jueves, 2 de junio de 2011

Etimología del dinero esterlino, según Sir Thomas Lake

Publicado en Numismático Digital, 1 de junio de 2001.
http://www.numismaticodigital.com/noticia/1831/Artículos-Numismática/etimología-“dinero-esterlino”-según-sir-thomas-lake.html

www.cefinucap.com.ar/articulos.doc


El dinero esterlino o penique es una moneda vigente hasta hoy en día en Inglaterra, siendo en su origen, antes de la adopción del sistema decimal en 1971, la duodécima parte de un sueldo esterlino o chelín. Dado que el sueldo era la vigésima parte de la libra, cada libra esterlina se componía de 240 dineros esterlinos. 

 Sir Thomas Lake fue uno de los personajes más importantes de Inglaterra en el cambio del siglo XVI al XVII. Durante el reinado de Isabel I fue uno de los favoritos de la soberana, y el secretario personal de Sir Francis Walsingham, el Secretario de Estado, cargo que también él ostentaría en el reinado de Jacobo I Estuardo. Si bien sufrieron prisión él y su familia, fue finalmente rehabilitado, y llegó a ser miembro del Parlamento en cuatro ocasiones.

Fue igualmente miembro de la Academia para el Estudio de la Antigüedad y la Historia, fundada por la reina Isabel. En cada reunión de la misma se nombraba a dos de sus miembros ponente y moderador, y se proponían uno o más temas para que en la siguiente cita cada miembro o bien entregase una disertación escrita o bien expusiese oralmente su opinión sobre el tema tratado.

Cada una de las exposiciones se recogía por el secretario para su depósito en el archivo de la Academia.  Del mismo procede el opúsculo de Lake del año 1590, Del dinero esterlino, donde disertaba sobre su etimología. Transcribo íntegramente su contenido, traducido del inglés y del latín, por su indudable valor numismático:

Hay tres opiniones comunes sobre el origen del nombre de dinero esterlino.
1. Algunos han dicho que tomó su nombre del castillo de Sterling en Escocia, y que K.E.I, habiendo penetrado profundamente en Escocia,  el recuerdo de sus victorias en aquel lugar fue la causa de acuñar una moneda, a la que llamó Sterling.
2. Otra opinión es que se llamó así porque tenía la figura de una estrella grabada en él, o bien la figura de un pájaro llamado Sterling; y dicen con ello que los pájaros sobre la cruz en las armas antiguas de Inglaterra eran sterlings.
3. Una tercera, que toma su nombre de Esterling, y que fue normalmente usado por los Esterlings en su comercio, entregándolos y recibiéndolos; o de Esterlings, que serían los trabajadores que los fabricaron.
  La primera tiene pocas posibilidades; debería aparecer en los registros que hacen referencia al penique esterlino en tiempos de K. John.
  Para la segunda, la relativa a la impronta de la estrella o de los pájaros, nunca he visto ninguno acuñado así, además de que siempre ha sido la costumbre grabar en la moneda la imagen del Príncipe.
  La tercera a mi entender tiene una mayor probabilidad de ser la correcta; primero porque en todos los escritores antiguos es llamado y escrito Esterling, y asimismo los franceses y otros extranjeros que hacen mención a este tipo de dinero le llaman Esterling.
  Las denominaciones de los pesos y sus fracciones son de lengua sajona o Easterling, como libra, chelín, penique y farthing -¼ de penique -, nombres que perviven en su lengua hasta hoy en día.
  Más aún, en el Libro Rojo compuesto en el tiempo del K.R.2. se contienen palabras que hacen más firme mi opinión, que son éstas: La moneda así llamada fue realmente hecha a nombre de sus artífices, como asimismo los esterlinos de Inglaterra tomaron su nombre del de su oficio.
  En conclusión, desde entonces, se menciona en historias antiguas, escritas en lengua latina y en lenguas extranjeras, y siempre se nombra en plural, como los dineros de los esterlinos, lo que supone que o bien se llamaba así por la nación Esterlingi, que fue la primera que lo usó; o por los Esterlings, que fueron los primeros operarios que los acuñaron.
  Actualmente, por su antigüedad y por el mucho tiempo que ha estado en uso en Inglaterra, no puedo expresar nada que esté documentado, pero por conjeturas debe haber sido una moneda muy antigua, de largo y conocido uso, dado que nuestras historias inglesas y también las extranjeras, hacen mención a ella como una antigua y conocida moneda; porque en el Libro Rojo es nombrado como esterlino antiguo, y porque el Estatuto de Pesos y Medidas, que fue escrito en tiempos de Eduardo I, provee la composición de ellos en base al penique esterlino, como es cosa cierta y conocida.

