miércoles, 6 de febrero de 2013

Algodón, té y plata española: La conquista británica de la India



Publicado en Numismático Digital, 6 de febrero de 2013

http://www.numismaticodigital.com/noticia/6320/Articulos-Numismatica/Algodon-te-y-plata-espanola:-La-conquista-britanica-de-la-India.html

La India no tenía minas de plata, por lo que toda la que se amonedaba llegaba vía comercio. El volumen del tráfico a finales del siglo XVIII alcanzó tal dimensión que, según los cálculos de Humboldt, en 1795 los comerciantes británicos habían desembolsado 4.410.000 pesos en géneros pagados en la propia India a comerciantes chinos en estaño, algodón y opio, además de los 6.614.000 pesos en moneda para su comercio directo con China.

La plata que llegaba a la India por la Nao de la China, por el comercio con los países occidentales, del Golfo Pérsico y de Arabia, así como de China y de Japón antes del embargo decretado en este último país en 1668, sirvió para la monetización del Imperio Mongol, si bien también hizo que se sufriesen los efectos de la inflación y el incremento de los precios, que lo desestabilizaron y ayudaron a la posterior expansión británica.

La moneda de plata de la India, la rupia, era universalmente aceptada y de buena calidad. Su circulación se circunscribía a su año de emisión, por lo que anualmente los particulares debían llevarla a las numerosas cecas abiertas para que fuesen nuevamente batidas, y cualquiera podía adquirir moneda en estos establecimientos con un pequeño coste de un 5,6%. Esto hizo que el circulante se mantuviese estable, tanto en calidad como en cantidad, si bien no se pudo adecuar al importante incremento que se produjo en la población.

La colonia francesa de Pondichéry, actual Punducherry, era un importante centro emisor de estas rupias y de los fanon, la moneda circulante en la costa de Coromandel, siendo su materia prima los reales de a ocho españoles. Dado que por su origen eran las que menor riesgo tenían de ser aleadas con otros metales, corrían libremente por todo el subcontinente, siendo recogidas por los tesoreros de los Rajás y Nababs, tanto gentiles como musulmanes, e incluso los comerciantes de otras naciones, especialmente daneses y holandeses, llevaban a esta ceca sus pesos fuertes para que fuesen convertidos en rupias.

Su lucrativa actividad se llevó a cabo hasta 1837. El 3 de marzo de este año, el Consejo de la ciudad propuso que, ante la medida tomada por motivos económicos del cierre de la Casa de Moneda, y para convertir en moneda local los reales de a ocho sin pérdida, no se debían de pagar más de 216 rupias por cada 100 reales de a ocho, pero que esto era imposible de conseguir, dado que en la isla Borbón, la actual Reunión, el precio de estas piastras era de 218 rupias.

Durante el siglo XVIII la Compañía Británica de las Indias Orientales había llevado a cabo operaciones comerciales de alto riesgo. Se utilizaba la plata española para la compra de productos textiles en la India, que a su vez eran cambiados en Indonesia por nuez moscada, clavo y pimienta. Estas especias se remitían a las Islas Británicas, donde eran vendidas necesariamente en moneda de plata, que nuevamente se remitía a Oriente para alimentar el comercio de índigo, té, café y seda con China, en un periplo con una duración total de dieciséis meses.

En la primera mitad del siglo, y ante la imposibilidad de desbancar las manufacturas locales con su propia producción, el comercio británico siguió basándose en la demanda de prendas de algodón hindú y de té chino en Europa, intentando a su vez reducir las remesas de metales preciosos hacia estos territorios. Durante todo el siglo se abrieron en numerosas poblaciones costeras del subcontinente establecimientos para la producción de prendas estampadas destinadas a la exportación.

Dado que su mayor producción se daba en Bengala, los británicos se concentraron en esta área, y su influencia de incrementó en ella día a día. Al principio ejercieron su jurisdicción en nombre del Gran Mongol, e incluso emitieron moneda a su nombre, una vez que controlaron la ceca y que forzaron el transporte del Tesoro Real desde Murshidabad a Calcula, donde se encontraba bajo su directo control.

