miércoles, 4 de mayo de 2011

La expansión ultramarina de la Corona de Castilla en tiempos de Carlos I

Publicado en Crónica Numismática, Julio-Agosto 2000, pp. 45-49

El reinado de Carlos I verá la mayor mutación jamás habida en la historia de la concepción del espacio humano. En sesenta años, se exploran las costas, rutas, islas y vientos de toda América,  parte de Oceanía y el Sudeste Asiático. Se pondrán asimismo las bases de nuevas estructuras de profunda síntesis antropológica, estética, religiosa y cultural. Se fundan ciudades, se organizan gobernaciones y Cabildos, se polemiza agudamente si es lícita o no la sumisión de las culturas precolombinas, se escriben crónicas, se construyen iglesias, catedrales, colegios y universidades, y se fomenta la importación de libros eximiéndolos de impuestos y  el establecimiento de imprentas. Los súbditos de la Corona de Castilla, junto con los portugueses tras la anexión, convertirán a los Habsburgo en  Monarcas Universales. Para regir esta nueva concepción del mundo se desempolvará el antiguo Ius Gentium romano por los juristas hispanos, siendo su obra la base del  Derecho Internacional contemporáneo.

Cuando se afirma que el ejército español conquistó la mayor  parte del continente americano en tiempos de Carlos 1, se está incurriendo en dos inexactitudes históricas. En primer lugar, lo que entonces se llamaba España no coincide con el Estado contemporáneo actual, sino que se trataba de diversos territorios agrupados desde el siglo XIV en cuatro grandes Coronas cristianas (Castilla, Aragón, Portugal y Navarra), y el musulmán Reino Nazarí de Granada. La unión de las de Castilla y Aragón, la posterior conquista de Granada y la anexión de Navarra, se harán en las personas de los Reyes Católicos, en detrimento de una posible unión castellano-portuguesa tras el matrimonio de Juana y Alfonso V, con la victoria en la guerra civil castellana que terminó en 1475. Carlos heredará unos territorios sin instituciones políticas ni administrativas comunes, ni una única lengua, y ni siquiera, en el tema que nos ocupa, moneda común. Dicha “unión” se completará en la persona de Felipe, su hijo, por su reconocimiento como monarca portugués.
               
Será Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, quien diseñe en la guerra de Nápoles los Tercios, unidades profesionales de combate, cuya base será una formación de infantería compuesta de dos o tres mil hombres con un altísimo número de armas de fuego, dos arcabuces por cada pica, y unidades complementarias de caballería, artillería, ingenieros y sanitarios. Dichos Tercios, que se batirán invictos en todas las guerras del Viejo Mundo durante dos siglos, estarán compuestos por soldados férreamente instruidos y disciplinados, que cobrarán por este concepto un sueldo o soldada. No encontraremos estas unidades en el sometimiento de América.

La Corona tampoco tendrá ninguna idea imperialista en las Indias, ni financiará expediciones de sometimiento, en la terminología de la época. Su papel se reducirá a legitimar las campañas de las huestes indianas, con la finalidad de que los habitantes de las tierras exploradas reconociesen la soberanía otorgada al Rey de Castilla por la Bula Inter Coetera del Papa Alejandro VI, y su conversión a la verdadera fe. Los habitantes de estos territorios no serán considerados como extranjeros o enemigos, sino súbditos formalmente libres e  iguales a los castellanos, y a los que se pretende integrar en el sistema hispánico, en los ámbitos político, religioso, lingüístico, cultural y laboral. Para esto, se prohibirá la esclavitud del indio y se establecerá un sistema tuitivo, protector de las comunidades indígenas o “repúblicas de los indios “, que serán gobernadas en sus respectivos Cabildos, según el modelo castellano, por sus propios caciques y principales. Este sistema mantendrá su vigencia hasta la independencia de las repúblicas iberoamericanas.
               
Las huestes indianas serán expediciones privadas, legalmente constituidas y al mando de un capitán oficialmente designado. Sus miembros serán voluntarios, reclutados por el capitán bajo el pendón real y su propio estandarte o bandera, bien en la Corona de Castilla o bien en territorios americanos previamente dominados. A dicho capitán se le otorgaba una Capitulación en la que se le autorizaba a hacer exploraciones, corriendo con los gastos de las mismas, con la obligación de que las tierras descubiertas pasasen a soberanía real, facilitar la difusión del Evangelio entre los naturales, que se fundasen villas y se poblasen, y que se respetasen los bienes de los naturales.  Se trata normalmente de unos pocos cientos de hombres, a menudo sin instrucción militar previa. El arma más utilizada será la ballesta, junto con la pica larga, mucho más que los arcabuces y  pequeños cañones. En vez de las pesadas armaduras de acero, incómodas en climas tropicales y húmedos, se generalizó el peto de algodón acolchado, predecesor del chaleco antibalas, usado por ciertas tribus del actual México. A su vez, se utilizaron profusamente el caballo y los perros con fines bélicos. 
               
Estas huestes indianas son las verdaderas artífices de la expansión castellana en el Nuevo Mundo en menos de cincuenta años. Se calcula que en conjunto no serían más de diez mil individuos mal aclimatados, desconocedores del terreno y  escasos de armas, que someterán a la autoridad real a inmensos imperios militaristas, poblados por decenas de millones de almas. La explicación de todo ello puede encontrarse en el hecho de que serán los propios amerindios el  principal instrumento de la conquista, como cargueros o tamemes, espías, guías, intérpretes y, sobre todo, como aliados. Es el caso, por ejemplo, de los indios mejicanos que marchan con Pedro de Alvarado a la sumisión del reino de Guatemala, recibiendo fuero de conquistador como los castellanos. Se podría afirmar que América se conquistó a  sí misma en provecho de Carlos 1.
               
