domingo, 21 de septiembre de 2014

Sigilografía versus Filatelia


Publicado en Crónica Filatélica, nº 242, Abril 2006


La sigilografía, hasta el siglo XVIII conocida como esfragística, es una ciencia historiográfica que se ocupa del estudio material y formal de los sellos, en su acepción estricta. Para la misma, se entiende por sello cualquier tipo de imagen, signo o representación utilizada con fines validatorios e identificativos de los documentos o escritos en los que se incluye por estampación o aposición. Los sellos así concebidos surgieron en las más diversas y remotas culturas a la par que los propios documentos y la escritura misma, si bien, obviamente, sus funciones han ido variando a través del tiempo.
 
La pérdida de la función validatoria de los sellos así considerados es patente en el mundo actual. Aunque se ha conservado la costumbre de estamparlos o imprimirlos, tanto en el ámbito administrativo como en el judicial, comercial, profesional e institucional, aún en aquellos casos en los que las leyes exigen su presencia, su función básica es la corroborativa, no afectando dicha exigencia a la validez legal del documento, sino más bien a su solemnidad.
 
Dentro de este concepto restringido de sello, basado en su unidad tipológica y en su fuerte valor jurídico, no cabría considerar el sello postal, el objeto de estudio de la Filatelia, definida por la Real Academia como la afición a coleccionar y estudiar sellos de correos. Tampoco entrarían dentro del mismo otros signos de clara función recaudatoria, burocrática o administrativa, como los timbres móviles del Estado que, como en el caso de los sellos postales, son considerados como una justificación o recibo de haber satisfecho una tasa.
 
No obstante lo anterior, no cabe ninguna duda de que los sellos de correos son herederos directos de los primeros. El uso generalizado desde el siglo XVII de los sellos en tinta, con tipología afín a los tradicionales sellos diplomáticos, la llamada renta del papel sellado, instaurada por Felipe IV en 1636, estableciendo la obligatoriedad del uso del papel sellado con las armas reales para todos los documentos otorgados entre particulares, y los presellados en seco para adherir son sus claros antecesores.
 
El sello real con las armas de Castilla y León, conocido como sello negro, fue utilizado desde 1715 como franquicia postal o carta franca de porte. Un año después, el correo pasó a considerarse de carácter público y se comenzó a marcar las cartas con las localidades de expedición. En las leyes que regularon este servicio, como en las promulgadas en 1756 y 1779, se utiliza explícitamente el término sello en referencia a las oficinas en las que se llevaban a cabo estas marcas, lo que indudablemente fue determinante para que dicho nombre se conservase para los sellos postales adhesivos en 1850.
 
Coetáneamente se comenzó a utilizar el papel presellado para algunos documentos, singularmente los conocidos como oficios que, como en el caso de las marcas postales, tenían una tipología diferente a los sellos diplomáticos, con leyendas horizontales y sin gráfila u orla. De los presellados para adherir realizados en tinta heredaron su forma, cuadrada o rectangular, para facilitar su recortado. Como era habitual en los sellos en seco, muy utilizados en la época de Fernando VII, el motivo de las primeras emisiones postales fue la cabeza o el busto del soberano reinante.
 
Podemos por tanto llegar a la conclusión de que existe una cierta continuidad entre esa ciencia y esta afición. El estudio de los sellos, con tantos milenios de existencia, solamente viene siendo considerado como científico desde finales del siglo XIX y el XX, en el que todos los lectores de esta revista nacimos. No ha de pasar tanto tiempo para que, a mi modesto entender, la actual afición pase a considerarse, en el ámbito académico, como una nueva ciencia historiográfica con rango científico-técnico universitario.
 
La Filatelia cumple múltiples funciones en la sociedad actual, tanto en el campo puramente lúdico como en el económico, aunando el placer del coleccionismo con la seguridad en la inversión. Pero no podemos olvidar que las emisiones postales son fiel reflejo de todas las ciencias y las letras, de lo más granado de la cultura y de la naturaleza de los Estados que las realizan.
 
Para cualquier actual ciudadano del orbe sería impensable un mundo en el que el sello de correos no hubiese existido. Y cada uno de ellos, entre los millones emitidos, es un documento vivo de la Historia.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

La moneda de Pedro II de Aragón

Publicado en Numismático Digital el 3 de septiembre de 2014
http://www.numismaticodigital.com/noticia/7629/


En el reinado de Pedro II el Católico de Aragón, el monarca que venció junto a otros reyes hispanos en la cruzada contra los almohades en las Navas de Tolosa, y que encontró la muerte un año después a manos de otros cruzados en Muret, defendiendo a sus súbditos occitanos, se produjeron importantes acontecimientos en el ámbito numismático.

A finales del siglo XII el numerario corriente en Aragón estaba compuesto por vellón propio batido en dineros y en meajas u óbolos, que coexistía con los morabetinos almorávides y castellanos de oro y con otras monedas procedentes igualmente de Castilla, de Cataluña y de Bearne. Ante esta situación, el monarca ordenó que en el reino circulase únicamente la moneda jaquesa, tasando el resto del circulante en relación a la misma, según su talla y ley y valorada en sueldos y dineros jaqueses. Durante su reinado debieron funcionar varios talleres, y concedió al obispo de Huesca la décima parte del beneficio obtenido por su labra. En 1212 concedió a la Orden del Temple la custodia de los cuños de la moneda jaquesa.

En las emisiones aragonesas que se llevaron a cabo en su reinado, dineros y óbolos, se recogen en sus anversos el busto coronado del monarca, y en sus reversos el conocido como arbor ad modum floris, árbol crucífero presentado como un arbusto con dos ramas con una cruz saliendo de su tronco, y la leyenda ARA GON a ambos lados. Este motivo fue, como recogía Mateu y Llopis, originario del numario condal y episcopal catalán, pasando posteriormente a ser representado en Navarra, Aragón y Valencia, siguió vigente en los dineros de vellón en las emisiones de la Corona de Aragón incluso hasta finales del siglo XVII, y se encuentra asimismo en las emisiones castellanas de Alfonso VI y Alfonso VII.