Lake cita a los reyes ingleses de la Casa Plantagenet por sus iniciales. El primero de ellos es Eduardo I, esposo de Leonor de Castilla, que gobernó Inglaterra entre 1272 y 1307,  que conquistó amplios territorios en Gales e intentó asimismo la conquista de Escocia. El segundo es el famoso Juan I, el Juan sin Tierra de las historias de Robin Hood,  y el tercero Ricardo II, el hijo del Príncipe Negro que combatió en Castilla junto a Pedro I.

Coetáneamente encontramos otras disertaciones sobre el mismo tema y con el mismo título de otros miembros de la Academia: una primera anónima, otra firmada por Francis Thynn, un oficial del Colegio de Armas de Londres, y una tercera rubricada por James Ley, primer Conde de Malborough. Thynn proponía otro posible origen: el nombre procedería de Oriente, de la época de las Cruzadas en el reinado de Ricardo I, y de la ciudad de Damiata, la actual Damietta, en Egipto.

Bibliografía


* Sir Thomas Lake, “Of Sterling money”, 1590, en A Collection of Discourses, written by eminent antiquaries upon several Heads in our English Antiquities, and now published by Thomas Hearne, M.A., Oxford, 1720.
* Henry Willian Henfrey, A guide to the study and arrangement of English coins; giving a description of every denomination of every issue in gold, silver and copper, Londres, 1870.
* Jaime Boy, Diccionario Teórico, Práctico, Histórico y Geográfico de Comercio, Tomo II, Barcelona, 1840.

jueves, 5 de mayo de 2011

Quinientos escudos por Cervantes


Las potosinas en el reinado de Felipe IV



La Independencia de la América Española. El Virreinato de México

Publicado en Crónica Numismática en dos partes, Mayo 2005 y Febrero 2006, pp. 47-49 y 48-51


Continuamos el estudio de las emisiones del monarca Fernando VII, coetáneas a la independencia de los territorios ultramarinos de la Corona, con un artículo dedicado a las emisiones realizadas en la Capitanía General de México, que comprendía en aquellos años el territorio de la actual República Mexicana y la mayor parte de la parte occidental de los Estados Unidos de América.

Los albores del siglo XIX muestran una pésima situación económica en el virreinato novohispano, con su sistema fiscal quebrado por las guerras contra los británicos y los impuestos,  la enajenación de las obras pías y capellanías y la exigencia en 1804 de hacer efectivas las hipotecas, que gravaban un porcentaje elevadísimo de todas las haciendas del territorio. Todo lo anterior, que suponía la práctica quiebra de la economía colonial, tanto para los hacendados como para los comerciantes y titulares de explotaciones mineras. Se estima que la deuda pública del territorio aumentó en casi un 270% en el período que transcurre entre finales del siglo precedente hasta 1815, lo que supuso que la nueva república naciese a la vida con sus arcas agotadas y una enorme deuda pública.

El virreinato era asimismo, como afirmaba Humbold tras su viaje por el mismo en el año 1803, un país de desigualdades en la distribución de la riqueza y de la cultura. Será entre la clases medias, compuestas por abogados, comerciantes, militares y médicos, donde comience a extenderse el movimiento independentista, alentado por los éxitos de los movimientos revolucionarios norteamericano y francés, así como por el rechazo a la posible dependencia de este último país durante los avatares de la Guerra de la Independencia española y el  decidido apoyo, significativamente de la Gran Bretaña, muy interesada en dicha separación.

Otras razones que se apuntan para justificarlo se encuentran en la extendida costumbre de los nombramientos de españoles peninsulares para los cargos administrativos, en la conciencia de las elites criollas de que la prosperidad económica por ellos adquirida debía llevar aparejada la conquista del poder político, y con ello mayores cotas de desarrollo, así como el sentimiento cada vez más extendido, real o no, de estar siendo explotados por la metrópoli. Junto a lo anterior, se observa también en este incipiente independentismo, y no solamente en el ámbito novohispano, de un naciente nacionalismo que se identifica con los Virreinatos, Capitanías Generales o simples Audiencias, y que contribuirá a la atomización posterior de todo el otrora territorio indiano de la Corona.

No será desdeñable tampoco en este sentido el malestar de dos importantes comunidades virreinales, como son el clero y las comunidades indígenas. En el primero de los grupos, el mismo provenía de la pérdida de la inmunidad de los religiosos ante los tribunales civiles y de la expulsión de los jesuitas. En cuanto a los indios, la Ordenanza de Intendentes de 1786 había transferido el control de las extendidas propiedades comunales de las Repúblicas de Indios a los intendentes y sus subordinados. La conjunción de ambos  será el detonante de la primera gran insurrección en el Virreinato de México, encabezada por el párroco de la villa de Dolores, Miguel Hidalgo y Costilla.

