Publicado en UNAN Numismática nº 38, septiembre-octubre 2020
https://www.academia.edu/44266648/Los_edificios_de_la_Casa_de_la_Moneda_y_la_Planta_del_Apartado_de_M%C3%A9xico_The_Mint_and_Planta_del_Apartado_buildings_in_Mexico_City
La primera instalación de la ceca mexicana fue la
parte trasera de las casas viejas de Cortés, en el lugar donde actualmente se
ubica el Nacional Monte de Piedad. En 1570, tras ser ordenado por el monarca en
1569, comenzaron las obras de edificación de la nueva Casa, situada en la
actualidad dentro del perímetro del Palacio Nacional, bajo la dirección del
maestro Miguel Martínez. Gamboa se refería a este edificio en 1761 como grande
por su hermosa arquitectura y por acuñar
cada año entre trece y catorce millones de pesos en plata.
El edificio de la Casa de Moneda había devenido a
principios del siglo XVIII en insuficiente por su tamaño para dar servicio a
esta importantísima ceca. Una nueva edificación se comenzó a levantar en 1731
en el mismo emplazamiento, ampliando el espacio disponible con la demolición de
parte de las caballerizas del palacio y
de varias casas de la misma manzana.
Las obras
comenzaron en abril de ese año, y año y medio más tarde se comenzaron las
labores por haberse edificado las oficinas más importantes. A principios de
1732 el Marqués de Casafuerte inauguró la construcción del nuevo edificio de la
Casa de Moneda, que no llegó a ver concluido, donde se inició la producción de
los hermosísimos pesos de mundos y mares.
La obra se completó tres años después, con un coste
aproximado de medio millón de pesos. En 1741 un terremoto dañó sus
instalaciones. Con las adiciones y mejores que posteriormente se realizaron, el
coste total de la nueva obra excedía en 1782 el millón de pesos.
La Casa de Moneda fue visitada por Francisco Saavedra
de Sangronis, que afirmó que lo material del edificio no corresponde a la
riqueza interior. Recogía que en la misma, desde la bajada del precio de los
azogues, se acuñaban al año entre 20 y 23 millones de pesos al año, y que el
aumento en el volumen de la acuñación había llevado a aumentar todas las
oficinas y duplicar la obra anterior, si bien al estar pegada a la anterior, la
que ocupaba la fachada principal, carecía de lucimiento y parecía en todo más
bien la casa de un ricacho de mal gusto que el santuario de la riqueza del
orbe.
Propugnaba ceder el edificio para cualquier otro
objeto público y edificar otro edificio de nueva planta en paraje despejado,
que diese idea a primera vista de la magnificencia de su dueño. También hacía
referencia a Miguel Constansó, ingeniero militar que construyó los ensanches de
la Casa de Moneda y levantó los planos de la Casa de Moneda de Zacatecas y del
Palacio de Gobierno de San Luis Potosí.
Goodrich recogía que en 1823 trabajaban en la Casa de
Moneda alrededor de 200 empleados, diez equipos de molinos de laminación
movidos por sesenta mulas, cincuenta y dos máquinas de corte, nueve mesas de
ajustar, veinte máquinas de acordonar y volantes y cinco ingenios para
beneficiar tierras y escobillas. Cada volante podía acuñar más de 15.000 pesos
en diez horas, por lo que eran capaces de batir diariamente entre 14 y 15.000
marcos de plata. También recoge el cálculo de Humboldt de que entre los años
1690 y 1803 la cantidad de moneda de oro y plata producida por la ceca había
sido de 1.353.452.020 pesos.
La Planta del Apartado
Los metales contenidos en la plata aurífera eran separados en la Planta del Apartado, en la ciudad de México. En la misma, de propiedad privada, había tres plantas industriales dedicadas a la separación del oro de la plata, a la fabricación de vidrio y a la preparación de ácido nítrico. La Casa del Apartado se incorporó a la Corona en 1778.
El origen de la misma se encontraba según Elhúyar en
las operaciones realizadas en 1575 en San Luis Potosí, donde se establecieron
varias oficinas, así como en México, por cuenta de particulares sin
intervención del gobierno. Este sistema se mantuvo hasta que en 1655 el virrey
duque de Alburquerque admitió la postura de José de Retes Largache hizo al
cargo de apartador general, lo que fue confirmado por Real Cédula de 26 de mayo
de 1660.
En 1718 Francisco Fagoaga solicitó la supresión de la
oficina de San Luis Potosí, lo que fue admitido a cambio de la merma de medio
real en el beneficio a obtener de cada marco de plata que se trajese a apartar
a México, una gracia que se hizo extensiva en 1723 con la reducción de los
derechos del oro y de la plata del quinto al diezmo.
