domingo, 7 de noviembre de 2021

El traslado de la Real Casa de Moneda de Lima a Cuzco

 Publicado en UNAN Numismática nº44, 2021

Durante el dilatado ciclo bélico que vivió el Perú entre el desembarco en Pisco de la Expedición Libertadora del Perú en septiembre de 1820 y la batalla de Tumusla el 1 de abril de 1825, se agudizaron las necesidades de financiación de ambos bandos contendientes. La capital, Lima, en disputa y ocupada por uno u otro ejército en varias ocasiones, disponía de su Real Casa de Moneda para la labra de moneda, pero carecía de metales para llevarla a cabo, mientras que en el territorio controlado por el Ejército Real del Perú se encontraban los principales yacimientos de metales preciosos, pero se carecía de los medios para amonedarlos. En estas circunstancias, en una de las ocupaciones de Lima por las fuerzas realistas en julio de 1823, el virrey José de  la Serna ordenó la evacuación y traslado de los útiles y el personal de la Casa de Moneda de Lima, para con ellos abrir una nueva ceca en la capital del territorio que controlaban, Cuzco.

 Tras el fracaso de la Conferencia de Punchauca el 5 de junio de 1821, el Ejército Real del Perú se retiró de Lima y se trasladó a la ciudad de Cuzco, que se convirtió en la capital virreinal durante más de tres años. A diferencia de lo que sucedió en el bando republicano, los estudios de Dionisio de Haro muestran que los limitados recursos disponibles fueron eficientemente  gestionados. La falta de fondos metálicos, procedentes de la ceca de Lima, en manos republicanas, y la existencia de egresos que crecían exponencialmente por los gastos bélicos, hicieron que se hubiese que recurrir a los cupos al comercio, préstamos forzosos, contribuciones de predios rústicos y a los donativos y préstamos voluntarios.  

 A pesar de estos instrumentos financieros extraordinarios, la falta de moneda circulante ahogaba la economía y lastraba el necesario esfuerzo bélico, por lo que el gobierno llevó a cabo la posiblemente más audaz y sorprendente acción de todo el conflicto, con el traslado de la Casa de Moneda desde Lima a Cuzco. Durante la ocupación de Lima en julio de 1823, el general José de Canterac recibió la orden de dicho traslado de los materiales y de los operarios de la misma. En el mes escaso que permaneció en la ciudad, se acuñaron en su ceca monedas de ¼, 1, 2 y 8 reales de facial, por un montante global de 200.000 pesos, utilizando como cospeles o resellando con una corona un número indeterminado de los conocidos como Pesos de San Martín o del Perú Libre.

 Desde Lurín, Canterac informó el 17 de julio del traslado de la maquinaria, los dependientes y operarios. El superintendente Pablo Terón y Prieto, que había sido cesado por San Martín el 7 de agosto de 1821, el ensayador y contador Tomás Panizo y Talamantes, el ensayador Pablo Cano Melgarejo, el guarda cuños Fernando Gonzales de Varea, el contador de moneda Domingo Arriaga, su oficial Manuel Urrutia, el portero marcador de la sala de libranzas José Zapata, el guarda vista de la fundición Antonio Imperial Cárcamo y los talladores Fernández de Soto y Dávalos acompañaron también a la maquinaria a su nuevo emplazamiento.

 En la localidad de Huancayo, el teniente coronel José Antonio Vigil Manrique de Lara, cajamarquino que sirvió lealmente en el Ejército Real hasta la batalla de Ayacucho y posteriormente en el ejército peruano, fue encargado del traslado hasta Cuzco, mientras la Real Hacienda realizaba todos los preparativos para su instalación en esta ciudad. Manuel Solares, tesorero de la Casa de Moneda de Potosí, recibió en fecha 28 de noviembre su traslado para la organización de la nueva ceca, y se trasladó a Cuzco con el ensayador Gregorio Carril y el contador Juan Bautista de la Rosa. Los útiles y el personal procedentes de Lima llegaron a la ciudad el 19 de diciembre.

 Para su ubicación se optó el Convento y Hospital de San Juan de Dios, un edificio abandonado, eligiendo al Asesor General del virreinato, José María de Lara, dado que tenía experiencia como ensayador propietario de las Cajas de Potosí, como consejero. Se encomendó al subdelegado de Paucartambo, Silvestre Prado, que proveyese de la necesaria madera, y fue necesario reparar los viejos canales y depósitos de agua. Los gastos de adecuación del edificio y de la infraestructura necesaria para dotarle de la necesaria fuerza hidráulica para mover la maquinaria ascendieron entre el 26 de enero al 26 de junio del año siguiente a la suma de 15.800 pesos.

 Para dotar de metales a la misma, por dos Decretos de 6 de marzo y 5 de junio de 1824 se establecieron los rescates de la plata por las tesorerías, fijando para el Banco de San Carlos de Potosí y dichas tesorerías las tarifas de compra del metal en pasta, pagándose por las piñas con peso superior a 30 marcos 7 pesos y 2 reales por marco, por las menores hasta 10 7 pesos y 1 real, por la plata en planchas, piezas menudas y piñones 6 pesos y 4 o 6 reales, y por la chafalonía y vajilla 6 pesos. El decreto de 6 de marzo redujo los derechos del Banco de San Carlos de Potosí a un real por marco, suprimió el impuesto extraordinario de guerra y ordenó el inmediato pago en dinero, al contado y sin dilación o demora, a los mineros.

