jueves, 15 de julio de 2021

Las emisiones inglesas a nombre de Felipe y María, reyes de Inglaterra y príncipes de España

 Publicado en Crónica Numismática, 15 de julio de 2021


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Primera reina que reclamó y obtuvo el trono de Inglaterra, la vida y el reinado de María Tudor se ha visto frecuentemente ensombrecida por su defensa del catolicismo en una Inglaterra predominantemente anglicana. En su corto reinado, que coincidió con un periodo muy lluvioso y con graves inundaciones, comenzó una serie de reformas económicas y monetarias que dieron sus frutos en el reinado de su hermana y sucesora Isabel I. Tras su matrimonio con el príncipe y posterior rey de España Felipe, único rey consorte de la historia de Inglaterra, se llevaron a cabo emisiones a nombre de ambos soberanos, un numerario que tuvo una larga vigencia y un continuado reflejo en la literatura británica durante muchos años.  

 Tras el breve y convulso reinado de Eduardo VI de Inglaterra (1547-1553), a su muerte fue declarada heredera del trono Lady Jane Grey, sobrina del monarca, y declaradas bastardas y excluidas de la sucesión María e Isabel Tudor, hijas de Enrique VIII. La princesa María, hija de Catalina de Aragón y nieta de los Reyes Católicos, envió una carta de protesta exigiendo sus derechos soberanos, reunió con sus partidarios un ejército en el castillo de Framlingam e inició un viaje hacia Londres aclamada en todas las ciudades por donde pasaba, acompañada de su medio hermana Isabel, futura Isabel I, siendo coronada como primera Reina de Inglaterra por derecho propio en la Abadía de Westminster el 1 de octubre de 1553.

 Su primo el emperador Carlos V le sugirió que se casase con su único hijo, Felipe. Con ello, España aseguraría la ruta marítima a sus Países Bajos e Inglaterra recibiría su apoyo contra la alianza de María I Estuardo, reina de Escocia, y la Francia de Francisco I. A pesar de la oposición de buena parte de la clase política inglesa a dicho enlace, María convocó al Parlamento el 16 de noviembre de 1553, aprobando la Cámara de los Comunes la Ley de Matrimonio de la Reina María, unas capitulaciones basadas en las firmadas por los ascendientes de ambos, Isabel y Fernando, los Reyes Católicos.  

 Felipe recibiría el título de Rey de Inglaterra, intitulándose todos los documentos a nombre de ambos soberanos, apareciendo el nombre de Felipe antes que el de María, si bien Inglaterra no venía obligada a proporcionar apoyo militar al emperador, el rey no podría nombrar a extranjeros para ocupar cargos públicos ni la reina ni su futura descendencia podrían abandonar Inglaterra sin el consentimiento de la nobleza. Si tuviesen un hijo, el mismo heredaría la corona de Inglaterra y los territorios españoles de los Países Bajos y Borgoña, y si la reina sobreviviese a Felipe recibiría una pensión de 60.000 libras al año. La actuación de don Felipe en el gobierno de Inglaterra, único rey consorte en la historia de este reino, fue siempre muy escrupulosa y acorde a lo firmado en las capitulaciones matrimoniales.

 Un día antes de su matrimonio, celebrado el 25 de julio de 1554, festividad de Santiago Apóstol, Patrón de España, en la catedral de Winchester, Felipe fue proclamado Rey de Nápoles y Duque de Milán. Con ello, Felipe y María se convirtieron  en Rey y Reina de Inglaterra, Francia, Nápoles, Jerusalén, Irlanda, Defensores de la Fe, Príncipes de España y Sicilia, Archiduques de Austria, Duques de Milán, Borgoña y Brabante, y Condes de Habsburgo, Flandes y Tirol. Con este título emitió moneda en Milán y en Nápoles, incluyendo entre los blasones representados junto a los propios y los de este ducado y reino los de la reina María, el contracuartelado de tres flores de Lis y los tres leopardos de la Casa Plantagenet. Esta titulación sufrió una lógica modificación con el ascenso de Felipe II a los tronos hispánicos en enero de 1556. Igualmente, su titulación como rey de Inglaterra y sus armas aparecen en famoso Phillipus Daldre o thaler acuñado en los Países Bajos a partir de 1557, con magnífico retrato de Gianpaulo Poggini.

 Como rey, hasta la muerte de María el 17 de noviembre de 1558, Felipe fue representado y reconocido como tal en numerosos retratos, construcciones públicas, lápidas de edificios y, sobre todo, como vamos a estudiar, en las monedas, medallas y sellos. Tanto en los retratos como en la colocación de los escudos de armas de ambos monarcas, el busto y las armas de Felipe ocupaban la parte izquierda, la más importante. Destacan especialmente los retratos realizados durante la negociación de los esponsales, el de Felipe realizado por Tiziano y el de María por Antonio Moro, ambos conservados en el madrileño Museo del Prado.

 De entre las medallas, destaca fundamentalmente el par de ellas realizado por Giacomo Nizzola da Trezzo, conservado por Carlos V hasta su muerte y posteriormente por Felipe en un medallero con la representación de sus familiares. Mientras que la de Felipe muestra al rey a derecha con armadura completa,  leyenda que refiere su condición de rey y príncipe de España y su edad, 28 años, en su reverso representa a apolo surcando el cielo en su carro y la leyenda que será adoptada por el monarca hasta su muerte, Ahora iluminará todas las cosas. La que representa a María lo hace a izquierda, vestido de corte y sus títulos como reina de Inglaterra, Francia e Irlanda, y el de defensora de la Fe, el título otorgado por León X a Enrique VIII, y en su reverso se recoge una alegoría de la Paz y el templo de Jano, y la leyenda A los ciegos la vista, a los tímidos el reposo.

