miércoles, 7 de enero de 2015

El café Moka y los duros sevillanos

Publicado en Numismático Digital, 7 de enero de 2015

http://www.numismaticodigital.com/noticia/8000/

El Mar Rojo fue una arteria vital para la llegada de la plata española a los mercados de Oriente, por la que fluía gracias al comercio del café centrado en el puerto yemení de Moca, el mayor exportador de este producto entre los siglos XV y XVII y punto de control  del Imperio Otomano para el cobro de los tributos del tráfico en este mar. Procedente de este último y de Persia, la mayor parte de esta plata acababa siendo acaparada por el Imperio Mongol de la India.

Ya en el siglo XVI, y con el afán de controlar las rutas comerciales terrestres asiáticas, los portugueses ocuparon las salidas al Océano Índico en el estrecho de Ormuz y en el Mar Rojo. En el primero de ellos fundaron estados vasallos en sus principales enclaves, como Julfar, Lareca, Mascate, Barhein y la propia Ormuz. En cuanto al Mar Rojo, el bloqueo comercial llevado a cabo por los lusitanos fue la causa de importantes enfrentamientos en su cuenca con el Imperio Otomano a comienzos de este siglo, principalmente en Etiopía, el país de origen del café, y una de las principales causas de la anexión por los turcos del Egipto mameluco.

Las principales rutas terrestres que cruzaban Asia partían de los puertos mediterráneos de Alepo, Esmirna y de la misma Constantinopla. Las mismas suministraban plata española a la Persia safávida, a pesar de que entre los siglos XVI XVIII los enfrentamientos entre los persas y sus vecinos otomanos, uzbekos y mongoles de la India fueron frecuentes, pero la mayor parte de ella le llegaba por su comercio con los armenios, que vendían seda en Europa.

Persia era en muchas ocasiones sólo una escala en una tupida red comercial mucho más amplia, pero tenía una política monetaria muy estricta. Según Tavernier, los oficiales de comercio obligaban a los mercaderes a reacuñar los pesos españoles en abbassis, su propia moneda, que al llegar a la India debía ser nuevamente acuñada en piastras, perdiendo con ello los comerciantes un 10 ¼ % de su valor, por lo que los mismos intentaban ocultarlos en su transporte a través de su territorio.
 
Como recogía el abate Mably en el siglo XVIII, la mayor parte de dicha plata tenía como destino final el Imperio Mongol de la India. Aunque había varios itinerarios que pasaban o por Basora, donde en 1623 los portugueses habían fundado una factoría, o por Bandes-Abassi, una parte muy importante de la moneda española partía hacia el Mar Rojo para el comercio del café en Moca y en el estrecho de Bab-el-Mandel. Braudel recogía asimismo que todavía en el siglo XVIII este comercio del café seguía siendo vital para la llegada de la plata española a la India, como lo llevaba siendo desde el siglo XVI.

El principal puerto hindú de arribada de café era Surat, el más importante de los del subcontinente en esos momentos. Su precio venía referenciado en reales de a ocho, y fluctuaba en función de las llegadas de las flotas del Mar Rojo y de la distribución del mismo entre los distintos comerciantes. En 1670, cuando los barcos procedentes de Moca llegaban a Surat su precio era de 22 reales por maund, unos 18,18 kilos, bajando rápidamente el mismo a los 10-11 reales, que finalmente acababa estabilizándose en 12-13 reales. Los precios del café variaban asimismo en este puerto en función de la demanda de las principales áreas consumidoras, dado que una parte importante de la producción era enviada desde las zonas productoras a Alejandría, Persia y Basora.

La plata española era vital para la economía del Imperio Mongol, dado que era necesaria para su mantenimiento y financiación. En Surat se recibía la mitad de la plata española que llegaba a la India, de la que menos de la tercera parte venía por la ruta que circunvalaba África, dado que la mayoría llegaba por el comercio con el Mar Rojo y el Golfo Pérsico, si bien también se obtenía plata de las relaciones con otras naciones asiáticas, e  incluso una parte procedía del comercio con Rusia.

Tavernier recogía que en la India los reales de a ocho acuñados en Sevilla recibían una estimación de entre 213 y 215 rupias cada cien piezas, mientras que los pesos mexicanos se pagaban únicamente en 212 rupias. Ello suponía que con los primeros se obtenía un beneficio de un 11%, mientras que con los novohispanos el mismo se reducía al 10 ¼ %  antes citado. Afirmaba asimismo que se encontraban en el comercio tres o cuatro tipos diferentes de duros españoles, con valores comprendidos entre las 208 y 214 rupias por cada cien de ellos, siendo los más estimados los sevillanos de peso completo, de 21 dineros y ocho granos, que recibían una valoración de 213 rupias, y las 215 rupias antes citadas si había escasez de plata. Según este autor, la ley de las rupias era mayor que la de las monedas españolas, dado que mientras que aquellas tenían una fineza de 11 dineros y 14 granos, los reales de a ocho sevillanos la tenían de 11 dineros y los mexicanos únicamente de 10 dineros y 21 granos.
 
BIBLIOGRAFÍA

BRAUDEL, F., La dinámica del capitalismo, Breviarios del fondo de cultura económica, México, 3ª reimpresión, 2002, traducción de Rafael Tusón Calatayud.
CANO BORREGO, P.D., Al-Andalus, El Islam y los pueblos Ibéricos, Madrid, 2ª Ed., 2013.
CHAUDHURI, K.N., The Trading World of Asia and the English East India Company: 1660-1760,  Cambridge University Press, New York, 1978.
GUNDER FRANK, A., ReOrient: Global Economy in the Asian Age, University of California Press, 1998.
MABLY, G.B., abbé de, Oeuvres complètes, T. IX, Toulouse, 1791.
MARCOS GUTIÉRREZ, J., Librería de Escribanos, Abogados y Jueces, que compuso don José Febrero, Escribano Real y del Colegio de la Córte, Parte Primera, Tomo Primero, Séptima Edición, Madrid, 1829.
ROBINSON, F, El Islam. Revelación e Historia, Barcelona, 2002.
TAVERNIER, J.B., Les six voyages de Jean Baptiste Tavernier en Turquie, en Perse et aux Indes, Amsterdam, 1678.