También es durante su reinado cuando se instaura el derecho del monedaje para Aragón y Cataluña, que se fijó en las Provisiones de Huesca de noviembre de 1205. Esta gabela consistía en el derecho real de un maravedí, siete sueldos jaqueses,  cada siete años, a cambio de que el soberano consintiera en no fabricar nueva moneda y renunciase al lucro que conllevaba su labra. Se cobraba a los súbditos musulmanes y cristianos con un patrimonio o bienes raíces superior a los setenta sueldos jaqueses, con la sola exclusión de los ricos omnes. El tributo obligaba igualmente a los infanzones, a los caballeros, a las gentes pertenecientes a los señoríos de las órdenes militares y a los clérigos regulares de cualquier orden. Posteriormente se exoneró del mismo a las aljamas judías, a los caballeros, a los infanzones y a los clérigos.

Importante es en el ámbito monetario el Real Privilegio por el que en el año 1208 eximió a los oficiales de la fábrica de moneda de Barcelona de los tributos reales, hueste, cabalgada y otros mientras trabajasen en sus oficios. El documento, transcrito íntegramente en su latín original por Josep Salat, muestra la importancia que se le daba al trabajo de los monederos, al exonerarles tanto del pago de impuestos como del servicio de armas, tanto en su propio territorio como en otros reinos. Este privilegio fue asimismo confirmado por su hijo Jaime I y por el infante don Pedro durante su vida y diez años después de su fallecimiento.

Anna M. Balaguer afirma que es más que posible confirmar que, movido por su necesidad de fondos debida a las guerras que llevó a cabo contra los almohades y en el Languedoc, el rey acuñó moneda en Vic, consintiendo una emisión de baja ley en la que los beneficios revirtieron a la Corona, citando el caso de un diner a nombre de PETRUS y que no porta la simbología religiosa propia de las emisiones de esta sede episcopal. Batió igualmente moneda en Cabrera, según esta autora.  

Pedro II, I de Cataluña, fue el creador de los conocidos como dineros y óbolos de cuaterno o quatern de la ceca de Barcelona, cuyo marco valía en 1203 44 sueldos, como en 1180. Esta moneda se recoge en los documentos como bone moneta barchinone. Este numerario de cuaterno fue creado por decisión del IX de las Calendas de Abril de 1212. Conocida también como moneda de cort, estaba compuesta de ocho marcos de cobre y cuatro de plata, y su fabricación duró doce años. En 1221 su hijo Jaime I creó la moneda de los doblenc, la primera moneda catalana que porta las barras de la Corona, con un valor de  88 sueldos el marco, y  en 1256 se instauró la definitiva del tern, con una parte de plata y tres de cobre en su liga.

La moneda catalana se tallaba con una ley de 4 dineros, lo que se observó según los estudios de Anna M. Balaguer en las acuñaciones barcelonesas, salvo en una emisión fraudulenta llevada a cabo entre los años 1211 y 1213.  En el mismo sentido se manifestaba Asso del Río a finales del siglo XVIII en relación a la moneda aragonesa, afirmando que aún siéndole imposible establecer las que pertenecieron realmente a su reinado, de la confirmación posterior de su hijo por el Privilegio de Daroca de 1223 y de su ofrecimiento de que no corriese en el reino otra que la de su padre, podía inferirse que estuvo ajustada a la ley y al peso acostumbrados.

Corría asimismo en sus estados la moneda melgoriense, como recogía en el siglo XVIII don Gaspar Melchor de Jovellanos:

   Corrió también en aquel siglo, y acaso antes por ser moneda muy antigua y preciada en el comercio de las provincias orientales de España y Francia, la moneda llamada malgulense… Su verdadero nombre era melgoriense, pues se labraba en Melgueil, en latín Melgorium, y en el antiguo vulgar, Manguyo, de do le vino el de malgulense. Labrábanla los condes de Melgueil, que tenían su estado y residencia cerca de Magalona, por donde algunos creyeron equivocadamente que se llamó magalonse, y es la misma que habla Dameto, llamándola malgrina, y contándola entre las suprimidas por el rey don Jaime en 1247.

   No es extraño que esta moneda fuese también admitida en el comercio, así por su buena ley, como por otra razón que se deduce de la Historia del Langüedoc, tomo II, pág. 110. 

  Según esta, en el producto del cuño de Melgueil adquirieron cierta parte los señores de Mompeller, y para preservarla sin mengua, se otorgó en 1130 cierta concordia entre Bernardo, conde de Melgueil, y Guillermo, señor de Mompeller, por la cual el primero se obligó á conservar fiel y perpetuamente la ley establecida para su moneda, y el segundo, á no labrarla ni falsificarla. Y como ambos derechos recayeron después en la casa de Aragon, así por el matrimonio de Beatriz, condesa de Melgueil, con Berenguer Ramón, señor de Provenza, como por el de la heredera de Mompeller con Pedro II de Aragon, padres del Conquistador, no es extraño que la moneda melgoriense se hiciese tan comun por sus estados. 

Así, como recogía Poey d’Avant, en 1204 el monarca aragonés contrató con Raimundo VI, conde de Tolosa, todas sus posesiones en el condado de Milhau y de Gévaudan por la suma de 150.000 sueldos melgorienses, valorados en 30.000 marcos de plata fina. Este ejemplo, entre otros, mostraba para este autor que esta moneda tenía amplia circulación en el Midi francés, siendo igualmente una moneda de cuenta formada por un número variable de dineros.