 Un ejemplar de la de María  labrado en oro se encuentra en los fondos del Museo Británico de Londres. Trezzo llegó a Londres a finales de 1554, y si bien se ha afirmado que el retrato utilizado fue el realizado por Antonio Moro antes mencionado, es posible que el mismo pudiese haber sido realizado por observación directa de la soberana. Es viable que fuese asimismo el grabador de las monedas acuñadas a nombre de ambos monarcas, dado que se conserva una carta suya en la que afirma que Felipe le había encomendado realizar los grabados del reino. Los diseños de los bustos enfrentados de estas emisiones, de hecho, son muy similares a las medallas producidas por este escultor, lapidario, medallista y orfebre milanés al servicio de Felipe II hasta su muerte en Madrid en 1589.

 La política monetaria de la reina María

 Solamente seis semanas después de su coronación la reina declaró, el 20 de agosto de 1553, su intención de acuñar moneda de oro y plata de ley ajustada al estándar esterlino para ser utilizadas en sus dominios, salvo en Irlanda, con un sistema especial. En la misma se detallan los derechos de braceaje a cobrar, la ley de la moneda a acuñar y las marcas que debían incluir los ensayadores. Como sucedió en el caso de Felipe II en los reinos hispánicos posteriormente, también se ordenó la inclusión del año de emisión, y la inserción al azar entre las letras de las leyendas de las marcas de ceca. Posteriormente, la marca de ceca volvió a su situación habitual.  

 En la misma manifestaba su intención de batir soberanos de treinta chelines, reales o royal, de quince chelines, y los ángeles de diez chelines en oro. Con ello, la piezas de oro se revalorizaron en seis, dos y un chelín, respectivamente. En plata se preveía la emisión de groats, con un valor de cuatro peniques, medios groats en proporción, de una talla de 180 y 360 piezas por cada onza Troy, respectivamente, y ley de 11 dineros, y peniques sencillos con una talla de 720.

 Parte de la plata acuñada procedía de la obtenida de antiguos objetos litúrgicos. En cuanto a las emisiones áureas, se utilizaron coronas francesas y borgoñonas, Philippus gilders y gilders de oro alemanes, monedas que fueron suministradas por el famoso Sir Thomas Gresham, el agente de la reina en Flandes. El 2 de octubre de 1554 se ingresaron en la Torre de Londres 20 carros cargados de plata guardados por españoles, por un importe estimado de 50.000 libras esterlinas. Con ellos se acuñaron en moneda inglesa un total de 17.592 libras esterlinas entre 1554 y 1555, y en la nómina del personal de la ceca capitalina aparecen como dietas las cantidades pagadas a trabajadores españoles durante la acuñación de estos metales preciosos y bajo su real orden.  

 Las monedas del rey Felipe como soberano consorte de Inglaterra

 Si bien la reina María acuñó a comienzos de su reinado moneda áurea en módulo de soberano, real, ángel y medio ángel, así como en plata en groat, medio groat y penique, tras su matrimonio se hubieron de modificar los cuños para incluir el nombre de Felipe, siempre delante como antes se vio. Mientras que los tipos utilizados para el oro se mantuvieron y la única modificación de los mismos fue la inclusión del nombre del soberano en la leyenda, se incluyeron los bustos de ambos monarcas en las emisiones más altas de las acuñadas en plata, en las medias coronas, chelines y seis peniques.

 En cuanto a las emisiones en moneda de oro a nombre de ambos soberanos, solamente se realizaron en módulo de ángel o medio ángel, con un valor de diez y cinco chelines y peso la unidad de 5,11 gr., desde agosto de 1557 hasta el final del reinado. Esta moneda mantiene los tipos anteriores, con la representación del arcángel San Miguel alanceando a un dragón en su anverso y un barco portando el escudo de la monarquía inglesa, con los cuarteles cambiados para que aparezca el primero por la izquierda arriba el correspondiente a las tres flores de Lis de Francia, sobre un barco, y las iniciales de los monarcas, P y M, bajo una cruz.

 En la leyenda del anverso aparece la leyenda PHILIP; Z: MARIA: D; G; REX. Z. REGINA. A, Felipe y María por la Gracia de Dios rey y reina, y en su reverso A' D(omi)NO' FACTVM: EST: ISTVD: Z: EST. MIRABILE (in oculis nostris), Obra del Señor es esto; admirable a nuestros ojos (Salmo 118, 23), la leyenda que aparece en todas las monedas acuñadas en oro por esta monarca. De estos ángeles de oro a nombre de ambos soberanos se conservan actualmente unos cincuenta ejemplares, tanto en instituciones públicas y museos como en manos de coleccionistas privados.