martes, 6 de enero de 2015

La moneda española en circulación en Canadá durante los siglos XVIII Y XIX

Publicado en Revista Numismática Hécate nº 1 el 25 de diciembre de 2014

http://revista-hecate.org/files/5714/1944/6659/Cano_Borrego1.pdf

Resumen:

Tras la firma del Tratado de París en 1763, la mayor parte de Nueva Francia, incluida Canadá, fue cedida por Francia a la Gran Bretaña. Ante la escasez de moneda circulante y el uso de papel moneda muy depreciado, en mayo de 1765 se declaró la obligatoria aceptación de los reales de a ocho españoles. De acuerdo a esta política, la moneda española, tanto la plata nacional y los doblones de oro como las pesetas provinciales metropolitanas, se convirtieron en el principal medio de pago del territorio, así como del de los aledaños de Nueva Escocia, Terranova y la isla del Príncipe Eduardo, hasta bien entrado el siglo XIX.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

La debacle de la dinastía Ming y la plata española

Publicado en Numismático Digital, 3 de diciembre de 2014




Existe en la historiografía china un debate abierto sobre el posible impacto que pudo tener el coyuntural descenso en la recepción de plata procedente de las Indias españolas como factor desencadenante o coadyuvante en la caída de la dinastía Ming. La plata española había sido un importante factor para la mercantilización de su economía y la base de su sistema fiscal, con lo que su escasez, combinada con una serie de desastres naturales y con las revueltas campesinas interiores, habría favorecido la conquista de China por los manchúes de la dinastía Qing. 
La plata era ya empleada en el siglo XV, antes de la llegada de los portugueses y españoles, en sustitución de un papel moneda cada vez más depreciado, especialmente en las provincias meridionales de China. El año 1436 los emperadores Ming dieron cobertura legal al metal argénteo, y desde mediados del siglo siguiente se ordenó que los tributos debían pagarse necesariamente en el mismo, a partir del sistema impositivo conocido como del latigazo único o i-t’iao pien fa.
En un primer momento, su circulación se circunscribió a las provincias de Quanzhou-Cantón- y Zhangzhou. A pesar de no existir moneda de este metal, la plata se utilizaba para el pago de las operaciones al por mayor, para los intercambios internacionales y para el pago de tasas. Cipolla afirmaba que los chinos estaban enamorados de los reales de a ocho, pero que una vez adquiridos no los ponían en circulación como moneda, sino que los fundían en lingotes o los cortaban. Para los pagos se procedía a cortar los lingotes o los reales de a ocho recibidos con unas cizallas en piezas del peso requerido.
El comercio con los españoles de Manila y con los portugueses de Goa y Malaca fue el que familiarizó a los chinos con la moneda que sería dominante en el comercio en las siguientes tres centurias. Con la concesión del permiso de establecimiento en Macao a los portugueses en 1557 y con la fundación de Manila en 1571 comenzó una época de activo comercio de los mercaderes chinos con los puertos bajo control ambos países ibéricos.  
Para adquirir la plata española en Manila y la japonesa en Macao los comerciantes chinos se vieron obligados a vender seda, que estaba libre de impuestos directos, y cerámica, utilizada en realidad como lastre de sus juncos, para cubrir sus necesidades de numerario metálico. Los pesos españoles comenzaron a ser familiares en los puertos de Cantón, Ningbó y Amoy desde 1571, por su relación comercial con las Filipinas.  Este comercio fue según Ollé un factor de canalización de un flujo comercial suficiente para que el Imperio Chino tomase medidas para la pacificación e integración en el sistema de las últimas redes de piratas y contrabandistas, organizadas en grandes flotas navales.
Los portugueses obtenían plata para su comercio con China de Japón, pero también en la propia Península Ibérica. Según Céspedes la primera y más importante vía de salida de plata hacia Oriente nacía en Lisboa, donde se combinaban su proximidad y fácil comunicación con Sevilla con ser el principal puerto de la naciente ruta comercial hacia las Indias Orientales. A ello contribuyó igualmente la unión de ambas Coronas en el reinado de Felipe II, con la que los mercaderes lusitanos extendieron sus negocios a los reinos de Castilla, tanto peninsulares como indianos.
Según Cipolla, en los siglos XVI y XVII las naos portuguesas transportaban a Macao de 6 a 30 toneladas de plata al año. También reproducía las palabras de Gomes Solis en su Arbitrio de la plata publicado en Londres en 1621, que afirmaba que “… la plata va peregrinando por todo el mundo para acabar finalmente en la China, y allí se queda como si fuera su lugar natural”, y las del almirante don Honorio de Bañuelos y Carrillo, que atestiguaba que el emperador de China podría construirse un palacio de plata con las barras que de este metal llegaban del Perú.
Fue durante la Guerra de los Ochenta Años, que enfrentó a España con las insurrectas Provincias Unidas, cuando los holandeses comenzaron a navegar hacia Oriente. Tras la Tregua de los Doce años y la reanudación de las hostilidades, el gobierno español decretó en 1621 el embargo general del comercio con Holanda, que duró hasta 1647.  Los neerlandeses siguieron obteniendo metal argénteo por vías alternativas a través de Calais, Amberes, Hamburgo y Londres. También la  conseguían con el comercio que con base en Bayona y San Juan de Luz, controlado por las comunidades sefardíes de estas poblaciones vascofrancesas, introducía en el norte de Castilla y Aragón especias y textiles a cambio de plata y lana. A pesar de ello, la totalidad del comercio holandés sufrió de escasez de numerario de plata.
Dado que la Corte china prefería comerciar con los españoles y portugueses, y las exportaciones de seda se realizaban hacia Macao y Filipinas, los holandeses llevaron a cabo una agresiva política en la que intentaron tomar Manila y Macao y asaltaron numerosos navíos chinos, obteniendo finalmente el permiso de establecerse en Formosa, donde en 1626 se establecieron también los españoles. Para los holandeses Japón era la principal alternativa para obtener plata al Imperio español, por lo que tras la expulsión de los comerciantes ibéricos los holandeses quedaron como únicos suministradores de este país, ventaja que se acrecentó con la prohibición del soghunado a los japoneses de abandonar el país, acabando con ello con el floreciente comercio nipón con China. La crisis monetaria global de los años 40 del siglo, que coincidió con la última fase de la cruenta Guerra de los Treinta Años en Europa,  llevó a Japón a la prohibición de cualquier exportación de plata.
Las medidas tomadas por los monarcas españoles para evitar el contrabando de plata con Oriente desde las Indias, el cierre del comercio de Macao con Japón y la crisis del Galeón de Manila habían reducido de forma drástica el flujo de plata hacia el interior de China, produciendo deflación, acaparamiento y el incremento de la presión fiscal. A ello se sumaron una serie de desastres naturales que devastaron amplias regiones del imperio chino.
La conjunción simultánea de todos estos sucesos causaron un rápido y descontrolado aumento en el valor de la plata, por lo que para muchas provincias se hizo imposible pagar los impuestos que habían de satisfacerse en este metal. La cada vez más escasa plata fue atesorada, lo que produjo un descenso del precio del cobre, la verdadera moneda metálica china. Mientras que en los años 30 del siglo mil piezas de cobre equivalían a una onza de plata, diez años después se estimaban en menos de la mitad, y en 1643 en menos de un tercio.
Ello llevó a la ruina a los agricultores, que debían pagar sus tributos en plata mientras que sus ingresos eran recibidos en moneda de cobre. Junto a ello se sucedieron en el norte de China hambrunas debidas a las malas cosechas, producidas por un clima seco y frío en un fenómeno climático conocido como Pequeña Edad del Hielo, y en todo el país hubo graves inundaciones y epidemias que diezmaron su población. La rebelión estalló en Shanxi en 1627 y durante seis años se produjo una cruenta y larga guerra.
La conjunción de las sublevaciones interiores de campesinos hambrientos y de la presión de los manchúes en el norte hizo que en 1644 los nuevos emperadores Qing tomasen el control de Pekín. En algunas provincias como Yunnan, Shanxi o Nakín, así como en la isla de Formosa controlada por Koxinga, los partidarios de los Ming resistieron unos años más, hasta que Zhu Youlang, el último pretendiente Ming, fue ejecutado en 1662.
Thierry recogía el caso de tres ocultaciones descubiertas a principios de los años 70 del siglo XX en Fujian, compuestas de moneda macuquina batida antes de la llegada al poder de Felipe V, que se debieron producir por los ejemplares que las componen entre el periodo final de la época Ming y la llegada de la dinastía Manchú, entre los años 1644 y 1660, esta época convulsa que hemos estudiado. Porque, como afirmaba el contemporáneo monje agustino portugués Sebastiâo Manrique, los mercaderes chinos si fuese posible habrían descendido a los infiernos para fabricar nuevos objetos para vender, y así adquirir la codiciada plata y los reales de a ocho españoles.  
BIBLIOGRAFÍA
CEINOS, P., Historia Breve de China, Madrid, 2003.
CÉSPEDES DEL CASTILLO, G., “El Real de a Ocho, primera moneda universal”, en ALFARO ASINS, C., (Coord), Actas del XIII Congreso Internacional de Numismática, Madrid, 2003, Vol. 2, 2005, pp. 1751-1760.
CIPOLLA, C.M., La Odisea de la plata española. Conquistadores, piratas y mercaderes, Barcelona, 1999.
GUNDER FRANK, A., ReOrient: Global Economy in the Asian Age, University of California Press, 1998.
ISRAEL, J.I., Dutch Primacy in World Trade, 1585-1740, Oxford University Press, 1989, reimpresión de 2002.
LORENZO ARROCHA, J.M., Galeón. Naufragios y Tesoros, Santa Cruz de la Palma, 1999.
OLLÉ, M, “La proyección de Fujian en Manila”, en BERNABÉU ALBERT, S. y  MARTÍNEZ SHAW, C. (ed), Un océano de seda y plata: el universo económico del Galeón de Manila, Sevilla, 2013.

