martes, 28 de febrero de 2023

El “naufragio” de los billetes de la República del Rif inventados por Charles Gardiner en 1923

 Publicado en Crónica Numismática, 28 de febrero de 2023


https://cronicanumismatica.com/el-naufragio-de-los-billetes-de-la-republica-del-rif-inventados-por-charles-gardiner-en-1923/

En septiembre de 1924 unos pescadores que faenaban a la altura de Estepona sacaron del mar un gran arcón de madera en el que se encontraban unos 60 kilogramos de billetes de la República del Rif. Esta emisión fue realizada por el aventurero británico Charles Gardiner en 1923, junto a un proyecto de creación de un Banco Central del Rif, para dotar de un nuevo circulante a esta República que sustituyese a la moneda española y francesa en circulación. En la actualidad es imposible conocer si los mismos llegaron a circular, en qué cantidad y durante cuánto tiempo. 

Abd el-Krim y la República del Rif 

La efímera República del Rif está indisolublemente vinculada a la figura de su ideólogo y fundador, Muhammad Ibn ‘Abd el-Karim El-Jattabi. Nacido en Ajdir, en la cabila de Beni Urriaguel en 1882, tras recibir una educación tradicional en su fe islámica, cursó estudios de Bachillerato español en Tetuán y Melilla, derecho islámico en Fez y otros estudios en la Universidad de Salamanca. Trabajó de traductor y escribano para las autoridades de Melilla, y posteriormente como cadí o juez, simultaneándolo con artículos publicados en árabe en el periódico “El Telegrama del Rif”. Durante la I Guerra Mundial y por las sospechas francesas de que trabajaba para los alemanes fue expedientado, juzgado y encarcelado en el fuerte de Rostrogordo. 

Abd el-Krim junto a militares y funcionarios españoles durante  una ceremonia en la Academia Oficial del Árabe de Melilla en octubre de 1919 

Abd el-Krim fue tras ser puesto en libertad quien preparó la sublevación general del Rif contra los españoles, contando para ello con las cabilas y con parte de los soldados indígenas integrados en el propio ejército español. Tras el conocido como Desastre de Annual, llegó a controlar gran parte de este territorio y proclamó la República del Rif, a la que dotó de una justicia, administración y hacienda propias. El Ministerio de Hacienda rifeño, que estaba a cargo de su tío Abd el Selam, basó sus ingresos en los impuestos directos sobre las cabilas, los derechos sobre las transacciones y las multas impuestas a las cabilas que no le habían secundado y por delitos comunes. Pero una de sus mayores fuentes de ingresos y que fue capital para financiar la guerra fue la derivada de los cobros de los rescates de oficiales y soldados españoles prisioneros: ocho millones de pesetas. 

Desastre de Annual 

Tras los éxitos militares de la primera fase del conflicto, que le reportaron una gran cobertura y renombre a nivel internacional, en abril del año 1925 las huestes rifeñas atacaron el Protectorado francés, derrotando a las fuerzas francesas, que sufrieron fuertes pérdidas,  y acercándose peligrosamente a Fez. Ello provocó una alianza franco-española, y tras el Desembarco de Alhucemas el 8 de septiembre de ese mismo año la acción conjunta de ambos ejércitos llevó a la completa derrota de los rifeños en pocos meses. Abd el-Krim se rindió a los franceses el 26 de mayo del año siguiente, y fue deportado a la Isla de Reunión. En 1947 escapó a Egipto, donde encabezó el Movimiento de Liberación del Magreb y murió en 1963, tras desechar la oferta de Mohammed V de volver a Marruecos tras su independencia en 1956.

Entrega de la bandera al Grupo de Regulares nº 3 por Alfonso XIII el 27 de mayo de 1923 

Los billetes de la República del Rif 

En el año 1923 el capitán británico Charles Alfred Percy Gardiner, aventurero y contrabandista, obtuvo importantes concesiones de las autoridades rifeñas para un sindicato del que era codirector junto con el también británico Lord Teynham. En mayo de este año adquirió por 300.000 libras el derecho a establecer un Banco de emisión en la capital de la república, Ajdir, así como el monopolio de las explotaciones de cobre, carbón, plata y petróleo. A ello se unían concesiones para la instalación y explotaciones para las redes del telégrafo, puertos, ferrocarriles y correo, así como derechos para organizar entre otros líneas de tranvías, autobuses, cines o escuelas. 

Documentos del Foreing Office británico muestran que Gardiner se dirigió a las empresas de impresión británicas para llevar a cabo las emisiones, lo que finalmente no se produjo, dado que los billetes finalmente emitidos no contaron con las necesarias seguridades. Finalmente se imprimieron dos tipos de billetes unifaciales, de diseño muy sencillo, de uno y cinco riffans de valor facial. Ambos portan los mismos motivos. Aparece en su parte superior el nombre de la autoridad emisora en inglés, STATE BANK OF THE RIFF, y en árabe, y en la inferior su valor facial en letras y cifras. 

Billete de un Riffan 

En los billetes, a ambos lados de la autoridad emisora encontramos una estrella de seis puntas y una luna creciente, el escudo de la República, e igualmente la representación de un jinete a caballo. Los de un riffan fueron impresos en rojo y los de cinco en verde o amarillo pálido sobre papel blanco. En el primero consta en inglés que su valor equivalía a diez peniques ingleses, y en francés que se estimaba en un franco de oro, mientras que el de cinco riffans de facial dicha valoración se incrementaba en proporción. El significado de la fecha impresa, 10 de octubre de 1923, es desconocido, dado que es cinco meses posterior a la negociación de Gardiner, pudiéndose suponer que era en la que se esperaba que entrasen en circulación.

