Publicado en UNAN Numismática, nº 44, 2021
Este
año 2021, en el que se celebra el Bicentenario de las Independencias de México,
Perú, las Repúblicas Centroamericanas y Panamá, es una buena ocasión para
recordar la historia previa de los principales actores de las mismas, todos
ellos sin excepción oficiales de alto rango de los Ejércitos y con importantes
destinos en el gobierno de la Monarquía española, un pasado obviado por
incómodo en la mayoría de unas biografías que mitifican a estas sin lugar a
dudas importantes figuras. Por sus servicios a la Monarquía todos ellos
recibieron importantes reconocimientos y medallas, que pasamos a detallar, con
una pequeña biografía introductoria de estos primeros años de sus intensas
vidas.
El autor del Plan de Iguala y Emperador de México nació en Valladolid, Michoacán, el 27 de septiembre de 1783. Era hijo del navarro José Joaquín de Iturbide y Arregui, natural de Peralta, y de la michoacana de origen guipuzcoano María Josefa de Arámburu y Carrillo de Figueroa.
En 1797 ingresó en el regimiento de su ciudad, y en 1808,
con el grado de teniente, participó en la en la represión de la Conjura de Valladolid,
y en octubre de 1810 se negó a colaborar con el alzamiento de Manuel Hidalgo y
Costilla.
Entre este año y 1816 adquirió notoriedad por la persecución
a la que sometió a los principales jefes independentistas. En 1813 fue
ascendido a coronel por el virrey Félix María Calleja y recibió el control de
la intendencia de Guanajuato, y en 1815 derrotó al caudillo José María Morelos.
A raíz de reiteradas denuncias en su contra de oficiales del ejército y de los
comerciantes por prácticas ilegales, fue destituido por el virrey, y aunque fue
absuelto por mediación del auditor de guerra, no volvió al ejército.
Tras la sublevación de Rafael de Riego y el restablecimiento de la Constitución el 1820, los miembros de la Conspiración de la Profesa contactaron con Iturbide, encargado de combatir al insurgente Vicente Guerrero, con el que concluyó el Plan de Independencia de la América Septentrional, conocido como Plan de Iguala, el 24 de febrero de 1821, con el objetivo de declarar la independencia de México, manteniendo la monarquía en la persona de Fernando VII u otro de los miembros de su familia.
Gabino Crispín de Gaínza Fernández de Medrano Monzón y Ximénez de Tejada
Pasó a América en la flota de Victorio de Navia y fue
destinado a la guarnición de Mobila[1]. Participó en la toma de Pensacola durante la Guerra de
Independencia de Estados Unidos, fue destinado posteriormente a La Habana y al
acabar el conflicto, pasó al Reino del Perú. Tras retornar a la península en
1789, estuvo destinado en su regimiento con el grado de capitán, hasta que a
instancias del brigadier Carlos del Corral, Presidente de la Real Audiencia de
Cuzco, fue destinado a sus órdenes como segundo comandante con sueldo y
carácter de teniente coronel. El año 1792 se abrió su expediente de pruebas
para la concesión del título de Caballero de la Orden de San Juan de Jerusalén,
Rodas y Malta [2].
Durante las guerras contra la Convención francesa y Gran
Bretaña desempeñó los cargos de Comandante Militar y Juez Real Subdelegado del
Partido de Chancay en la primera y de la defensa de toda la provincia de
Trujillo. El 10 de febrero de 1795 fue agregado como teniente coronel al
Regimiento Real de Lima. El 25 de octubre de 1799 contrajo matrimonio con
Manuela Gregoria de Rocafuerte, hija del capitán de artillería Juan Antonio de
Rocafuerte y Antoll, natural de Morella, Valencia. Su cuñado, Vicente
Rocafuerte, fue posteriormente presidente de la República de Ecuador.
Durante la Guerra de Independencia española, fue ascendido
por la Suprema Junta Central al grado de coronel en 1809, y en 1811 a
brigadier. En 1813 fue enviado por el virrey José Fernando de Abascal y Sousa a
Chile, con la misión de convencer al ejército insurrecto de Chile de que
depusiera sus armas y evitar la efusión de sangre, bajo promesa de perdón
absoluto, y su jura del monarca y de la nueva Constitución de España.