 Igualmente, se reguló la distribución de los metales, dado que las barras fundidas en las Cajas de Oruro y La Paz se debían remitir con guía a Potosí, mientras que las que se procesaban en Puno, Arequipa, Tarma, Huamanga, Tacna y Huancavelica eran remitidas a las Casa de la Moneda de Cuzco. En todo caso, se trataba de unas tarifas elevadas para el pago a mineros y poseedores, y más en tiempos de guerra, y la eficientemente gestionada institución cumplió en su corta vida útil en manos de las autoridades virreinales, medio año, un importantísimo papel, al suministrar al Gobierno numerario en momentos económicos críticos.

 Los tipos utilizados fueron los mismos que se usaron en la Casa de Moneda de Lima, con el busto del monarca realizado por el grabador Félix Sagau y Dalmau de Galcerán en 1811, del conocido como tipo general y que fueron remitidos a las Casas de Moneda de los Reinos de las Indias desde ese mismo año. Como marca de ceca se utilizaron las siglas CUZ, sirviendo de tallador un oficial apellidado Herrera y como ensayador el antes citado Tomás Panizo y Talamantes, con sigla T. Se acuñó moneda de 1, 2 y 8 reales de facial.

 Dargent informa de que en las emisiones realizadas tras la capitulación de Ayacucho, realizadas con los mismos cuños, se cambió la sigla de ensayador por la G, correspondiente al ensayador Gregorio Carril, por lo que son reconocibles estas monedas batidas ya bajo gobierno republicano. El reconocimiento de esta ceca fue aprobado por Fernando VII el día 16 de enero de 1825.

 Según recoge Dargent, en el Manual principal de la administración del tesoro público del Cusco, que como reconoce el propio autor recoge doce partidas de metal y puede que no sean datos completos, supone una acuñación de 65.663 pesos y 2 reales de plata. Hemos de recordar que las estimaciones más altas para las emisiones de los pesos del Perú Libre entre 1822 y 1823 arrojan un montante global de unos 75.000 pesos, que obviamente no pudieron cubrir las necesidades de circulante del territorio controlado por los republicanos.

 Algunos autores recogen que los plateros iniciaron una campaña para desacreditar el sistema de compra, dado que con ello perdían el monopolio de la compra de las pastas a un precio muy inferior, entre 5 y 5 ½ pesos el marco, y que los republicanos afirmaron que la población fue resistente a la entrega de estas pastas, lo se debería al celo patriótico a favor de la causa de liberación.

 El día 16 de diciembre de 1824 se recibieron en Cuzco las noticias de la batalla de Ayacucho y de la posterior capitulación, y el 25 de diciembre llegó el general Agustín Gamarra Messía, antiguo teniente coronel del Ejército Real del Perú que había desertado en 1821 y natural de Cuzco, como gobernador de la plaza y director de su Casa de Moneda. El metal de plata y todo el oro recaudado, para el que se habían preparado también los cuños, que se encontraban en ella fueron acuñados los días 4, 12 y 15 de enero de 1825, como vimos,  reutilizando los cuños a nombre de Fernando VII, que se siguieron utilizando, manteniendo la fecha, hasta 1826.

 En cuanto a los oficiales y trabajadores de esta Casa de Moneda, como en prácticamente todos los ámbitos de la sociedad peruana, los menos abandonaron el país y la mayoría siguió realizando su trabajo o se reincorporó a la Casa de Moneda de Lima, como fue el caso del ensayador Tomás Panizo y Talamantes, que sirvió en la ceca capitalina entre 1835 y 1848, el superintendente Pablo Terón y Prieto o los ensayadores Pablo Cano Melgarejo y Gregorio Carril.

 Y es que, como afirma don Ricardo Iván Álvarez Carrasco en su magnífico artículo citado en la bibliografía, esta fue una época de veleidades y lealtades endebles, en un conflicto en el que, como afirma apropiadamente la historiadora también peruana Natalia Sobrevilla, en vez de utilizar la tan habitual como desacertada dicotomía españoles versus patriotas, tendríamos que hablar de hermanos, compañeros y amigos de sus mismos contrarios. 

 Bibliografía recomendada:

 ALVAREZ CARRASCO, R.I. “Superintendentes Administradores, Ensayadores y Grabadores en las cecas del Perú Virreinal”,  Revista Numismática Hécate Nº 6, 2019, pp. 204-224.

DARGENT CHAMOT, E., Monedas, medallas y condecoraciones de la Independencia del Perú, Universidad Ricardo Palma, Escuela de Turismo, Hotelería y Gastronomía, Perú, 2019.

HARO ROMERO, D. de, “Las Casas de Moneda españolas y peruanas durante la Independencia del Perú (1820-1824): Reforma liberal y guerra”, II Congreso Latinoamericano de Historia Económica, México, 2010.

HARO ROMERO, D. de, “La paradoja monetaria durante la Independencia del Perú (1820-1824): Máquinas sin plata y plata sin máquinas”, X Congreso Internacional de la AEHE, Universidad Pablo de Olavide, septiembre 2011.

PELLICER I BRU, J., Glosario de maestros de ceca y ensayadores, Madrid, 1997.

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