El impacto humano en la población indígena se puede catalogar de auténtica catástrofe. Aparte de los efectos de las matanzas militares que se produjeron y de los excesos en los trabajos forzados en los primeros momentos de la conquista, el principal culpable de la gran mortandad que se producirá en toda América serán las enfermedades comunes en Europa y Africa, principalmente la viruela, el salampión, la tuberculosis y la gripe común, a las que los nativos no tenían resistencia genética. Los gérmenes y virus serán extendidos inconscientemente por todo el Caribe, y saltarán de tribu en tribu por todo el continente. La rendición de Tenochtitlán en 1521 se produjo al diezmarse los defensores de la ciudad por una epidemia de viruela, y será también esta enfermedad la que mate al Inca Huayna-Capac y a infinidad de sus súbditos antes de la llegada de Pizarro. Después de la pacificación, y durante todo el siglo XVI, cada pocos años se registra la existencia de plagas que matan a cientos de miles de personas.
               
En la época de Carlos asistiremos al inicio de la primera gran migración transoceánica de la historia moderna. Se calcula, por estudios de las naves que cruzaron el Atlántico en estas fechas registradas en el Archivo General de Indias, que los barcos transportarán hacia el Nuevo Mundo durante la Edad Moderna a medio millón de almas. A diferencia de otros movimientos migratorios que le sucedieron, como el caso anglosajón, el paso a las Indias estaba sujeto a unas ordenanzas muy estrictas. Mientras que, por ejemplo, los asentamientos norteamericanas de Inglaterra fueron concebidos como colonias de deportación masiva de presos comunes y disidentes políticos y religiosos,  en muchos casos sujetos durante años a un régimen de semi-esclavitud, la América Española se vertebró como un territorio de la Corona de Castilla, y, en principio, y aunque no siempre se cumplió, estaba prohibido pasar a ella a extranjeros, personas de linaje musulmán o hebreo, procesadas por la Inquisición,  negros ladinos, gitanos, esclavos casados sin sus esposas e hijos, mujeres solteras sin licencia o casadas sin sus maridos. También comenzará en esta época otra migración forzada, la importación sistemática de esclavos negros. La trata de esclavos será directamente controlada por la Corona, y las licencias y asientos estarán en la mayoría de los casos en manos de comerciantes extranjeros, destacando entre todos ellos los portugueses, tras la unión de las Coronas. En la época inmediatamente anterior a la independencia de las Repúblicas americanas, más de la mitad de la población negra, sin mestizar, de la América española  era libre.
               
Los españoles continuarán en América, Oceanía y Asia su propia tradición mestiza. Los matrimonios mixtos entre castellanos e indios serán autorizados desde 1501 por la Corona, pero la mayor parte del mestizaje de los primeros momentos se deberá a la escasez de mujeres españolas en América y a la poliginia o amancebamiento de españoles con indias o negras.  En estos primeros momentos, fue común o bien que los padres los reconociesen, pasando a ser considerados españoles, o bien que quedasen con sus madres y fuesen educados como indios. En todo caso, la adscripción a un grupo u otro tenía un carácter cultural, más que racial. El mestizaje no es un fenómeno exclusivo de la América española, pero sí es su característica fundamental, dado que, además del cruce biológico, tendrá importantes connotaciones culturales.
               
La rapidez de la penetración en América tuvo como una de sus causas principales la esperanza de encontrar oro. Se encontrará rápidamente en las Antillas, y una vez agotados los placeres auríferos de las islas, en la década de los años treinta se encontrará plata cerca de la ciudad de México y en Taxco, y yacimientos auríferos en el interior de Nueva Granada. La década siguiente será la de los hallazgos más importantes, los de las minas de plata de Potosí, hoy en Bolivia, y Zacatecas, en México, y la plata desplazará al oro como metal precioso en producción. Según cálculos de Haring, la América española producirá hasta 1560 oro y plata por valor de ciento cuarenta millones de pesos, lo cual supondrá un 90% de las exportaciones indianas. La mejora en la producción será consecuencia de la aplicación a la industria minera de la obtención de plata mediante la amalgamación con mercurio, patentada por Bartolomé de Medina en 1555 en Pachuca (México), con el nombre de “beneficio de patio”.  Este sistema vino a desplazar al  sistema prehispánico de fundición del mineral en hornos o huairas, dado que permitirá aprovechar minerales de más baja calidad, y será el motor del rápido desarrollo económico de los Virreinatos de Nueva España y del  Perú.  En un primer momento, el mercurio o azogue tendrá que ser importado en su totalidad de Almadén, en aquellos tiempos arrendada a los banqueros alemanes Fugger (o Fúcares), hasta que en 1563 se descubra la mina de Huancavélica, en el Perú.
               
El sistema monetario de Castilla será trasvasado a las Indias, con la aspiración, tanto de la monarquía como de los comerciantes,  de que las acuñaciones de ambos lados del Atlántico circulasen sin cortapisas. En el período inicial se acusa notablemente la escasez de monetario, que se intenta suplir con el envío de monedas de la ceca de Sevilla, lo cual devino a todas luces insuficiente al dilatarse enormemente la zona de soberanía, y la acuñación de discos metálicos en territorio americano. La primera acuñación específicamente destinada al Nuevo Mundo está fechada en 1504, de la ceca de Sevilla, y es una moneda de cuatro maravedís de cobre, que se seguirá acuñando hasta 1535. También se enviarán reales de plata y divisores de vellón en 1506 y 1511. Ya desde 1493 los Cabildos indianos presionarán a los soberanos para crear cecas en las Indias. El mayor obstáculo será la falta de personal especializado, dado que aquellos que cruzaban el Océano preferían dedicarse a la platería, actividad mucho más lucrativa, que a batir moneda. La Corona además desconfiará de las licencias a particulares, dado el pésimo resultado que esta práctica había dado en las emisiones bajomedievales castellanas.
               