Los fondos obtenidos se utilizaron no sólo para el comercio de la Compañía, sino también para la ulterior conquista de toda la India, y la extracción de gran cantidad de plata que había sido introducida en siglos anteriores para la compra de  té en China produjo una gran escasez de circulante. Los británicos quisieron establecer un numerario uniforme, para lo que desmonetizaron las monedas locales, pero la emisión de nuevo cuño no cubría las necesidades de la circulación, y menos a finales del siglo, por efecto de las caídas de precios y las convulsiones en el comercio a causa de las Guerras Napoleónicas.

Asimismo, los británicos fijaron cambios nada ventajosos entre la moneda de plata y las existentes en cobre y los cauríes, utilizados para las transacciones corrientes. Para la labra de nueva moneda, a comienzos del siglo XIX se batieron en la ceca de Madrás piezas de dos rupias y ½ coronas sobre cospeles de moneda española procedente de las Indias. Y fue la India igualmente la que suplió de numerario a otras colonias británicas, como fue el caso de los 400.000 reales de a ocho remitidos desde Bombay, vía Madrás, a la Colonia de Australia en 1812, origen de los famosos Holey Dollars.

Si bien ya desde 1701 se había prohibido en Inglaterra la importación de telas estampadas y se comenzó a importar algodón en rama para su manufactura en la propia isla, no fue hasta la segunda mitad del siglo, con la mecanización que dio comienzo con la Primera Revolución Industrial y con la política de reducción de la producción hindú tras tomar el control directo del país, cuando la industria textil británica comenzó su definitivo despegue. Entre 1803 y 1815 dominó el territorio central del subcontinente, regido por los marathas, y en el siguiente medio siglo se fue anexionando el resto del país. Tras la rebelión de los cipayos de 1857 se abolió oficialmente el Imperio Mongol.

El té pasó de considerarse un bien de lujo a un producto de primera necesidad en los países anglosajones durante el siglo XVIII, y su estanco en uno de los principales ingresos de la Corona, hasta un 10% de todos los del Tesoro. Para su pago en China, desde el Edicto del Emperador Tao Kuang, sólo se aceptaba en teoría moneda de plata, si bien desde la década de los años 30 del siglo XIX China pasó de ser el primer receptor al principal exportador de plata, por mor del comercio del opio.

Bibliografía:
BERNSTEIN, W.J., The Birth of plenty: how the prosperity of the Modern World was created, McGraw-Hill, Companies, Inc., 2004.
BHATTACHARYA., S., “Regional Economy (1757-1857), Eastern India”, in The Cambrigde Economic History of India, Vol. 2, c.1757-c.1790, Cambridge, 1983.
BROADBERRY, S. y GUPTA, B., “Monetary and real aspects of the great divergence between Europe and Asia, 1500-1800”, Department of Economics, University of Warwick, 23 August 2005.
CAIN, P.J. y HOPKINS, A.G., “The political economy of British expansion overseas, 1750-1914”, The Economic History Review, 2nd series, Vol. XXXIII, no. 4, November 1980.
CHEVALIER. M., On the Probable Fall in the Value of Gold: The Commercial and Social Consequences which may ensue, an the Measures which it invites, Translated from the French, with preface, by Richard Cobden, Esq., New York: D. Appleton and Co.,1859.
FOERSTER, G.H., “Plata hispanoamericana en circulación mundial del siglo XVI hasta el siglo XX. Monedas de una exposición numismática”, Gaceta Numismática 141, junio 2001, pp. 41-59.
HUMBOLDT, A. von, Ensayo Político sobre la Nueva España, T.III, Paris, 1827.
ROTHERMUND, D. An economic history of India; from pre-colonial times to 1991, New York, 1988.
ZAY, E., Histoire Monétaire des Colonies Françaises, Paris, 1892.
The Sydney Gazette and New South Wales Advertiser, 28 November 1812.


jueves, 3 de enero de 2013

La moneda de vellón de Cartagena de Indias



Publicado en Numismático Digital, 2 de enero de 2013
 
y en Numisnotas 142
 

Es bien conocido el hecho de que en 1620 se dispuso la puesta en marcha de una Casa de Moneda en Santa Fe, con una sucursal en Cartagena de Indias, para la labra de moneda de oro, plata y vellón. La oposición del cabildo municipal de esta última plaza a la emisión de numerario de vellón, por considerarlo poco fiable, llevó a su desmonetización en esta ciudad siete años después. 