Si bien el condado de Montpellier pasó a ser un dominio de la Casa de Aragón en 1204 por el matrimonio de Pedro con María, la hija de Guillermo XII, fue en el reinado de su hijo Jaime cuando se batieron gros en su ceca con la leyenda IACOBVS DEI GRA REX ARAGONV y una cruz de lados iguales con coronas en cada uno de sus lados en el anverso, y DOMINVS MONTIS PESULANI y un escudo en su reverso con un lambel a cuatro pendientes y un cangrejo dentro de un círculo y con seis lóbulos exteriores en su reverso, de un peso de 72 gramos. En algunos textos franceses del siglo XIX estas monedas son adjudicadas al monarca Jaime II.

Según Poey, los reyes de Aragón fueron los primeros que emitieron moneda con la titulación de condes de Provenza y asimismo los primeros que utilizaron en busto en sus óbolos y dineros, lo que no mucho más tarde fue copiado por los reyes de Francia. Alfonso II, el padre de Pedro II, los acuñó tanto con busto como con corona, con las leyendas REX ARAGONE en anverso y PROVINCIA en reverso. Rousseau informaba que en su colección tenía un óbolo de Ramón Berenguer IV, fechado erróneamente entre 1209 y 1245, con el escudo de Aragón en el anverso y la leyenda R.BE.CO.MES, y PVINCIE y cruz cortando la leyenda en el reverso, y afirmaba que no había más de tres o cuatro ejemplares conocidos del mismo.

De Witte afirmaba que en los óbolos batidos por Alfonso II en Provenza el motivo del anverso no era, como afirmaban otros autores, un busto informe, sino una mitra orlada de perlas. La leyenda prueba que es una emisión real, mientras que la mitra a su entender mostraba que un prelado estaba interesado en el proceso de fabricación. Este prelado sería, según este autor, el Arzobispo de Arles, Raimundo de Bollène. Este autor recogía asimismo que en los dineros y óbolos con la mitra abundaban en todos los gabinetes numismáticos provenzales.

Bibliografía:

ASSO Y DEL RIO, I.J., Historia de la economía política de Aragon, Zaragoza, 1789, p. 439.
BALAGUER, A.M., Història de la moneda dels comtats catalans, Barberà del Vallès, 1999.
CAYÓN, A., C. y J., Las monedas españolas. Del tremis al euro. Del 411 a nuestros días, XII ed., Madrid, 1998.
CHAVERT, J., Description de monnaies françaises royales et féodales, Paris, 1862.
NOCEDAL, C., Biblioteca de Autores Españoles, desde la formación del leguaje hasta nuestros días. Obras publicadas é inéditas de don Gaspar Melchor de Jovellanos, T. II, Madrid, 1859, p. 485.
MATEU IBARS, J. y M.D., Colectánea paleográfica de la Corona de Aragón: Texto y transcripciones, Barcelona, 1991, pp. 581.
MATEU Y LLOPIS, F., “El "arbor ad modum floris" en dineros de Cataluña, Navarra, Aragón y Valencia, siglos X a XIII”, Príncipe de Viana, nº 116 y 117, 1969, pp. 245-254.
ORCÁSTEGUI GROS, C., “La reglamentación del Impuesto del Monedaje en Aragón en los siglos XIII-XV”, Aragón en la Edad Media, V, Zaragoza, pp. 113-121.
POEY D’AVANT, F., Description des monnaies seigneuriales françaises composant la collection de m. F. Poey d'Avant, Fontenay-Vendée, 1853.
FILLON, B., Collection Jean Rousseu, Monnaies féodales françaises, Paris, 1860.
SALAT, J., Tratado de las monedas labradas en el Principado de Cataluña, T. I y II, Barcelona, 1818.
WITTE, J. de, LONGPERIER, A. de, Revue Numismatique Tome Dixieme, Paris, 1865.

Documentos del Archivo del Ayuntamiento de Zaragoza :

Serie Diplomática, R015, Privilegio Real, 1218, septiembre, 1. Lérida. Jaime I, rey de Aragón, confirma la moneda jaquesa batida por su padre, Pedro II, y dispone medidas sobre su protección y curso legal.
Serie Diplomática, R017, Privilegio Real, 1221. abril, 19. Huesca. Jaime I, rey de Aragón, y su curia, confirman la moneda jaquesa acuñada por Pedro II, regulan su empleo y sancionan sus alteraciones.
Serie Diplomática, R017, Privilegio Real, 1223, marzo, 18. Daroca. Jaime I, rey de Aragón, otorga nueva confirmación de la moneda jaquesa acuñada por su padre Pedro II, que protege con diversas medidas.

 Páginas web :

Artículos Numismática y Jaquesa, moneda de la Gran Enciclopedia Aragonesa.

Colecciones Caballero Historia de la Moneda

miércoles, 6 de agosto de 2014

Los billetes de la república del Rif

Publicado en Numismático Digital, 6 de agosto de 2014


http://www.numismaticodigital.com/noticia/7540/

En el año 1923, durante la Guerra de Marruecos, el capitán Gardiner, un aventurero al servicio de la República del Rif, procedió a la emisión de un número indeterminado de billetes del Banco Estatal del Rif, destinados a reemplazar el numerario español y francés entonces en circulación. Se duda tanto dónde fueron emitidos como su tirada, e incluso si llegaron a circular y durante cuánto tiempo.

 Este tema ha sido estudiado por varios autores, destacando el artículo monográfico de Peter Symes The Notes of the Rif Revolt. El autor material de estas emisiones fue el capitán Charles Alfred Percy Gardiner, en ocasiones citado como Percy Gardiner, un aventurero y contrabandista que introdujo en su yate Silvia 16.000 fusiles comprados en Hamburgo en el Rif, y que en 1923 obtuvo importantes concesiones de los rifeños para un sindicato del que era codirector, junto con Lord Teynham, a cambio de un préstamo.