En territorio continental, y más específicamente en la Nueva España, la primera moneda hispánica auctóctona acuñada será el peso de oro de Tepuzcue. El sistema monetario prehispánico estaba basado en las tajaderas, el  oro en polvo contenido en los cañones de las plumas de aves y en los granos de cacao. Estas formas de pago tenían el grave inconveniente de las grandes alteraciones en su valor. La moneda más menuda será el grano de cacao, y mil seiscientos granos equivalían a un peso de oro de Tepuzcue. Otro medio de pago serán las águilas de Moctezuma o quauhtli, reservadas para pagos de importancia. Dichos pesos de Tepuzcue no tendrán un valor uniforme, sino que variará según su peso y ley.
                    
La primera Casa de la Moneda que se establezca en las Indias será la de México, el 11 de mayo de 1535. Sus Ordenanzas están inspiradas en la Pragmática de Medina del Campo de 1497, y dependerá directamente del Consejo de Indias, y no de los contadores mayores de Castilla como las peninsulares. Sus funcionarios eran nombrados por el virrey, sus oficiales gozaban de exención de impuestos y los derechos de amonedación triplicarán los de las cecas peninsulares. En la misma se acuñarán monedas de plata y vellón, quedando la labor del oro reservada a la Casa de Sevilla, aunque en la práctica la actividad se reducirá al numerario de plata, debido al rechazo popular a las acuñaciones de vellón. Según documentos de la época, en los primeros veinte años de vida de la ceca se acuñaron unos dos millones de piezas de cobre y 38.200.000 pesos duros de monedas de plata del patrón real.
               
Todas las monedas emitidas lo serán a nombre de Carlos y de su madre Juana. La base del sistema monetario, como en Castilla,  será el maravedí en las monedas de cobre y el real en las de plata.  Existen acuñaciones de uno, dos y cuatro maravedíes . Desde 1542 encontramos la de cuatro maravedís. En su anverso aparece una K coronada entre un castillo y un león, y una granada, y en el reverso una .I. latina también coronada entre los mismos motivos heráldicos, pero sin la granada. Las acuñaciones de plata de esta ceca comenzarán en 1536, con cuños posiblemente grabados por Antonio de Mendoza, en los que no aparecen olas bajo las columnas de Hércules. Se acuñarán cuartos, medios, reales y monedas de dos y tres reales. Como había confusión entre las monedas de dos y tres reales, a partir de 1538 se deja de acuñar la moneda de tres reales, sustituyéndola por la de cuatro reales.
               
Nuevas acuñaciones se producirán desde 1537. El numerario de plata de menor  valor  será el medio real, habiendo dos variantes de acuñación. En las mismas aparecen la K y la .I. de las iniciales de los reyes Carlos y Juana, coronadas dentro de una orla circular. En ambos reversos se hace alusión a la leyenda Plvs Vltra y a las columnas de Hércules coronadas, y a la expresión Hispaniarvm et Indiarvm, Reyes de España y de las Indias, motivos que se repetirán en todas las acuñaciones de esta ceca. En las monedas de mayor  valor serán las armas de la Corona de Castilla el motivo de los anversos. Encontramos dos tipos distintos de monedas de un real,  dos tipos igualmente de acuñaciones de Reales de a dos y otros dos tipos de Reales de a cuatro.
               
El 3 de noviembre de 1536 se abrirá en Santo Domingo, en la isla Española, la segunda ceca en territorio americano, que tendrá una vida efímera y escasa producción monetaria. En la misma encontraremos acuñaciones de cobre del patrón maravedí. Hay dos variantes de monedas de cuatro maravedíes acuñadas desde 1542 a 1566 a nombre de Carlos y Juana, con el motivo de las columnas de Hércules coronadas, y una acuñación que, siguiendo el modelo de la Real Cédula de 1544, presenta un castillo en el anverso y un león en el reverso, y la leyenda Karolvs Qvintvs Indiarvm Rex. Otra acuñación sin fechar a nombre de ambos soberanos presenta en su reverso el escudo de la Monarquía, incluyendo en sus cuarteles los escudos de los demás reinos no castellanos, siendo una excepción a lo observado en las monedas americanas de la época. También hay una emisión sin fechar de una moneda de once maravedíes. 

Bibliografía.

* El oro y la plata de las Indias en la época de los Austrias. Fundación ICO. Madrid, 1999.
* Monedas hispánicas 1475-1598. Banco de España. 1987.
* La hueste indiana. Manuel Ballesteros Gaibrois. Cuadernos Historia 16 nº 172. 1985.
* La forja del Imperio. Carlos V y Felipe II. Historia 16. Extra XVIII. 1981.
* La América española, 1492-1898. De las Indias a nuestra América. María Luisa Laviana Cuetos. Historia 16. 1996.
* Europa-América. 1492-1992. La historia revisada. Dirigido por John H. Elliott. El País. 1992.
* América 1492-1992. La gran desconocida. Boletín del Ilustre Colegio de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y en
   Ciencias. nº37. 1992.

Gobierno de Carlos I de España y V de Alemania en la península itálica

Publicado en Crónica Numismática, Marzo 2000, pp. 44-47


A la muerte en 1516 de su abuelo materno Fernando V de Aragón y III de las Dos Sicilias, Carlos de Gante heredará los territorios ibéricos de los reinos que conforman la Corona de Aragón y Navarra y los itálicos de Sicilia, Nápoles y Cerdeña. La presencia aragonesa en Sicilia había comenzado en el año 1282, tras las Vísperas Sicilianas, de la mano del rey Pedro III de Aragón, y una dinastía aragonesa gobernaba la isla desde 1296. Cerdeña entrará en la órbita de la Confederación con la entrega por parte del Papa Bonifacio VIII a Jaime II, rey de Aragón y Valencia y Conde de Barcelona, del Regnum Sardinae et Corsicae en feudo en 1297. La anexión del Reino Unido de Nápoles se producirá en 1441 por la paz de Cremona, que pondrá  fin temporalmente a las aspiraciones francesas de los Anjou.