 En plata se acuñaron groat y medios groat de dos peniques o dineros esterlinos, con el busto de la reina a izquierda y las armas de Inglaterra en el reverso cuarteladas en una cruz larga. En la leyenda del anverso se introdujo el nombre de Felipe, PHILIP. ET MARIA D.G. REX ET REGINA, y en cuanto a la del reverso reproduce la leyenda latina POSUIMUS DEUM ADIUTOREM NOSTRUM, Dios nos auxilia (Salmo 54.4), común en las emisiones inglesas desde la época del monarca Eduardo III, en el siglo XIV. En los peniques sencillos aparecen dos tipos diferentes, uno que mantiene el diseño visto anteriormente y otro en el que el retrato de la monarca en el anverso por la rosa, emblema de la Casa Tudor, y la leyenda ROSE SINE SPINA, y en su reverso la leyenda hace referencia al lugar de acuñación, CIVITAS LONDON.

 Las medias coronas llevan los bustos de los soberanos bajo una corona cerrada, cada uno en una cara, con la misma leyenda en ambos casos, alusiva a su titulación como reyes de Inglaterra, Francia y Nápoles y Príncipes de España. En cuanto a los chelines y seis peniques acuñados en el mismo metal, tienen grabado en su reverso las armas cuarteladas y empaladas de ambos monarcas, las de Felipe en los cuarteles de la izquierda y los de María en los de la derecha, bajo corona cerrada, en la misma distribución vista anteriormente en las emisiones milanesas y napolitanas, y la misma leyenda de los groat. En cuanto al anverso, representa los bustos enfrentados de ambos monarcas, el de Felipe en la izquierda mirando a derecha y el de María en sentido contrario, bajo una corona.

 Si bien en las primeras emisiones realizadas en 1554 en la leyenda del anverso se hacía referencia a los títulos de ambos, rápidamente se modificaron incluyendo únicamente la referencia a su condición de reyes de Inglaterra. Hay acuñaciones en las que aparece el año de emisión y el valor facial de las piezas a ambos lados de las coronas del anverso y del reverso, respectivamente, y otros ejemplares que están sin datar. Hay igualmente emisiones privativas para Irlanda, con su emblema, la lira, en el reverso, rodeada de las iniciales de los monarcas coronadas, de groats y chelines.

 La larga vida de estas emisiones y su reflejo en la literatura inglesa

 La moneda acuñada por ambos soberanos, y muy especialmente los chelines en los que se reproducen sus bustos enfrentados, fueron lo suficientemente comunes en la circulación para que, aún a finales del siglo XVII y antes de la gran reacuñación llevada a cabo en 1696, abunden durante un siglo y medio las referencias a los mismos en los textos literarios ingleses, de forma totalmente inusual, como ha estudiado recientemente B.J. Cook.

 Como afirma este autor, la moneda en circulación fue a menudo mucho más variada que la emitida por la autoridad emisora de cada momento. Su supervivencia literaria, a su entender, puede deberse a su novedoso y nada común diseño en la moneda inglesa, y puede rastrearse desde su primera función, la propagandística dentro de un intenso conflicto político y religioso, hasta la representación de la felicidad conyugal para unos poetas para los que los ideales de las reinas de la Casa Tudor no significaban nada.

 María fue querida y respetada por su medio hermana Isabel I, a quien nombró su sucesora. De hecho, ambas están enterradas juntas en la capilla mariana de Enrique VII de la Abadía de Westminster, rezando la inscripción latina REGNO CONSORTES ET URNA, HIC OBDORMIMUS ELIZABETHA ET MARIA SORORES, IN SPE RESURRECTIONIS, Compañeras en el trono y la tumba, aquí descansan, Isabel y María, hermanas, en la esperanza de la resurrección.

 Para saber más:

COOK, B.J, "Like Philip and Mary on a Shilling": the Literary Legacy of a Tudor Coin”, The Numismatic Chronicle, Vol. 177, 2017, pp. 399-411.

FRANCISCO OLMOS, J.M. de, “Las primeras acuñaciones del príncipe Felipe de España (1554-1556): Soberano de Milán, Nápoles e Inglaterra”, Documenta & Instrumenta, 3,2005, pp. 155-186.

SEABY, P., Coins and Tokens of Ireland, London, 1970,

SYMONDS, H., “The coinage of Queen Mary Tudor, 1553-1558; Illustrated from the public records”, British Numismatic Journal, 8, 1912, pp. 179-202.

lunes, 5 de julio de 2021

El origen español del símbolo del dólar / The Spanish origin of the dollar symbol

 Publicado en UNAN Numismática nº42, mayo-junio 2021, pp. 37-44

https://www.academia.edu/49562443/El_origen_espa%C3%B1ol_del_s%C3%ADmbolo_del_d%C3%B3lar_The_Spanish_origin_of_the_dollar_symbol

Estamos acostumbrados, y es en cierto modo lógico, a que el símbolo elegido para una unidad monetaria sea la primera letra de la misma, más o menos embellecida, como sucede con la libra esterlina, £, el euro, €, o el Yuan, ¥. Pero esto no sucede con la moneda estadounidense, el dólar, que comparte con sus hermanos de origen, los pesos de las repúblicas iberoamericanas, el signo $, tradicionalmente representado con dos barras.

 Muchas y muy variadas son las teorías sobre su origen, si bien las más extendida y aceptada, incluso por la propia Oficina de Grabado e Impresión de los Estados Unidos, es la que más adelante analizaremos, que defiende su origen hispano, como acrónimo de piezas de a ocho, real de a ocho o piastra, Ps. Pero merece la pena hacer referencia a otras teorías sobre su origen, algunas de ellas bastante pintorescas.