Al grito de ¡Viva Fernando VII! ¡Viva la religión! ¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Mueran los gachupines!, un ejército mal armado de unos cien mil indios, mestizos y criollos avanzará hacia la capital virreinal, poco defendida, retirándose inexplicablemente cuando su victoria era prácticamente segura. La reacción realista, comandada por el brigadier Félix María Calleja, llevará a la derrota de las tropas de Hidalgo en las batallas de Aculco y Puente de Calderón, a su captura y la de sus principales colaboradores y a su ejecución el 30 de julio de 1811.

Otros caudillos independentistas tomarán su testigo, como López Rayón, Manuel Mier, Mariano Matamoros y el cura José María Morelos y Pavón. Este último, con un pequeño ejército de no más de seis mil soldados y aplicando técnicas de guerra de guerrillas, será el jefe de los insurrectos del sur del territorio, y por su iniciativa se reunirá en Chilpancingo en 1813 un Congreso que el día 6 de noviembre proclama formalmente la independencia de México. Un año después se proclamará en la pequeña población de Apatzingán la primera Constitución mexicana, que nunca entrará en vigor. En 1815 su ejército será derrotado, y el cura Morelos capturado y ejecutado.

Aún cuando la desaparición de Morelos no supuso el fin de la revolución, tras su muerte las tropas realistas irán acabando con los focos de resistencia, con lo que hacia 1820 la guerra había prácticamente terminado. La presencia, por primera vez en su historia,  de un ejército importante en número, con casi cuarenta mil soldados magníficamente equipados e instruidos y reforzado con un número similar de milicias urbanas locales, así como la intensificación de las actividades económicas, afianzaban la posición de España en su Virreinato.

En estas circunstancias, que parecían presagiar el fin de la insurrección mexicana, se produce el capital suceso del Pronunciamiento de Riego a favor de la Constitución gaditana de 1820. El coronel Agustín de Iturbide, encargado de sofocar el último de los focos rebeldes, el de Vicente Guerrero, llegará a un acuerdo con el cabecilla rebelde, que se concretará en las Tres Garantías (religión única, independencia de México y unión entre españoles y mexicanos) o Plan de Iguala, que conducirá en septiembre de 1821 a la definitiva Declaración de Independencia, tras el pacto de sus condiciones con el Teniente General Juan O’Donojú y O’Rian.

Cecas de la Capitanía General de México


1. Chiapa

De la ceca de Chiapa encontramos dos emisiones, de uno y dos reales de plata, de 1808, siendo ambas medallas de proclamación.

2. Chihuahua

La ceca de Chihuahua, lugar rico en minas de plata,  produjo ininterrumpidamente reales de a ocho desde 1810 hasta 1822, todos ellos emitidos en plata. Para algunos autores, la autenticidad  de estas emisiones es dudosa, toda vez que la mayor parte de los ejemplares que se conservan proceden de cuños diferentes. Para garantizar su autenticidad, estas piezas eran contramarcadas con una T a la izquierda del busto y con un árbol entre columnas con corona encima o una granada a su derecha. En las mismas, la marca más normal de ensayador es la RP, presente todos los años, habiendo otra, MP, en los años 1817 y 1818. La mayor parte de las emisiones lo fueron por troquelado, aunque aparece la técnica de fundición en dos ejemplares, los de los años 1811 y 1814.

3. Durango

De esta ceca novohispana se conservan más de treinta y cinco tipos de emisiones monetarias diferentes entre los años 1812 y 1822, que van desde los octavos de real en cobre hasta los ocho reales. Los octavos de real se emitieron ininterrumpidamente desde 1812 hasta 1818, y en su anverso aparece un monograma coronado. Las piezas realizadas en plata lo son de medio, uno, dos, cuatro y ocho reales de valor facial. Como sucede en muchas de las monedas de esta época, existe una gran disparidad entre los autores a la hora de su catalogación, por la enorme variedad de ensayadores, cuños y bustos utilizados. Las marcas de ensayador que aparecen son RM, MZ, MR y CG, en las piezas acuñadas en plata.

4. Guadalajara

Como en los casos anteriores, aparecen en las monedas acuñadas en Guadalajara gran cantidad de variedades de bustos, lo que dificulta su catalogación. En esta ceca se acuñó desde 1812 hasta 1815, en 1818 y de 1821 a 1823, exclusivamente en plata. Los valores faciales de las monedas emitidas van desde el medio real a uno, dos, cuatro y ocho reales. Las marcas de ensayador son MR hasta 1815, MF en una pieza de dos reales de 1814 y FS a partir de 1818.