SPENCE, J.D., The Search for Modern China, Norton, 2013.

THIERRY, F. “Les réaux espagnols et les contramarques chinoises”, Acta Numismàtica 16, 1986, pp. 175-190.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Los Rus y los dírhams

Publicado en Numismático Digital, 5 de noviembre de 2014


  http://www.numismaticodigital.com/noticia/7818/Articulos-Numismatica/Los-Rus-y-los-dirhams-html
Los varegos suecos, émulos de sus parientes vikingos daneses y noruegos en sus largos viajes en Occidente, se dedicaron a partir del siglo IX no tanto al pillaje como al comercio de pieles, madera y esclavos con el Oriente bizantino y el califato abasí. Su propósito era obtener productos de lujo y muy especialmente moneda de plata árabe, que se encuentra en grandes cantidades en las excavaciones arqueológicas del área del Volga.
 
Los suecos, desde sus bases bálticas en las actuales Finlandia y nordeste de Rusia, crearon en las primeras décadas del siglo IX una ruta comercial que unía el curso medio del Volga con el golfo de Finlandia y la región de Mälar, en la actual Suecia central, basada en la creciente demanda de productos de lujo de origen árabe y de su moneda de plata.
 
Desde la región media del Volga algunos escandinavos se dirigieron hacia la orilla del mar Caspio y llevaron sus mercancías desde allí a lomos de camellos hasta la misma Bagdad. Otros llegaban sólo hasta las tierras de los búlgaros, instalados en el Volga, mientras que también hubo otros que se instalaron en Itil, capital del reino judío de los jázaros o kázaros, como comerciantes o guerreros.
 