 We are used, and it is in a certain way logical, that the symbol chosen for a monetary unit is the first letter of its name, more or less embellished, as it happens with pound sterling, (libra in Latin) £, euro €, or Yuan ¥ . But this does not happen with the US currency, the dollar, which it shares with its brothers of origin, the pesos of the Ibero-American republics, its representation of $, traditionally symbolized with two bars.

 There are many and very varied theories about its origin, although the most widespread and accepted, even by the United States Bureau of Engraving and Printing itself, is the one that we will analyse later, which defends its Hispanic origin, as an acronym for pieces of eight, real de a ocho or piastra, Ps. But it is worth referring to other theories about its origin, some of them quite quaint.

La ocupación holandesa, la defensa española de Brasil y las emisiones de la GWC / A ocupação holandesa, a defesa espanhola do Brasil e as emissões do GWC

 Publicado en UNAN Numismática nº 42, mayo-junio 2021, pp. 46-55


https://www.academia.edu/49562177/A_ocupa%C3%A7%C3%A3o_holandesa_a_defesa_espanhola_do_Brasil_e_as_emiss%C3%B5es_do_GWC_La_ocupaci%C3%B3n_holandesa_la_defensa_espa%C3%B1ola_de_Brasil_y_las_emisiones_de_la_WIC

En el año 1621 se reanudó la conocida como Guerra de Flandes o de los Ochenta Años entre las Provincias Unidas y la Monarquía española, tras una tregua de doce años. Los holandeses se habían preparado durante la misma para, a través de la Compañía de las Indias Occidentales, Geoctroyeerde West-Indische Compagnie o GWC, llevar a cabo su plan de destruir y sustituir a los habitantes castellanos y portugueses del Nuevo Mundo, reemplazando la Nueva España por la Nueva Holanda. Su primer objetivo fue el eslabón más débil de la Corona, el Reino de Portugal, y para ello armaron una gran flota que tomó sin dificultad San Salvador de Bahía en 1624, y amenazaron otras plazas portuguesas en toda la costa del Atlántico, del Índico y en Extremo Oriente, en un conflicto que se extendió por todo el mundo conocido. Los holandeses combatieron a los Tercios españoles en su propio territorio, mientras llevaban a cabo acciones piráticas y ataques a las factorías portuguesas.

Em 1621, a chamada Guerra do Flandres ou Guerra dos Oitenta Anos entre as Províncias Unidas e a Monarquia Espanhola foi retomada, após uma trégua de doze anos. Os holandeses haviam se preparado durante isso para, por meio da Companhia das Índias Ocidentais, Geoctroyeerde West-Indische Compagnie ou GWC, executar seu plano de destruir e substituir os habitantes castelhanos e portugueses do Novo Mundo, substituindo a Nova Espanha pela Nova Holanda. O seu primeiro objetivo era o elo mais fraco da Coroa, o Reino de Portugal, e para isso armaram uma grande frota que tomou San Salvador da Bahia sem dificuldade em 1624, e ameaçou outras localidades portuguesas ao longo das costas dos oceanos  atlântico e índico e o Extremo Oriente, em um conflito que se espalhou pelo mundo conhecido. Os holandeses lutaram contra os Tercios espanhóis em seu próprio território, enquanto realizavam ações piratas e ataques às feitorias portuguesas.

Los pesos del Sitio de Montevideo de 1844

 Publicado en UNAN Numismática nº 42, mayo-junio 2021, pp. 56-69

https://www.academia.edu/49562097/Los_pesos_del_Sitio_de_Montevideo_de_1844

Resumen: Durante el conocido como el Sitio Grande, y tras una propuesta recibida del platero francés Agustín Jouve para el establecimiento de una Casa de Moneda en Montevideo, el Jefe Político José Andrés Lamas convenció al Gobierno para llevar a cabo esta fundación. En un corto espacio de tiempo, se habilitó un antiguo inmueble de tiempos de la Monarquía prácticamente en ruinas, se le dotó de la oportuna maquinaria y se acuñaron los conocidos como Pesos del Sitio, primera moneda argéntea de la República Oriental del Uruguay, a semejanza de los duros españoles. Para esta emisión, se recogió la plata en vajilla y chafalonía de la población, si bien, por problemas técnicos, se tuvo que abandonar la acuñación al poco tiempo de comenzarla.  

La moneda en los Reinos de las Indias en el siglo XVIII

Publicado en Gaceta Numismática, nº 201, Junio 2021,  XXXIII Encuentro de Estudios sobre la Moneda de la Asociación Numismática Española



El éxito del sistema monetario instaurado por los Reyes Católicos, según Clemente López González, que se mantuvo vigente con pocas modificaciones durante la época de los Austrias, y muchos de sus elementos perdurarán aún en épocas posteriores, se fundó en el numerario, así como en la supervivencia de los sistemas monetarios vigentes en los distintos reinos de la Corona, lo que amortiguó en la Corona de Aragón y Navarra los efectos más negativos de las manipulaciones monetarias de la Casa de Austria. El sistema monetario consiguió responder adecuadamente a las necesidades de numerario circulante, tanto para el mercado interior como para los pagos exteriores. Como ponen de manifiesto Prieto y Haro, este modelo monetario tradicional sobrevivió mientras siguió afluyendo la plata de las Indias, y la quiebra del imperio supuso su final. 

viernes, 25 de junio de 2021

Los botones monetiformes y la legislación sobre falsificación de moneda

 Publicado en Crónica Numismática, 25 de junio de 2021


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El coleccionismo de botones es una afición no muy extendida en España, a diferencia de lo que sucede en los países anglosajones, con asociaciones como la Sociedad Británica del Botón o la Sociedad Nacional del Botón de Estados Unidos, y en algunos países hispanoamericanos, como es el significativo caso de Argentina y Uruguay, los conocidos como botones gauchescos. Para el estudio de la botonística monetaria en España, normalmente integrada dentro de la exonumia, contamos con los valiosos estudios de Francisco Jiménez Martínez.