5. Guanajuato

La ceca de Guanajuato emitió moneda de dos y ocho reales de plata. Las emisiones de dos reales están fechadas en 1821 y 1822, y tienen marca de ensayador JM. Las de ocho reales  fueron realizadas en 1808, 1809, 1821 y 1822, pudiendo haber más de ellas, llevando las dos primeras la marca de ensayador JJ y las tres últimas JM, con una variante muy rara de 1821 y marca de ensayador JJM. En las monedas de dos reales aparecen dos bustos diferentes, y de las de ocho reales es posible que existan otras fechas de emisión.

6. México

La ceca de México es sin lugar a dudas una de las más importantes de toda la historia numismática de las Indias españolas, por su ininterrumpida y enorme producción de plata durante todo la historia de la presencia española en el continente. En este sentido, no es extraño que en el período comprendido entre 1808 y 1821 encontremos hasta un total de ciento diez emisiones de monedas distintas, normalmente de mucho mejor arte que las coetáneas de otras ubicaciones geográficas.

En cuanto a la producción de moneda de plata, destaca principalmente su enorme variedad, con emisiones de todos los múltiplos y divisores del real prácticamente todos los años. En las mismas, encontramos hasta tres marcas de ensayador diferentes, TH, HJ y JJ. Encontramos también varios tipos de bustos, especialmente el imaginario en los primeros años y el laureado posteriormente.

Esta capital casa de moneda producirá en los años 1814 y 1815 numerario de cobre, de un octavo, un cuarto y dos cuartos de real, y a partir de 1816 y esporádicamente, en 1818 y 1821, solamente piezas de dos cuartos de real, con reversos del tipo utilizado ya por el abuelo del monarca, Carlos III, en las cecas peninsulares, de castillos y leones cuartelados y en el centro tres flores de lis, y con cuños bien labrados.

7. Morelos

La ceca de Morelos es el paradigma de las cecas novohispanas que emitieron numerario de necesidad. De labra tosquísima, recoge en su anverso la mención del valor facial (8.R.) y el año de emisión, y en su reverso un arco con flecha y la leyenda SUD. Según Antonio Beltrán, estas monedas fueron acuñadas por José María Morelos en el transcurso de su sangrienta revuelta social.

En la misma se batió moneda ininterrumpidamente entre los años 1811 y 1814. Destaca de ella la utilización de cobre para las monedas de gran módulo, como los uno, dos y ocho reales. También se utilizó la plata, en menor medida,  para acuñar moneda de medio, uno, dos, cuatro y ocho reales de valor facial, y en ocasiones, como sucede en los ejemplares de cuatro reales, por fundición. La única pieza de ocho reales emitida en plata lleva fecha de 1812.

Esta utilización de moneda fiduciaria con valor facial superior al intrínseco era debida principalmente a la falta de metales preciosos del cura Morelos. Es de destacar asimismo de estas emisiones que serán las primeras en las que desaparecen los tipos y leyendas de los monarcas hispánicos. No podemos olvidar tampoco que, en ambos bandos, se utilizó la moneda del contrario, resellada para su circulación.

8. Nueva Vizcaya

En Nueva Vizcaya encontramos una única emisión de ocho reales de plata, con escasos ejemplares conservados en la actualidad, fechada en 1811, que recoge en su anverso el escudo real y en su reverso el de la provincia, con el roble y los lobos rodeados por dos hojas de palma y corona real.

9. Oaxaca

En esta ceca encontramos emisiones entre los años 1812 y 1814, siendo el año más prolífico el primero de ellos, en el que encontramos piezas de medio, uno y ocho reales de plata. En el año 1813 aparece solamente una pieza de plata de medio real, emitida en plata. En 1813 tenemos dos tipos diferentes de moneda de dos reales, realizadas en cobre y plata, y una emisión de cuatro reales de plata. 

La única pieza de valor facial de ocho reales de esta ceca está fechada en 1812, es de tosca labra y recoge en su anverso un león y un castillo, la letra F y el numeral 7 alrededor de una cruz, y en su reverso un león rampante, siendo los mismos motivos los recogidos en la pieza de un real del mismo año de emisión. Las emisiones de medio real llevan en su anverso un león y en su reverso un arco con flecha, y las de dos reales, de las que hay variantes, el mismo tipo en el reverso y la leyenda SUD.

10. Querétaro

Las dos piezas que encontramos emitidas en la ciudad de Querétaro en 1808 y con valor de cuatro y ocho reales son medallas de proclamación.

11. Real de Catorce

De este lugar aparece una única emisión de ocho reales, con la leyenda Moneda provisional, vale 8 reales, fechada en 1811, extraordinariamente rara en la actualidad. Solamente se conoce la existencia de tres ejemplares.