Esta herencia se convirtió en motivo de discordia con Francisco 1 de Valois, rey de Francia,  dadas las aspiraciones expansionistas del  país vecino en Italia y su alianza con el Imperio Otomano, lo que suponía una seria amenaza para las comunicaciones entre la Península Ibérica y el Imperio, amén de suponer un peligro para  la posición imperial en el Mediterráneo. La política de Carlos con respecto a Italia por esta razón vendrá marcada por la eliminación de la influencia francesa en esta península.  Siendo ya Rey de las Coronas Hispánicas, Señor de Borgoña y Emperador del Sacro Impero, Carlos demostró ser un hombre prudente y resuelto, que creía  firmemente que el control de Italia y unas buenas relaciones con el  papado eran premisas esenciales para legitimar su dominio sobre toda Europa. El hecho de que no quisiese adquirir nuevos territorios, sino que se conformase con mantener a los gobernantes nativos en sus respectivos estados, siempre que reconociesen el poder supremo del  Imperio, la ya larga tradición de gobierno ibérico en los reinos del sur de la península itálica y la adopción de una política no agresiva, favorecieron la derrota de los franceses y el establecimiento de la dominación imperial en Italia.

En estas circunstancias, las tropas imperiales expulsarán en 1521 al francés de Milán, nombrando Duque a Francisco Sforza. La batalla de Pavía, acaecida en 1525, se saldó con una rotunda victoria sobre Francisco, que cayó prisionero  y se vio obligado por la Paz de Madrid a reconocer los derechos de Carlos sobre Milán y Borgoña. Esta situación alarmó a los estados italianos, que veían peligrar su independencia, que se unieron junto a Francia y el Papa Clemente VII en la Liga de Cognac. Como respuesta, Carlos enviará un ejército imperial a Italia, que llegó a las puertas de Roma en 1527. Muerto su jefe, el condestable de Borbón, la soldadesca, compuesta de unos veinte mil  españoles y alemanes, muchos de estos últimos mercenarios protestantes, tomará a saco la Ciudad Eterna, para horror y asombro del mudo cristiano. Mientras Roma es entregada al saqueo implacable, la violación de religiosas, la destrucción de su patrimonio artístico y el pillaje, los súbditos hispánicos de Carlos guardan luto. Se ha dicho que el Saco de Roma supuso el fin del Renacimiento, acabando con la libre, pagana y alegre vida romana, que podemos analizar en la novela “La Lozana Andaluza” de Francisco Delicado, bajo la rígida influencia de la Contrarreforma y España.

Con la deserción de Génova de la Liga de Cognac, que supondrá la puesta a disposición desde entonces de su potente escuadra, al mando de Andrea Doria, a las órdenes del Emperador, la batalla por Italia se volverá a favor de Carlos. El rey francés se verá forzado por los Tratados de Cambrai y Barcelona a renunciar a sus derechos sobre la península itálica, y Carlos será ungido Emperador por Clemente VII en la Iglesia de San Patronia en Bolonia. Esta situación se mantendrá hasta 1559, no obstante las guerras que se siguieron manteniendo entre Carlos y Francisco, principalmente por el dominio de Milán, donde, tras la muerte de Francesco Sforza  sin descendencia en 1535, el Emperador ejercerá un gobierno directo. Se establece así lo que será el modelo de gobierno imperial, y más tarde español,  sobre los estados italianos hasta los albores del siglo XVIII, sometidos a la tutela del Sacro Imperio, con la relativa excepción de los Estados Pontificios, con uniones cimentadas, en la mayoría de los casos, en matrimonios de conveniencia. Los Sforza de Milán, los Gonzaga de Mantua, los Este de Módena y Ferrara, los Médicis de Toscana y los Farnesio de Parma estarán, en muchos casos, emparentados por matrimonio con los Habsburgo.
               
Las monedas emitidas por estos soberanos de escaso poder político reflejan el gusto por las artes de los mismos, de acuerdo con la tradición renacentista, que se plasma en trabajos tan maravillosos como los de Francesco Parmese, que imita las monedas de la antigüedad clásica. No podemos olvidar que es un soberano italiano, Francesco Sforza de Milán, el que en 1462 hace grabar por primera vez en una moneda su efigie, retomando la tradición del Imperio Romano, denominándose a partir de entonces Testón  todas aquellas acuñaciones en donde aparece el perfil de la cabeza en el anverso. Aparecen en las emisiones espléndidos retratos, siendo especialmente relevantes las emisiones de los Gonzaga de Mantua, las de Juan Bentivoglio en Bolonia y las de la casa de Este en Ferrara, Reggio y  Módena.

Es importante destacar una serie de perturbaciones que se producen en la economía en general y en las emisiones numismáticas en particular, causadas a finales del siglo XIV y principios del XV por el descubrimiento del Cabo de Buena Esperanza por los portugueses y la expansión del Imperio Otomano por el Mediterráneo oriental y los Balcanes, que supusieron un profundo cambio en las rutas comerciales con oriente hasta entonces  dominadas principalmente por las Repúblicas Italianas, y en particular por la opulenta Venecia. Así, el zecchino o ducado de oro veneciano, de oro casi puro (3,46 gramos) y de circulación acreditada en toda Europa, se hace escaso en la segunda década del siglo XV, debido a la subida de precios causada por los motivos antes expuestos, por lo que se hace necesario el uso de monedas de plata introducidas por comerciantes alemanes. Para paliar esta situación, se hará necesaria la acuñación de moneda de plata de buena calidad, el medio sueldo o bezzo, para eliminar la moneda extranjera. Perturbaciones importantes se producirán asimismo por la afluencia de plata española procedente de América. 