Billete de cinco Riffans

En su obra monográfica sobre estas emisiones, Symes afirma que el uso del idioma británico en estas emisiones es difícil de explicar, dado que los rifeños no comerciaban con los británicos. El uso del francés podría de algún explicarse por un futuro comercio con las circundantes colonia de Argelia y con el Protectorado francés de Marruecos. Por ello, para este autor el uso de ambos idiomas muestra el profundo desconocimiento de Gardiner de con quién estaba tratando. Para el mismo, el idioma español habría sido el más apropiado, al ser ampliamente conocido en el Rif, y mucho más la equivalencia en moneda española, que era la que se encontraba realmente en la circulación.

5 pesetas de 1887 con resello de 5 riffans 

La equivalencia real de esta moneda era para la población y para la propia República de una peseta por cada riffan. La moneda circulante en el territorio, tanto la mayoritariamente usada española como billetes de la Cámara de Comercio de Orán, con una gran presencia poblacional de origen español, era según muchos autores escasa, y gran parte del mismo habría sido utilizado para compras de armamento y munición en el extranjero. Por ello, hay autores que apuntan a que, más que para ayudar al pueblo rifeño en su lucha, Gardiner habría realizado esta emisión para su propio enriquecimiento personal, para sustituir la moneda fuerte española de plata por este nuevo numerario sin respaldo.

Una noticia de 1924 

En la edición del viernes 26 de septiembre de 1924 del periódico de Santa Cruz de Tenerife “La Prensa” encontramos una noticia sobre el destino de una parte importante de esta emisión notafílica. En su apartado “Información varia” y con el título de “Los billetes de la República del Rif”, informaba sobre el hallazgo hacía pocos días por los tripulantes de una pareja de pesqueros que navegaban a la altura de Estepona de encontraron flotando un gran arcón de madera. Una vez recogido, lo llevaron a la ayudantía de Marina, donde se comprobó que contenía como unos 60 kilogramos de billetes de la República del Rif. El cofre fue enviado a la Comandancia de Marina, desde donde pasaron a bordo del cañonero “Doña María de Molina” para ser entregados al comandante general del Apostadero de Cádiz.

En el artículo se afirma que se suponía que estos billetes, encargados por Abd el-Krim, eran conducidos en algún barco que, para eludir toda responsabilidad en caso de algún registro, los había arrojado al mar. Según el mismo, los billetes encontrados estaban muy mal impresos. Para concluir la crónica, se recogía que el patrón de pesqueros que encontró el arcón, José Ramírez Chato se encontraba enfermo a causa de la impresión, pues había creído en principio que los billetes eran del Banco de España. 

Fuente 

“Los billetes de la República del Rif”, La Prensa, nº 1.632, 26 de septiembre de 1924, p. 2 

 Para saber más

CANO BORREGO, P.D., “Los billetes de la República del Rif”, Numismático Digital, 22 de octubre de 2014.

CUHAJ, G.S., 2013 Standard Catalog of Word Paper Money, Modern Issues: 1961-Present, Volumen 3, 2012.

GONZÁLEZ ROSADO, C., “El Riffan, la moneda de la efímera República del Rif”, El Faro Digital.es, 18 de noviembre de 2011.

FURNEAUX, R., Abdel Krim – Emir of the Rif, London, 1967.

ROGER-MATHIEU, J., Mémoires D’Abd-el-Krim, Paris 1927.

SYMES, P., “The Notes of the Rif Revolt”, International Bank Note Society Journal,  Volume 41, No.3, 2002.

WOOLMAN, D.S., Rebels in the Rif: Abd El Krim and the Rif Rebellion, Stanford University Press, 1968 

Nota del Editor: Este artículo debería haber sido publicado el pasado 2 de febrero de 2023 coincidiendo con la Visita a Marruecos del presidente del Gobierno español Pedro Sánchez. Rogamos disculpas al autor por el enorme retraso en su aparición.

domingo, 26 de febrero de 2023

Los proyectos de una moneda provincial para Venezuela y las Islas de Barlovento de finales del siglo XVIII

 Publicado en Puerto Rico Numismático, Volumen XLVIII, marzo, 2023

Francisco Saavedra, por Francisco de Goya y Lucientes, 1798.

El 19 de diciembre de 1785 el Intendente de Caracas, Francisco de Saavedra, remitió un informe a José de Gálvez solicitando una moneda provincial para su territorio, y el 7 de diciembre de 1786 Ignacio Peñalver, Intendente de la Habana, realizó una petición similar para Cuba. En base a estas reiteradas peticiones de los gobernadores de los territorios caribeños, por Orden de 25 de mayo de 1786 se aprobó por la Corte la acuñación de una moneda con la ley usual, reduciendo su tamaño para que circulase como moneda provincial en Caracas y las islas de Barlovento. Estas nuevas especies monetarias, que llegaron a acuñarse en la Casa de Moneda de México, fueron retiradas una vez que ya se había remitido parte de esta nueva moneda a sus destinos, ordenando una nueva acuñación que no llegó a producirse. Las mismas, en formato de reales sencillos, dobles y ocho reales acuñadas en 1786 y 1787, se encuentran catalogadas como moneda de emergencia en el Catálogo de Áureo & Calicó.  

