Publicado en Panorama Numismático, 29 de julio de 2015
En la teoría económica, como en otras muchas ramas del
saber, despuntó Gaspar Melchor de Jovellanos, que consideraba la economía
política la principal ciencia del gobierno. Si bien no escribió ninguna obra
económica de carácter general, sus ideas económicas son rastreables en muchos
de sus escritos, siendo asimismo un reconocido protector de los estudios
numismáticos. Como recoge Isabel Rodríguez, sus donaciones de monedas al
Gabinete Numario se repitieron a lo largo de sus años como académico, y abarcaron
piezas de todas las épocas, aunque según su amigo González de Posada no poseía
monetario propio.
Francisco Cabarrús, el promotor del Banco Nacional de
San Carlos y de la emisión de los Vales Reales, fue un prolífico escritor.
Entre sus obras destacan, entre otras, la Memoria
para la formación de un Banco Nacional de 1783, la Memoria al Rey Carlos III para la extinción de la Deuda Nacional
del mismo año, y el Elogio de Carlos III,
Rey de España y de las Indias de 1789.
Francisco Cabarrús defendió el individualismo y la libertad en los
negocios para alcanzar la riqueza y la felicidad. Como recoge Tedde, Cabarrús se preocupó de introducirse en el círculo de los ilustrados,
ingresando en 1776 en la Sociedad Económica Matritense, y fue asiduo de la
tertulia que se reunía en la casa del fiscal del Consejo de Castilla, Pedro
Rodríguez de Campomanes. Cultivó la amistad del conde de Floridablanca y de
Jovellanos, y Tedde afirma que, en 1780, su amistad con los ilustrados le
resultó muy útil para hacer valer sus proyectos. Cabarrús fue según este autor
el introductor de tres grandes novedades en la economía financiera española, que
fueron el papel moneda, la apertura de un Banco Nacional y el desarrollo del
mercado de valores mobiliarios.
Otro importante economista fue Valentín Tadeo
Echavarri de Foronda, amigo de Cabarrús, un miembro destacado de la Sociedad
Bascongada de Amigos del País, prolífico escritor y diplomático en los
recientemente creados Estados Unidos de América. Para este autor, las medidas
monetarias llevadas a cabo con cálculos erróneos y dictadas por ministros
ignorantes, aumentando el valor de las monedas sin aumentar su peso y calidad,
produjeron graves daños a las economías de las naciones en las que se
aplicaron. Si en un principio se consiguieron beneficios con estas prácticas de
un 50%, el mismo porcentaje se perdía al recibir el Estado los tributos de su
pueblo.
En una sociedad como la europea del setecientos el
valor numerario de las monedas metálicas era el de su valor intrínseco, y según
Foronda no se podía dar un valor mayor a un peso o a un doblón cambiando
únicamente la denominación numeraria de estas especies. Ponía como ejemplo de
los cambios operados en el continente cómo un pedazo de papel se había
convertido en cobre, plata y oro, y la controversia que las emisiones del Banco
de Inglaterra, Holanda, la Caja de Descuentos de París y el de Laux habían
suscitado entre los políticos sobre su conveniencia.
Vicente Alcalá Galiano es posiblemente uno de los
mejores autores económicos de la Ilustración española. Destaca especialmente su
obra Sobre la necesidad y la justicia de
los tributos, publicada en las Actas y Memorias de la Sociedad Segoviana de
Amigos del País entre 1781 y 1788. Conocedor de Adam Smith, introdujo
importantes conceptos teóricos, como la definición de riqueza basada en el
trabajo, la acumulación del capital en el desarrollo económico, la división del
trabajo o el concepto del interés propio.
Alcalá Galiano recoge en esta obra cómo en tiempos
anteriores se creía que la riqueza consistía en el oro y la plata, por lo que
todas las naciones de Europa prohibieron su extracción, lo que alimentó un
activo contrabando. Debido a ello,
Reconocidas
estas verdades de casi todas las Naciones, se levantó en muchas de ellas la
prohibición de extraer el oro y la plata, à no ser en moneda; y se dedicaron
todas á atraerse á su favor la balanza de comercio, procurando y discurriendo
con la mayor sagacidad quantos arbitrios fueron imaginables, para que el valor
de las mercancías introducidas fuese menor que el de las extraidas.
En 1790 publicó su Arismética
para negociantes el catalán Benito Bails, posiblemente el mejor matemático
español de finales de la centuria. Benito Bails pasó su
infancia y juventud en Francia, fue amigo de D’Alembert y Condorcet y el
redactor de los artículos relativos a España del Journal Historique et Politique. De vuelta en Madrid frecuentó a
importantes figuras como Campomanes, el Conde de Aranda, Roda o Ricardo Wall,
fue socio de las Reales Academias de la Historia y de la Lengua y de la de
Ciencias Naturales y Artes de Barcelona, y Catedrático de matemáticas de la
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Ejemplo de hombre ilustrado,
hablaba a la perfección francés, italiano, alemán, inglés y latín, compuso un
tratado sobre arquitectura civil y su obra destaca en muchos ramos del
conocimiento. Sufrió prisión en 1791 y destierro de la Corte por posesión de
libros prohibidos y por sostener propuestas ateas y materialistas en sus
clases.
