Publicado en OroInformación, 9 de febrero de 2021
China
absorbió una parte importantísima de la producción de plata de las Indias
españolas, estimulada por su demanda interna, y muy especialmente durante el
siglo XVIII, en el que triplicó su población. Con ello se consiguió que la
masiva inyección de nuevo numerario en los mercados mundiales no se tradujese
en un desplome de su precio, lo que resultó crucial para sostener las bases
financieras del Imperio Español. A ello contribuyó que las cualidades
intrínsecas de las emisiones indianas inspiraban confianza a los comerciantes y
banqueros, al ser una moneda íntegra en su peso y en su ley.
Para España, la plata era un producto de exportación
cualquiera, y por su necesidad su intención era la de cobrar por su suministro
y equilibrar su balanza comercial, dado que obviamente no tenía capacidad para
surtir sus mercados europeos y ultramarinos y era el metal precioso el que
equilibraba su balanza comercial. Es importante asimismo el cambio de los
sistemas fiscal y monetario chino al patrón plata, lo que supuso un notable
incremento de la valoración de este metal entre mediados de siglo XVII a
mediados del XVIII.
Como
afirmaba el aventurero napolitano Francesco Gemelli en 1700, el Emperador de la
China llamaba a nuestro Monarca de las Españas (hay que recordar que también
era Rey de Nápoles) el Rey de la plata. Toda la que circulaba era según sus
palabras la que traían los españoles en piezas de a ocho, que se reducían en seguida
a ¼ de mejor calidad o chilasi, y con ella se pagaban los impuestos, quedando
toda ella sepultada en los tesoros imperiales de Pekín para siempre, dado que a
los chinos no les servía ninguna cosa extranjera.
La
elevada apreciación de la plata española para los comerciantes chinos ayudó a
que su presencia se mantuviese en Filipinas, a pesar de la competencia
creciente. Por otra parte, estaba la necesidad de la East India Company de
acceder a la plata novohispana para equilibrar su deficitaria balanza comercial
con Cantón. Todo ello explica la importancia comercial de Manila, que decayó
por la independencia de las repúblicas iberoamericanas y por el comercio inglés
de opio.
Para Flynn y Giráldez el comercio de moneda acuñada se
entiende sólo cuando se sitúa en un contexto global. Los principales
productores de plata eran las Indias españolas y Japón, no Europa, y China era
el principal mercado de destino de la plata. Los comerciantes europeos eran
según estos autores meros intermediarios en el comercio global de los metales
preciosos. Según estos autores, en esta época grandes cantidades de sustancias
monetarias, como la plata, el oro, el cobre o los cauris, se remitieron desde
sus áreas específicas de producción a mercados finales en distintas partes del
mundo, y la cobertura de la demanda de cada una de ellas debe ser analizada
independientemente.
A pesar
de la presencia de estas otras monedas, la mayor parte del numerario de plata
presente en el área se componía de moneda española de plata de todos los
faciales. En un primer momento, la circulación se restringió a las provincias
de Quanzhou –Cantón - y Zhangzhou. Thierry nos informa de tres ocultaciones
descubiertas a principios de los años 70 del siglo XX en Fujian, compuestas de
moneda macuquina batida antes de la llegada de Felipe V, que se debieron
producir entre el periodo final de la época Ming y la llegada de la dinastía
Manchú, entre los años 1644 y 1660.
El
comercio español con la China de los Ming se centró en el puerto de Xiamen. Del
mismo partían anualmente un sinfín de juncos, que realizaban la mayor parte del
comercio marítimo de Asia. Manila y Macao se convirtieron, en las postrimerías
del siglo XVI, en los principales puertos comerciales para los chinos, y la
plata amonedada procedente de Nueva España, la forma de pago más común en toda
la zona costera de China, y el metal noble utilizado por los sucesivos
comerciantes occidentales durante los siglos venideros.
Los primeros
europeos que comerciaron con China fueron los portugueses, que construyeron la
ciudad de Macao en un terreno estéril, en una isla en la desembocadura del río
de Cantón, en la obtuvieron jurisdicción en tres millas a la redonda, y
compraron el derecho de fortificarla con la obligación del pago de 37.500
libras anuales. En el siglo XVIII había perdido parte de su antiguo esplendor,
pero servía de residencia temporal a los factores europeos una vez que sus
barcos habían partido, y hasta que llegasen otros nuevos.