 El siglo XVIII destacó por la variedad y el buen gusto en el arte de la fabricación de los botones. Conocemos el caso de un grabador, Antonio de Carpio, que se formó en la Casa de Moneda de Sevilla con el ilustre grabador principal Antonio de Saa y fue posteriormente nombrado grabador de la Real Casa de Moneda de Jubia, que durante dos años se ocupó de la oficina de grabado de la fábrica de botones de ballena de Posadillo, en Madrid. Dasí afirmaba que los realizados tomando como modelo los reales de a dos o pesetas columnarias que habían llegado a las Indias y que luego veremos fueron fabricados en Cádiz, si bien no es posible comprobar dicha adscripción.

 Según Jiménez, el uso y el comercio de este tipo de botones monetiformes estaba muy extendido en la Europa del siglo XVIII, destacando entre los países productores el Reino Unido y Francia. Dado que los botones que reproducen moneda columnaria carecen de leyenda en el reverso o cara donde se encuentra la anilla, no ha sido posible determinar si la producción de los mismos fue nacional o si procedían de un país extranjero.

 Entre los mismos se da igualmente el caso de monedas propiamente dichas, de curso legal, que fueron utilizadas con este fin, tanto como botones como para gemelos o anillas, además de otros muchos usos que salen del estudio del presente artículo, como joyas, collares, anillos y un largo etcétera. Jiménez reproduce dos ejemplares de valor facial de ½ real de las cecas de México y Potosí, en ambos casos con los escudos correspondientes posteriores a la reforma monetaria de 1772.

 Para la fabricación de estos botones, como recoge Jiménez, se utilizaba un volante similar a los usados en las Casas de Moneda, así como cuños de una o ambas caras. En las fuentes se habla de botones de plata, cobre, latón y metal blanqueado, y era común que los mismos fueran chapeados, recubriendo mediante una acción mecánica la chapa de cobre o latón con una lámina de oro o de plata.

 Los botones con representación de pesetas columnarias y su prohibición

 La primera noticia sobre la obligación de la retirada de botones monetarios y su asimilación a la moneda falsa la encontramos a partir de 1766, con la expresa prohibición de la venta y circulación de botones de metal blanco o dorado que en su superficie tuvieran grabadas las armas reales o el diseño de la moneda antigua corriente.

 El superintendente de la Casa de Moneda de Lima  informó al virrey en noviembre de 1766 que se había encontrado una docena de botones de metal blanco en cuyo anverso venían grabados los motivos de las pesetas columnarias, de las que sólo diferían por no tener en el otro lado las armas reales, sino el asa para coserlos al vestido.

El real de a dos o peseta era una moneda de un diámetro de 27 mm, y por tanto superior al habitual entre los botones españoles de este siglo, que solían tener entre 16 y 17 mm. Ello parece indicar que la producción de los mismos fue foránea, dado que estos diámetros sí que eran los utilizados generalmente en Europa para la fabricación de botones. Sí que conocemos por la documentación quién había sido el proveedor que los había remitido a los Reinos de las Indias, el comerciante gaditano don Diego Comell.

 En la documentación de la época se describen perfectamente estos botones, de metal blanco, en cuyo anverso se hallaba estampado el sello de la moneda columnaria, con gráfila, dos columnas, dos mundos, tres coronas y su inscripción, VTRAQUE VNUM, y que se diferenciaban solamente de las pesetas en que en su reverso no llevaban el escudo de las armas reales, sino el asa para asegurarlas al vestido.

 Fue el propio dueño de esta media docena de botones, llegados en el navío Matamoros al puerto de El Callao, don Joseph Moscoso, el que dio aviso al virrey pareciéndole asunto digno de informar a las autoridades, dado que si se permitiese su distribución, se llenarían en poco tiempo las Indias de esta especie de moneda falsa. En base a ello, el virrey del Perú publicó un Bando el mismo año de su llegada, en 1766, mandándolos recoger, dado que los mismos podrían pasar por moneda legítima para los indios y gente incauta, fácil de engañar, particularmente por la noche. Los mismos debían ser recogidos por los corregidores y entregados en la Casa de Moneda.

 En vista de todo ello, el Consejo de Indias emitió informe por el que el Presidente de la Real Audiencia de Cádiz debía citar a Diego Comell, para manifestar si tenía algún botón más de esa misma especie y hechura, y si los hubiese debían quedar en poder de dicho presidente, con notificación de que en adelante se tendrían por género ilícito y de contrabando los que se hubiesen ocultado. Debía asimismo comunicarse a todos los comerciantes e impedir su embarque a Indias, declarándolo género prohibido. Asimismo, se ordenaba indagar su origen y los posibles envíos que de los mismos se hubiesen realizado.