Es en esta época cuando se comienzan a datar hallazgos de dírhams en tesoros en la cuenca del Volga. A partir de estos enclaves los suecos, que según los anales francos en el año 839 se autodenominaban Rhôs y que fueron conocidos como Rhus en las fuentes eslavas y Rus en las árabes, bajaron por el curso del Dnieper camino de Bizancio, y estuvieron presentes o incluso tomaron el control de las principales ciudades del área como Kiev, Nóvgorod o Chernigov.
 
Su hambre de plata era proverbial entre los escritores árabes, y si bien debieron de obtener metal argénteo de su comercio con los bizantinos, no se encuentran monedas de esta procedencia en la Kiev del siglo X, lo que según Jonathan Sheppard parece mostrar que las mismas, que no encajaban con el patrón de peso de los dírhams, eran fundidas en lingotes o adornos, o bien que su comercio con el mundo bizantino se basó en otros artículos de lujo. En el tercer cuarto del siglo X cesó según este mismo autor el abastecimiento de moneda de plata desde el mundo árabe.
 
Noonan afirma que los dírhams aparecieron en el este y norte de Europa en el último cuarto del siglo VIII, a través de rutas que partían de Itil, en el estuario del Volga y que remontaba este río, y también otras que subían aguas arriba los ríos Dnieper y Don. Según este autor los más antiguos se han encontrado en Staraja Ladoga, y su tráfico muestra que las tribus eslavas los obtenían a través del comercio, por mediación de los jázaros y los búlgaros. Para Haussig, sólo el tráfico de esclavos podría explicar la existencia de los importantes atesoramientos de plata en el área, mientras que Martin argumenta que el factor más importante sería el activo comercio practicado por los Rus y los habitantes del curso medio del Volga.
 
Según Marianne Vedeler, se han encontrado alrededor de 150.000 dírhams de la Era Vikinga en el Este de Europa y Suecia, y sólo en este último país 64.306, la mayoría de ellos en atesoramientos. En base a los mismos, Thomas Noonan concluye que el tráfico entre Suecia y el Este europeo se triplicó en el siglo X en relación a la centuria anterior. Los hallazgos muestran que el flujo de dírhams llegó a Escandinavia desde alrededor del año 800 hasta el siglo X. Los primeros que llegaron fueron los batidos por los califatos abasí y samaní, si bien algunos de los encontrados son imitaciones realizadas por los búlgaros del Volga. De estas imitaciones, se han encontrado aproximadamente 3.500 piezas en Suecia y 57 en Noruega.
 
El numerario árabe llegó incluso a los establecimientos vikingos de las Islas Británicas. Los primeros invasores parece que no estaban familiarizados con su uso monetario, a pesar de recibir gran cantidad de moneda en los tributos y rescates cobrados a los francos y a los anglosajones, así como moneda islámica a través del comercio del Este. En algunos hallazgos del Danelaw se han encontrado trozos de piezas ornamentales de plata y una mezcla de monedas continentales, británicas, vikingas y arábigas de diferentes pesos. Se mantuvo allí, como en Escandinavia, la costumbre de marcar las monedas con muescas para probar su bondad, lo que se conoce como peck-marks.
 
Los Rus acabaron entrando al servicio de Bizancio como mercenarios, formando la guardia varega, operativa en los siglos X y XI, y con un sueldo de 44 monedas de oro anuales por soldado. La misma combatió en lugares tan dispares como en Apulia, contra sus parientes normandos, Sicilia o Siria. También los encontramos en los territorios islámicos de Uzbekistán, Persia o Irán. Hacia mediados del siglo X la élite de estos Rus estaba ya muy eslavizada, y a mediados de este siglo comenzaron las conversiones al cristianismo.
 
Bibliografía:
ÁLVAREZ, V., Los vikingos. Crónica de una aventura, Ed. Sílex, Madrid, 2013.
GRAHAM-CAMPBELL, J., WILLIAMS, G. (ed), Silver economy in the Viking Era, Left Coast Press, Walnut Creeck, California, 2007.
GRIERSON, P., BLACKBURN, M., Medieval European Coinage: Volume 1, The Early Middle Ages (5th-10th Centuries), Cambridge University Press, USA, ed. 2006.
SHEPPARD, J., “Del Volga al Dnieper. El patrón de la primitiva historia rusa”, en MÍNGUEZ, J., WILSON, D., SHEPPARD, J. y MARTÍN, J.L., Los vikingos, Cuadernos Historia 16, nº 246, 1985.
VEDELER, M., Silk for the Vikings, Oxbow books, Oxford, R.U., 2014.


miércoles, 1 de octubre de 2014

No vull pagar

Publicado en Numismático Digital, 1 de octubre de 2014

http://www.numismaticodigital.com/noticia/7711/

Desde el año 1300 en el Reino de Mallorca no circularon otras monedas que las propias, según refería Bovér de Roselló. Así fue durante cuatro siglos, hasta que tras el final de la Guerra de Sucesión Felipe V ordenó que en las islas circulase moneda foránea de Aragón, Cataluña y Castilla, lo que encontró una enconada resistencia, especialmente en el ámbito rural.
 
 Felipe V no quería con ello, según este autor, extinguir la moneda propia del Reino, dado que no le interesaba, e incluso por Real Decreto fechado en Madrid el 8 de septiembre de 1728 fijó que la moneda propia del archipiélago, como la de Aragón, Valencia y Cataluña, subsistiese y siguiese corriendo en sus respectivos reinos, … en la forma que hasta aquí, sin novedad alguna. No obstante, por Real Orden de 1715 publicada en Palma el 11 de julio, se había ordenado que la moneda de plata y vellón de Aragón y Cataluña tuviese curso en Mallorca, una disposición que según Bovér si bien fue acatada, encontró una formal resistencia. En esta época comenzaron asimismo a circular moneda de oro y plata castellana.
 