Un siglo
más tarde llegaron los holandeses, que se vieron en un primer momento excluidos
del comercio con China. Tras el intento de levantar un fuerte en Hoang-pui,
fueron pasados a cuchillo, y no volvieron hasta 1730. Viendo que el comercio de
mercancías no les era ventajoso, empezaron a remitir barcos con moneda desde
Europa, y, como
Inglaterra
fue la nación que más comerció con los chinos. Establecidos en una factoría en
la isla de Chusan o Zhoushan, y posteriormente se implantaron en Cantón,
establecieron en la ciudad factores permanentes para la venta de sus
manufacturas de lana. A cambio de plata, adquiría té en grandes cantidades, una
mercancía que fue gravada con enormes derechos por el Parlamento,
convirtiéndose en uno de los mayores ingresos de Tesoro británico.
Los
franceses fundaron en 1660 una compañía para el comercio con estas tierras, al
frente de la que se puso al mercader de Ruan Fermanel. La misma no prosperó, ni
la fundada en 1698, con lo que su comercio careció de consistencia hasta que se
unió con el de las Indias. Los suecos y daneses comenzaron al mismo tiempo a
comerciar con China, y su volumen llegó a ser considerable.
A
principios del siglo XVII el montante de las importaciones de plata española en
China se elevaron a un millón de piezas anuales, y se estima que entre la
apertura de la ruta de la Nao de la China en 1571 y el final de la dinastía
Ming, en 1664, la cantidad global de plata importada se elevaría a 40 millones
de liang, 1.520 toneladas.
A partir
de este año, la zona de circulación se amplió a la región de Cantón y Macao, y
bajo el reinado del emperador Yong Li, entre 1647 y 1660, de los Ming del Sur,
en las monedas de cobre se reflejó su contravalor en plata, una innovación que
fue imitada unos años más tarde por el emperador Qin Shun Zhi. Durante este
periodo, el uso de los reales se extendió por las costas de Fujian y de
Guangdong.
La Edad
de Oro de la plata acuñada en las Indias fue, no obstante, el siglo XVIII.
Durante esta centuria, todos los comerciantes y todas las compañías que
operaban en India, Indochina y China utilizaban este numerario. Los más comunes
fueron los reales de a ocho, los de tipo columnario, denominados shuang zhu
yang, y los posteriores a la reforma de Carlos III, de busto y escudo en
reverso flanqueado por las columnas de Hércules.
Estos
últimos, batidos en los reinados de Carlos III y posteriormente de Carlos IV,
eran los más comunes; los primeros se denominaban pesos de tres caracteres gong,
por la similitud del signo gong con el numeral I romano. También se
encontraban, aunque en menor medida, los acuñados en tiempos de Felipe V y de
Fernando VI. La mayor parte del numerario procedía de la ceca de México, y en
menor medida de Potosí y de Lima.
La
Compañía de Ostende transportaba moneda acuñada española, tanto de oro como de
plata, a China y Bengala, y los comerciantes británicos llevaban a China moneda
de plata, muy apreciada, para cambiarla por oro, consiguiendo con ello una
ganancia de un 40% bruto, que, como pone de manifiesto Uztáriz, suponía, una
vez deducidos los costes de portes y seguros, les rendía un beneficio neto de
un 30%.
Si bien
los ratios bimetálicos entre Europa y Asia divergieron durante largos periodos,
la valoración de la plata se mantuvo más baja en este último continente,
incluso en las áreas más avanzadas, como eran el delta del Yangtsé o el sur de la India. Esta valoración fue un
poco más elevada en China que en el subcontinente indio. Entre 1540 y 1640 el
ratio entre ambos metales era sustancialmente más bajo en Asia, y si bien el
equilibrio se restauró a mediados del siglo XVII, hubo un nuevo ciclo en este
sentido a mediados del siglo XVIII.
Malo
hacer referencia a este comercio a finales del siglo XVIII, y refiere que con
el mismo, en otros tiempos, se ganaba un 45%. El mismo no era realizado por las
Compañías exclusivas, dado que el beneficio, aunque pareciese muy considerable,
era muy inferior al que se conseguía con el comercio de los géneros. El oro era
más barato en Cantón desde principios de febrero hasta finales de mayo, dado
que en los demás meses el puerto se hallaba lleno de navíos extranjeros. El
beneficio obtenido era solamente en estas fechas de un 18%.