 Los primeros contactos entre Gardiner y los representantes rifeños tuvieron lugar en París, con el hermano de Abd el Krim, M’Hammed ben Abd el Krim, Vicepresidente hereditario de la República Rifeña, con una proposición de abastecerle de armas, que el hermano del emir consideró de un coste bastante elevado. Poco después, en mayo de 1923, según una noticia del New York Times citada por Symes, Gardiner adquirió por 300.000 libras los derechos para establecer un banco de emisión en Ajdir, todos los derechos en régimen de monopolio para la explotación del petróleo, carbón, plata y cobre del país, además de las concesiones referentes al telégrafo, correo, tendido ferroviario y explotaciones portuarias. Se aseguró asimismo los derechos para organizar escuelas, colegios técnicos, teatros, cines, óperas y líneas de tranvías y autobuses.

 Symes, consultando documentos del Public Record Office of the United Kingdom y una amplia bibliografía nos informa de que Gardiner y Teynham solicitaron reiteradamente al gobierno británico y a su embajada en París el reconocimiento y el apoyo a su adquisición de dicha concesión. A principios de agosto de 1923 el capitán Gardiner se presentaba a sí mismo como Agente General del Gobierno del Rif, y  finales de agosto había adoptado el título de Ministro Plenipotenciario del Gobierno del Rif, y el membrete usado en su correspondencia rezaba El Agente General del Gobierno del Rif (Marruecos). En su recién adquirido puesto invitaba al gobierno británico a establecer un servicio diplomático y consular en Ajdir, la capital del Rif. Invitaciones similares se enviaron a numerosos gobiernos del mundo, pero al parecer todas ellas fueron tratadas con la misma indiferencia.       

 Symes cita asimismo un informe del Foreing Office británico titulado  Actividades del capitán Gardiner en el Rif, escrito en diciembre de 1924, que describía a Gardiner, Lord Teynham y a sus asociados como gente indeseable, y dado que habían causado algunos apuros al gobierno británico con sus infames actividades, eran abandonados a sus propios recursos y debían sufrir las consecuencias de sus propias acciones. En la negociación de las concesiones de los rifeños de 1923, el principal propósito de Gardiner y su sindicato era probablemente obtener concesiones mineras en el Rif. Sin embargo, vieron la posibilidad de conseguir dinero en un primer momento estableciendo un Banco Central en el Rif, según lo pactado.

 Asimismo recoge este autor que en el British Public Record Office hay una referencia, en uno de los índices de la correspondencia política del Foreing Office, a un documento titulado 1923 Intentos del Capitan Gardiner de llevar a cabo en el Reino Unido la fabricación de billetes de banco para el Rif: postura del HMG. Desafortunadamente el documento no ha llegado a nuestros días.  Esta referencia sugiere que Gardiner se dirigió a los impresores británicos de billetes con el ánimo de asegurar su producción. Si lo hizo, dichas solicitudes no llegaron a buen puerto, dado que los billetes que finalmente se realizaron no fueron el trabajo de un impresor con la debidas seguridades. Según Rupert Furneaux, en su obra Abdel Krim, Emir of the Rif, Gardiner habría intentado vender a Abd el Krim una máquina para imprimir billetes a cambio de todo el numerario fuerte de los rifeños.

 Los dos billetes unifaciales conocidos se encuentran en el Standard Catalog of Word Paper Money en su apartado de Marruecos, con los números R1 y R2. El billete de un riffan está impreso en verde o amarillo pálido sobre papel blanco y el de cinco riffans en rojo. La autoridad emisora, el Banco Estatal del Rif, aparece en la parte superior de los billetes en inglés y en árabe. En la parte inferior del billete de 1 riffan encontramos la frase Igual a diez peniques ingleses en inglés e Igual a un franco de oro en francés. Estos valores se incrementan en proporción en los billetes de cinco riffans.

 Es curioso que estos valores se recojan en el billete. Symes apunta que el valor en moneda francesa se pueda explicar con la esperanza de comerciar con el Marruecos francés y con Argelia. El uso del inglés es más difícil de explicar. No hay razón por la que los rifeños esperaran comerciar con los ingleses, a menos que se esperase que las concesiones adquiridas por Gardiner pudieran crear dicho mercado. Para este autor, el hecho de que los mismos estuviesen impresos en inglés, francés y en árabe muestran el profundo desconocimiento de Gardiner y su sindicato de las personas con las que estaban tratando. El inglés era una lengua totalmente desconocida en el Rif y el uso del francés era igualmente marginal.

 Para él, la falta de una equivalencia en moneda española es sorprendente, y le hubiese parecido lógico informar a los potenciales usuarios de los billetes del valor de dichos riffans en moneda española, para su cambio, al ser la moneda española la que estaba en circulación. El uso del español podría asimismo parecer apropiado, al ser una lengua ampliamente conocida en el Rif. Sin embargo, aunque muchos rifeños podían estar familiarizados con el español y el árabe, que sí aparece en los billetes, la mayoría de ellos sólo hablaban en sus dialectos bereberes nativos.

 El diseño de los billetes incluye una luna creciente y una estrella, que se repiten dos veces. Estos motivos se encontraban en la bandera de la República del Rif, dentro de un diamante blanco en el centro de un fondo rojo. El uso de una estrella similar a la estrella de David es inusual en las representaciones del símbolo islámico de la luna creciente y la estrella, y está documentado que la estrella fue diseñada por Abd el Krim cuando creó la bandera. El significado de la fecha, 10.10.23, que aparece en los billetes, es desconocido. Dado que la misma es aproximadamente cinco meses posterior a la negociación de Gardiner de sus concesiones, es de suponer según Symes que era la fecha en la que se esperaba introducir los billetes en circulación, y era asimismo posible que esta fecha no esté relacionada con suceso alguno.