Dentro de los territorios que actualmente constituyen parte integrante del Estado Italiano, Carlos acuñará moneda en los Reinos de la Casa de Aragón de Sicilia, Nápoles y  Cerdeña ya desde su coronación en 1516, tras la muerte de su abuelo materno Fernando. En el norte de Italia acuñará moneda bajo el título de Gran Duque de Milán. Este territorio del Sacro Imperio pasará por herencia a su hijo Felipe II, uniéndose desde entonces a la monarquía hispánica. Asimismo, en el Reino del Piamonte, también incluído en el  Imperio, acuña moneda como Conde de Asti y Marqués de Monteferrato, llevando también el título de Emperador. Es importante destacar que los sistemas monetarios de los diversos territorios no son uniformes, teniendo cada uno de los reinos y señoríos nombrados sus propias emisiones. Tras la expulsión definitiva de Nápoles de los franceses por las tropas del Gran Capitán en 1503, los reyes de la Corona de Aragón se denominarán Rey de las Dos Sicilias (Utriusque Siciliae Rex), más por la razón antes apuntada, estudiaremos ambas emisiones por separado.

 Emisiones napolitanas.

Las primeras monedas que encontramos de Carlos en tierras napolitanas vienen acuñadas conjuntamente por Carlos y  su madre Juana, tras recibir la herencia de su abuelo Fernando V de Aragón y  III de Dos Sicilias en 1516.  Encontramos emisiones de monedas de cobre de un cuarto de grano, medio grano, un grano y dos granos. El grano fue la moneda napolitana de cobre o bronce del siglo XIV, heredera de la tradición musulmana, que tenía el grano de mostaza como base de su sistema métrico de pesos. En estas acuñaciones encontramos como tema principal en el anverso las letras I*C bajo una corona, habiendo emisiones con Corona real y otras con Corona radiada en las monedas de medio grano y un grano. En el reverso, es la cruz el motivo grabado. La moneda de oro emitida bajo el nombre de ambos soberanos es el escudo, moneda heredera de la tradición medieval de incluir blasones en las emisiones. En  las mismas encontramos los cuarteles  de sus diversos reinos y señoríos, en la línea del Pendón Real de los abuelos maternos del soberano.  Las monedas de ambos tipos de metal aparecen sin fechar y son todas de la ceca de Nápoles, como todas las que veremos a continuación.

Encontramos gran cantidad de acuñaciones en nombre del Emperador, ya sin su madre, en la ceca de  Nápoles, tanto de cobre como de plata y oro.  La moneda de cobre napolitana se conoce como caballo, y encontramos fracciones de medio caballo y emisiones de uno, dos y tres caballos, en los que el motivo principal del reverso sigue siendo la cruz, salvo en los dos caballos, donde aparece una corona, mientras que en el anverso en muchos de ellos aparece el retrato del soberano. En las monedas de plata es donde más variedad de acuñaciones se observan. Encontramos cinquinas, fracciones de escudo, carlinos con sus múltiplos y fracciones, y medios ducados.

Entre las cinquinas, monedas de plata de inferior  valor, llama la atención la gran variedad de temas grabados en las mismas, tales como Toisones, columnas de Hércules, rosas y hojas de parra. Entre los carlinos, moneda conocida como grosso, encontramos medios carlinos y piezas de uno, dos y cuatro carlinos. El tema principal de los mismos es el  retrato de Carlos, o bien coronado o bien, como ocurre en algunas piezas de dos y cuatro carlinos, de corte clasicista, de acuerdo con la moda antes citada. En los mismos aparecen como leyendas CAROLUS V o incluso CAROLUS IIIII, REX HISPAN o REX ARAGO. Es bastante frecuente la aparición de escudos imperiales y águilas bicéfalas. Es curiosa, asimismo, la emisión  de una moneda de plata de 1/24  de escudo, fracción de la moneda de oro de la vecina Sicilia. La pieza de este metal más valiosa es el medio ducado, en los que también aparecen la representación clásica del Emperador  y las águilas imperiales. Como curiosidad, existen monedas de medio y un ducado de plata emitidas en Roma por las tropas que la estaban sitiando en la guerra contra Clemente VII, con la leyenda VTRIUSQ:SI:ET REX:ARAGO. La base del patrón oro en la moneda siciliana es el ducado y sus múltiplos. El ducado fue instaurado como moneda fuerte por el Rey Católico una vez el reino cayó en su poder, a  semejanza de las monedas españolas. Existen gran variedad de emisiones de uno y dos ducados, e incluso acuñaciones de cuatro ducados.

Acuñaciones sicilianas.

A diferencia de lo que ocurre con las monedas napolitanas, las emisiones sicilianas sí que vienen fechadas desde 1533, y en su totalidad proceden de la ceca de Messina. Las emisiones de Carlos están íntimamente ligadas con la tradición aragonesa en la isla, siendo la moneda de cobre característica el picciolo, y la de plata el tari o aquila, moneda originariamente árabe, en un principio de oro, y de plata desde finales de la Edad Media. Como en época de su antecesor  Juan III de Aragón, aparecen como motivos en estas monedas principalmente el retrato del soberano y el águila. Hay gran variedad de emisiones de moneda de medio tari y de uno, dos tres  y cuatro taris, en un principio sin fecha de emisión y más tarde, entre las fechadas, acuñadas ininterrumpidamente desde 1533, y gran número de errores y variantes, a  cuyo estudio se podría dedicar un artículo entero.