Por Real Cédula de 1 de marzo de 1777 se redujeron los
derechos de quintos del oro a un 3%, ordenándose que se siguiesen marcando por
los ensayadores de las cajas desde los 30 granos, como hasta entonces. Se
encargó asimismo que se hiciesen pruebas para comprobar si la plata sufría
menoscabo en el apartado, dando mientras tanto libertad a sus propietarios de
hacer por su cuenta la separación, y que en el caso de que se comprobase que
dichas mermas no se producían, no se cobraría los 26 maravedíes que hasta la
fecha se venían cobrando.
Se ordenó asimismo que se hiciesen pruebas a pastas
con leyes inferiores a 30 granos, beneficiándose por cuenta real las de 29 a 16
granos, con la intención de introducir en el comercio y en el circulante el oro
que se obtuviese. En virtud de ellas, se comenzó a apartar la plata hasta de 20
granos de oro por marco, hasta que en 1784 la operación se extendió hasta la de
16 granos.
El 22 de agosto de 1777 se ordenó que, cuando quedase
vacante la superintendencia del ramo de azogues, el mismo se uniese a la Casa
de la Moneda. No obstante, unos años después, y por Decreto de 14 de diciembre
de 1782, la administración de los azogues se colocó bajo la autoridad
virreinal. Si se planeó ya desde 1771 la incorporación de ciertos oficios, como
el de apartador de oro y plata, lo que llevó a su posterior incorporación
definitiva.
El cargo de apartador general de oro y plata se había
creado en 1675, como oficio vendible y renunciable. La incorporación se ordenó
por Real Cédula de 21 de julio de 1778, y todos sus empleados quedaron bajo la
jurisdicción del superintendente de la Casa de Moneda. La publicación de la
incorporación del oficio de apartador se realizó por Bando del virrey Bucareli
de 29 de octubre de ese mismo año.
El 24 de febrero de 1779, Bucareli comunicó al Gálvez
que se había verificado la entrega de las oficinas, pero que todavía no se
habían realizado los cálculos para la liquidación de los importes debidos. Las
nuevas ordenanzas para este ramo fueron remitidas por el superintendente
Fernando José Mangino a la Península el 25 de febrero de 1780, y fueron de
interino cumplimiento hasta su aprobación real el 11 de octubre de 1783.
Las oficinas del apartado siguieron ubicadas en donde
se encontraban, y para la tesorería y la contabilidad del ramo se crearon
nuevos empleos de ayudantes. Siguió vigente el coste de 5 ½ reales por marco de
pasta, y el descuento de los 26 maravedíes en cada marco de plata reducido a la
ley de 12 dineros justos.
Para afinar ambos metales preciosos, se mezclaban con
la suficiente cantidad de plomo y se fundían en una copela para eliminar las
impurezas, para posteriormente convertir la muestra en una lámina que se
enrollaba y se hervía mezclado con aguafuerte a fuego lento. Mientras que la plata
quedaba mezclada con el aguafuerte, el oro se depositaba en el fondo de la
vasija.
Dado que quedaba ennegrecido, se le sometía a varios
lavados y recocidos para purificarlo. Con ello se conseguía averiguar el
porcentaje de cada uno de ambos metales en la aleación. Dado que el aguafuerte
era un producto caro, se fabricaba normalmente por los propios apartadores, con
una mezcla de ácidos nítrico y sulfúrico, obtenidos a partir de alumbre,
salitre, caparrosa y sales amónicas.
Para destilar estos compuestos se introducían en
orinales, botellas panzudas de vidrio recubiertas de barro, y se introducía en
hornos de adobe tapado con un capelo de alambique, dotado con un tubo lateral o
pico que goteaba en el recipiente o redoma donde se recogía el producto
destilado. El metal a apartar se fundía en un crisol, y se preparaba en
grallana o en láminas finas posteriormente troceadas, dependiendo del
apartador, para introducirse en recipientes de vidrio con aguafuerte en
cantidades que no debían exceder de dos marcos.
La mezcla se hervía a fuego moderado durante casi un
cuarto de hora, tiempo en el que normalmente la plata había quedado disuelta en
el aguafuerte, y el oro quedaba depositado en polvo en su base. Este polvo se
volvía a hervir en aguafuerte para disolver los últimos restos de plata, y
posteriormente se lavaba con agua dulce caliente y se recocía en un crisol con
brasas de carbón. El oro obtenido se fundía posteriormente añadiéndole atincar
y solimán para adulzar el oro y hacerlo más maleable.
En cuanto al aguafuerte y el agua utilizados, se
introducía en alambiques, con lo que se recuperaba por destilación la mayor
parte y quedaba depositada la plata en su fondo. También se solía recuperar la
plata vertiendo los líquidos en un caldero de cobre, con lo que los sedimentos
quedaban pegados a su fondo, o introduciendo varillas de este metal, obteniendo
el mismo resultado. También se conseguía filtrando los fluidos con papel de
estraza o con un filtro de estopa.
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