El 3 de mayo de 1814 firmó con los brigadieres chilenos
Bernardo O'Higgins y Juan Mackenna el Tratado de Lircay, por el que los
rebeldes chilenos reafirmaron su lealtad a Fernando VII, a la Regencia y ser
parte integrante de la Monarquía española. Por este motivo fue sometido a un
Consejo de Guerra[3]. Tras su absolución, pasó a España, donde recibió la Cruz
de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo, heredera de la de la Real
Efigie del Rey Nuestro Señor, la más antigua condecoración militar europea.
Por Real Cédula de 1 de octubre de 1818 se compitió a Gabino
Gaínza para el cargo de Subinspector de la Real Audiencia de Guatemala, si bien
aún se encontraba en Madrid cuando se produjo el pronunciamiento de Rafael de
Riego y la restauración de la Constitución de Cádiz en 1820. No llegó a Nueva
Guatemala de la Asunción hasta enero del año siguiente. En fecha 9 de marzo de
1821 el teniente general Carlos de Urrutia delegó interinamente la Jefatura
Política Superior y la Capitanía General de la misma en el brigadier Gaínza[4]. En este puesto, fue el primer firmante del Acta de
Independencia firmada el 15 de septiembre de 1821.
En su carrera militar, que comenzó a la temprana edad de
tres años, destacan sus rápidos ascensos, ya que en 1797 era teniente, y a
partir de 1812, por méritos de guerra, fue ascendido a capitán de milicias y
dos años después a teniente coronel. Fue asimismo nombrado Gobernador de las
Provincias de Veragua y Alanje el 17 de mayo de 1814. Por ello recibió dos de las condecoraciones creadas por Fernando
VII, la Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo y la de Caballero
de la Orden de Isabel la Católica.
En su Expediente de la concesión de la Cruz de Caballero de
la Orden de Isabel la Católica, fechado en Madrid el 15 de septiembre de 1816,
por estar comprendido en el artículo 21 de los Estatutos de la misma, en
contestación al Memorial presentado por José de Fábrega el 22 de febrero de ese
mismo año, los méritos alegados y reconocidos habían sido “haber apagado la
insurrección en varios puntos de América, hecho donativos y otros servicios”[5].
La familia se trasladó a Cádiz, puerto donde arribaron en
abril de 1784. Todos los hijos varones de este militar perteneciente a la
nobleza siguieron la carrera militar, sirviendo como oficiales laureados en
diversos conflictos y permaneciendo, salvo en el caso de José, fieles a la
Monarquía hasta el final de sus días. Tras estudiar en el Real Seminario de
Nobles de Madrid, José de San Martín se incorporó al Regimiento de Murcia, con
el grado de cadete, el 21 de julio de 1789. Sus primeras acciones bélicas se
desarrollaron en las plazas norteafricanas de Melilla y Orán, El 19 de junio de
1793 ascendió a subteniente segundo por méritos de guerra durante la
Guerra del Rosellón o de la Convención. Combatió en la Guerra de las Naranjas
contra Portugal y en Cádiz y Gibraltar contra los británicos, durante más de un
año como oficial de infantería de marina en la fragata Dorotea, alcanzando el grado de capitán el 2 de noviembre de 1804[7].
Al estallar la Guerra de Independencia se encontraba en
Cádiz como Ayudante de Campo del Gobernador de Cádiz, el General Francisco
María Solano, Marqués del Socorro, que murió en el tumulto provocado por no
haber declarado la guerra, salvándose José de San Martín del mismo destino por
la antes vista actuación de Juan de la Cruz Mourgeon. A las órdenes de este
último, del Marqués de la Romana y del General Castaños tomo parte en la
Batalla de Bailén, primera derrota de la historia de los ejércitos
napoleónicos, en la acción de Arjonilla. Por su heroico comportamiento recibió
el 11 de agosto de 1808 el grado de Teniente Coronel, y, como todos los
integrantes del ejército, la Medalla de Oro de los Héroes de Bailén, por
decreto de la Junta Suprema de Sevilla. Participó igualmente en la Batalla de
la Albuera el 15 de mayo de 1811, y el 26 junio de 1811 fue nombrado Comandante
de un escuadrón del Regimiento de Sagunto.
Según documentación obrante en el Archivo General de Indias,
San Martín había obtenido su retiro para la ciudad de Lima por Real Despacho de
19 de septiembre de 1811[8]. Tras embarcarse en Cádiz
con destino a Londres y tras una breve estancia en esta ciudad, se embarcó en
la fragata Caning junto al capitán de
infantería Francisco Vera, los subtenientes Antonio Arellano y Carlos de Alvear,
el alférez de navío José Zapiola, el primer teniente de guardias valonas Barón
de Olemberg y el capitán de milicias Francisco Chilavert. Tras su llegada a
Buenos Aires el 13 de marzo de 1812, se pusieron al servicio de las Provincias Unidas
del Río de la Plata.