 Las quejas de los naturales de la isla, que seguían pagando el fogatge o monedaje, se acompañaron con su obstinación en el uso de los reales, medios reales y marietas de plata, lo que llevó a que por Real Orden de 28 de mayo de 1728 se prohibiese su uso. El Ayuntamiento de Palma, al publicar esta norma el 1 de junio de este mismo año, dispuso su recogida, lo que no pudo cumplirse al no salir, según Bóver, ni una sola moneda castellana de la tesorería a causa del convenio general de rehusarlas y admitirlas en cualquier contrato.
 
 En 1720 se fijó el valor de los doblones de cinco pesos en cinco libras y dos sueldos, y por Real Orden de 4 de octubre de ese mismo año se mandó que se siguiese acuñando moneda en Mallorca. Por Real Orden de 28 de octubre de 1728 se incrementó el valor del doblón sencillo a cinco libras, trece sueldos y cuatro dineros. El 30 de junio de 1731 se mandó refinar el peso de los doblones y se variaron los cuños. Si bien por Real Orden de 8 de febrero de 1726 se ordenó labrar moneda de plata de once dineros con todo el metal argénteo que se llevase a acuñar, abonándose por cada onza una libra, ocho sueldos y cuatro dineros, no se conocen monedas de plata de su reinado.
 
 Se conocen emisiones de diners, doblers y tresenas a nombre de Felipe V entre los años 1722 a 1724, y emisiones no documentadas del mismo monarca entre 1700 y 1715. Los doblers llevan en su anverso una cabeza coronada a izquierda dentro de un círculo de puntos y leyenda PHILIPVS V R ARAG, y en su reverso cruz larga con montecillo bajo su brazo izquierdo y II bajo el derecho y la leyenda MAIOICA RVM CA. Hay una variante con un I detrás del busto del anverso.
 
 Una segunda emisión de doblers llevaba en su anverso cabeza coronada a izquierda y numeral 2 (diners), y leyenda PHILIPP V R ARAG; y en su reverso escudo coronado y cuartelado de castillos y leones, con una cruz larga que parte los cuarteles y cuya base se sale del escudo, y en su centro escudete con las flores de lis, y la leyenda MAIORIC CATOLIC. Existe una variante con castillo y león en los cuarteles superiores y flores de lis en los inferiores.
 
 En cuanto a los diners, llevaban en su anverso cabeza coronada a izquierda dentro de un círculo de puntos y leyenda PHILI…, y en reverso cruz larga y leyenda MAIORICA-R. Otros diners anepígrafos batidos con posterioridad llevaban en su anverso cabeza coronada a izquierda y detrás I, y en su reverso una cruz y en sus cuarteles superiores castillo y león y en las inferiores flores de lis, y un castillo sobre el pie de la cruz.
 
 En el año 1723 se acuñó moneda áurea con peso y valor de cuatro duros, con su cabeza desnuda a izquierda en anverso y la leyenda PHILIP V HISP R 1723, y en el reverso los blasones de Puigdorfilia entre la leyenda MAIORICAR CAT y el escudo real de España. En 1726 se acuñaron asimismo piezas del mismo facial con los mismos tipos.
 
 Se batieron tresetas en Mallorca entre los años 1722 y 1724, en cuyo anverso aparecía cabeza desnuda a izquierda y numeral 6 (diners) dentro de un círculo de puntos, con leyenda PHILIP V HISP R y fecha; y un reverso idéntico al visto para la segunda emisión de doblers. En 1724 se acuñaron asimismo tresetas a nombre de Luis I, con los mismos tipos y la leyenda LVDOVICUS I HIS R 1724, y se conoce asimismo la emisión de un dobler a nombre del mismo soberano. Los motivos y leyendas de estas emisiones son castellanas, en concordancia con las ideas uniformadoras de esta dinastía.
 
 Este dobler, de factura muy tosca, lleva en su anverso la leyenda LVD, busto imaginario coronado a izquierda, y bajo el mismo el numeral 2, todo ello dentro de un círculo de puntos. La leyenda del reverso es ilegible en un ejemplar citado por Vilaret que ha llegado a nuestros días, y muestra una cruz patada con brazos acabados en forma de cola de pez, con cuarteles de castillo, león y en los inferiores dos lirios. Su peso es de 1,31 gramos y su diámetro de 15 milímetros.
 
 Por Real Orden de 14 de mayo de 1740 se ordenó el cierre de la ceca mallorquina, no exonerando a los isleños del pago del fogatje, una de las rentas más productivas de su patrimonio, y que se satisfacía por disponer de fuero de monedaje. Por Real Orden de 1746, publicada en Palma el 7 de noviembre, se declaró el uso en la isla de las monedas de cobre castellanas, sin que nuevamente pudiera llevarse a cabo por la resistencia a su recepción por los naturales. A pesar de ello, según Bovér, los mallorquines resistieron su admisión, y … la soberana disposición se hizo ilusoria.
 
 La no consecución de las previsiones se deduce del contenido de una nueva Real Orden de fecha 20 de octubre de 1743, y de la Consulta de 30 de marzo del mismo año. Había crecido el premio de la plata con respecto a la moneda de cobre con la nueva acuñación en este último metal, y la Corona dispuso la universal aceptación de la moneda castellana en Aragón, Cataluña, Valencia y Mallorca, distribuyendo con ello el sobrante que había de la misma en el mercado castellano. Según esta norma, con el uso de una misma moneda se obtendrían importantes ventajas en el comercio de todo el Reino.  
 
