Publicado en El Eco Filatélico y Numismático, octubre de 2020
Los conocidos en los mundos numismáticos
como redondos, monedas de presentación o Royals
son auténticas obras de arte de la producción numismática de las cecas
americanas de los siglos XVII y principios del XVIII, en contraposición a las
emisiones habituales de moneda macuquina, de cabo de barra o cobs. A diferencia de estas últimas, las
abrumadoramente más habituales de las piezas que se conservan, fueron acuñadas
sobre cospeles perfectamente redondos y delgados, y se tuvo especial cuidado en
recoger en ellas los motivos, la totalidad de las leyendas y la gráfila
exterior, con su peso y ley ajustados asimismo a las normas de emisión.
Este tipo de monedas, conocidas desde antiguo
y siempre escasas, fueron atribuidas a piezas de presentación que se enviaban a la Corte, lo cual según la
mayoría de los autores no tiene mucho sentido. Otra atribución posible es que
fueran monedas especialmente encargadas por los mercaderes para fines de
ostentación, como fueron los centenes o cincuentines de la ceca de Segovia.
También se ha defendido que se tratase de joyas o arras, lo que parece estar
fundamentado en que muchas de ellas tienen un pequeño agujero para ser
engarzadas, y en algunas de ellas es incluso visible que fueron sometidas al
dorado en las propias Casas de Moneda.
Debemos a Lazo García el descubrimiento de
documentación en la Casa de Moneda de Potosí que se refiere a estas emisiones
especiales como Galanos, estando el
documento más antiguo que los nombra fechado en 1646. Sea cual fuere el motivo
de su labra, estas monedas simplemente pudieron no ser realizadas a su coste
base, al haber más trabajo manual que realizar. Según Glenn Murray, si en 1672
el propietario de 453 marcos de plata requirió que se convirtiesen en 3.793
galanos en la ceca de Potosí, debió pagar a los monederos un extra para que
realizaran este trabajo.
No hay ninguna duda de que, si no
autorizada por las autoridades virreinales, sí que fue una práctica
generalizada, dado que se conservan ejemplares de bella factura de las Casas de
Moneda de Potosí, Lima y México y durante un dilatado espacio de tiempo, que
llega hasta la mecanización de las cecas y la producción de moneda columnaria.
El nombre de Galanas también aparece
en un documento de la ceca de México de 1702 para referirse a las emisiones de
a cuatro.
Los
galanos de oro
En 1565 se prohibió la acuñación de moneda
de oro y vellón en las cecas de los Reinos de las Indias. Durante el siglo XVII
se emitió moneda de oro en Santa Fe del Nuevo Reino, y asimismo se batió la
famosa estrella de Lima en 1569. Tras
reiteradas peticiones de los virreyes del Perú y de México, finalmente se
autorizó su acuñación en fecha 25 de febrero de 1675, bajo el reinado de Carlos
II, y se comenzaron a acuñar en las cecas de Lima, Cuzco, México e incluso en
Potosí.
A diferencia de los galanos de plata, en la
actualidad solamente se conserva este tipo de bella moneda acuñada en oro
procedente de la Casa de Moneda de México. Muchas de las actualmente
conservadas son propiedad de la Colección Numismática del Estado norteamericano
de Florida. Esta colección numismática es asimismo la mayor y la más completa
del mundo de monedas de oro de las dos primeras décadas del siglo XVIII, y una
de las más completas, al menos en números absolutos, en cuanto a los pesos de
ocho reales, dado que faltan muchos faciales y fechas de los periodos inicial y
final del dominio español de las Indias.
Prácticamente todos los galanos de oro
conservados en la actualidad proceden de un mismo pecio: del naufragio de la
Flota de la Plata de 1715. El día 31 de julio de ese año diez de los barcos de
la Flota que remitía a España el tesoro reunido durante la Guerra de Sucesión,
más de catorce millones de pesos fuertes, se hundieron tras un violento huracán
en un paraje conocido como Palmar de Aiz, ceca de Cabo Cañaveral, en el actual estado
norteamericano de Florida. Si bien buena parte de esta moneda fue
posteriormente rescatada por la autoridades de Cuba, una parte fue saqueada por
el pirata Enrique Jennings, lo que llevó a que Vicente de Raja, Gobernador de
La Habana, expidiese patentes de corso, y los corsarios españoles de toda la
cuenca caribeña diesen caza sin tregua a todos los contrabandistas y corsarios
de otras naciones europeas.
