe, 63, nº 36.
A.G.I., Cabildos seculares: Audiencia de Santa Fe, Santa Fe, 63, nº 66.
A.G.I.,Cabildos seculares: Audiencia de Santa Fe, Santa Fe, 63, nº 68.
A.G.I., Cabildos seculares: Audiencia de Santa Fe, Santa Fe, 63, nº117.
A.G.I., Visitas Audiencia de Santa Fe, Escribanía, 830B.
A.G.I., Registro del Navío:”Nuestra Señora de los Reyes”, Contratación, 1174, nº2.
A.G.I.,Jueces de comisión y visita: Audiencia de Santa Fe,Santa Fe, 57,nº 87.
A.G.I., Fundación de la Casa de Moneda de Santa Fe, Santa Fe, 192.
A.G.I.,Documentos varios de la Casa de la Moneda de Santa Fe,Santa Fe,827.  

Bibliografía:
BLANTON, H., “Half-real coins of Cartagena of the Indies”, Gaceta Numismática, 166/167, septiembre - diciembre 2007, pp. 37-45.
DARGENT CHAMOT, E., Las Casas de Moneda españolas en América del Sur, II. El XVII: un siglo en crisis, http://www.tesorillo.com, Lima-Madrid, diciembre 2006.
RESTREPO, J.E., y LASSER, J.R., Macuquinas de Colombia, Medellín, 1998.
RUIZ RIBERA, J.B., “Retos y respuestas del municipio de Cartagena de Indias en el siglo XVII”, Temas Americanistas, nº 19, 2007, pp. 3-19.
Standard Catalog of World Coins. World Coin Listings by Date and Mint. 1601-1700.