 Se desconoce cómo Gardiner esperaba respaldar esta emisión de billetes del Banco Estatal, pero un método obvio podría haber sido el que fueran cambiados por la moneda española entonces en circulación en el Rif. Gardiner podría entonces respaldar estos riffans con la moneda española, o con libras esterlinas si convertía la moneda española. Este respaldo podría entonces sostenerse en moneda fuerte y hacer posible su sustitución si los billetes fueran siempre utilizados para los pagos.

 En el territorio había también en circulación moneda francesa, especialmente papel moneda emitido por la Cámara de Comercio de Orán, ciudad con una crecida población de origen español. Contra las acusaciones realizadas en las primeras fases del conflicto por los españoles de que los franceses apoyaban la causa de los rifeños y financiaban a sus cabilas, según cita Symes y recogía el New York Times del 12 de agosto de 1923, los franceses afirmaron que eran simples calumnias, y que la circulación de los billetes oraníes en el territorio era debida a que desde la instalación de los franceses en Orán los rifeños habían ido a trabajar en gran número a la parte occidental de Argelia, y que ahorrando parte de su paga, volvían al Rif con dichos billetes.

 Se desconoce cuál sería la cantidad de moneda de ambos estados europeos circulante en el Rif, y si Gardiner con esta emisión quería realmente ayudar a la lucha, recogiéndola para que sirviese de soporte a su emisión, o simplemente buscaba su propio enriquecimiento, consiguiendo con la sustitución recoger la moneda fuerte. Algunos autores afirman que no había moneda en el Rif, como por ejemplo Vicent Sheean, en su An American Among the Riffi, dado que era un país escasamente poblado, y en el que incluso  la adopción de impuestos confiscatorios no producía lo suficiente para mantener a su ejército y gobierno. El dinero recibido como rescate de los militares capturados en el Desastre de Annual, ocho millones de pesetas, habría sido utilizado para la compra de armas en el extranjero.

 El ministerio de Hacienda rifeño, a cargo de Abd el Selam, tío de Adb el Krim, recaudaba los rendimientos del Habus y el impuesto del Axor,  así como en Tertib. Por tanto, el sistema fiscal se basaba en los ingresos de los impuestos directos sobre las cabilas del Rif, los derechos de zocos, las multas impuestas a las cabilas que se sublevaron contra él y las multas cobradas por delitos comunes. A estas fuentes de ingresos se sumaron los rescates de los soldados españoles. En sus Mémoires, escritas por Roger-Mathieu en 1927, Abd el Krim afirmaba que no tuvo problemas en financiar la guerra y en ajustar sus presupuestos con dichos ingresos, con unos ingresos de 600 millones de pesetas. Esto contrasta con los datos de la administración española, que entre 1916 y 1932 sólo recaudó en todo el Protectorado 511 millones de pesetas por todos los conceptos.

 Es asimismo difícil saber si estas emisiones llegaron a circular, en qué cantidad y durante cuánto tiempo. Según Juan de España, en su Actuación de España en Marruecos de 1926, el propio Adb el Krim habría ordenado que estos billetes fuesen arrojados al mar. David Hart, en The Aith Waryagher of the Morrocan Rif, recogía que si bien Abd el Krim tenía papel moneda impreso y había visto una fotografía de un billete de cinco riffans en inglés y árabe en los archivos personales del coronel Emilio Blanco, la extensión de esta moneda en circulación parecía cuestionable, dado que todos sus informantes hablaban sólo de duros y pesetas.

 La referencia a la moneda española se recoge igualmente en la obra de David S. Woolman, Rebels in the Rif: Abd El Krim and the Rif Rebellion, que afirmaba que … El soldado de infantería rifeño cobraba 2 riffans al día de la cabila titular del territorio que estaba defendiendo. La moneda rifeña estaba impresa en Inglaterra por el “Banco del Estado del Rif”, en billetes verdes de cinco riffans con un valor de cinco pesetas o 0,71 $, y rojos con el valor de una peseta o 0,14 $. Las gentes de las cabilas, sin embargo, usaban monedas españolas y las preferían al nuevo circulante.

Se trataba, por tanto, de un circulante que, aunque no se recogía expresamente, se asimilaba en su valor a la moneda española en circulación.  Los ejemplares que sobrevivieron y han llegado a nuestros días proceden principalmente de los que fueron tomados como recuerdos por personal militar español tras la derrota de los rifeños. Para Symes, los billetes del Banco Estatal del Rif no pueden considerarse una emisión de circulante de la República del Rif, y pueden sólo asociarse a Abd el Krim y su gobierno como la garantía de una nefasta concesión. Estos billetes son para este autor más el legado de la ambición del capitán Charles Gardiner y de su sindicato, que de la aciaga búsqueda de autodeterminación de la población del Rif.

 
Bibliografía recomendada:

CANO BORREGO, P.D., “Los riffans de Abd el Krim”, Crónica Numismática, Abril, 2003.
CUHAJ, G.S., 2013 Standard Catalog of Word Paper Money, Modern Issues: 1961-Present, Volumen 3, 2012.
GONZÁLEZ ROSADO, C., “El Riffan, la moneda de la efímera República del Rif”, El Faro Digital.es, 18 de noviembre de 2011.
FURNEAUX, R., Abdel Krim – Emir of the Rif, London, 1967.
ROGER-MATHIEU, J., Mémoires D’Abd-el-Krim, Paris 1927.
SYMES, P., “The Notes of the Rif Revolt”, International Bank Note Society Journal,  Volume 41, No.3, 2002.
WOOLMAN, D.S., Rebels in the Rif: Abd El Krim and the Rif Rebellion, Stanford University Press, 1968.