El primero de estos Informes fue elaborado por Francisco de Saavedra y Sangronis, importante funcionario, militar y diplomático que entre otros cometidos fue Comisario Regio Plenipotenciario en el Caribe durante la guerra Anglo Española, Intendente Militar de la Capitanía General de Venezuela, Secretario de Hacienda y posteriormente de Estado y Presidente de la Junta Suprema Central de España e Indias durante la invasión napoleónica. En el mismo estimaba la moneda presente en la Capitanía de Venezuela en 600.000 pesos, de los que solamente un cuarto de millón se encontraba en circulación, dado que el resto se dedicaba a financiar los situados de Guayana, Trinidad y Margarita. La falta de moneda causaba graves problemas tanto al público como a la Real Hacienda, por lo que proponía la creación de una moneda provincial con un contenido en plata entre un 37 y un 40% menor, lo que se podía conseguir o bien acuñándola o bien sacando de la fuerte un bocado, como se hacía en los territorios caribeños franceses y británicos. 

Peso resellado con valor de 10 Bits para Dominica. Heritage Auctions, Sale 3085, Lote 30110

Para Saavedra la suma de la moneda a acuñar debía de ser de dos millones de pesos, suficiente para mantener la moneda en el territorio y necesaria para evitar la saca, y debía hacerse en las cecas de Santa Fe o de México. También serviría para amortizar la moneda macuquina, como pago a los comerciantes peninsulares o invirtiéndola en frutos que podían remitirse a España. El 22 de marzo del año siguiente llegó la contestación del monarca, avisando de que se había dado orden de enviar moneda provincial española a las Islas de Barlovento, y solicitaba más información sobre la reducción en el peso, que parecía exagerada. La Corona proponía o bien enviar plata provincial española para que circulase a un valor de cinco reales de vellón cada peseta y prohibiendo su salida del territorio, o bien encontrar y labrar plata en la propia intendencia. 

 

Peseta provincial de 2 reales, Madrid, 1785. Tauler & Fau, Subasta 60, lote 412

 A la vista de ello el Intendente convocó una Junta, que estudió el tema y consideró inoportuno la remisión de moneda provincial española, dado que la misma sería muy probablemente sacada, al producir un 12% de beneficio en su cambio por la moneda holandesa de Curazao, y sería igualmente introducida por comerciantes peninsulares para sacar con ello un beneficio de un 25%. Saavedra comunicó el parecer de la Junta al rey, recordándole también que en Venezuela ya habían circulado estas pesetas provinciales hasta que se ordenó su recogida en 1754 y 1756, quedando parte de lo recogido en las Tesorerías del territorio. Esta nueva moneda debía ser redonda y de cordoncillo, de tamaño diferente a las de plata nacional, y debía enviarse la mitad en moneda gruesa, para favorecer el comercio, y la otra mitad en cuatro partes, siendo las mismas reales sencillos, medios, cuartos y octavos, utilizándose estas dos últimas especies para acabar con las fichas que utilizaban los pulperos. 

 

2 reales México FM 1786. Áureo& Calicó, Subasta 347, lote 269

En el ínterin, José de Gálvez comunicó a Saavedra por carta de 2 de julio que en la ceca de Sevilla se iban a labrar un millón de pesos con destino a la Capitanía, con un 40% menos de peso en plata que las de España pero no en la aleación, sino en el grueso o tamaño de la moneda, una emisión que finalmente no se produjo por la falta de metal y las epidemias que afectaron a la ciudad. Las peticiones de Saavedra sufrieron varias dilaciones. El Ministro de Hacienda determinó que el Rey debía ser informado de todos los pormenores de las peticiones de moneda provincial, y en el expediente resultante se reiteraba la orden dada a los virreyes de batir entre 300.000 y 400.000 pesos en estos tipos. Simultáneamente, la escasez de numerario había llevado a que el 7 de diciembre de 1786 el Intendente de la Habana remitiese un informe a la Península, detallando la necesidad que había en la isla del establecimiento de una moneda provincial. 

Ignacio Peñalver remitió un nuevo Informe desde Cuba el 13 de agosto de 1787, con motivo del rechazo a la aceptación de las nuevas monedas provinciales acuñadas en México. En el mismo proponía que la nueva moneda debía tener una quinta parte menos de valor intrínseco que la nacional, y estimaba las necesidades de circulante en cuatro millones de pesos. Entre varios escritos remitidos a la península, envió una Comunicación Reservada al Conde de Floridablanca el 14 de agosto, afirmando que era del dominio público que en la ceca de la capital virreinal se estaba batiendo moneda provincial con un 40% menos de valor intrínseco que la fuerte, y que por los tipos y leyendas utilizados, iguales a los comunes en la moneda nacional, estas nuevas especies podrían fácilmente ser sacadas hacia Europa como moneda de ordenanza. 

 

8 reales México FM 1786. Áureo& Calicó, Subasta 317, lote 73 

La moneda provincial que ya se estaba batiendo terminó siendo recogida y refundida poco después de comenzar a ser distribuida, por Real Orden de 20 de agosto de 1787. Mientras llegaban las noticias, el 27 de agosto de 1787 el Superintendente de la ceca novohispana remitió una Carta a la Corte, informando sobre la acuñación realizada con destino a Caracas y a las islas de Barlovento. En fecha 21 de octubre de 1787 se produjo una Comunicación del virrey de Nueva España acerca de lo que se había batido en la ceca, y de la remisión de parte de la moneda batida a la isla de Trinidad. En diciembre de ese mismo año el virrey remitió la Real Orden de 20 de agosto a la Casa de Moneda de México, y se procedió a la recolección de las ya remitidas a los territorios de destino, si bien en la misma se indicaba que debían acuñarse nuevamente monedas provinciales con las anteriores, suprimiendo las Columnas de Hércules para evitar confusiones con las piezas de plata fuerte. 