Fue enviado por sus
padres a España para completar su educación e iniciarse en la carrera naval,
donde se afilió a una Logia Masónica. Tras un viaje por Francia, fue nombrado
Caballero de la Orden de Carlos III en 1807. Al estallar la Guerra de la
Independencia se alistó en el ejército, tomando parte en acciones contra el
ejército napoleónico en las provincias de Guipúzcoa, Burgos y en
Córdoba. Nombrado en 1810 contador y juez conservador del ramo de suertes
y loterías del Tribunal Mayor de Cuentas de Lima. Implicado en casi todas las
conspiraciones limeñas y confidente e informador de San Martín, se presentó
ante este último en su cuartel de Huaura.
En 1790 ingresó en el Regimiento de Dragones como
portaestandarte, siguiendo su carrera militar en el Regimiento de Voluntarios
Distinguidos de la Concordia Española del Perú, donde fue ascendido a Teniente
Coronel y Coronel, siendo asimismo el Alcalde Ordinario de Lima entre los años
1811 y 1812.
El 29 de marzo de 1813 fue elegido diputado a las Cortes de
Cádiz. En España fue en 1815 investido con el hábito de Caballero de la Orden
de Santiago[9]
y ascendido a Brigadier de Infantería. A su vuelta al Perú fue nombrado edecán
del virrey Joaquín de la Pezuela, y como
Intendente de la Audiencia de Trujillo, en fecha 29 de diciembre de 1820
proclamó la Independencia.
Adscrito como teniente al Regimiento de Saboya, participó en
la Guerra del Rosellón a las órdenes del general limeño Luis Fermín de Carvajal
Vargas y Brun, I Conde de la Unión, ascendiendo por méritos de guerra al grado
de capitán en 1795. En la Guerra de la Independencia, con el grado de mayor,
combatió en el durísimo y heroico Sitio de Zaragoza, donde cayó gravemente
herido y recibió el título de Benemérito de la Patria en Grado Heroico y el
ascenso a coronel.
Transferido al reino de Valencia, estuvo a las órdenes del
general Black, con el mando de la columna de granaderos que recibió su nombre,
dando muestra de gran valor, hasta la capitulación de dicho ejército ante el
mariscal francés Suchet. Mientras se recuperaba de sus heridas en Tudela,
Navarra, fue conducido prisionero a la villa de Beaune, en Borgoña, de donde
escapó a Suiza, y cruzando el Trieste volvió a España en 1814, donde recibió el
grado de Brigadier, su nombramiento como
Caballero de la Orden de San Hermenegildo y la Subinspección General del Virreinato
del Perú.
Nombrado Mariscal de Campo por el virrey Pezuela en
diciembre de 1819, quedó encargado de la defensa de los castillos de El Callao.
Sitiado por tierra y mar desde el 6 de junio de 1821, capituló el 19 de
septiembre de 1821 ante José de San Martín, a quien había conocido en España.
Esta Orden de Caballería, de uso exclusivamente militar, fue creada por Fernando VII al acabar la Guerra de la Independencia, el 28 de noviembre de 1814, con la finalidad de recompensar los servicios prestados. La Orden premiaba la constancia en el servicio de los oficiales de los Reales Ejércitos, Armada y Milicias. Esta Orden es en la actualidad una de las más altas distinciones militares de España. Tres eran sus categorías inicialmente, una cruz para oficiales con más de veinticinco años de servicios intachables, una placa para los treinta y cinco y la Gran Cruz para los oficiales generales a los cuarenta años de servicios.
Las insignias en esta época eran una cruz de esmalte blanco,
de unos 40 mm. de anchura, con un círculo central azul en el que aparecía San
Hermenegildo a caballo rodeado de la inscripción PREMIO A LA CONSTANCIA MILITAR,
y en el reverso F. VII, y sobre montándola una corona real que la unía a la
cinta carmesí con filetes blancos. La placa, de igual diseño central y doble
tamaño, llevaba una corona de laurel alrededor del círculo, estaba bordada en
hijo de plata, oro y colores. La gran cruz, como la anterior vista pero con
corona real en el brazo superior, añadía una banda de los colores de la Orden y
una cruz a su lazo como venera. Estas características se mantuvieron hasta
1931, cuando, con el advenimiento de la Segunda República, se sustituyó la
corona real por una mural.