Las monedas de oro sicilianas fueron los triunfos y los escudos. La moneda más antigua, el triunfo, fue introducida por su abuelo Fernando en Sicilia, a semejanza del ducado veneciano, y con un valor de doce taris. Encontramos medios triunfos, triunfos y dobles triunfos de oro sin fechar hasta la reforma que el propio Carlos operó en 1538, introduciendo el escudo o scudo riccio, del que encontramos bastantes ejemplares, y los medios escudos. Dicha reforma supuso  la devaluación de la moneda siciliana, y consistió en una disminución en el peso del metal que no llevó aparejada una disminución en su tamaño.  Mientras que en las monedas de tipo triunfo aparecen con frecuencia los retratos del rey y el águila, en los escudos suele con frecuencia representarse la cruz de Borgoña  coronada en el anverso.

Monedas sardas.

A diferencia de lo visto en Sicilia y Nápoles, en Cerdeña funcionaron en tiempos de Carlos varias cecas, localizadas en Alghero, Sassari  y  Cagliari, si bien las dos primeras solamente emitieron moneda de cobre conocida como menudo. Es común citar en dichas monedas el lugar de procedencia, y existen gran número de variantes.  La ceca de Cagliari, la más importante de las tres, emitió moneda de vellón, conocida como cagliarese, uno, dos y tres reales de plata y escudos de oro. En el anverso de dichas acuñaciones suelen aparecer o bien el monarca o bien las barras de la Corona de Aragón, mientras que la cruz es el motivo más común  del reverso.

Emisiones milanesas y piamontesas.

Tal y como comentábamos anteriormente, el Ducado de Milán, perteneciente al Sacro Imperio Romano Germánico,  pasará a ser gobernado directamente por Carlos V desde 1535 con el título de Gran Duque. No se trata, por tanto, de territorios itálicos anteriormente gobernados por monarcas aragoneses, por lo que desaparecerán las referencias a estos reinos y la leyenda que aparecerá en dichas acuñaciones será  IMP CAES CAROLVS V AUG.  Entre las monedas de vellón, con muchas variantes, encontramos los dineros, la trillina y el seiseno. Entre las monedas de plata acuñadas, de las que también existe una gran variedad, aparecen el quindicino, la parpajola, los blancos, los sueldos, los testones, los burigocho y los ducatones. Especial mención merecen los ducatones con bellísimos cuños de Leone Leoni, que representan temas mitológicos y magníficos retratos del soberano, acuñados con plata española de magnífica calidad. En ellos aparece un  tema heráldico que será incluido en el escudo de España hasta la actualidad, el de las columnas de Hércules con el lema plus ultra.

En el Reino del Piamonte, también perteneciente al  Sacro Imperio, Carlos ostentará los títulos de Marqués de Monteferrato, Conde de Asti y Señor de Pavía. En la ceca de Asti acuñará monedas de cobre (seisenos, sueldos y gruesos), plata (caballinos, medios testones y testones). En la de Casale, perteneciente al marquesado de Monteferrato, encontramos rolabasos de cobre, caballinos de plata y escudos de oro.


 Estos territorios de la península itálica quedarán dentro de la órbita hispánica hasta 1713, cuando, tras la Guerra de Sucesión Española, pasarán temporalmente a Austria, salvo Cerdeña, que quedará incluida en el Reino del Piamonte. Parte de  la historiografía italiana es muy crítica con el este período, al que se refieren como dominación española, y lo ven como una época de estancamiento social, intelectual y político, en comparación con el Renacimiento. No obstante lo anterior, reconocen a Carlos y sus descendientes el mantenimiento de una política de mínima interferencia y el respeto a los gobernantes itálicos. Asimismo, la política llevada a cabo no fue impopular entre los habitantes de los territorios donde se gobernó directamente.  Cabe preguntarse si esa pérdida de protagonismo de la península itálica no fue en gran medida causada por el descubrimiento de otros continentes y la presión de la piratería otomana sobre las antiguas rutas comerciales mediterráneas, tanto o más que por la presencia española.  Aún durante el siglo XVIII, Nápoles, Sicilia, Parma y Etruria serán gobernadas por reyes borbones, Infantes de España, siendo el último de ellos en emitir moneda Fernando 1 de Dos Sicilias, muerto en 1825.


Bibliografía.

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Un viaje por la historia de Italia. Celeste Ediciones. 1991.
La forja del Imperio. Historia 16. Extra XVIII. 1981.
Historia de España. Volumen 5. Espasa Calpe S.A. 1999.
Catálogo General de la Moneda Española. Imperio Español (Europa). José Antonio Vicenti. 1976.
Introducción a la Numismática Universal. Antonio Beltrán. Ediciones Istmo.1987.

Carlos V, cabeza del Sacro Imperio

Publicado en Crónica Numismática, Mayo 2000, pp. 50-53
En junio de 1519, el entonces rey de la Monarquía Hispánica, Carlos I, nieto del emperador Maximiliano, fue elegido por unanimidad para soportar el difícil gobierno del Sacro Imperio Romano Germánico, marcado por los conflictos político-religiosos y por la hegemonía otomana en el Oriente mediterráneo.