En fecha 5 de noviembre de 1787 el Virrey-Arzobispo de Nueva Granada comunicó a Saavedra la imposibilidad de batir esa moneda, dado que todo el virreinato estaba en la misma o peor situación. Por Real Orden de 8 de mayo de 1788 dispuso que en la Casa de Moneda de México se labrasen con destino a Caracas e islas de Barlovento reales de a dos, sencillos y medios, en la cuantía de 300.000 pesos, suprimiendo en sus tipos las columnas de Hércules, Un año más tarde, el 13 de febrero de 1789, el virrey de Nueva España recibió la orden de emitir y despachar 450.000 pesos sin dilación. Finalmente, las mismas nunca llegaron a acuñarse. A pesar de ello, Saavedra no cejó en sus intentos, y en fecha 31 de diciembre de 1790 emitió un Dictamen sobre el establecimiento de moneda provincial en varios parajes de los dominios de Indias, y especialmente en la Capitanía de Venezuela y en las islas de Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico. 

Para Saavedra era indispensable que las monedas provinciales de Cuba y de Venezuela fuesen diferentes. Entre ambos territorios había un activo comercio, pero, como afirmaba el autor, el realizado desde Caracas a la Habana era activo, mientras que el contrario era puramente pasivo. De Caracas se remitían a la Habana cacao y tasajo de carne, pero de la Habana solamente se recibía plata. Hasta esa fecha, la moneda recibida en pago era de plata fuerte o nacional, pero si la moneda provincial de ambos territorios fuese común, el autor suponía que se producía un flujo de esta misma moneda provincial desde la Habana hacia Caracas, con lo que en la primera escasearía y en la segunda habría redundancia de numerario. Debido a estas razones entendía que las monedas provinciales que deberían acuñarse para el área caribeña deberían de ser de dos tipos muy diferentes, para evitar la confusión. Una de ellas debía servir para la circulación interior en las Islas de Barlovento, y otra para Caracas y las cuatro provincias y dos islas de su dependencia. 

Fuentes: 

Archivo General de Indias, Indiferente, 1770.

Archivo General de Indias, Caracas, leg. 501.

Archivo General de la Nación, Venezuela, Intendencia, Tomo XXXVI. 

Para saber más: 

Áureo & Calicó, Numismática Española. Catálogo de todas las monedas emitidas desde los Reyes Católicos hasta Felipe VI, 1474 a 2020, Barcelona, 2019.

DASÍ, T, Estudio de los Reales de a Ocho llamados Pesos- Dólares - Piastras - Patacones o Duros Españoles, Valencia, 1950-1951, T. III.

HAMILTON, E.J., “Monetary Problems in Spain and Spanish America, 1751-1800”, The Journal of Economic History, Vol.4, nº 1, May, 1944, pp. 21-48.

LÓPEZ CANTOS, A., Don Francisco de Saavedra: Segundo Intendente de Caracas, CSIC-Dpto. de Publicaciones, 1973.

STOHR, T., El circulante en la Capitanía General de Venezuela, Caracas, 1998.

miércoles, 22 de febrero de 2023

El distrito minero de Linares-La Carolina, Patrimonio Industrial de España

 Publicado en Oroinformacion, 22 de septiembre de 2023

Al norte de Sierra Morena y en el norte de la provincia de Jaén se encuentra el distrito minero de Linares-La Carolina, históricamente una de las principales cuencas mineras y que tiene la consideración de Patrimonio Industrial de España. En su solar se desarrollaron igualmente trascendentales civilizaciones de nuestra historia desde la más remota antigüedad, en relación con el aprovechamiento de sus ricas minas de plata y posteriormente de plomo y cobre. Encontramos en la misma una ceca, Cástulo, que acuñó moneda en la época cartaginesa y romana, siendo asimismo la ceca de Linares la que produjo mayor cantidad de moneda de cobre en la época de los monarcas Carlos II y Felipe V. 

Existen evidencias de que el área estuvo ya poblada en el Tercer Milenio a.C. por agricultores, y ya durante el Bronce Medio la población de Cástulo, situada a unos 5 km al sur de la actual Linares puede considerarse como un conglomerado urbano, muy vinculado a las explotaciones mineras de su entorno. Cástulo fue la principal ciudad oretana durante el periodo ibérico,  y de su importancia da fe el hecho de que Aníbal tomase como esposa a la castulonense Himilce. Tras la Segunda Guerra Púnica siguió siendo una importante población durante la época romana, debido en buena manera a la explotación de las ricas minas de plata de la Sierra Morena. Si bien nunca se acuñó en la misma numerario de plata, sí que se batió gran cantidad de moneda en cobre, en la que destaca y es su seña de identidad la presencia de una esfinge en su reverso.

As de Cástulo

  Su decadencia comenzó en la época visigoda, y terminó con la total despoblación del núcleo urbano en el siglo XIV en favor de las actuales ciudades de Baeza y Linares. Los recursos mineros de su entorno llevaron al desarrollo de Linares en el siglo XVI, con una importante producción de plomo destinada principalmente a la fabricación de material bélico. En 1676 se descubrieron importantes yacimientos de cobre, lo que fue muy importante para la Monarquía española, dado que para la acuñación de moneda de vellón hasta este momento el cobre necesariamente debía importarse del exterior, lo que era muy costoso para la Hacienda Real. Con ello, en los últimos años del reinado de Carlos II Linares fue la ceca que más numerario acuñó, con marcas de ceca L y LS, en una cantidad de 11.106.600 piezas entre los años 1694 a 1719. 