 Si bien este importante documento, trascrito por Muñoz íntegramente, está fechado en San Ildefonso el 3 de septiembre de 1777, dicha datación no puede más que considerarse errónea, o un error de transcripción. Ello es debido a que se encuentra incursa en un Bando del virrey de Nueva España, Frey Antonio María Bucareli y Ursúa, de 20 de noviembre de 1773. En la mima, de hecho, se hace referencia al informe del virrey del Perú arriba indicado, por carta del 16 de noviembre del año próximo pasado, lo que lógicamente puede hacernos fechar dicha Real Orden en 1767.

 Por dicho Bando, el virrey prohibía en lo sucesivo la venta y circulación de botones blancos con las armas reales o el retrato de la moneda antigua y corriente, y daba un plazo de dos meses para que quienes tuviesen dichos botones para su venta los manifestasen ante el Justicia de su distrito, para proceder a su limado y devolución. Con posterioridad a este plazo, los botones monetiformes encontrados serían decomisados y se le impondrían a los contraventores las penas que se considerasen oportunas.

 El uso de los botones monetiformes en el siglo XIX

 A pesar de lo expuesto para los botones con los motivos columnarios, a comienzos de la siguiente centuria los botones monetiformes reaparecen de nuevo en escena en diversos territorios de la América española, durante el reinado de Carlos IV. Así, se conocen ejemplares que reproducen moneda de las cecas de Santiago de Chile, Lima y Potosí, fechados entre 1802 y 1805. Los hay del módulo de ocho reales o peso, y según Burzio al menos algunos de ellos se fabricaron en plata, constando en ellos la leyenda BOTON DE PLATA más o menos apocopada.

 A diferencia de lo que ocurría con los del tipo anteriormente estudiado, en el caso de los que reproducen el retrato de Carlos IV hay ejemplares con marcas de fabricantes franceses, desde el siglo XIX aparecen asimismo los producidos en el Reino Unido, e incluso Muñoz cita algunos con leyenda en alemán. Existen ejemplares que solamente reproducen el anverso de la moneda y otros que reproducen ambas caras, existiendo ejemplares que presentan muestras de haber circulado.  

 Estos botones con el busto de Carlos IV tendrán una amplia vigencia. La costumbre de su uso parece que estuvo muy extendida, citándose ejemplares por Danieri en Uruguay, Argentina, Brasil, Paraguay, Chile, Bolivia, Perú, República de Nueva Granada y México. En el caso de los gauchos, la moneda corriente, tanto la de cuño español como posteriormente las de las repúblicas independientes, era utilizada para el adorno de los tiradores o cintos, en las chaquetas, chalecos y las golillas.

 Su uso fue asimismo habitual entre los charros mexicanos, según informa Muñoz, siendo generalizado el uso de botonaduras de plata en sus trajes, utilizando tanto moneda auténtica, de cuño español y posteriormente de México independiente, de las cecas de México y Guanajuato, como otros diseños más acordes con sus gustos. En este caso, señala que los módulos más utilizados, por ser los más adecuados a su uso, fueron los de la peseta de 2 reales y los medios reales, si bien afirma que se encuentran de todos los valores del sistema.

 María Antonia Herradón, en su estudio sobre los abundantes botones monetiformes en el Museo del Traje de Madrid, relaciona los mismos con el objetivo de manifestar una adhesión de carácter político, o con el de recrear unos modelos antiguos de una moneda más prestigiosa. Entre los mismos parece predominar la efigie de Fernando VII, y parece que los mismos se fabricaron en diferentes lugares y durante un periodo de tiempo prolongado, dado que es difícil encontrar botones idénticos, siendo las gráfilas y la calidad de la fundición muy variables. Todos los casos estudiados por ella muestran el busto del soberano a derecha con casaca de cuello alto, iconografía que remite a retratos como el pintado por Carlos Carnicero en 1808.

 La tipificación de la posesión de maquinaria en el nuevo Código Penal español

 Como recoge en extenso Francisco Jiménez, en las Sesiones de Cortes celebradas durante el Trienio Liberal entre los días 22 de septiembre de 1821 y el 14 de febrero de 1822 se discutió el contenido del nuevo Código Penal. En fecha 21 de enero de 1822 se debatió el tema de los que fabricaban, vendían, poseían o utilizaban cuños o instrumentos que fuesen aptos para la labra de moneda falsa, como eran los tórculos, cilindros, mutones, prensas o volantes.

 Tras un intenso debate, en el que se hicieron varias referencias a los fabricantes tanto de las máquinas necesarias como de los botones propiamente dichos, este artículo, que estaba previsto fuese el 390, fue finalmente reformado de su redacción original, y apareció en el Código Penal español, decretado por las Cortes el 8 de junio y sancionado por el rey el 9 de julio de 1822, en su artículo 387 con la siguiente redacción:

 Los que construyan, vendan, introduzcan o suministren de cualquier modo cuños, troqueles u otros instrumentos que exclusivamente sirvan para la fabricación de moneda, no siendo por encargo y para el servicio de las casas nacionales de este ramo; e igualmente los que sin orden o permiso de autoridad legítima tengan en su poder alguno de ellos, sufrirán, aunque no se haya llegado a hacer ningún mal uso, la pena de doce a veinte años de obras públicas si los instrumentos fueren para fabricar moneda de oro y plata, y de seis a diez si fuere para las de cobre; rebajándose estas penas a la mitad respectivamente si los instrumentos no sirvieran sino para fabricar moneda extranjera

 Curiosamente, el nuevo Código Penal español, promulgado por Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, sigue manteniendo este mismo número de artículo, el 387, para la regulación de los delitos de falsificación de moneda, dentro de su Título XVIII, De las falsedades,  Capítulo Primero, De la falsificación de moneda y efectos timbrados, artículos 386 a 389.