12. Sombrerete de Vargas

En Vargas encontramos once monedas diferentes, acuñadas toscamente en plata entre los años 1810 y 1812. En el anverso de las emisiones de ocho reales de 1810 y 1811 aparecen cuatro pequeños resellos, con el nombre de la ceca, la fecha y las marcas de ceca (S entre dos columnas). En el año 1811 tenemos la serie completa de medio, uno, dos, cuatro y ocho reales, faltando únicamente la pieza de dos reales en el año siguiente. 

13. Tierras Calientes

Las emisiones de Tierras Calientes están relacionadas con las anteriormente vista de Morelos, y se realizaron principalmente en el año 1813, habiendo una única moneda fechada en 1814 de dos reales de plata. En la misma encontramos también piezas de dos y ocho reales realizadas en cobre, de tosco labrado. En plata tenemos moneda de medio, uno y dos reales, fechadas en 1812. El motivo más común en su reverso es el del arco y la flecha y la leyenda SUD, y en las piezas de dos reales el anverso recoge la leyenda América Morelos.

14. Tlalpujahua

El estudio de esta ceca presenta especiales problemas, toda vez que existen gran cantidad de variantes y metales de acuñación, y una gran disparidad entre los autores en cuanto a su catalogación. Activa de 1812 a 1814, acuñó moneda de cobre de medio y dos reales y de plata de medio, uno, cuatro y ocho reales. Las piezas de un real tienen la marca de ensayador JM, y las de cuatro reales SG.

En las emisiones de ocho reales, algunas de ellas fundidas, aparece como motivo en el anverso un águila en sustitución del escudo de España, y en su reverso un arco y un carcaj y la mención a su emisión por parte de la Junta Suprema de América, existiendo variantes. Estos motivos, más estilizados, se reproducen asimismo en las emisiones de medio, uno, dos y cuatro reales. 

15. Valladolid de Michoacán

De la ciudad de Valladolid de Michoacán se conserva en la actualidad únicamente una emisión de plata de ocho reales fechada en 1813, pieza muy escasa, con las leyendas Valladolid de Michoacán y Escudo.

16. Zacatecas

De todos los lugares de emisión de moneda de esta convulsa época, Zacatecas es sin lugar a dudas uno de los más prolijos. Con un total de setenta y ocho emisiones catalogadas desde el año 1810 a 1823, y gran número de variantes, merecería por sí sola un trabajo de investigación. Con cinco marcas diferentes de ensayador (AG, AZ, FP, MAG y RG), acuñó moneda de plata de medio, uno, dos y ocho reales de valor facial.

En las primeras emisiones de ocho reales encontramos en el anverso las armas reales, en las que en ocasiones se sustituyen los leones contracuartelados por flores esquemáticas, y en el reverso un monte coronado por una cruz, las iniciales L.V.O. y la leyenda Moneda provisional de Zacatecas. En las emisiones posteriores encontramos una gran variedad de bustos del monarca, de tipo drapeado o laureado.

17. Zacatlán

Las emisiones de Zacatlán se reducen a dos monedas de dos reales de plata del tipo Morelos, fechadas en 1812 y 1813.

18. Zongolica

En este lugar se acuñó moneda de plata de dos, cuatro y ocho reales el año 1812. Los motivos utilizados son el arco, la flecha y la espada, y el nombre de Songolica. Hay dudas respecto a la autenticidad de algunas de las emisiones de esta ceca.

Otra posible ceca emisora sería, según el numismático José Francisco Pedraza, la de Sierra de Pinos, que habría emitido una muy escasa moneda de cobre de ¼ de real de módulo y canto muy irregular, en 1814. Como en su exergo se encuentra la leyenda Ylustre Ayuntamiento, así como su valor facial, este estudioso de la moneda potosina supone que la misma no es una medalla de proclamación, como otros autores sostienen, sino una moneda que realmente circuló.

Resellos


En el México moderno se utilizaron gran cantidad de resellos desde 1820 hasta 1880, sobre monedas de dos y ocho reales de los reyes Carlos III, Carlos IV y Fernando VII. Normalmente, los mismos no suponen cambios de valor en las emisiones aunque hay casos, como el del Congreso Nacional, en el que se fraccionaban las monedas de ocho reales en cuatro partes, grabando a cada una de ellas un águila, para darles el valor de dos reales.

Es muy común el resello de piezas por anagramas, como las múltiples variantes de Morelos o los de Salcedo u Osorno, o con el nombre completo. Junto con el águila antes vista, también es muy común el resello del arco y la flecha del Congreso de Chilpancingo.