Dos maravedíes de Linares de 1694 

El plomo fue no obstante el principal motor para que durante los siglos XIX y XX en este distrito se articulase un complejo industrial, con la construcción de edificios, instalaciones de maquinaria y sistemas de transporte directamente relacionados con la actividad minera. La extracción de mineral fue la causa de la construcción en 1877 del tendido ferroviario Vadollano-Linares, que conectaba el área con la red de ferrocarriles andaluces, trazado que se completó posteriormente con nuevas líneas. De la importancia de esta época dorada de la minería en el distrito es clara muestra que en la actualidad 65 inmuebles de las localidades de Bailén, Linares y Guarromán estén inscritos en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz. 

 

Estación de Madrid, en Linares

 Con el comienzo del siglo XX se asistió a la decadencia minera de Linares, a pesar de que la producción subsistió, como sucedió con los hornos de la Fundición de La Tortilla, en los que se producía el acetato de plomo, conocido como plomo dulce. La producción repuntó durante la I Guerra Mundial, al requerirse la producción de las minas para la fabricación de municiones, pero los vaivenes en el precio del plomo y la falta de la necesaria inversión empresarial llevó a su lento declive, hasta que finalmente en 1991 se clausuró la última explotación minera, la Compañía Minera de la Cruz. 

 

Vista actual de una explotación minera 

En la actualidad es posible visitar el rico patrimonio minero de Linares, y disfrutar de las diferentes rutas y visitas guiadas que se encuentran a disposición del turista. Diferentes asociaciones intentan que este rico patrimonio pueda obtener, como otros conjuntos mineros de los que hemos tratado en entradas anteriores, el reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad para este magnífico legado. Entre las rutas a disposición del viajero se encuentran la que permite conocer el yacimiento arqueológico de Cástulo, la que nos ofrece realizar una Ruta Monumental por la ciudad y otras que aúnan el senderismo con el conocimiento y visita de las antiguas minas y explotaciones  de esta población. 

Para saber más 

BELINCHÓN SARMIENTO, F., “En torno a la Casa de Moneda de Linares (1691-1719)”, Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, Jaén, 15 de octubre de 1982, pp. 55-81.

BURGOS, M. de, Registro y Relación General de Minas de la Corona de Castilla, Primera parte, Tomo I, Madrid, 1832.

GARCÍA-BELLIDO, M. P., “La Esfinge en las monedas de Cástulo”, Zephyrvs, 28, 2009, pp. 343-357.

GUTIÉRREZ GUZMÁN, F., Las minas de Linares. Apuntes históricos, Linares, 1999.

SANTIAGO FERNÁNDEZ, J. de, “La Real Casa de Moneda de Linares en tiempos de Carlos II: aportación numismática”, Numisma, XLIV, 234, 1994. 

Colectivo Proyecto Arrayanes 

Linares: Patrimonio Minero (linaresindustrialyminera.blogspot.com)

martes, 21 de febrero de 2023

La importancia de la Numismática en los estudios históricos y el coleccionismo españoles del Renacimiento

 Publicado en Numismático Digital, 21 de febrero de 2023


https://www.numismaticodigital.com/noticia/11051/articulos/la-importancia-de-la-numismatica-en-los-estudios-historicos-y-el-coleccionismo-espanoles-del-renacimiento.html

Durante el Renacimiento las clases altas de la sociedad se interesaron por el coleccionismo en general y por la numismática en particular, siendo un claro ejemplo de ello el caso de Felipe II, considerado uno de los más grandes coleccionistas del Renacimiento europeo. Los libros de medallas se convirtieron asimismo en referentes artísticos y sociales, y las monedas y medallas representaron a los gobernantes con referentes en la estética de la Antigüedad Clásica.  Con la unión de las Coronas de Castilla y Aragón, el Descubrimiento de América y la expansión de la Monarquía española a comienzos del siglo XVI, abundaron los estudios dedicados a la cimentación de un pasado glorioso, y en este sentido, tanto la numismática como la epigrafía fueron consideradas los documentos disponibles más importantes y en ocasiones únicos para ello, y por ende los testimonios más directos para los estudios históricos.

 Este fenómeno no fue exclusivo de los reinos hispánicos, sino una corriente generalizada de las sociedades europeas renacentistas, en las que el afán del conocimiento, unido al del coleccionismo, llevó a notables estudios y a la formación de importantes colecciones artísticas y numismáticas por la realeza, la nobleza, las altas jerarquías eclesiásticas y por los eruditos interesados tanto en la historia como en el arte en todas sus dimensiones. Famosa fue la colección de Alfonso V de Aragón, conformada tras sus viajes por tierras italianas. La reina Isabel entregó a Bartolomé de Zuloaga trescientas monedas variadas que habían pertenecido al prelado Pedro González de Mendoza. Igualmente interesado en las monedas y medallas, entre otros objetos y piezas de arte, Carlos V reunió un importante monetario.

 


Medio escudo milanés a nombre de Carlos V 

Su colección fue posteriormente ampliada por su hijo Felipe II, una colección que puede ser considerada la más importante de nuestro país, con nuevas adquisiciones, como las monedas enviadas por el Virrey de Cerdeña, Antonio de Cardona, en 1539, las recibidas de Filippo Archinto en 1540, las colecciones de Benito Arias Montano y otras que habían sido propiedad de Diego Hurtado de Mendoza y Antonio Agustín y donaciones recibidas de Benito Arias Montano, Pedro Ponce de León, Páez de Castro, Alvar Gómez o Ambrosio de Morales.  Dicho monetario, conservado en el Monasterio de El Escorial, ha sido por desgracia sometido a pérdidas e incluso devastaciones, destacando la producida durante la Guerra de la Independencia, por lo que, como afirma Elena Ruiz, no se puede saber a ciencia cierta su composición en su época dorada, aunque se supone que contenía, entre otras joyas, las bellas medallas labradas para los monarcas hispánicos por célebres medallistas como Jácome Trezzo, Leone Leoni, Benvenuto Cellini o Giovanni Battista Poggini. 