Artículo La república del Rif en Wikipedia.

Fotografía de Charles Alfred Percy Gardiner como Teniente del 5th & 6th Victorian Mounted Rifles en la guerra de los Boers, The Leader, 16 February 1901

El dinero de Abd-el-Krim, Blanco y Negro, Madrid, 13 de Enero de 1973, pp. 56-57.

miércoles, 2 de julio de 2014

La Gran Guerra del Norte y el rublo

Publicado en Numismático Digital, 2 de julio de 2014

http://www.numismaticodigital.com/noticia/7422/
Este conflicto, simultáneo a la Guerra de Sucesión Española, enfrentó entre los años 1700 y 1721 a la práctica totalidad de los estados del norte, centro y este europeo, y en su momento álgido los combates se extendieron desde el Mar Báltico hasta el Mar Negro. Tan largo y enconado enfrentamiento tuvo importantes repercusiones en el circulante de los diferentes países beligerantes.
El origen de esta larga guerra se encuentra en la alianza firmada por los reinos de Dinamarca-Noruega, Rusia, Polonia-Lituania y Sajonia contra la supremacía sueca en el Báltico y el norte de Alemania. Los primeros teatros de operaciones se situaron en Dinamarca, los territorios bálticos de Ingria y Curlandia, en Polonia y en Sajonia, sucediéndose las victorias suecas.  
Las alianzas cambiaron durante el curso del conflicto. La coalición aliada se rompió finalmente por las resonantes victorias suecas, pero se restableció en 1709 con el fracaso de la invasión sueca de Rusia. Los enfrentamientos se extendieron a Finlandia, Alemania, los actuales estados bálticos e incluso a Ucrania y a la Moldavia otomana. Hannover y Prusia se sumaron a los aliados en 1715.
Suecia no estableció alianzas militares sólidas con ninguna potencia extranjera, y las victorias aliadas predominaron en la segunda mitad del conflicto. Tras la firma en 1719 por Jorge I de Gran Bretaña de alianzas con Prusia y con Suecia, la estrategia del gobierno sueco fue la de firmar la paz con todos sus enemigos, exceptuando a Rusia, creando nuevas alianzas que le permitieran alcanzar una paz definitiva con Pedro I en las mejores condiciones posibles.
Por el Tratado de Estocolmo de 9 de octubre de 1719, Suecia cedió los ducados alemanes de Verden y Bremen a Hannover, y por el firmado en la misma ciudad el 21 de enero siguiente se cedió a Prusia la Pomerania sueca al sur del río Peene y al este del Oder. Por el firmado el 3 de junio de 1720 en Frederiksborg con Dinamarca Suecia dejó de apoyar al ducado de Holstein-Gottorp, que volvió a dominio danés, y se comprometió al pago de 600.000 riksdaler, si bien recuperó los territorios ocupados por los daneses en Pomerania y Wismar.
El conflicto terminó con la firma el 30 de agosto de 1721 del Tratado de Nystad, que supuso la elevación de Rusia a la categoría de potencia mundial de primer orden y le convirtió en el estado más influyente del norte de Europa y en el entorno del Mar Báltico. Suecia cedió a Rusia toda la provincia de Ingria, Výborg y el sur de Kexholm, si bien pudo conservar la práctica totalidad de Finlandia. Hubo de entregar asimismo Livonia y Estonia, incluidas las islas de Ösel y Dagö. Pedro I fue nombrado en 1721 Zar de todas las Rusias, y continuó con su obra modernizadora y su política expansionista.
Ya en 1703 el ejército ruso había ocupado parte de Letonia, Ingria y Carelia, fundando la que sería su nueva capital, San Petersburgo, ese mismo año. En estas campañas Pedro I utilizó fuerzas cosacas procedentes de la actual Ucrania, territorio este último que a pesar de su amplia autonomía tuvo que soportar la presencia del ejército ruso, que fue acusado de saquear las ciudades y vejar a la población en las que estaba acantonado.
Por todo ello el atamán cosaco Iván Mazepa se alió con los polacos y suecos, si bien no fue secundado por la mayor parte de la población ucraniana, y fue con ellos derrotado en Poltava. Entre los escasos apoyos que recibió se encontró el de la Sich de Zaporozhia, magistralmente descrita por Nikolái Gogol en su obra Taras Bulba, bastión de una república pirata cosaca que se convirtió en una potente entidad militar, civil y política que desafió durante siglos el poder de la Mancomunidad Polaco-Lituana, del Imperio Otomano y del Imperio Ruso, y que por este apoyo fue destruida por el ejército zarista en 1709.
En Suecia se siguieron batiendo en el siglo XVII las placas rectangulares o palt-mynt con el cobre de las ricas minas de Dalarma, para suplir la falta de plata, de las que algunas de llegaron a pesar 19,71 kilos. La práctica del cercén estuvo tan extendida que en el canto de las emisiones de ocho marcos de 1692 se encontraba la leyenda latina manibus ne laedar avaris, que se perpetuó durante el siglo XVIII.
Las continuas depreciaciones, la penuria del numerario causada por la guerra y la presencia de moneda de necesidad, los daler de Carlos XII de 1714, produjeron una grave situación económica de la que se acusó al barón Georg Heinrich von Görtz, su ministro plenipotenciario y de finanzas, oriundo de Holstein-Gottorp.
En cuanto a sus enemigos daneses, siguieron acusando los mismos problemas heredados del siglo XVII, con bellas y ricas piezas acuñadas con la plata de Kronsberg, lugar donde se trasladó la ceca de Cristianía, y la presencia de abundante moneda menuda, que presentaba serios problemas para ser cambiada por la de mayor valor. La moneda de polaca sufrió asimismo un constante deterioro y un progresivo empobrecimiento, situación que se mantuvo durante el siglo XVIII, debido principalmente a sus enfrentamientos con Rusia.
En el emergente Imperio Ruso Pedro I el Grande reformó su sistema monetario para adecuarlo al vigente en la mayor parte de Europa, basándolo desde 1701 en el rublo, moneda argéntea semejante al thaler y al real de a ocho español. Acuñado con un peso de 28,44 gramos, módulo de 49 mm. y ley de 729 milésimas, fue dividido en cien kopeks. Es de destacar que con ello Pedro el Grande fue pionero en la introducción del sistema decimal, adoptado posteriormente por todos los sistemas monetarios del mundo.  
Esta denominación de rublo venía referida originariamente a un trozo de plata de unos 200 gramos, y apareció por primera vez en una moneda de plata, yefimki, en el siglo XVII. Los rublos se comenzaron a batir regularmente a partir de 1704, y en los mismos se representó el retrato del zar, realizado por Fedor Alexeiev, al modo occidental. La plotina de medio rublo tenía 14,18 gramos, y se retiró de la circulación el antiguo numerario de cobre, sustituyéndolo por divisores del kopek marcados con puntos para indicar su valor.
Además de estas modificaciones también se alteraron las leyendas, abandonándose el latín y utilizándose el idioma ruso y el alfabeto cirílico. La reforma alcanzó asimismo al numerario áureo, con la emisión de chervónets de 3,47 gramos y ley de 986 milésimas, equivalentes a los ducados húngaros en circulación. Como curiosidad, hubo una emisión ad hoc de marcos llevada a cabo para el pago de los que incumplían la obligación de recortar sus barbas a la manera occidental.  
La adopción del rublo fue consecuencia lógica de la situación monetaria no sólo europea, sino mundial. Los reales de a ocho españoles compartieron en el norte de Europa su papel de divisa internacional con otras macromonedas de plata equivalentes a ellos, como los talhers o táleros y los riksdaler  o rix-dólares holandeses de Leeuwen. Está documentada la presencia de los pesos en el siglo XVII en Narva, Nyen, Riga y Reval  y Pernau, en el entorno del Báltico, y eran asimismo gustosamente aceptados por los rusos.
Con ellos Rusia alimentaba su activo comercio con Persia, donde se adquirían tejidos de algodón, tafilete, seda, satén, incienso y otros bienes, a cambio de pieles, cuero y cristal moscovita, sirviendo la plata española para saldar su deficitaria balanza comercial. En su camino hacia Oriente, los pesos fuertes españoles eran la moneda preferida de los pueblos integrados en el Imperio Otomano y en Persia, así como entre los mongoles y tártaros, sobre otras como los reichsthalers. 
Es curioso como el rublo, en sus casi setecientos años de historia, no había sido utilizado nunca como divisa fuera del Imperio Ruso, de la extinta Unión Soviética y de la actual Federación, y sólo hace muy poco la libre circulación del rublo se instauró por vez primera en el extranjero, en la ciudad china de Suifenhe, cerca de la frontera de ambos países. Quizá sea esta la razón por la que el Banco de Rusia ha aprobado recientemente un nuevo símbolo del rublo, con la intención de introducir su moneda en los mercados internacionales.