Bibliografía.-

·         Beltrán, A. Introducción a la numismática universal. Ed. Istmo. 1987.
·         Castán, C.y Cayón, J. Las monedas españolas desde los reyes visigodos a Juan Carlos I. 1983.
·         Ginovart, J. La plata española. 1968.
·         J. Ferrer, J Aróstegui, J.S. Pérez, A. Bahamonde y J. Toro. Crisis del Antiguo Régimen. De Carlos IV a Isabel II. Especial Historia de España, 9. Historia, 16. 1982.
·         Lavianos Cuetos, M.L. La América Española, 1492-1898. De las Indias a nuestra América. Historia de España nº14. Historia, 16. 1996
·         Martínez Gallego, J.M. Chihuahua ... !!!. Revista Futuro, Diciembre 2002.
·         Montoro, J. Virreyes españoles en América. Ed. Mitre.
·         Montaner, J. y Garí, A. Catálogo General de Monedas Españolas 1700-1868. Los Borbones. Expo-Galería, S.L. 2004.
·         Montaner, J. Los resellos. Las monedas españolas reselladas en el mundo. Expo Galería, S.L. 1999.
·         Pedraza, J.F. La moneda realista de San Luis Potosí (acuñaciones de Catorce y Sierra de Pinos). Letras Potosinas San Luis Potosí. 1961.
·         Pérez López-Portillo, R. Historia breve de México. Ed. Sílex. 2002.

La Independencia de la América Española

Publicado en Crónica Numismática, Diciembre 2004, pp. 49-51


El pasado mes de noviembre se ha celebrado el IX Congreso de las Academias Iberoamericanas de la Historia, que ha venido dedicado a la independencia de los diferentes territorios ultramarinos de las monarquías española y portuguesa. La moneda, como documento de la historia, se convierte en un excepcional medio de análisis de esta convulsa época, que verá cómo en poco más de tres lustros los territorios dependientes de la Corona española, desde Alaska a las pampas argentinas y al actual sur chileno, se independicen, creándose las actuales repúblicas iberoamericanas.

Los avatares políticos de la época hacen que nos encontremos una ingente cantidad de emisiones en suelo americano, realizadas en su gran mayoría a nombre de Fernando VII, sumando los tipos batidos en plata o cobre casi los ochocientos. Junto a ello, también se observa que el debilitamiento del poder político hizo que se multiplicasen las cecas emisoras, en un número de treinta y nueve, a nombre de este soberano. Destaca asimismo de este variadísimo elenco la gran cantidad de bustos usados del monarca, que le convierten en el rey español del que más tipos diferentes de ellos se acuñan.

Es también patente la generalizada pérdida de la anterior calidad de las monedas alcanzada por sus predecesores, con diseños localistas, en ocasiones de muy pobre arte, e incluso clasificados como “infantiles”, alcanzando la tosquedad su máximo exponente en las llamadas cecas de necesidad. A ello pudieron contribuir tanto el aislamiento de determinadas zonas como la necesidad urgente de numerario circulante, a lo que se unirá posteriormente el afán independentista. Todo ello hará que se produzca el abandono en ocasiones de los tipos anteriores, como se verá principalmente en algunas emisiones del actual México.

Una de las características más destacadas de la historia monetaria indiana fue la de la utilización recurrente de la plata, incluso en los divisores más menudos del patrón real, siendo en general muy escasas las acuñaciones realizadas en cobre. Otra característica de esta época, que la diferencia de las anteriores y la hace especial numismáticamente hablando, es la emisión en cobre de piezas de octavos, cuartos y medios reales, pero también de monedas de mayor módulo y valor, como fueron en ocasiones las de dos y ocho reales.

Todo lo anterior no significa que las monedas emitidas por los monarcas anteriores, de magnífica ley y arte, no siguieran circulando en este período, e incluso posteriormente, como tales o reselladas por las nuevas autoridades políticas nacidas con la independencia. Su vigencia y aceptación, que no solamente se circunscribía a la totalidad del continente americano, bajo mandato español o no, sino que se extendía por Asia y Oceanía cubrirá gran parte de la centuria, sirviendo como numerario fiable para las transacciones comerciales.

En esta primera parte indicaremos los hitos fundamentales de dicho proceso de emancipación, y en sucesivas entregas iremos analizando las diferentes emisiones y avatares de las distintas áreas geográficas. Para ello, y tras agrupar las acuñaciones por virreinatos y capitanías generales, iremos estudiando su devenir, comenzando por el más septentrional de todos ellos, el de Nueva España, en el que encontramos más de la mitad de las cecas de esta época que acuñaron moneda a nombre de Fernando VII.