El Sacro Imperio Romano Germánico tiene sus orígenes en el Tratado de Verdún del año 843, que reparte entre los hijos de Ludovico Pío la herencia del padre de éste, Carlomagno. Este Reino de los Francos Orientales o Germania le tocará en herencia a Luis El Germánico, y estaba compuesto por los territorios de Franconia, Suabia, Baviera, Lorena y Sajonia. Su fundación efectiva se llevará a cabo por Otón 1 el Grande,  que anexionará a su Imperio el Reino de los Lombardos de Italia.
Los Habsburgo entrarán en escena en el año 1273, con la llegada a la dignidad imperial del conde Rodolfo, señor de algunos dominios en Alsacia y Suabia. La guerra que mantuvo contra Otocar, rey de Bohemia, engrandecerá su patrimonio con los territorios de Austria, Estiria, Carniola, y Carintia. Su hijo el también Emperador Alberto incorporará al Imperio el Reino de Bohemia.Habremos de esperar a 1437 para encontrar en la dignidad imperial a otro Habsburgo, Alberto II. Su hijo Federico III otorgará a Austria el título de Archiducado, y su nieto Maximiliano será Emperador de 1493 a 1519.
Maximiliano 1, el abuelo paterno de Carlos,  ha pasado a la historia como un gobernante poderoso, que luchará hasta lo indecible para proclamar en el Imperio la Paz Perpetua, intentando acabar para siempre con el bandidaje de los nobles y con las luchas feudales. Maximiliano contraerá matrimonio con María, la abuela de Carlos, heredera del ducado de Borgoña, parte integrante del Sacro Imperio. A la muerte de María, casará con una princesa Sforza de Milán, aliándose de esta forma con la más poderosa dinastía de Italia. Su política exterior girará en torno al mantenimiento de la herencia borgoñona, la apertura de una base de movimientos en la península itálica y la vuelta a la sumisión al Imperio de Suabia, independiente desde los tiempos de su antepasado Alberto 1, asesinado cuando se dirigía a sofocar una rebelión de los montañeses suizos.  Para la consecución de estos objetivos tendrá que guerrear contra Francia, y esta enemistad será heredada por su nieto Carlos una vez elevado a la dignidad imperial. Tuvo que reconocer la independencia de los cantones suizos, entregar el Milanesado a los franceses y renunciar a gran parte del ducado de Borgoña, que se quedará reducido al Franco Condado, el Charolais y los Países Bajos. 
A la muerte de Maximiliano su nieto Carlos será el primer candidato que reclame la corona, siendo sus contrincantes Enrique VIII de Inglaterra, Federico el Prudente, elector de Sajonia, y, sobre todo, Francisco 1 de Francia. La balanza se inclinará finalmente por el entonces Rey de las Coronas Hispánicas, con el apoyo económico de los más fuertes banqueros de Europa, los Fugger de Augsburgo, que pondrán su inaudita fortuna al alcance de los electores, y el de las bandas de aventureros de Francisco de Sickingen, que reunidas en las cercanías de Francfort intimidaron a aquellos electores que no se había conseguido atraer al partido de Carlos por las buenas. Carlos será elegido unánimemente Emperador el 28 de junio de 1519.  Los electores impondrán al nuevo soberano una serie de condiciones, como no emplear tropas extranjeras dentro del Imperio, no convocar dietas fuera de los estados imperiales, usar la lengua alemana en las deliberaciones, y exponiendo además los viejos anhelos de reforma constitucional y el establecimiento de un Consejo de Regencia.
El Sacro Imperio que heredará Carlos era un ente supranacional, constituido por multitud de principados laicos y eclesiásticos y ciudades imperiales, que se extendía por territorios hoy en día integrados en la República Federal Alemana, Austria, Chequia, Eslovaquia, Polonia,  el Benelux, gran parte del este de Francia e Italia, excepto la República de Venecia, los Estados Pontificios y las posesiones de la Corona de Aragón. De su padre Felipe había heredado en 1506 las dieciséis provincias del Condado de Flandes, los ducados de Limburgo y Luxemburgo, el Franco Condado y el Charolais. De su abuelo paterno Maximiliano recibirá las posesiones personales de los Habsburgo, integradas por Austria, Estiria, Carniola, el Tirol y Sundgau. Ya desde 1512, las posesiones de los Habsburgo de las Casas de Austria y  del llamado Círculo Borgoñón, del que era regente en nombre de su nieto, serán separadas por Maximiliano de las injerencias de otras partes del Imperio.
Desde el primer momento la política europea del nuevo Emperador está marcada por la heredada enemistad con Francia. La primera fase de esta guerra acabará con el aplastamiento de la nación vecina en la batalla de Pavía, que la relegará a una potencia de segundo orden en los asuntos internacionales durante una centuria. Cuando Francisco 1 reanude la guerra en 1535, aliado con los príncipes germanos y el Imperio Otomano, Carlos habrá de pactar una tregua de diez años. Estas guerras supondrán la adquisición para Carlos del Milanesado en la Lombardía y los Estados de los Presidios en Toscana.
Un segundo frente exterior al que tuvo que hacer frente desde los primeros años de su gobierno será la presión turca sobre los Balcanes, los territorios alemanes de la casa de Habsburgo y las costas del Mediterráneo. Ya en 1521 deja en manos de su hermano Fernando la administración de los Estados austríacos de los Habsburgo, los que recibirán mayor presión de la Sublime Puerta. Cuando en 1526 muere en la batalla de Mohacs contra los turcos el soberano Luis II de Hungría y Bohemia, cuñado del Emperador Carlos, Fernando se asegurará su elección como Rey de Bohemia, pasando desde entonces las regiones de Silesia, Moravia y Bohemia a formar parte de los territorios patrimoniales de los Habsburgo.  También intentará lograr la Corona de Hungría, teniendo para ello que combatir a las avanzadas del ejército turco que habían conquistado Belgrado en 1521 y amenazaban las fronteras orientales de Austria. Aunque estaba respaldado por la reina viuda María, su hermana, y numerosos partidarios, y fuese nombrado rey de Hungría, tuvo que vencer la oposición de Zapolya, voivoda de Transilvania, elegido también rey por los nobles magiares, aliado con el Sultan y Francisco 1 de Francia. 