Estos galanos conservados son del tipo
conocido como moneda macuquina de escudo
y cruz, vigente en las cecas indianas desde 1572 hasta 1732, y en las
emisiones áureas mexicanas desde 1679 hasta su sustitución por la moneda de
busto. En su anverso porta un escudo coronado con el combinado heráldico de los
principales reinos agrupados en la Corona en sus cuarteles: Castilla, León,
Aragón, Sicilia, Austria, Borgoña antiguo y moderno, Brabante, Flandes y Tirol.
En el reinado de Felipe V se incluyó un escusón con tres flores de Lis.
Rodeando el escudo encontramos el nombre del monarca reinante y la leyenda DEI
GRATIA y el año de emisión.
El campo, en las emisiones de cuatro y ocho
escudos, viene separado de la leyenda por una orla circular de granetes. La
marca de ceca se encuentra en el campo, a la derecha, y a diferencia de las
monedas argénteas, se compone de la sigla compuesta MXO dispuesta
verticalmente, y la marca de valor aparece en el campo, a la izquierda, con su
numeral romano. En su reverso aparece la tradicional cruz de Jerusalén
potenzada, cantonada y con una flor de Lis en cada cuartel, dentro de una orla
lobulada, una orla circular de granetes y la leyenda HISPANIARUM ET INDIARUM
REX.
El ensayador titular de la ceca novohispana
cuando se empezó a acuñar moneda áurea era Martín López, en activo como
ensayador de la misma desde el año 1678, y que ensayó moneda con su sigla, L,
hasta el año 1708. Entre los años 1709 y 1724 desempeñó el oficio José
Eustaquio León, con inicial J, que al menos desde 1721 ostentaba el cargo de
ensayador y fundidor mayor de la Casa de Moneda de México. Sus siglas aparecen
sobre estos galanos conservados entre los años 1695 y 1715.
Los ejemplares labrados entre 1698 y 1702
son de muy bello arte, con perfecta simetría entre las dos caras de la moneda y
motivos y leyendas muy bien cuidados. Los de 1702 son más torpes. Pero destacan
especialmente por su belleza y armonía los acuñados entre 1714 y 1715. Para
Craig, la moneda entera del ejemplar de 1698 fue grabada sin el uso de ningún
punzón para las letras, números, o instrumentos que fueron usados una década más tarde en los galanos y
en las emisiones en general.
Hasta el descubrimiento de varios
ejemplares del naufragio de 1715 sólo se conocía la existencia de un galano de las
series de Carlos II. En 1998, la recuperación de los naufragios de la Flota de
1715 produjo otros dos magníficos galanos, de 1698 y 1713. Posteriormente, más
de media docena de galanos fechados con posterioridad a 1703 se han encontrado
a bordo de estos barcos. Los hay de ocho escudos de facial, pero también de
cuatro e incluso escudos sencillos. De ellos, algunos están agujereados, lo que
fortalece la teoría de que los mismos eran llevados como adorno o medalla.
Bibliografía:
CRAIG, A.K., Spanish colonial gold
coins in the Florida Collection, Gainesville, Florida, 2000.
LÁZARO, J.L., Los
redondos de Lima, Méjico y Potosí y otras acuñaciones especiales, 1996.
LAZO GARCÍA, C., Economía colonial y régimen
monetario: Las cifras de la amonedación colonial: pesos y escudos (Perú y
Bolivia), Banco Central de la Reserva de Perú, 1992.
LORENZO ARROCHA, J.M., Galeón, Naufragios y Tesoros, Santa Cruz de la Palma, 1999.
MURRAY FANTOM, G., Guía de las cantidades acuñadas cecas de Potosí y Lima, Una síntesis y conversión matemática del
trabajo de Carlos Lazo García, con sección especial galanos, Asociación
Amigos de la Casa de la Moneda de Segovia, 2016.
PELLICER I BRU, J., Glosario de maestros de ceca y ensayadores, Madrid, 1997.
TAULER FESSER, R., “La Flota naufragada de 1715 y sus
onzas”, http://panoramanumismatico.com.