  Para saber más:

 

BURZIO, H.F., Diccionario de la Moneda hispano-americana, Santiago de Chile, 1958.

CANO BORREGO, P.D., “Don Antonio de Carpio, grabador de la Real Casa de Moneda de Jubia”, Revista Numismática Hécate, nº7, 2020, pp. 107-122.

DANIERI, L.  “Botones gauchescos”, Revista de la Sociedad “Amigos de la Arqueología”, Tomo XV, 1958, pp. 337-369. 

DARGENT CHAMOT, E., “Lima. La ceca incorporada a la Corona”, en ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN, G., Y CÉSPEDES DEL CASTILLO, G., Las Casas de Moneda en los Reinos de Indias, Cecas de fundación temprana, Vol. II, Madrid, 1997.

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http://botonesantiguos.es/

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http://conuvi.net/2015/01/20/los-botones-monetiformes-sus-origenes/

viernes, 18 de junio de 2021

Los metales preciosos en la conquista de Hispania durante la Segunda Guerra Púnica

 Publicado en Oroinformación, 17 de junio de 2021


Los combates llevados a cabo durante la Segunda Guerra Púnica contra los cartagineses les proporcionaron un enorme botín en metales preciosos y en moneda de plata acuñada por los bárquidas. Si las primeras operaciones para controlar Cartago Nova tenían como motivo principal privar a Aníbal de los recursos de sus ricas minas de plata, ya desde la batalla de Ilipa, en el 207, Roma ya tenía claro que debía permanecer en Hispania. Desde este momento y durante toda la época republicana, Roma convirtió la Península en una colonia de explotación. La riqueza en metales preciosos explica que a pesar de la gran sangría que sufrieron sus ejércitos no se plantease abandonar la Península, dado que los mismos financiaron a la formación de un sistema económico orientado no al consumo, sino a la obtención de pingües beneficios, procedentes de grandes contribuciones en metálico.

 La conquista de Hispania llevó a que grandes extensiones de terreno pasasen a formar parte del erario romano, y todos los que en ella participaron obtuvieron grandes riquezas, sobre todo los jefes del Ejército, miembros de la clase senatorial, con un poder prácticamente ilimitado. La administración de las provincias de Hispania se convirtió con ello en una fuente de riqueza para estas familias patricias. Ya desde el primer momento explotaron los conquistadores romanos las minas, como sucedió en la actual Cartagena o en Cástulo, las más famosas.

 Las primeras son bien conocidas por la descripción de Polibio, conservada por Estrabón y por los numerosos hallazgos arqueológicos. Los romanos se preocuparon casi exclusivamente de obtener plata y plomo, extrayendo la primera a costa de grandes pérdidas del segundo. Su descubridor, el íbero Aletes, fue divinizado por ello. La extensión de estas minas era de cuatrocientos estadios, unos setenta y cuatro kilómetros, y la moneda acuñada muestra que estuvieron en explotación a gran ritmo durante toda la conquista y hasta finales del siglo III.

 La explotación de las minas era una gran empresa capitalista, que requería grandes masas de esclavos proporcionados por las mismas guerras de la Península. Era necesario además  abundancia de madera en las proximidades para apuntalar las paredes de los filones, una industria accesoria de instrumentos de minero y de cuerdas, sacos de esparto, transportes bien organizados y la distribución de los productos. El centro receptor más importante de los metales preciosos fue, sin ninguna duda, la propia Roma.

 Las riquezas no provenían únicamente de las explotaciones mineras, sino también de los tributos y del botín arrebatado a los distintos pueblos que poblaban Hispania. Tito Livio recoge que en el botín que obtuvieron los Escipiones del ejército púnico entre los años 214 y 212 se encontraban despojos galos –celtas-, collares de oro y brazaletes en gran número. Asimismo, los autores romanos hablan de grandes cantidades en moneda y objetos de oro y plata, como fíbulas, anillos, hebillas, torques, viriae –brazaletes- celtibéricos y escudos cincelados de plata. Igualmente, los romanos obligaron a las poblaciones a entregar todos sus objetos labrados en ambos metales preciosos.

 La economía de guerra romana durante la Segunda Guerra Púnica

 La política romana de ocupación se basó en la obtención de la mayor cantidad posible de recursos sobre el terreno, lo que suponía no traer desde Italia más que aquello que fuese absolutamente necesario y no pudiera conseguirse de ninguna manera en Hispania, para sufragar los costes de la misma. Durante la contienda, el monto mayor de los gastos se correspondió al mantenimiento y pago del propio ejército.