En su diseño reproduce los orbes coronados, en azul, y las
Columnas de Hércules y la leyenda PLUS ULTRA, el emblema de Carlos I de España
y V de Alemania que con posterioridad se convirtió en el escudo privativo de
los Reinos de las Indias, con la leyenda LA LEALTAD ACRISOLADA POR ISABEL LA
CATOLICA en una corona de laurel que rodea estos motivos, sobre una cruz
carmesí con globulillos en las puntas y muralla de oro en el espacio entre los
brazos.
Medalla de Oro de los Héroes de Bailén
Benemérito de la Patria
Aunque poco después del final de la guerra comenzó a
aparecer una medalla con una cruz en aspa de cinco brazos, esmaltada en negro,
con muralla de oro entre los brazos y centro circular, sobre fondo blanco, con
la inscripción BENEMÉRITO A LA PATRIA, con cinta azul, con franja lateral roja
a cada lado, lo cierto es que ninguna Real Orden asocia este título meramente
honorífico a ninguna medalla. No obstante esta irregularidad y su carácter
extraoficial, fueron comunes en las pecheras de los oficiales de servicio en la
Capitanía General de Cuba. Finalmente, se prohibido su uso por diferentes
reales disposiciones, la más reciente del 26 de agosto de 1867.
La Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta
La Orden de Santiago
Como hemos podido ver, muchos de los próceres de estas, y las demás, independencias de la América española compartieron varias características. Muchos de ellos eran hijos de españoles peninsulares, algo poco común debido a la escasa presencia de los mismos en unos reinos donde su acceso estuvo vedado y con severas condiciones, y en los que se estima que solamente pasaron a Indias de forma legal o clandestina durante el siglo XVIII unos 55.000 españoles europeos y canarios, y que a comienzos del siglo XIX había unos 30.000, buena parte de ellos concentrados en Lima y Ciudad de México. El resto eran miembros de las principales familias de las élites criollas.
Sus padres por lo general fueron militares de carrera, y
ellos siguieron la tradición familiar. Asimismo, algunos de los más importantes
de ellos recibieron una educación elitista en España, donde bastantes de ellos
coincidieron y se conocieron, e incluso comenzaron a pensar en la futura
independencia en las Logias establecidas en Madrid y, sobre todo, en Cádiz. Mientras
que algunos abrazaron la causa independentista por convencimiento, otros lo
debieron hacer sobrepasados por las circunstancias. Los lazos familiares y las
amistades trazan una tupida red entre ellos, pero también con aquellos a los
que se enfrentaron y que optaron, hasta el final, por el partido realista.
Y así, la historia oficial olvida que sus protagonistas fueron hombres de carne y hueso para elevarlos a la categoría de mitos, obviando episodios como las horas previas a la batalla de Ayacucho, entre otras muchas, donde numerosos miembros de ambos ejércitos se encontraron en terreno neutral, lo que aprovecharon para saludarse y abrazarse, dado que tenían en el bando contrario amigos, parientes y hermanos.
[1] Archivo General de
Indias, LIMA, 721, N.45.
[2] Archivo Histórico
Nacional, OM-SAN_JUAN_DE_ JERUSALEN,
Exp. 25237.
[3] Colección de
Historiadores i de documentos relativos a la Independencia de Chile. Tomo XV. Proceso de
Gaínza. Santiago, Chile, 1909.
[4] Archivo General de
Indias, ESTADO, 49, N.154.
[5] Archivo Histórico
Nacional, ESTADO, 6317, Exp. 48.
[6] NICOLAU, E.J., El Grito de la Villa, Panamá, 1961.
[7] Su Hoja de Servicios
hasta julio de 1808, que fue conservada por el propio San Martín en su
destierro francés, se puede consultar en VICUÑA MACKENNA, B., El Jeneral D. José de San Martín,
considerado según documentos enteramente inéditos, con motivo de la
inauguración de su estatua en Santiago el 5 de abril de 1863, Santiago de
Chile, 1863.
[8] Archivo General de
Indias, ESTADO, 82, N.87.
[9]Archivo Histórico Nacional, OM-CABALLEROS_SANTIAGO, Mod. 104.