Medalla de  1555 de Felipe II y María Tudor

Como acertadamente recoge Albert Estrada-Rius, fue la valoración que se dio en la época del Humanismo a las monedas, tanto para su coleccionismo como para su estudio, lo que sentó las bases del establecimiento de la Numismática como disciplina, dado que sin las colecciones reunidas por los humanistas y los eclesiásticos y príncipes contemporáneos no habría sido posible avanzar en metodología de la disciplina. Los primeros tratadistas fueron coleccionistas que daban a conocer su propio monetario, intercambiando información y ejemplares con otros coleccionistas. Si bien de alguna manera incentivaron el expolio de un patrimonio arqueológico entonces no valorado, también ayudaron a contextualizar las monedas encontradas en algunos tesoros antes de su dispersión, y salvaron numerosas piezas de ser fundidas para aprovechar el metal precioso en las que estaban acuñadas. 

 

Denario de Adriano con reverso Hispania  

Además de piezas de la Antigüedad, parte de estos monetarios estaban formados por las monedas y medallas contemporáneas que se iban acuñando, dado que la moneda fue y es un excelente medio difusor de motivos y temas iconográficos, debido a su relativamente escaso valor material, lo que la hace accesible a un gran número de coleccionistas y aficionados. Para su guarda y conservación se empezaron a utilizar pequeños gabinetes o monetarios con bandejas, con huecos para colocar las monedas. Como afirma Antonio Roma, los monetarios que han llegado a nuestros días no son hispanos, salvo al que perteneció al emperador del Sacro Imperio Fernando I, sucesor de su hermano Carlos V, realizado en madera y con forma de libro, en el que las monedas están incrustadas. 

Medalla de Felipe II realizada por Jacome Trezzo 

Este coleccionismo y estudio de las monedas se producía tanto para la mera contemplación de su propia belleza como para el conocimiento de datos históricos precisos sobre las distintas civilizaciones que tuvieron su solar en la Península Ibérica, incluyendo la griega y la romana. Con las monedas se pudieron descubrir emperadores, magistrados o poblaciones desconocidos por otras fuentes, así como estudiar la valiosa información que contienen sobre sus ritos y religiones, vestimenta o edificios. Sus motivos iconográficos se convirtieron en fuente de inspiración para otras disciplinas artísticas, como la escultura, la pintura, el grabado, la literatura e incluso para la decoración de los edificios. Ello explica la multiplicación en Europa de numerosos tratados numismáticos que estudiaban y reproducían fielmente estas monedas. 

 

Áureo de Octavio posiblemente acuñado en Caesaraugusta 

Con la aparición de la imprenta, como afirma Cruces Blázquez, los libros renacentistas dejaron de ser una posesión institucional para convertirse una posesión individual. La difusión de estos Libros de Medallas, según esta autora, está vinculada de forma directa a la compleja red de impresión, importación y distribución editorial centralizada en Medina del Campo, facilitando su adquisición a estudiantes, docentes universitarios, profesionales, eclesiásticos, nobles y hombres cultos. En el siglo XVI estos tratados se imprimieron, vendieron y engrosaron las bibliotecas privadas, junto con los provenientes de otros países, significativamente de los diferentes estados italianos y de otras regiones europeas, y sus adquirentes solían ser igualmente coleccionistas de monedas y medallas. Esta difusión permitió, como afirma Blázquez, que durante la etapa humanista las monedas romanas representaran la esencia del mundo antiguo y constituyeran auténticos arquetipos. Por ello se copiaron y aplicaron sus diseños y parámetros casi obligatoriamente a todo lo que era susceptible de recibir ornamentación, cobrando la efigie de la persona representada con un diseño numismático un valor añadido.

Reproducción de monedas en la obra de Juan Fernández Franco 

La numismática fue asimismo capital para el estudio de los pueblos prerromanos de la península, en una época en la que los nuevos descubrimientos geográficos y las alianzas matrimoniales supusieron el paso al primer plano de las esferas política y cultural de los reinos hispánicos. La búsqueda en la Antigüedad remota de la base del poder coetáneo a estos autores ilustró la obra de autores como el cordobés Juan Fernández Franco, autor de un tratado de monedas antiguas en las que estudia las monedas acuñadas en Hispania, aunque solamente reconoce aquellas que llevan epígrafes latinos. De entre estos estudiosos, el antes citado Antonio Agustín fue el primero que trató de descifrar los caracteres grabados en las acuñaciones prerromanas y conjeturó sobre la posibilidad de que se refiriesen al nombre de las ciudades emisoras.   