Bibliografía:

·         BELTRÁN, A., Introducción a la Numismática universal, Madrid, 1987.
·         BLACK, J., La Europa del siglo XVIII, Madrid, 1997.
·         CIPOLLA, C.M., La odisea de la plata española. Conquistadores, piratas y mercaderes, Barcelona, 1999.
·         MANAEV, G. , “Breve historia del rublo”, en Russia beyond the headlines, 22 de diciembre de 2013.

miércoles, 4 de junio de 2014

La moneda española en circulación en las islas Malvinas en el siglo XIX

Publicado en Numismático Digital, 4 de junio de 2014

http://www.numismaticodigital.com/noticia/7331/Articulos-Numismatica/La-moneda-espanola-en-circulacion-en-las-islas-Malvinas-en-el-siglo-XIX.html


El pequeño archipiélago de las Malvinas, deshabitado hasta mediados del siglo XVIII, fue motivo de fricciones políticas entre España, Francia y el Reino Unido, hasta que finalmente fue poblado y posteriormente abandonado por los españoles. Tras su hasta la fecha definitiva ocupación británica en 1833 y hasta mediados del siglo XIX, las onzas y los pesos españoles y de otros países iberoamericanos fueron comunes en la circulación monetaria entre la exigua población de estas islas.

Compuesto de dos islas principales, Gran Malvina y Soledad, y más de doscientos islotes, se discute sobre quien fue su descubridor, y fue visitado desde el siglo XVI por marinos españoles, ingleses y holandeses. No fue hasta el 3 de febrero de 1764 cuando Bougainville tomó posesión de las islas en nombre del rey de Francia, construyendo un fuerte en la isla Soledad y fundando la colonia de Port Louis. Los españoles requirieron a los franceses la evacuación de las islas, que fueron entregadas el 1 de abril de 1767 al gobernador español designado, don Felipe Ruiz Puente, que se hizo cargo de la colonia y de sus 115 habitantes.

Simultáneamente, el capitán Mac Bride fundó una colonia británica, Puerto Egmont, en la isla Trinidad. Tras dos años de presencia de ambos establecimientos y de desconocimiento mutuo, dos navíos, uno de cada nacionalidad, se encontraron en la bahía de la Soledad y dieron noticia a sus respectivos gobiernos. El gobernador de Buenos Aires, Francisco Bucareli y Ursua, envió a Puerto Egmont cinco fragatas con 1.500 hombres de desembarco al mando de Juan Ignacio de Madariaga, que enfrentándose a un contingente británico muy similar y tras encarnizados combates se apoderaron de la colonia inglesa el 10 de junio de 1770.