Para este autor la moneda era la medida comparativa
del valor de todas las cosas que el hombre gasta para sus necesidades o su
regalo. No eran a su parecer el oro y la plata las que señalaban el valor
absoluto de las cosas de indispensable
necesidad, sino que eran éstas las que le daban estimación a los metales
preciosos. Tras definir las propiedades de los distintos metales y
la forma de alearlos y separarlos, dedica su estudio a la moneda, afirmando que
de todos ellos sólo el oro y la plata son los únicos á propósito para labrar moneda, al ser metales perfectos,
dúctiles y maleables, adecuados para admitir cualquier estampa y forma y raros
y de gran valor. Los metales que él denomina imperfetos, como era el caso del
cobre, sólo servían para “…labrar monedas
comunes, de corto precio, y para representar los frutos menores no mas en las
ventas por menor”, y para la liga de las monedas de oro y plata.
Al ser la moneda la medida cuyo destino era arreglar y
asegurar la propiedad de los ciudadanos, acreedores y deudores, había de ser
invariable, como los pesos y medidas, conviniendo que “…las monedas y la calidad de los metales de que se labran estén señaladas
y fixas sobre un pie al qual ya no sea lícito tocar ni hacer mudanza
alguna". Dado que los metales puros no abundan en la naturaleza, y que
en todas las naciones se había introducido el uso de acuñar moneda con liga,
era necesario que hubiese principios para averiguar el grado de pureza o
impureza de los metales.
Entre las diferentes especies de moneda, este autor
distingue entre la efectiva o real, la imaginaria, de cuenta o de cambio, la
moneda de banco y la moneda corriente o fori
banco. La moneda real o efectiva era la que corría en realidad, siendo
piezas verdaderas del peso y ley que mandaba el soberano. La moneda de cuenta,
imaginaria o ideal era la utilizada en el comercio para ajustar cambios. En
cuanto a la moneda de banco, se diferenciaba de la moneda corriente o foribanco en el agio, aunque fuesen
piezas de un mismo nombre, valor y peso.
José Antonio Ortiz fue autor del Ensayo sobre la Moneda-Papel de 1796 y de una traducción de la obra
La Riqueza de las Naciones dos años
antes, siendo su traducción la mejor que se dispuso en nuestra lengua durante
el siglo XIX, y a decir de Reyes Calderón, el mejor acercamiento posible a la
obra hasta muy avanzado el siglo XX. Esta autora ha analizado la aportación propia de este economista ilustrado, que juzgaba según
parámetros sociales, políticos y personales un camino no estrictamente técnico
hacia el comercio, dejando en la traducción realizada constancia de su personal
evaluación.
En su obra Ensayo
sobre la Moneda-Papel de 1796 José Alonso Ortiz recogía la idea de que era
más conveniente recurrir a las emisiones de papel moneda en situaciones
públicas de emergencia que incrementar la presión fiscal con unos impuestos de
difícil recaudación, pero para su aceptación por el público era necesario que
el gobierno fuese posteriormente amortizándolo mediante un leve aumento de la
presión tributaria.
También destacó el valenciano Ramón Campos, que en
1797 publicó La economía reducida a
principios exactos, claros y sencillos, obra que divulgó los principios
básicos de la obra de Smith y que redactó en Londres entre 1793 y 1796, donde
estaba comisionado por el Consejo de Castilla para estudiar los progresos de la
agricultura inglesa. Para Campos el consumo de los metales preciosos crecía con
los progresos de la sociedad, por lo que en los países más desarrollados era
donde tenían más despacho y precio los metales. Al ser la abundancia de las
minas algo casual, era claro que el precio del oro y de la plata, regulándose
como todos los otros precios por el principio de la proporción entre el surtido
y el consumo, había padecido muchas variaciones, de modo que una misma cantidad
de estos metales en tiempos distintos habían tenido distinto valor, debiéndose
por ello hacer diferencia entre el precio nominal, la cantidad de metal que se
daba por las cosas, y su pecio real.
Para saber más
ALCALÁ GALIANO, V., Sobre la necesidad
y la justicia de los tributos, fondos de donde deben sacarse, y medios de
recaudarlos, Memoria presentada a la Sociedad Económica de Segovia y publicada
en el Tomo IV de sus actas, Madrid, s.n., 1788.
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