La
principal consecuencia de esta inyección masiva de plata española en el
circulante chino fue el incremento del valor de este metal, que pasó en su
ratio con el oro de un 1 a 5 en los siglos XIV a XVI, 1 a 10 en 1620, 1 a
15 a principios del siglo XVIII y 1 a 20
en 1750. La depreciación es igualmente perceptible en la valoración de la
moneda de cobre. Su circulación monetaria se extendió hacia el interior desde
las regiones costeras, hacia Guangxi, Guizhou, Huguang y Jiangxi, y también
hacia el norte de China, a las regiones de Zhejiang, Jiangsu y Anhui. A comienzos
del siglo XIX se estimaba que en Pekín se recibían unos 52.914.000 pesos en
moneda.
Uno de
los aspectos más curiosos de la circulación de la plata indiana por el Lejano
Oriente es la existencia de gran número de resellos chinos en las piezas de
ocho reales o pesos. Esta forma de controlar la calidad y el peso de la plata
acuñada obedece a la necesidad de este numerario para el comercio en la zona, y
fue una medida adoptada por comerciantes y banqueros con la finalidad de
garantizar la buena ley de dichas piezas. Es muy difícil, como afirma Montaner
en su magnífico estudio sobre las monedas españolas reselladas en el mundo, la
catalogación por tipos de estas marcas monetarias.
Las
mismas consisten en caracteres referidos a su calidad, como justa, verdadera o
correcta; a la riqueza, como moneda, beneficio o prosperidad; e incluso a
adjetivos distinguidos como grande, primero o inmenso, que son igualmente
nombres propios. Más raramente aparecen marcas figurativas, como un sol o un sapèque,
esta última una moneda china e indochina de bronce o cobre con un agujero
cuadrado en el centro.
La
práctica del resellado apareció en el siglo XVII. Se verificaban la ley y el
peso de las medidas por métodos diversos, y se marcaban por el comerciante que
había realizado el control mediante un punzón, operación que se repetía cada
vez que la pieza cambiaba de mano. Con el tiempo, las mismas se cubrían de
contramarcas, haciendo inidentificables las monedas, e incluso se rompían.
Finalmente, la moneda destruida o muy deteriorada se vendía por su peso y valor
intrínseco, entre 6 y 700 piezas de cobre.
Si bien
existen resellos de los siglos anteriores, la práctica se generalizó cuando se
descubrió el fraude realizado en la ceca de Birmingham y otras falsificaciones
de piezas de a ocho de cobre chapeados,
plateados o de plata de muy baja ley, a finales del siglo XVIII, que
inundaban el mercado chino. Asimismo, la India y China eran el destino de los
reales de peor calidad circulantes en la América española, y eran remitidos allí
mediante el comercio con las Filipinas.
Una vez
independizadas las nuevas repúblicas hispanoamericanas, los reales de a ocho
batidos bajo gobierno español en los Reinos de las Indias siguieron teniendo un
sobreprecio sobre los emitidos por las nuevas autoridades monetarias de las
repúblicas independientes. Eso era debido según Saint Clair Duport a que la
plata española contenía más oro en su aleación que la mexicana, y este autor
abogaba por el perfeccionamiento del apartado de ambos metales para acabar con
la inmediata y sistemática destrucción de la moneda mexicana.
A partir
de la década de los años 30 del siglo XIX, China pasó de ser principal receptor
a exportador de plata. Ello se debió no tanto a una balanza comercial
deficitaria, dado que China exportaba grandes cantidades de té, seda y
porcelana hacia Europa, sino al comercio del opio. El opio era cobrado en las
mercancías antes mencionadas, que a su vez eran vendidas a alto precio en
Occidente como bienes de lujo, y el beneficio era invertido en más opio
comprado en Turquía o en la India, a pesar del Edicto del emperador Tao Kuang
ordenando que solamente se aceptaría como medio de cobro en las mercancías
vendidas a los extranjeros las monedas de plata.
La
escasez de numerario, que era además sacado por los comerciantes británicos, y los
graves problemas políticos y económicos que asolaban China durante las
revueltas Taiping hicieron que en el año 1856 la Asociación de Banqueros de
Shanghái aprobase junto con los viejos pesos españoles la aceptación de los
pesos mexicanos, conocidos como Yin Yang o Dólares del Águila, por sus tipos,
aceptación que posteriormente se extendió a la mayoría de los centros
comerciales. México siguió exportando pesos a China hasta que en 1904 adoptó el
patrón oro y prohibió la exportación de su moneda de plata.
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