Ya antes de la constitución de las nuevas Casas de Moneda, el 20 de octubre de 1619 el oidor de Panamá, Alonso Espino de Cáceres, ponía de manifiesto los problemas que acarreaba que la moneda que corría en esta ciudad careciese de improntas, sello ni marca. Se trataba según él de pedazos de plata con mezclas de otros metales, y las negras vendedoras debían ir cargadas con un peso para pesar los pedazos de este circulante tan deficiente.

Por Real Cédula de 1 de abril de 1620 se ordenó fundar la Casa de Moneda de Santa Fe, y que en la misma se acuñase numerario de vellón rico en cuartillos, por un valor de 300.000 ducados, con una talla de 25 reales y cien piezas por marco. El precio del cobre era por cuenta de Alonso Turrillo, y el beneficio del monarca por la emisión, además del común, de un 35%, a cobrar por los oficiales de la Real Hacienda.

Esta moneda debía tener como motivos según la Real Cédula en el anverso las armas de Castilla y León, y en su reverso dos columnas con una granada en medio, como símbolo de Santa Fe, PLUS ULTRA a los lados y la letra del ensayador en su parte baja. La leyenda que se debía incluir era PHILIPPUS TERTIUS YSPANIAE ET INDIAE REX.

Por una nueva Real Cédula de 10 de junio de ese mismo año se ordenó abrir una oficina en Cartagena en la solamente se debía batir vellón rico para subvenir las necesidades del tráfico menudo por un importe de 60.000 ducados, de los que solamente se batieron, según Dargent, 5.409 pesos por su falta de aceptación por la población, encabezada por su gobernador, Sancho Girón.

Los motivos alegados en esta Real Cédula para acuñar esta moneda de vellón eran el consumo de la plata corriente de esta provincia y la provisión de numerario a las islas de Barlovento y a otras vecinas. Se afirmaba en la misma que además del beneficio general que suponía recoger la plata corriente en circulación, se exoneraría de los gastos y costas que conllevara el llevarla a labrar a esta Casa de Moneda.

Hasta nuestros días han llegado algunos ejemplares atribuidos a la ceca de Santa Fe, que constan en el prestigioso Standard Catalog of World Coins dedicado siglo XVII, si bien Dargent afirma que la oposición de la población hizo que no se llegasen a batir. En la magnífica obra sobre macuquinas de Colombia escrita por los prestigiosos numismáticos Jorge Emilio Restrepo y Joseph R. Lasser, que reproducen emisiones de cuartillos de vellón en Santa Fe, se afirma que se supone que dicha moneda de vellón fue asimismo batida en Cartagena, pero que en la actualidad no se conserva ningún ejemplar.

La existencia de este numerario y su circulación en Cartagena está, no obstante, ampliamente documentado en las fuentes. En el Archivo General de Indias encontramos numerosos documentos, informes y comunicaciones realizadas por varias autoridades referidas a su labra, a la falta de aceptación de este circulante y a las peticiones para que no se batiese moneda de vellón.

En el Archivo General de Indias encontramos los registros de ida de las naves que fueron a Cartagena en 1625 con pertrechos para la nueva Casa de Moneda del Nuevo Reino de Granada con los galeones de Tierra Firme, siendo su general el Marqués de Cadereita, don Lope Díez de Armendáriz. Los mismos fueron transportados en la nao Nuestra Señora de los Reyes, de 116 toneladas, siendo su maestre Marcos de Urquiza.