 En diciembre de 1757 el Ayuntamiento de Palma y los Síndicos clavarios remitieron al monarca una exposición en la que solicitaban el restablecimiento de las labores en la isla, dado que Mallorca seguía satisfaciendo el derecho de monedaje o fogatje antes mencionado, no siendo atendida su petición. A pesar de la pretendida uniformidad monetaria, en Mallorca, como en los demás territorios de la antigua Corona de Aragón, se  siguieron llevando los Libros de Comercio por libras, sueldos y dineros, dividiéndose cada libra en 20 sueldos, y cada sueldo en 12 dineros. Con ello, cada moneda circulante castellana tenía su propia valoración en sus unidades propias de cuenta
 
 El amor a su moneda propia se recoge en las palabras de Bovér que cerraban el apéndice dedicado a este tema:
pero con la confianza de que algun dia, considerando el gobierno de S.M. que á este antiguo reino no se le puede disputar el derecho de que disfrutan Navarra y el Principado, nos restituirá el de continuar la fábrica de nuestras monedas propias; disposicion que se hace necesaria, si se atiende á que su escasez abre todos los dias las puertas al tráfico ilícito y á la especulacion de los falseadores.
 
Bibliografía
BORDAZAR DE ARTAZU, A., Proporcion de monedas, pesos i medidas, con principios practicos de Artihmetica, i Geometria para su uso, Valencia, 1736.
BOVÉR DE ROSSELLÓ, J.M., Historia de la casa real de Mallorca y noticia de las monedas propias de esta isla, Palma de Mallorca, 1855.
FONTECHA Y SANCHEZ, R. de, La moneda de vellón y cobre de la Monarquía Española (Años 1516 a 1931),  Madrid, 1968.
SANAHUJA ANGUERA, X. "La Moneda Menuda a la Corona d'Aragò D'Època Moderna (s. XV-XVIII)", Gaceta Numismática 161, 2006.
VILARET MONFORT, J., “Un dobler mallorquí de Lluís I”, Acta Numismàtica 10, 1980.

domingo, 21 de septiembre de 2014

Sigilografía versus Filatelia


Publicado en Crónica Filatélica, nº 242, Abril 2006


La sigilografía, hasta el siglo XVIII conocida como esfragística, es una ciencia historiográfica que se ocupa del estudio material y formal de los sellos, en su acepción estricta. Para la misma, se entiende por sello cualquier tipo de imagen, signo o representación utilizada con fines validatorios e identificativos de los documentos o escritos en los que se incluye por estampación o aposición. Los sellos así concebidos surgieron en las más diversas y remotas culturas a la par que los propios documentos y la escritura misma, si bien, obviamente, sus funciones han ido variando a través del tiempo.
 
La pérdida de la función validatoria de los sellos así considerados es patente en el mundo actual. Aunque se ha conservado la costumbre de estamparlos o imprimirlos, tanto en el ámbito administrativo como en el judicial, comercial, profesional e institucional, aún en aquellos casos en los que las leyes exigen su presencia, su función básica es la corroborativa, no afectando dicha exigencia a la validez legal del documento, sino más bien a su solemnidad.
 
Dentro de este concepto restringido de sello, basado en su unidad tipológica y en su fuerte valor jurídico, no cabría considerar el sello postal, el objeto de estudio de la Filatelia, definida por la Real Academia como la afición a coleccionar y estudiar sellos de correos. Tampoco entrarían dentro del mismo otros signos de clara función recaudatoria, burocrática o administrativa, como los timbres móviles del Estado que, como en el caso de los sellos postales, son considerados como una justificación o recibo de haber satisfecho una tasa.
 
No obstante lo anterior, no cabe ninguna duda de que los sellos de correos son herederos directos de los primeros. El uso generalizado desde el siglo XVII de los sellos en tinta, con tipología afín a los tradicionales sellos diplomáticos, la llamada renta del papel sellado, instaurada por Felipe IV en 1636, estableciendo la obligatoriedad del uso del papel sellado con las armas reales para todos los documentos otorgados entre particulares, y los presellados en seco para adherir son sus claros antecesores.
 
El sello real con las armas de Castilla y León, conocido como sello negro, fue utilizado desde 1715 como franquicia postal o carta franca de porte. Un año después, el correo pasó a considerarse de carácter público y se comenzó a marcar las cartas con las localidades de expedición. En las leyes que regularon este servicio, como en las promulgadas en 1756 y 1779, se utiliza explícitamente el término sello en referencia a las oficinas en las que se llevaban a cabo estas marcas, lo que indudablemente fue determinante para que dicho nombre se conservase para los sellos postales adhesivos en 1850.
 
Coetáneamente se comenzó a utilizar el papel presellado para algunos documentos, singularmente los conocidos como oficios que, como en el caso de las marcas postales, tenían una tipología diferente a los sellos diplomáticos, con leyendas horizontales y sin gráfila u orla. De los presellados para adherir realizados en tinta heredaron su forma, cuadrada o rectangular, para facilitar su recortado. Como era habitual en los sellos en seco, muy utilizados en la época de Fernando VII, el motivo de las primeras emisiones postales fue la cabeza o el busto del soberano reinante.
 
Podemos por tanto llegar a la conclusión de que existe una cierta continuidad entre esa ciencia y esta afición. El estudio de los sellos, con tantos milenios de existencia, solamente viene siendo considerado como científico desde finales del siglo XIX y el XX, en el que todos los lectores de esta revista nacimos. No ha de pasar tanto tiempo para que, a mi modesto entender, la actual afición pase a considerarse, en el ámbito académico, como una nueva ciencia historiográfica con rango científico-técnico universitario.
 
La Filatelia cumple múltiples funciones en la sociedad actual, tanto en el campo puramente lúdico como en el económico, aunando el placer del coleccionismo con la seguridad en la inversión. Pero no podemos olvidar que las emisiones postales son fiel reflejo de todas las ciencias y las letras, de lo más granado de la cultura y de la naturaleza de los Estados que las realizan.
 
Para cualquier actual ciudadano del orbe sería impensable un mundo en el que el sello de correos no hubiese existido. Y cada uno de ellos, entre los millones emitidos, es un documento vivo de la Historia.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

La moneda de Pedro II de Aragón

Publicado en Numismático Digital el 3 de septiembre de 2014
http://www.numismaticodigital.com/noticia/7629/


En el reinado de Pedro II el Católico de Aragón, el monarca que venció junto a otros reyes hispanos en la cruzada contra los almohades en las Navas de Tolosa, y que encontró la muerte un año después a manos de otros cruzados en Muret, defendiendo a sus súbditos occitanos, se produjeron importantes acontecimientos en el ámbito numismático.