 

Denarios reproducidos en la obra de Lastanosa 

Como recoge Antonio Roma, hay referencias del interés por la numismática de los eruditos de esta época Juan Andrés Strany, Felipe de Guevara, Diego Hurtado de Mendoza, Pedro Ponce de León, Diego de Covarrubias, Jerónimo Zurita, Ambrosio de Morales, Alvar Gómez de Castro, Antonio Agustín, Juan Fernández Franco, Martín de Gurrea y Aragón, Marqués de Villahermosa, Pedro Chacón, Benito Arias Montano, Juan de Mariana, Bartolomé Salvador de Solórzano, Rodrigo Caro, Galcerán de Pinós, Marqués de Guimerá, Vincencio Juan de Lastanosa y Martín Jimena Jurado. Otros personajes relevantes que tuvieron y conservaron antigüedades y monedas fueron a modo de ejemplo Fadrique Enríquez, Antonio de León Pinelo o el propio Cardenal Cisneros, cuya colección pasó a integrar la Biblioteca de la Universidad Central, y de ahí se remitió al Museo Arqueológico Nacional en 1868. 

Para saber más: 

BLAZQUEZ CERRATO, C., “Emblema Hispaniae: la percepción histórica de España a través de la Numismática en los textos humanistas”,  La impronta humanística (ss. XV-XVIII): saberes, visiones e interpretaciones, 2013, pp. 363-376.

BLAZQUEZ CERRATO, C., “Los “Libros de Medallas” renacentistas como referentes sociales y artísticos”, XV Congreso Nacional de Numismática (Madrid, 28-30 octubre 2014), pp. 1217-1230.

ESTRADA-RIUS, A., “El expolio numismático: reflexiones y retos desde la experiencia numismática”, Mélanges de la Casa de Velázquez,  Nº 51, 2, 2021, pp. 293-298.

GONZALBES CRAVIOTO, E., “Antigüedades romanas en los manuscritos del erudito Juan Fernández Franco (siglo XVI)”, ANTIQVITAS, N. º 18-19, 2007, pp. 227-235.

MORENO GARRIDO, A., “El aragonés Antonio Agustín (1516-1586) y la estampa de tema numismático como fuente iconográfica”, Cuadernos de arte de la Universidad de Granada,  Nº 18, 1987, pp. 243-252.

ROMA VALDÉS, A., “Numismática española e iberoamericana. Su origen como disciplina y sus protagonistas”, Textos de Numismática, Número 9,  2016.

RUIZ DE AZÚA MARTÍNEZ, E., “El Monetario de San Lorenzo del Escorial. Un ejemplo de coleccionismo en Época Moderna y su relación con las artes”, Literatura e imagen en El Escorial: actas del Simposium (1/4-IX-1996), pp.  889-902.

domingo, 29 de enero de 2023

Medios escudos, durillos, escuditos, coronillas o veintenes

 Publicado en El Eco Filatélico y Numismático, nº 1325, 2023

La necesidad de moneda menuda para hacer frente a los cambios de las monedas de oro de gran formato en el pequeño comercio llevó a que por una Ordenanza de 25 de noviembre de 1738 dada en San Lorenzo se ordenase la acuñación de una nueva especie monetaria, medios escudos de oro con un valor de 18 reales y 28 maravedíes de vellón, que fueron conocidos como escuditos o coronitas. Este nuevo circulante tenía un peso de entre  1,6 y 1,7 gramos, una talla de 136 piezas por marco y un diámetro de entre 15 y 15 ½ milímetros. 

Debido a su alto valor nominal, equivalente al del real de a ocho o peso en 1728, y su menor peso, 16 veces menor a su equivalente en moneda de plata, tuvo una rápida aceptación en la circulación. Con posterioridad se rebajó su peso y se hizo equivaler a 20 reales de vellón, la nueva valoración de los pesos, por lo que recibió el nombre de veintén. Esta estimación se mantuvo durante todo el periodo en el que fueron acuñados, hasta el reinado de Isabel II, a pesar de todas las reformas monetarias posteriores, lo que se llevó a cabo o bien rebajando su ley o bien rebajando su peso. 

Este módulo no era desconocido en nuestra historia numismática, toda vez que fue utilizado en las emisiones privativas de los reinos de Valencia y Mallorca desde el reinado de Carlos II, habiendo una emisión de 1703, sin fechar, a nombre de Felipe V de Palma de Mallorca. Acuñadas en las Casas de Moneda de Madrid y Sevilla, las monedas emitidas difieren tanto en el diseño del busto del monarca como en su diámetro, así como en el mayor o menor desarrollo de las leyendas. Con los medios escudos se asiste en el sistema monetario castellano al nacimiento del numerario áureo provincial, dado que su circulación quedaba circunscrita al territorio peninsular. 

En su anverso estas nuevas emisiones llevan el busto a derecha de Felipe V con gran peluca barroca, y la leyenda circular en las primeras emisiones PHS y D G HI ET IN R 1738. En el reverso, por la imposibilidad de ocupar su pequeño espacio para el uso del escudo grande de la Monarquía, se optó por el escudo sencillo del tipo peto esquinado, cuartelado de castillos y leones y coronado, con escusón de Borbón en su centro, y la leyenda INITIA SAPIENTIAE TIMOR DOMINE,  El principio de la sabiduría es el temor del Señor (Proverbios 1:7). 

La primera de las reformas de esta nueva moneda se produjo en 1742, cuando en fecha 22 de junio se ordenó la acuñación de nuevos medios escudos, con el valor antes citado de 20 reales de vellón, con ley de 21 quilates y 3 granos. El motivo aducido para esta reforma fue la dificultad que suponía para su cambio en moneda de plata el pico de los 8 maravedíes. Estas emisiones mantienen el busto del anverso y el escudo del reverso, con o sin escusón, con leyenda PHILLIPPUS * V*D*G* y la fecha de emisión en su anverso e HISPANIARUM*REX y las siglas de ceca y de los ensayadores. 