En cuanto a sus instalaciones, tenemos una importante fuente de información también en el Archivo General de Indias, en la Visita que a ambas cecas realizó en 1637 Juan Bautista de la Gasca, oidor de la Audiencia de Panamá. Describe la de Cartagena como una casa de viviendas, alquilada, donde en el corral y en unos apartadillos casi tan malos como los de la ceca de Santa Fe se había labrado moneda de oro y plata.

Afirmaba que había unos pedazos de maderos y otros trastos que le dijeron que correspondían a un ingenio para la labra de vellón rico y de plata baja, que podría valer doscientos pesos, que abia de quedar por de vuestra magestad, de acuerdo con el cuaderno de embargo de bienes hechos por el gobernador Francisco de Murga.

La solución adoptada, la labra de vellón en la Casa de Moneda, más que solucionar el problema del mal y escaso circulante parece que lo agravó. El día 2 de abril de 1622 el cabildo de la ciudad mandó una carta al rey suplicando que por amor de dios no se acuñase moneda de bellón de ninguna suerte en su gobernación, debido a que la misma carecía de fiabilidad entre los comerciantes, y podría suponer su total ruina y destrucción.

Las primeras emisiones de vellón llevadas a cabo por Alonso Turrillo de Yerba estuvieron sin duda ajustadas a las condiciones pactadas con la Corona, que eran el uso de una parte de plata y cuatro de cobre. Ante la resistencia de la población a aceptarlas, el rey convino en 1625 en la mejora de la aleación, que pasó a ser una parte de plata por tres de cobre, para finalmente ordenar en 1626 que todo el numerario se acuñase en plata acendrada, de ley 0,930.

Por Real Cédula de 24 de agosto de 1626 dirigida a Diego de Escobar, gobernador de Cartagena, se dejó sin efecto la autorización para la labra de vellón, autorizando la acuñación de moneda de plata pero no la de oro, lo que no se cumplió, dado que se batió moneda en ambos metales preciosos.

A pesar de la petición en contra, dicho numerario de vellón circuló, dado que, en fecha 30 de julio de 1627, el cabildo de Cartagena de Indias remitió una carta en la que exponía que en cumplimiento de las órdenes recibidas, había procedido a recoger la moneda de vellón. La misma comienza con la afirmación de que se había recibido la orden de recogida de la moneda de bellón que en esta gobernación se labrava para su comercio y contratación. Dicha moneda se retiró por un acuerdo del cabildo por el que se emplearon 40.000 pesos para su amortización.

En la ceca cartagenera se acuñó moneda de oro y plata de tipo macuquina de labra muy tosca hasta 1634, cuando se cerró por Real Cédula, debido al incumplimiento por Alonso Turrillo del asiento que había firmado. En fecha 20 de agosto de 1635 el Cabildo escribió dando cuenta del gran daño que se producía a la ciudad por dicho cierre. Con el mismo se había producido una gran escasez de circulante, y la falta de moneda afectaba al comercio con las reales armadas que llegaban a este puerto, dado que faltaba moneda con qué comerciar.

Pocos años después, probablemente hacia 1645, la ciudad hizo una Representación por medio de su Procurador Diego Cortés de Mesa, en la que presentaba un Memorial de veinte capítulos, viniendo el tercero de ellos dedicado a la petición de que se concediese Casa de Moneda a la ciudad. Dado que en las provincias de esta comarca se producía oro y plata, se pedía que se dejase labrar moneda en la ciudad, y se afirmaba que había un vecino que postulaba por la plaza de tesorero, en la cuantía de 80.000 pesos, pagaderos la mitad al contado y la otra mitad al año siguiente. Dicha petición no fue atendida.