 Esta política supuso la introducción de obvios cambios en la realidad económica del territorio ocupado, con la paralización de muchas actividades productivas, la alteración del valor de los productos y la modificación de los circuitos comerciales tradicionales. Destaca especialmente la generalización del uso de moneda en las transacciones comerciales, lo que tuvo su reflejo en los precios de todos los bienes y servicios.

 La principal fuente de ingresos fue, como hemos comentado, la obtención de botín y la coacción a los habitantes de la entrega de todas sus riquezas, si bien al irse asegurando los territorios la economía productiva, tanto la explotación de las minas como la agricultura, ganadería y comercio fueron cobrando importancia. Aun así, pasaría bastante tiempo antes de que los ingresos de estas últimas superasen los de la pura depredación.

 Tras el final de las hostilidades, Roma controlaba una parte considerable del territorio hispánico, alguna de sus áreas más fértiles y los principales distritos mineros conocidos. Más allá de las necesidades estratégicas, Roma emprendió posteriores guerras de conquista en previsión de la obtención con ellas de importantes beneficios. Ello supuso en los dos siguientes siglos un envío prácticamente constante de tropas y la introducción de medidas administrativas para convertir Hispania en una inversión rentable, y posteriormente segura, para el estado romano.

 Un estudio de un grupo de científicos en Alemania y Dinamarca han demostrado, con pruebas realizadas mediante la perforación de muestras minuciosas de moneda y el análisis de sus firmas isotópicas, utilizando espectrometría de masas, la sustitución de la plata egea, utilizada en las emisiones de las ciudades griegas de Italia y Sicilia hasta entonces por los romanos, por plata procedente de Hispania, con un contenido mucho más alto, desde el 209 a.C. La afluencia masiva de plata hispánica cambió significativamente la economía de Roma, permitiéndole convertirse en la superpotencia de su época.

 El impacto económico de la conquista romana

 La principal característica de la situación económica de la Península anterior a la conquista romana es su gran heterogeneidad y las diferencias existentes entre unas regiones y otras. Mientras que la costa mediterránea y el litoral sudoccidental, los afectados por este conflicto,  mantenían intercambios directos e intensos con los grandes centros económicos del mediterráneo central y oriental desde el siglo VI a.C, en el interior de la Península estos contactos fueron menos intensos y estuvieron mediatizados por otras poblaciones o por fenómenos extraeconómicos, como la guerra o el mercenariado.

 El mundo indígena vivía mucho más estrechamente relacionado con lo que sucedía en el resto del Mediterráneo de lo que las fuentes históricas disponibles nos permiten suponer. Los productos económicos fundamentales durante esta época fueron los metales —especialmente los metales preciosos, oro y plata—, el trigo y, en menor medida, el aceite y el vino. El interés de los romanos por la riqueza minera peninsular de plata, oro, cobre, estaño, plomo y minio está atestiguada ampliamente en las principales fuentes literarias.

 Con la conquista romana las minas, comprendidas como parte del suelo provincial, pasaron a ser propiedad del pueblo romano, que las explotaba directamente o bien las arrendaba a compañías de negotiatores o publicani.  Con ello, desde fecha muy temprana, y en relación principalmente con el abastecimiento del ejército, la compra de botín y la explotación de las minas, se asistió a la penetración y asentamiento de comerciantes itálicos en Hispania. En este sentido, Diodoro recogía que los itálicos se establecieron en gran número en Hispania para explotar las minas.

 Durante la Segunda Guerra Púnica, y en un periodo que se extiende hasta el 132 a.C, con la caída de Numancia, las guerras fueron constantes y, con ellas, una serie de fenómenos que repercutieron negativamente en la actividad económica, como entre otras las muertes, la despoblación, las ventas masivas de prisionero o el abandono de las actividades productivas. Durante este periodo, Roma fue implantando experimentalmente su modelo de gobierno provincial, con importantes consecuencias en los ámbitos de la fiscalidad y la tributación. En lo primero que debió notarse el impacto de la conquista romana fue en el aspecto tributario, siendo el fenómeno económico más importante el establecimiento del sistema fiscal romano.

 La partida fundamental de la recaudación hecha por Roma en Hispania estaba constituida por el stipendium, los recursos que el Senado destinaba a cada magistrado provincial para el ejercicio de su cargo, compuesto por moneda, víveres y vestido. Si durante la Segunda Guerra Púnica los Escipiones lo recaudaron de manera provisional con los botines de guerra, rápidamente se extendió su cobro directo de una manera coactiva más o menos violenta, lo que se ha puesto en relación por algunos autores con la rápida extensión de la amonedación indígena por Cataluña y el valle del Ebro.

 Bibliografía:

 BLÁZQUEZ MARTÍNEZ, J.M., “Explotaciones mineras en Hispania durante la República y el Alto Imperio romano. Problemas económicos sociales y técnicos”, Anuario de Historia Económica y Social de España 2, 1969, pp. 9-68. 

HERNÁNDEZ PRIETO, E., “La “economía de guerra” romana durante la Segunda Guerra Púnica en Hispania, El Futuro del Pasado, nº 1, 2010, pp. 411-423.

ÑACO DEL HOYO, A., “Roma y el impacto de su ejército en la Hispania republicana: un enfoque «total»”, Faventia 32-33, 2010-2011, pp.  297-305

SALINAS DE FRÍAS, M., “El impacto económico de la conquista romana (218-19 a.C.)”, Stvd.hist.,Ha antig. 17,1999, pp. 125-152.