Los ingleses protestaron enérgicamente, y si bien se les permitió volver a tomar posesión de Puerto Egmont, fue sólo para posteriormente abandonarlo. Los colonos españoles no consiguieron aclimatar la flora y los árboles traídos de la isla del Fuego y retornaron al continente, quedando el archipiélago como lugar de destierro y presidio, con una exigua guarnición en su extremo occidental que finalmente fue evacuada en 1811.

En 1829, abrogando todos los derechos de la Corona de España en las tierras cercanas al Cabo de Hornos, la República Argentina expidió un decreto de 10 de junio recogiendo que las islas Malvinas tendrían un gobernador político y militar, con residencia en la Isla de la Soledad, donde se levantaría una batería. El cargo de gobernador recayó en el hamburgués Luis Vernet, que partió con cuarenta colonos para comenzar a poblar las islas. Según una carta del capitán King, citada por Lacroix, la población de las mismas se reducía a unas cien personas, entre las que se encontraban 25 gauchos, cinco indios, dos familias holandesas, tres familias inglesas, una alemana y algunos comerciantes portugueses y españoles.

 Las medidas represivas tomadas por el gobernador contra los balleneros anglo norteamericanos levaron a que en 1831, tras apoderarse los argentinos de una embarcación norteamericana, el capitán estadounidense Silas Duncan, de la corbeta Liexngton, atacase la colonia, saquease sus propiedades, arrasase las viviendas y se llevase cautivos a muchos de sus habitantes. El 2 de febrero de 1832 la fragata Clio fondeó en la bahía de Berkeley, y la Tyne en Puerto Egmont, enarbolando ambas la bandera británica, y la pequeña guarnición argentina se rindió sin resistencia y se trasladó al continente en la goleta Sarandí.

 Con anterioridad a la ocupación británica de las islas circulaban en las mismas unos vales expresados en pesos, que habían sido emitidos por el gobernador Vernet  para el pago del personal asalariado y para la provisión de bienes. Los mismos estaban impresos en tinta negra y tenían valores faciales de 1, 2,5 y 10 pesos, y sólo tenían el anverso coloreado, estando su reverso en blanco.

 Este papel moneda siguió circulando como moneda local hasta tiempo después de la ocupación, incluso una década más, si bien, según el barón Robert Chalmers, era muy impopular entre los gauchos. Aunque se utilizaba el numerario esterlino como moneda de cuenta, según este autor el circulante estaba compuesto de reales de a ocho-dólares-  y de doblones importados de Río de Janeiro o traídos por los barcos, siendo las principales monedas en uso para los 78 habitantes de las islas.

 Chalmers citaba que el 31 de marzo de 1842 el gobernador había recibido 1.183 dólares y 8 peniques, con la misma valoración que en las colonias inglesas tenían en 1825 de 4 chelines y 4 peniques cada peso fuerte, y el 6 de abril del mismo año que había recibido una bolsa con 44 doblones españoles y 217 ¼ pesos de plata desde Río.

 Debido a la escasez de moneda en 1844 el gobernador emitió temporalmente papel moneda por un valor nominal de 1.000 libras esterlinas, expresados en pesos españoles-dólares-, según el siguiente cuadro:

Descripción
Ejemplares
Total en pesos
£.
s.
d.
½ pesos
210
105
22
15
-
1 peso
130
130
28
3
4
5 pesos
170
850
184
3
4
10 pesos
43
430
93
3
4
25 pesos
64
1.600
346
13
4
50 pesos
30
1.500
325
-
-
1 chelín y 10 peniques
1
1 chelín y 10 peniques
-
1
10
Total
£
1.000
-
-

 
Hasta 1849 los pesos siguieron circulando en las Malvinas a un valor de 4 chelines y 4 peniques, hasta que de acuerdo con las instrucciones recibidas el gobernador emitió una Proclamación el 31 de julio de 1849 declarando la estimación de los doblones y dólares españoles en 64 chelines y 4 chelines y 2 peniques, respectivamente, proveyendo que sólo las monedas perfectas podrían recibirse como pago.

Fue en esta época según Chalmers cuando el creciente valor del metal áureo desplazó al numerario argénteo y se comenzó a importar moneda esterlina, convirtiéndola en el modo habitual de pago en las islas, a pesar de los fallidos intentos de importar pesos españoles desde Montevideo. También citaba en circulación a finales de la centuria monedas estadounidenses de oro y plata, pesos mexicanos, uruguayos, de Montevideo, chilenos y peruanos, moneda brasileña de oro y plata y piezas francesas de 5 francos, todos ellos a una estimación de 4 chelines por peso –dólar-. Se habían encontrado en 1863 pesos chilenos y otras monedas falsas en circulación.

El oro era escaso, dado que los particulares lo atesoraban para cambiarlo por plata a los ovejeros que emigraban a Patagonia, que pagaban más de un 7 ½ % de premio por el oro para llevarlo con ellos al continente. Cuando escribió su obra, Chalmers afirmaba que sólo quedaban en circulación como moneda foránea 20 o 30 medios dólares y una moneda de 200 reis, y que eran muy impopulares.

 BIBLIOGRAFÍA:  

CHALMERS, R.,  History of currency in the British Colonies, London, 1893
LACROIX, F., Historia de la Patagonia, Tierra de Fuego e Islas Malvinas, traducida al castellano por una sociedad literaria, Barcelona, 1841.

 Numismática de las Islas Malvinas Argentinas, del Museo Histórico y Numismático José Evaristo Uriburu (H). Banco Central de la República Argentina, 2008.