Documentos:
A.G.I.,Jueces de comisión y visita:Audiencia de Santa Fe,Santa Fe,56 B,nº 34.
A.G.I., Cabildos seculares: Audiencia de Santa Fe, Santa Fe, 63, nº 36.
A.G.I., Cabildos seculares: Audiencia de Santa Fe, Santa Fe, 63, nº 66.
A.G.I.,Cabildos seculares: Audiencia de Santa Fe, Santa Fe, 63, nº 68.
A.G.I., Cabildos seculares: Audiencia de Santa Fe, Santa Fe, 63, nº117.
A.G.I., Visitas Audiencia de Santa Fe, Escribanía, 830B.
A.G.I., Registro del Navío:”Nuestra Señora de los Reyes”, Contratación, 1174, nº2.
A.G.I.,Jueces de comisión y visita: Audiencia de Santa Fe,Santa Fe, 57,nº 87.
A.G.I., Fundación de la Casa de Moneda de Santa Fe, Santa Fe, 192.
A.G.I.,Documentos varios de la Casa de la Moneda de Santa Fe,Santa Fe,827.  

Bibliografía:
BLANTON, H., “Half-real coins of Cartagena of the Indies”, Gaceta Numismática, 166/167, septiembre - diciembre 2007, pp. 37-45.
DARGENT CHAMOT, E., Las Casas de Moneda españolas en América del Sur, II. El XVII: un siglo en crisis, http://www.tesorillo.com, Lima-Madrid, diciembre 2006.
RESTREPO, J.E., y LASSER, J.R., Macuquinas de Colombia, Medellín, 1998.
RUIZ RIBERA, J.B., “Retos y respuestas del municipio de Cartagena de Indias en el siglo XVII”, Temas Americanistas, nº 19, 2007, pp. 3-19.
Standard Catalog of World Coins. World Coin Listings by Date and Mint. 1601-1700.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Contrabando y acuñación monetaria de la ceca de Perpiñán

Publicado en Numismático Digital, 5 de diciembre de 2012






En el convulso cuarto final del siglo XVIII francés destaca la figura de Jean Ribes, director de la Ceca de Perpiñán, que tejió una red de contrabando de reales de a ocho españoles a gran escala con el que surtía de monetario a toda Francia, dado que las acuñaciones de esta ceca superaban muchos años a los de la ceca capitalina

La salida fraudulenta de plata española hacia Francia fue una constante durante toda esa centuria. A ello contribuyeron tanto el mayor ratio del oro frente a la plata en España como la crónica escasez de moneda metálica en el país galo. En el último cuarto del siglo en el país vecino el excesivo gasto de la Corte, la pésima administración de la Hacienda y la participación en los conflictos bélicos, como la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, unido a la práctica inexistencia de industria y a las restricciones en el comercio debidas al férreo control mercantilista, llevaron a la quiebra del Estado. A ello se unió desde 1778 la sequía, que hizo disminuir la producción cerealista y la cabaña ganadera.

La legislación española es reiterativa en sus intentos de paliar este tráfico ilegal, pero ni esta abundancia normativa ni las medidas tomadas en este sentido, como fueron la devaluación de la moneda y la reducción de su ley y el monopolio de las exportaciones otorgado al Banco Nacional de San Carlos consiguieron acabar con la saca a gran escala, si bien parece que la redujeron.

Este contrabando era defendido abiertamente incluso por el cónsul francés en Cádiz, Aubert, y era uno de los principales argumentos del conde de Mirabeu en sus ataques al Banco Nacional de San Carlos. Si bien el principal punto de salida de moneda de manera fraudulenta siguió siendo Cádiz, y se producía a lo largo de las fronteras con Portugal y Francia, fue posiblemente en la frontera catalana donde el tráfico ilícito estaba mejor organizado.

Las estructuras financieras de este tráfico a gran escala estaban soportadas por dos de las grandes fortunas del Rosellón. Los hermanos banqueros Raymond y Françoise Durand surtían de numerario a los contrabandistas para su avituallamiento, y la recepción y redistribución de la moneda introducida era controlada por el propio director de la Casa de Moneda de Perpiñán, Jean Ribes. Ribes, además de este cargo, ostentaba los de Receptor General de Finanzas de Tolosa, Orleans, el Rosellón y Montpellier, y trabajaba tanto como agente del gobierno para reconducir este tráfico como en su propio beneficio desde 1775.