A finales del siglo XII el numerario corriente en Aragón estaba compuesto por vellón propio batido en dineros y en meajas u óbolos, que coexistía con los morabetinos almorávides y castellanos de oro y con otras monedas procedentes igualmente de Castilla, de Cataluña y de Bearne. Ante esta situación, el monarca ordenó que en el reino circulase únicamente la moneda jaquesa, tasando el resto del circulante en relación a la misma, según su talla y ley y valorada en sueldos y dineros jaqueses. Durante su reinado debieron funcionar varios talleres, y concedió al obispo de Huesca la décima parte del beneficio obtenido por su labra. En 1212 concedió a la Orden del Temple la custodia de los cuños de la moneda jaquesa.

En las emisiones aragonesas que se llevaron a cabo en su reinado, dineros y óbolos, se recogen en sus anversos el busto coronado del monarca, y en sus reversos el conocido como arbor ad modum floris, árbol crucífero presentado como un arbusto con dos ramas con una cruz saliendo de su tronco, y la leyenda ARA GON a ambos lados. Este motivo fue, como recogía Mateu y Llopis, originario del numario condal y episcopal catalán, pasando posteriormente a ser representado en Navarra, Aragón y Valencia, siguió vigente en los dineros de vellón en las emisiones de la Corona de Aragón incluso hasta finales del siglo XVII, y se encuentra asimismo en las emisiones castellanas de Alfonso VI y Alfonso VII.

También es durante su reinado cuando se instaura el derecho del monedaje para Aragón y Cataluña, que se fijó en las Provisiones de Huesca de noviembre de 1205. Esta gabela consistía en el derecho real de un maravedí, siete sueldos jaqueses,  cada siete años, a cambio de que el soberano consintiera en no fabricar nueva moneda y renunciase al lucro que conllevaba su labra. Se cobraba a los súbditos musulmanes y cristianos con un patrimonio o bienes raíces superior a los setenta sueldos jaqueses, con la sola exclusión de los ricos omnes. El tributo obligaba igualmente a los infanzones, a los caballeros, a las gentes pertenecientes a los señoríos de las órdenes militares y a los clérigos regulares de cualquier orden. Posteriormente se exoneró del mismo a las aljamas judías, a los caballeros, a los infanzones y a los clérigos.

Importante es en el ámbito monetario el Real Privilegio por el que en el año 1208 eximió a los oficiales de la fábrica de moneda de Barcelona de los tributos reales, hueste, cabalgada y otros mientras trabajasen en sus oficios. El documento, transcrito íntegramente en su latín original por Josep Salat, muestra la importancia que se le daba al trabajo de los monederos, al exonerarles tanto del pago de impuestos como del servicio de armas, tanto en su propio territorio como en otros reinos. Este privilegio fue asimismo confirmado por su hijo Jaime I y por el infante don Pedro durante su vida y diez años después de su fallecimiento.

Anna M. Balaguer afirma que es más que posible confirmar que, movido por su necesidad de fondos debida a las guerras que llevó a cabo contra los almohades y en el Languedoc, el rey acuñó moneda en Vic, consintiendo una emisión de baja ley en la que los beneficios revirtieron a la Corona, citando el caso de un diner a nombre de PETRUS y que no porta la simbología religiosa propia de las emisiones de esta sede episcopal. Batió igualmente moneda en Cabrera, según esta autora.  

Pedro II, I de Cataluña, fue el creador de los conocidos como dineros y óbolos de cuaterno o quatern de la ceca de Barcelona, cuyo marco valía en 1203 44 sueldos, como en 1180. Esta moneda se recoge en los documentos como bone moneta barchinone. Este numerario de cuaterno fue creado por decisión del IX de las Calendas de Abril de 1212. Conocida también como moneda de cort, estaba compuesta de ocho marcos de cobre y cuatro de plata, y su fabricación duró doce años. En 1221 su hijo Jaime I creó la moneda de los doblenc, la primera moneda catalana que porta las barras de la Corona, con un valor de  88 sueldos el marco, y  en 1256 se instauró la definitiva del tern, con una parte de plata y tres de cobre en su liga.

La moneda catalana se tallaba con una ley de 4 dineros, lo que se observó según los estudios de Anna M. Balaguer en las acuñaciones barcelonesas, salvo en una emisión fraudulenta llevada a cabo entre los años 1211 y 1213.  En el mismo sentido se manifestaba Asso del Río a finales del siglo XVIII en relación a la moneda aragonesa, afirmando que aún siéndole imposible establecer las que pertenecieron realmente a su reinado, de la confirmación posterior de su hijo por el Privilegio de Daroca de 1223 y de su ofrecimiento de que no corriese en el reino otra que la de su padre, podía inferirse que estuvo ajustada a la ley y al peso acostumbrados.

Corría asimismo en sus estados la moneda melgoriense, como recogía en el siglo XVIII don Gaspar Melchor de Jovellanos:

   Corrió también en aquel siglo, y acaso antes por ser moneda muy antigua y preciada en el comercio de las provincias orientales de España y Francia, la moneda llamada malgulense… Su verdadero nombre era melgoriense, pues se labraba en Melgueil, en latín Melgorium, y en el antiguo vulgar, Manguyo, de do le vino el de malgulense. Labrábanla los condes de Melgueil, que tenían su estado y residencia cerca de Magalona, por donde algunos creyeron equivocadamente que se llamó magalonse, y es la misma que habla Dameto, llamándola malgrina, y contándola entre las suprimidas por el rey don Jaime en 1247.

   No es extraño que esta moneda fuese también admitida en el comercio, así por su buena ley, como por otra razón que se deduce de la Historia del Langüedoc, tomo II, pág. 110. 