Las acuñaciones de este módulo continuaron e incluso se incrementaron durante el reinado de Fernando VI, dado que su buena acogida propició su uso y evitó la emisión de reales de a ocho de plata nacional, con los mismos tipos que los usados por su padre. Los durillos se siguieron batiendo igualmente desde su fallecimiento entre 1759 y 1771, con emisiones conocidas de todos los años, ya en el reinado de Carlos III, con idéntico reverso que el visto en las emisiones anteriores y la leyenda HISPANIARVM REX. 

Desde 1772 variaron los tipos, incluyendo un nuevo busto del monarca en su anverso, a derecha y a la heroica, con lazo y Toisón de Oro al cuello, y la leyenda CAROL.III.D.G.HISP.R y el año de emisión. En su reverso, sin leyenda, se incluyó el mismo escudo utilizado para los reales de a ocho, con castillos y leones dentro de un escudo de casulla o piel de toro, con escusón de tres lises en su centro en forma de óvalo, coronado y rodeado del Toisón de Oro, la marca de ceca a su izquierda y las siglas de ensayador a su derecha. 

En el año 1786 se comenzaron a emitir nuevos veintenes, tras la promulgación de la Pragmática Sanción de 21 de marzo. El motivo de esta nueva acuñación fue que los anteriores habían incrementado su valor, por razón del premio, a 21 reales y un cuartillo de vellón, tras la publicación de la Real Pragmática de 17 de julio de 1779. Estas nuevas monedas mantuvieron los motivos y leyendas de su anverso, pero en su reverso se representaron los mismos motivos dentro de un escudo oval. 

El valor de estos nuevos escuditos de nueva labra quedó fijado en los mismos 20 reales de vellón. Con esta disposición, la relación o ratio entre el oro y la plata quedó fijada en 1:15 para la moneda nacional y en 1:16,4 para la provincial, y fue según Elena García Guerra una medida de política monetaria concertada con Francia dentro de los acuerdos del Pacto de Familia, con el objeto de evitar la exportación de moneda áurea a Inglaterra.  Se previó que se recogiesen los durillos anteriormente acuñados en el plazo de dos años en las Casas de Moneda y en las tesorerías provinciales y militares, medida que fue prorrogada varias veces, como sucedió por la Real Cédula de 29 de febrero de 1796. 

A pesar de ello, los veintenes antiguos gozaron de una larga existencia y aceptación en el circulante, dado que siguieron circulando por su valor real hasta 1862. En 1787, por ejemplo, la Cancillería Real y el superintendente de los edificios religiosos de Granada informaron a la Corona que habían rehusado el recibo de unos 300.000 veintenes, por lo que los tenedores los habían remitido a Sevilla como metal. Los oficiales, en vez de ser felicitados, fueron instados a que en lo sucesivo recibieran dichos veintenes en pago. Francisco Paradaltas recogía que en 1847 seguían en circulación, recibiendo una estimación de 21 reales y 8 maravedíes de vellón. 

Los medios escudos se acuñaron durante el reinado de Carlos IV en la ceca de Madrid, ininterrumpidamente desde 1788 hasta 1796, y en el de su hijo Fernando VII en 1817. En el reinado de Isabel II se produjeron nuevas emisiones, ajustándolas a su valor facial en reales de vellón, con busto de la reina a izquierda y la leyenda  ISABEL 2ª  POR LA G. DE DIOS Y LA CONST y la fecha en su anverso, y el escudo grande de la monarquía y la leyenda REINA DE LAS ESPAÑAS, así como su valor facial, 20 Rs, en su reverso, realizadas en Madrid entre los años 1861 y 1863. Posteriormente, en 1865 y 1866, se acuñaron nuevos durillos con su valor facial en escudos de vellón, 2 escudos. 

El módulo de los veintenes fue igualmente utilizado para la emisión de las Medallas de Proclamación de los sucesivos monarcas desde Fernando VI en 1746, de Carlos IV en 1789, de Fernando VII en 1808 y de Isabel II en 1833. Finalmente, con la adopción del nuevo sistema monetario nacional basado en la peseta, este longevo numerario fue retirado de la circulación y sustituido por las nuevas emisiones.   

Para saber más: 

ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN, G, “Guerras, monedas y deuda durante el reinado de Carlos III”, en Carlos III y la Casa de la Moneda, Catálogo de la exposición celebrada en el Museo casa de la Moneda, Madrid, diciembre 1988-febrero 1989.

GARCÍA GUERRA, E., “Moneda en España en los siglos XVI-XVIII”, en Historia de España XIV, Historia Moderna, La economía en la España Moderna, Madrid, 2006, pp. 201-240.

GIL FARRÉS, O., Historia de la moneda española, Madrid, 1976.

HAMILTON, E.J., “Monetary Problems in Spain and Spanish America, 1751-1800”, The Journal of Economic History, Vol.4, nº 1, May, 1944, pp. 21-48.

MORENO Y CASANOVA, J.J., “Medio escudo, pequeña entre las grandes”, Crónica Numismática, abril 2000, pp. 44-45.

PARADALTAS Y PINTÓ, F., Tratado de monedas: sistema monetario y proyectos para su reforma, Barcelona, 1847.

PÉREZ SINDREU, F. de P., “Variaciones en el valor de las monedas durante el siglo VXIII para paliar la escasez de plata y evitar la salida de las monedas españolas al extranjero”, Gaceta Numismática 155, diciembre 2004, pp. 43-53.

SANTIAGO FERNÁNDEZ, J. de, “Legislación y reforma monetaria en la España Borbónica”, en VI Jornadas sobre Documentación Borbónica en España y América  (1700-1868), Madrid, 2007, pp. 403-436.