Este tráfico se alimentaba de la perfección alcanzada por las letras de cambio, que permitían realizar los fondos en cualquier plaza que se designase, y su negociación sin problemas en las principales plazas bursátiles francesas. En 1783 y durante un lustro el Banco de San Carlos decidió que la exportación de moneda a Francia se realizase exclusivamente desde el puerto de Bayona, y no fue hasta 1787 cuando se habilitaron otros puntos de salida, en la frontera catalana y en el puerto de La Coruña.

Asimismo, se endurecieron las penas en 1786, dado que por el Tratado firmado el 24 de septiembre todas las monedas españolas que viajasen en cualquier barco de cualquier nacionalidad debían ir acompañadas de un certificado del cónsul español del puerto de embarque en el que constase su carga. Las exportaciones legales a Francia supusieron entre 1783 y 1789 noventa y ocho millones de reales de a ocho, siendo el principal destinatario el banco parisino Lecouteulx et Cie.

Un informe de l’Epinay de 23 de junio de 1785 indicaba que era Barcelona el destino de las letras de cambio giradas en Cádiz, Madrid y esta misma plaza, y los contactos de Ribes se extendían a compañías radicadas en las tres ciudades. La moneda metálica se conducía por arrieros a lomo de mulas vía Riba, Puigcerdá y Veibez hacia los pueblos fronterizos de la Cerdaña. Los puntos de entrada en Francia eran Le Perthus, Tolosa y el país de Foix, para centralizarse finalmente en la población de Montlouis.

Se estima que el número de contrabandistas era de unos cien mil, frente a cuarenta mil agentes de aduanas. El volumen del tráfico era tal que en Montluis se recibían semanalmente entre 50 y 60.000 reales de a ocho. Asimismo, se falseaban importaciones de carne procedente de Francia, se adelantaban fondos a los contrabandistas para ser devueltos en la Ciudad Condal, e incluso se premiaba a los pasajeros que pasasen moneda con destino a Francia. Los agentes españoles perseguían a los contrabandistas incluso en territorio galo, y los encuentros entre ambos acababan en ocasiones en enfrentamientos, e incluso en batallas campales, como pasó en abril de 1787 entre 400 guardias y 150 contrabandistas. En este comercio ilícito participaba activamente la población más humilde de la Cerdaña francesa, siendo la principal fuente de ingresos para muchos de los pueblos fronterizos.

Jean Ribes abastecía de moneda con este tráfico fraudulento a toda Francia. Una parte del producto de este comercio ilícito se quedaba en el área para el comercio regional, buena parte del mismo se reacuñaba y el resto se remitía a Tolosa, Montpellier, Limoges y a los bancos de Lyon, e incluso a la capital y a lugares mucho más alejados, como la Rochelle. Se estima que los escudos batidos en Perpiñán entraban en circulación tres días después de que los reales de a ocho de los que procedía su contenido habían llegado a Francia. Ribes se convirtió asimismo en el principal proveedor de la Caisse d’Ecompte y del gobierno galo, y trabajaba con Calonne, el Controlador General de Finanzas.

En 1786 la producción de medios escudos de plata de la ceca que dirigía es la mayor de toda Francia, y en 1789 se batieron en la misma más de novecientos mil escudos. En 1790 remitió a la Ceca de París dos millones de reales de a ocho, y en Perpiñan se acuñaron ciento once mil marcos de plata. Asimismo, compraba enormes cantidades de moneda española a comerciantes en Barcelona y en el Mediodía francés a un valor de 5 libras, 6 sueldos y 2 o 6 dineros por pieza,  y la revendía, en pocos días, con un pingüe beneficio de más de 8 dineros por pieza.