  Según esta, en el producto del cuño de Melgueil adquirieron cierta parte los señores de Mompeller, y para preservarla sin mengua, se otorgó en 1130 cierta concordia entre Bernardo, conde de Melgueil, y Guillermo, señor de Mompeller, por la cual el primero se obligó á conservar fiel y perpetuamente la ley establecida para su moneda, y el segundo, á no labrarla ni falsificarla. Y como ambos derechos recayeron después en la casa de Aragon, así por el matrimonio de Beatriz, condesa de Melgueil, con Berenguer Ramón, señor de Provenza, como por el de la heredera de Mompeller con Pedro II de Aragon, padres del Conquistador, no es extraño que la moneda melgoriense se hiciese tan comun por sus estados. 

Así, como recogía Poey d’Avant, en 1204 el monarca aragonés contrató con Raimundo VI, conde de Tolosa, todas sus posesiones en el condado de Milhau y de Gévaudan por la suma de 150.000 sueldos melgorienses, valorados en 30.000 marcos de plata fina. Este ejemplo, entre otros, mostraba para este autor que esta moneda tenía amplia circulación en el Midi francés, siendo igualmente una moneda de cuenta formada por un número variable de dineros.

Si bien el condado de Montpellier pasó a ser un dominio de la Casa de Aragón en 1204 por el matrimonio de Pedro con María, la hija de Guillermo XII, fue en el reinado de su hijo Jaime cuando se batieron gros en su ceca con la leyenda IACOBVS DEI GRA REX ARAGONV y una cruz de lados iguales con coronas en cada uno de sus lados en el anverso, y DOMINVS MONTIS PESULANI y un escudo en su reverso con un lambel a cuatro pendientes y un cangrejo dentro de un círculo y con seis lóbulos exteriores en su reverso, de un peso de 72 gramos. En algunos textos franceses del siglo XIX estas monedas son adjudicadas al monarca Jaime II.

Según Poey, los reyes de Aragón fueron los primeros que emitieron moneda con la titulación de condes de Provenza y asimismo los primeros que utilizaron en busto en sus óbolos y dineros, lo que no mucho más tarde fue copiado por los reyes de Francia. Alfonso II, el padre de Pedro II, los acuñó tanto con busto como con corona, con las leyendas REX ARAGONE en anverso y PROVINCIA en reverso. Rousseau informaba que en su colección tenía un óbolo de Ramón Berenguer IV, fechado erróneamente entre 1209 y 1245, con el escudo de Aragón en el anverso y la leyenda R.BE.CO.MES, y PVINCIE y cruz cortando la leyenda en el reverso, y afirmaba que no había más de tres o cuatro ejemplares conocidos del mismo.

De Witte afirmaba que en los óbolos batidos por Alfonso II en Provenza el motivo del anverso no era, como afirmaban otros autores, un busto informe, sino una mitra orlada de perlas. La leyenda prueba que es una emisión real, mientras que la mitra a su entender mostraba que un prelado estaba interesado en el proceso de fabricación. Este prelado sería, según este autor, el Arzobispo de Arles, Raimundo de Bollène. Este autor recogía asimismo que en los dineros y óbolos con la mitra abundaban en todos los gabinetes numismáticos provenzales.

Bibliografía:

ASSO Y DEL RIO, I.J., Historia de la economía política de Aragon, Zaragoza, 1789, p. 439.
BALAGUER, A.M., Història de la moneda dels comtats catalans, Barberà del Vallès, 1999.
CAYÓN, A., C. y J., Las monedas españolas. Del tremis al euro. Del 411 a nuestros días, XII ed., Madrid, 1998.
CHAVERT, J., Description de monnaies françaises royales et féodales, Paris, 1862.
NOCEDAL, C., Biblioteca de Autores Españoles, desde la formación del leguaje hasta nuestros días. Obras publicadas é inéditas de don Gaspar Melchor de Jovellanos, T. II, Madrid, 1859, p. 485.
MATEU IBARS, J. y M.D., Colectánea paleográfica de la Corona de Aragón: Texto y transcripciones, Barcelona, 1991, pp. 581.
MATEU Y LLOPIS, F., “El "arbor ad modum floris" en dineros de Cataluña, Navarra, Aragón y Valencia, siglos X a XIII”, Príncipe de Viana, nº 116 y 117, 1969, pp. 245-254.
ORCÁSTEGUI GROS, C., “La reglamentación del Impuesto del Monedaje en Aragón en los siglos XIII-XV”, Aragón en la Edad Media, V, Zaragoza, pp. 113-121.
POEY D’AVANT, F., Description des monnaies seigneuriales françaises composant la collection de m. F. Poey d'Avant, Fontenay-Vendée, 1853.
FILLON, B., Collection Jean Rousseu, Monnaies féodales françaises, Paris, 1860.
SALAT, J., Tratado de las monedas labradas en el Principado de Cataluña, T. I y II, Barcelona, 1818.
WITTE, J. de, LONGPERIER, A. de, Revue Numismatique Tome Dixieme, Paris, 1865.

Documentos del Archivo del Ayuntamiento de Zaragoza :

Serie Diplomática, R015, Privilegio Real, 1218, septiembre, 1. Lérida. Jaime I, rey de Aragón, confirma la moneda jaquesa batida por su padre, Pedro II, y dispone medidas sobre su protección y curso legal.
Serie Diplomática, R017, Privilegio Real, 1221. abril, 19. Huesca. Jaime I, rey de Aragón, y su curia, confirman la moneda jaquesa acuñada por Pedro II, regulan su empleo y sancionan sus alteraciones.
Serie Diplomática, R017, Privilegio Real, 1223, marzo, 18. Daroca. Jaime I, rey de Aragón, otorga nueva confirmación de la moneda jaquesa acuñada por su padre Pedro II, que protege con diversas medidas.

 Páginas web :

Artículos Numismática y Jaquesa, moneda de la Gran Enciclopedia Aragonesa.

Colecciones Caballero Historia de la Moneda