Antecedentes e invasión napoleónica de la Península Ibérica


Es a finales del siglo XVIII cuando se puede hablar de movimientos precursores de la emancipación en las Indias españolas, que se verán favorecidos por las corrientes políticas derivadas de la Revolución Francesa y por las continuas guerras mantenidas contra el Imperio Británico desde 1796, cuando la política exterior española se vea subordinada a los intereses del gobierno francés. Inglaterra tomará en esta época una postura con respecto a la América española caracterizada por un decidido intervencionismo, que se plasmará tanto en las intentonas de invasión directa, como los ataques que llevaron a cabo en los años 1806 y 1807 contra Buenos Aires, rechazados por las milicias criollas, como en la financiación de las intentonas independentistas y en la concesión de asilo a algunos independentistas.

Gran Bretaña, privada tras la Guerra de la Independencia norteamericana de sus colonias septentrionales en el continente, verá la América Española como un magnífico campo de expansión, tanto en el campo político, donde no alcanzará resultados importantes, como en el económico. A esta política intervencionista ayudará asimismo el haber destruido las flotas española y francesa en la batalla de Trafalgar, obteniendo con ello el pleno dominio naval del Océano Atlántico.

La independencia estadounidense y la Revolución Francesa tuvieron un muy importante impacto sobre la población criolla, descendientes de españoles nacidos en las Indias. Pero a la admiración por las proclamaciones de los derechos y libertades del ciudadano se unirá también el temor a los devastadores efectos sociales y raciales que se produjeron en algunos lugares, y muy significativamente en Haití, la parte occidental de la isla Española.

Aunque en muchas de las urbes indianas se produjeran agitaciones políticas y se publicaran libros y pasquines, e incluso hubiese algunas tentativas y levantamientos, como el de los negros de Coro, Venezuela, en 1795, o la conspiración de la Guaira, el verdadero comienzo de dicho proceso emancipador hay que buscarlo en la invasión napoleónica de la Península Ibérica en 1808, y vendrá muy ligado a los sucesivos avatares políticos que en la metrópoli se fueron sucediendo.

La abdicación de Carlos IV y la de su hijo, el Futuro Fernando VII, crearán una situación de vacío de poder que intentará suplirse con la constitución de la Junta Central Suprema, reconocida en un primer momento en los territorios ultramarinos de la Corona. En los mismos se asistirá a la destitución de muchas autoridades, como la del Virrey Iturriagay en Nueva España, lo que llevará al hundimiento del poder político y su evidente dispersión.

Este vacío de poder se intentará llenar con la constitución de los Cabildos en las principales ciudades indianas, que posteriormente irán evolucionando hacia cabildos abiertos y, a partir de 1809, se convertirán en Juntas, como las de Quito, La Paz, Chuquisaca, Caracas, Buenos Aires, Bogotá y Santiago de Chile. Aunque estas Juntas jurarán fidelidad al monarca Fernando VII, no acatarán la Regencia que sucedió tras su disolución en 1809 en Cádiz a la Junta Central.

Cuando en 1810 los ejércitos franceses ocupen Andalucía y por ende toda la Península, con visos de que la resistencia peninsular se había acabado, algunas de estas Juntas, y muy especialmente las de Bogotá y Buenos Aires, se convertirán en activos focos insurreccionales. Simultáneamente, en el Virreinato de Nueva España se producirán movimientos sociales de importancia capital, dirigidos por los sacerdotes Hidalgo y Morelos, que acabarán siendo dominados por la falta de apoyo a los mismos de los criollos novohispanos.

La restauración de la Casa de Borbón en la figura de Fernando VII  en 1814, así como la derogación de la Constitución de Cádiz y la instauración de la monarquía absolutista marcarán un nuevo hito en el proceso de emancipación de los territorios ultramarinos. A partir de este momento, la confrontación será entre los conservadores, identificados con el Antiguo Régimen y en las Indias con los realistas, y los liberales, asimilados en el otro hemisferio hispánico con los patriotas.

La distinción entre unos y otros no se puede hacer extensiva a peninsulares y criollos, dado que unos y otros militarán y combatirán en ambos bandos, indistintamente, según sus ideas políticas. La posterior sucesión de acontecimientos, así como los estudios numismáticos con ellos relacionados, los analizaremos en futuras entregas de este apasionante tema.

Proyectos para amonedar platino en el reinado de Carlos III

Publicado en Numismático Digital, Mayo 2011

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El platino era un viejo conocido, y enemigo, de los mineros del Nuevo Reino de Granada, especialmente en los yacimientos de Chocó y Barbacoas. Se encontraba adherido al oro de tal manera que ambos eran difíciles de separar, por lo que había que pulverizarlos para separar el oro por medio del mercurio. Si la concentración de platino era importante, la mina debía ser abandonada, dado que eran más elevados los costes de la separación del oro del rendimiento que con él se obtenía.