Los escudos de esta ceca están batidos a nombre de Luis XVI, según el diseño del Grabador Principal Benjamin Duvivier. En su anverso llevan su busto uniformado y con coleta a izquierda y la leyenda LUD XVI D G FR ET NAV REX. En su reverso encontramos un escudo coronado de tres flores de lis dentro de un campo oval rodeado de dos ramas de olivo, la leyenda SIN NOMEN DOMINI BENEDICTUM, el año y la marca de ceca Q. Su contenido en fino es de once dineros, y están batidos en 8,3 piezas el marco. Su diámetro es de 39 milímetros, y su valor facial era de 6 libras.

En el convulso año de 1792 Jean Ribes huyó de Francia y sus bienes fueron confiscados, no volviendo a Perpiñán hasta la época del Consulado, jurando la Constitución de 28 de vendimiario del Año IX. Entre los bienes que reclamó tras su vuelta como emigrado desposeído se encontraba un molino de harina habilitado para la fundición de pasta argéntea, situado en las proximidades de Perpiñán, en un lugar conocido como Quatre Cazals, lo que prueba que Ribes afinaba la plata en el mismo, fuera de las estancias de la ceca que dirigía,  en su propio beneficio.

Bibliografía:
BOMBRÉ, F. « Trafic de piastres à Perpignan au XVIIIº siècle », Bulletin de la SASL, vol. XC, 1982, pp. 53-60.
COLLIN, B., “l’atelier monétaire de Perpignan et le trafic des piastres à la fin du XVIIIº siècle », Acta Numismàtica 17-18, 1988, pp. 263-268 
Novísima Recopilación de las Leyes de España,  L. XII, T. VIII, leyes XII, XIII y XIV.
PÉREZ SARRIÓN, G. "Intereses financieros y nacionalismo. La pugna entre mercaderes banqueros españoles y franceses en Madrid, 1766-1796", Cuadernos de Historia Moderna, Anejos, 2008, VII, pp. 31-72, p. 39 y ss.
VENTURA I SUBIRATS, “La moneda a Catalunya durant el regnat de Carles III”,  Revista d’historia modena, nº 8, 1 , 1988, pp. 499-510.


miércoles, 7 de noviembre de 2012

El Tratado de Unión de la Gran Bretaña y sus consecuencias monetarias

Publicado en Numismático Digital, 7 de noviembre de 2012


http://www.numismaticodigital.com/noticia/6118/Art%C3%ADculos-Numism%C3%A1tica/tratado-uni%C3%B3n-gran-breta%C3%B1a-consecuencias-monetarias.html

En 1707 entró en vigor el Tratado de Unión entre Inglaterra y Escocia. Por el mismo, una Escocia arruinada tras el desastre de la expedición de asentamiento en el Darién renunció a su soberanía, a su Parlamento y a su moneda, recibiendo a cambio de una Inglaterra inmersa en la Guerra de Sucesión Española el reembolso de la deuda contraída y la posibilidad de navegar y comerciar con sus colonias.

Si bien desde 1603 ambos estados tenían un monarca común, tras la entronización de Jacobo VI de Escocia como Jacobo I Estuardo de Inglaterra, jurídicamente seguían siendo entres separados, aunque Escocia no tenía representación diplomática y carecía prácticamente de ejército y marina de guerra. Tras la Revolución Gloriosa de 1688 y la caída del último Estuardo, las relaciones entre ambos países entraron en una profunda crisis.

Las Actas de Navegación inglesas restringían el uso de barcos extranjeros, incluidos los escoceses, en el comercio con Ultramar, y las continuas guerras libradas por los ingleses habían roto sus tradicionales rutas comerciales con otros países europeos. A ello se unía el importante crecimiento industrial escocés, que sería en la centuria siguiente la base del poderío económico británico en la Primera Revolución Industrial.

Durante el siglo XVII, los escoceses habían intentado fundar colonias en el Nuevo Mundo, de corta vida, como fueron las de la actual Nueva Escocia, la isla de Cabo Bretón y Carolina del Sur, habiendo sido esta última destruida por los españoles de San Agustín, Florida, en 1686. Los Estados escoceses promulgaron en 1693 una ley que liberalizaba la creación de compañías de comercio para operar en todo el mundo, y dos años después se creó la Compañía Escocesa de África y las Indias, con un capital inicial fijado en 600.000 libras.