Este metal precioso fue descubierto para la ciencia por el ilustre matemático, militar y escritor Antonio de Ulloa, en el año 1748. Durante años se sucedieron los estudios para conocer sus propiedades y para refinarlo, hasta que finalmente el notable Catedrático de Mineralogía francés al servicio de España Francisco Chabaneau consiguió en el laboratorio del Seminario de Vergara aislar el metal por medios poco costosos.  Su estudio descubrió que era un metal maleable, y por tanto acuñable, con un peso similar al del oro y unas propiedades en lo esencial similares a los de los otros metales preciosos, el oro y la plata.

Simultáneamente a estos avances, el Viejo Continente se lamía las heridas económicas producidas por la Guerra de Independencia Norteamericana. Para hacer frente a los gastos de la guerra los estados contendientes y sus instituciones bancarias habían recurrido a la emisión de papel moneda, y el volumen de la deuda pública adquiría en ellos proporciones alarmantes. Fue el caso de los Vales Reales, cuya redención fue una de las principales causas de la creación del Banco Nacional de San Carlos, el primer Banco Nacional español.

En Francia, la Caja de Descuento, de capital privado, fue transformada por Necker, el Director del Tesoro Real, que obligó a la aceptación de los billetes emitidos por esta institución, con lo que consiguió sufragar los gastos derivados del conflicto bélico, a costa de un aceptado clima de inflación. Inglaterra estaba sumida desde el final de la contienda en 1783 en una crisis comercial que el Banco de Inglaterra intentó paliar con la sistemática restricción de créditos a los particulares y a la Corona al observar la salida de la moneda áurea, y cuando mejoraron los cambios y las entradas de oro reemprendió sus emisiones de billetes y volvió a prestar dinero al Estado.

En este clima post-bélico Sieur Saint-Laurent realizó una propuesta al Conde de Floridablanca en fecha 11 de enero de 1784, por la que se realizaría una emisión internacional de moneda acuñada en platino, de faciales elevados, para con ella amortizar la deuda nacional de España, Inglaterra, Francia y Holanda. La Corona española, como propietaria de las ricas minas en las Indias, sería la encargada de llevar a cabo las labores, y su beneficio podría ser el del incremento del señoreaje y la sobrevaluación del metal utilizado.

El proyecto fue bien recibido por Floridablanca, pero, como escribió el Secretario de la Embajada francesa en Madrid a su gobierno, pensaba que el beneficio debía ser íntegramente recibido por España, que era la propietaria del mineral, a pesar de que Saint Laurent afirmaba que dicha emisión no sería viable sin la concurrencia de todos los países que proponía.

Esta propuesta debió ser conocida por Valentín de Foronda, economista, escritor y diplomático español, amigo de Francisco Cabarrús y defensor del Banco Nacional en sus escritos y en las Juntas Ordinarias de esta institución. El año 1786 publicó un ensayo, Disertación sobre la platina, en el que analizaba los posibles usos industriales de este nuevo metal.

Por su resistencia a la humedad y por no ser necesaria su aleación con cobre, estimaba que sería de gran utilidad para la fabricación de objetos que debieran estar expuestos a las inclemencias, y muy especialmente en climas húmedos, como el de Londres. Sería asimismo el metal que, aleado con el cobre, podría sustituir al latón en la fabricación de utensilios de cocina, previniendo con ello los perniciosos efectos para la salud que tenía la entonces liga con estaño y plomo.

En cuanto a sus propiedades para ser amonedado, a su entender si se procediese a su acuñación su valoración alcanzaría en poco tiempo e incluso sobrepasaría a la del oro. También estimaba que no era necesario el beneplácito de las demás naciones para proceder a la emisión, toda vez que la moneda, como cualquier otro bien, sería recibida por el público según la necesidad que tuviese del metal como otra mercancía, y el Rey podría ordenar que en las mismas se labrase su busto real y fijar un precio para la misma de 320 reales, sin que con ello se resintiesen el comercio o los cambios.

Hamilton, al tratar el tema, afirmaba que se prefirió el papel moneda por ser mucho más barato, y que la ventaja neta que hubiese tenido el platino sobrevaluado sobre el mismo no estaba clara. Pero eso no es ya historia, sino ucronía.


Bibiografía:

·         FORONDA, V., “Disertación sobre la platina”, en Miscelánea, o colección de varios discursos, II ed., Madrid, 1793.
·         HAMILTON, E.J., “Plans for a National Bank in Spain, 1701-83", The Journal of Political Economy, Vol. 57, No. 4, august 1949, pp. 315-336.
·         VILAR, P., Oro y moneda en la Historia (1450-1920), 3ª ed., Barcelona, 1974.