De este importe, la mitad se reuniría en Londres, dándose la circunstancia de que se recaudaron a la apertura de libros, en noviembre de 1695, en tan solo nueve días. Pero las Compañías de las Indias Orientales y de África inglesas obligaron a la Cámara de los Comunes a que forzasen a los accionistas a que retirasen sus depósitos. Los escoceses, indignados, redujeron el capital a 400.000 libras, y a pesar de que se consideró su suscripción una cuestión de patriotismo, se tardaron siete meses en reunirlo.

William Paterson, escocés que había vivido en América del Norte y en Jamaica y que había sido uno de los fundadores del Banco de Inglaterra, decepcionado por la negativa inglesa se trasladó a Edimburgo, y persuadió a la nueva compañía de la creación de una colonia en la deshabitada costa del Darién, en el actual Panamá, la Nueva Caledonia. Su proyecto, tras dos intentos de asentamiento, fue desbaratado por los españoles de Cartagena de Indias, y los últimos escoceses salieron del Darién el 11 de abril de 1700, ante la pasividad de las autoridades inglesas.

Inmersa en la Guerra de Sucesión, Inglaterra ofreció a la arruinada Escocia, posible enemigo en su propia isla, el resarcimiento de todas las deudas y el pago de un interés de un 5%, así como la entrada de sus nacionales en el comercio colonial, a cambio de la unión política de ambos reinos, lo que fue aprobado por ambos parlamentos tras arduas negociaciones y entró en vigor el día 1 de mayo de 1707. Por el mismo Escocia conservaba su Iglesia y su derecho, pero perdía los símbolos de su soberanía, y entre ellos el derecho a tener moneda propia.

En virtud de ello, 320.372 libras y 12 chelines de antigua moneda escocesa de plata y otro circulante argénteo del reino fueron reacuñados en Edimburgo según los patrones ingleses hasta 1717, según informaba sir Isaac Newton al nuevo Parlamento unificado el 21 de septiembre de ese mismo año. Las nuevas piezas batidas en plata fueron coronas, medias coronas, chelines y seis peniques, con la leyenda ANNA DEI GRATIA y el busto de la reina en el anverso a derecha, con los hombros cubiertos por un manto.

En su reverso llevan la leyenda MAG. BRI. FR. ET HIB. REG., cuatro campos formando una cruz con las armas de cada uno de los reinos- Inglaterra, Irlanda, Francia y Escocia-, y en su centro la estrella de la Orden de la Jarretera, y debajo el año de emisión. En su canto llevan la leyenda DECVS ET TVTAMEN y el año de reinado, ANNO REGNI … El abundante numerario batido en Edimburgo lleva la marca de ceca E o E con una estrella bajo el busto de la reina, y es en todo similar a las emisiones inglesas y circuló en ambos territorios.

Una de las primeras medidas tomadas por el nuevo Parlamento, y seguramente una de las más importantes de la historia monetaria del Reino Unido, fue la ratificación en 1708 de una Proclamación de 1704, por la que se ordenaba que los reales de a ocho españoles fuesen la unidad monetaria de sus colonias, por lo que ello conllevaba de renuncia a su soberanía emisora. Todavía hoy en día el dólar sigue siendo la moneda nacional de la mayoría de estos países.

Bibliografía
· HENFREY, H.W., A guide to the study and arrangement of English Coins, Londres, 1870.
· LOZANO, A., “Nueva Caledonia. La aventura escocesa en el Caribe (1689-1700)” en Historia 16, año XXII, nº 254, junio 1997.
.  SEALY, H.N., A Treatise on Coins, Currency, and Banking, Londres, 1858.
·  SUMNER, W. G., ““The Spanish Dollar and the Colonial Shilling”, American Historical Review 3, July 1898, pp. 607-19.