En 1529 las tropas de jenízaros subirán otra vez por el Danubio hacia el centro de Europa, conquistando Buda, la capital de Hungría, dejando allí como gobernante a Zapolya, e iniciando el asedio de Viena. El Emperador y su hermano el rey de Romanos, convocarán a los príncipes alemanes en defensa de la Cristiandad, y con la ayuda directa de los Tercios españoles, harán retroceder al turco. En 1538 Zapoya reconocerá los derechos al trono de Fernando. Al año siguiente de la muerte del transilvano, en 1541, los otomanos invadirán Hungría, reduciendo esta nación a una provincia turca hasta 1699. Carlos intentará su reconquista en 1542, pero en 1545 hubo de aceptar la Tregua de Adrianópolis para hacer frente a la Liga Protestante de Esmalcalda. Esta paz será prorrogada y será observada en mayor o menor medida hasta 1593.
El tercer gran peligro para el gobierno imperial de Carlos no vino de los enemigos externos, sino de sus propios súbditos alemanes.  Durante sus primeros veinte años de gobierno, se fraguará en Alemania una revolución espiritual que Carlos no pudo contener, la Reforma. Martín Lutero se hará eco de las aspiraciones de reforma de los defectos de la Iglesia, en la que  se había extendido un espíritu mundano, y se convertirá con su recia voluntad en el inspirador y guía del “puro evangelio”. Declarado proscrito en el Imperio en la Dieta de Worms, convocada por Carlos en 1521, será protegido por su soberano Federico de Sajonia, señor del Estado más poderoso del Imperio tras los territorios de los Habsburgo,  en el castillo de Wartburgo, donde Lutero acabará su versión alemana del Nuevo Testamento. En los años siguientes, gran parte de los estados laicos, las ciudades imperiales y la población germana abrazarían la reforma. Desde que en la Dieta de Spira de 1529 protestaran contra la validez de las resoluciones por mayoría en materia religiosa, se les llamó siempre protestantes. En la Dieta de Augsburgo presentarán sus doctrinas bajo la denominación de la Confesión de Augsburgo, que constituye la base de la iglesia luterana hasta hoy día.
La principal consecuencia de la Reforma fue la consolidación progresiva del poder  político de los príncipes alemanes, tanto católicos como protestantes. Los gobernantes alemanes se ungirán a sí mismos como jefes supremos de las iglesias de sus territorios, representando tanto a Dios como a un deificado Estado ante sus súbditos. Los señores alemanes avanzarán hacia la federalización del Imperio, consiguiendo que, tras múltiples guerras y enfrentamientos, se dicten en 1555 las Ordenanzas Ejecutivas y la Paz Religiosa, que junto con la Bula de Oro de 1356 y el Orden Público de 1495 se convertirán en los estatutos de la Constitución Imperial. Es de reseñar igualmente del reinado de Carlos la Constitutio Criminalis Carolina, aplicada desde 1532, adaptación del Derecho Romano vigente en toda Alemania hasta mediados del siglo XIX.
Las emisiones monetarias del Imperio vendrán influidas tanto por la política imperial de Carlos como por el cambio religioso de la Iglesia Reformada. Aunque en tiempos de Carlos se acuñarán a su nombre monedas en los territorios del Sacro Imperio por infinidad de condes, obispos y otros señores laicos y religiosos, en las mismas se hacía mención a los nombres y cargos de aquellos que las emitían, por lo que, como afirma don José A. Vicenti, más parecen acuñaciones conmemorativas que monedas propiamente dichas. De hecho, la moneda de plata de gran tamaño de tipo Talher será ampliamente usada por los príncipes alemanes con motivos propagandísticos.
El órgano político que decidía las acuñaciones era el Reichstag. Habrá durante este tiempo una dura pugna entre los que defiendan la utilización del Florín de oro de ley acreditada y los propietarios de las minas de plata, que acabarán imponiéndose, dada la gran pujanza y magnífica calidad de la plata que llegaba de las Indias. En este último grupo se encontraban la sociedad o unternehmer de banqueros Fugger, que se habían enriquecido con la adquisición de las minas de plata del Tirol, y habían desarrollado técnicas muy avanzadas en la depuración del mineral. Por su condición de prestamistas del Emperador, ya por sí mismos o en colaboración frecuente con los Welser, con su inmensa fortuna podían suministrarle anticipos de numerario a Carlos, cobrando un menor interés que otros banqueros de la época. El cobro de dichos anticipos les suponía adquirir  plata del Nuevo Mundo de excelente calidad.
Se observa también en los territorios imperiales en esta época, como sucedía en los reinos hispánicos, una falta de moneda menuda, lo que hizo que hubiese numerosas acuñaciones fraudulentas, llamadas Kippen y Wippen, que también llegarán a la vecina Suiza. Estas acuñaciones harán que las monedas de plata de buena calidad suban de precio, lo que ocasionará motines, retirada de circulación de moneda y tasaciones de su valor. En 1524 una ordenanza establecerá como base monetaria en lo metrológico el marco de Colonia, de 233,85 gramos. El tipo elegido para el anverso será el águila imperial, quedando el reverso reservado a los maestros de ceca. La moneda de oro elegida será el florín de 22 kilates, y la moneda de plata el guldiner de 29,23 gramos y 973 milésimas. Esta reforma será duramente combatida,  y aún directamente no aplicada, en determinados Estados del Imperio, resultando cuanto menos paradójico que uno de los que incumplen dicha ordenanza sea el Archiducado de Austria de Fernando, el hermano de Carlos. Por la Ordenanza de Augsburgo de 1551 Carlos intentará la implantación de un Guldiner de mayor peso, pero de peor ley, lo que motivó tanto descontento como las medidas anteriormente vistas.
Aun cuando el emperador Carlos fuese el primogénito de la Casa de Habsburgo, dejará en manos de su hermano Fernando, que le sucederá en la corona imperial, las posesiones heredadas de su abuelo paterno Maximiliano, solar de su familia. Tras Carlos, último Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico ungido por un Papa, las tierras de los Habsburgo se escindirán en dos grandes brazos.  Por un lado, la rama austriaca,  descendientes de Fernando I, los reyes de la monarquía bicéfala austrohúngara que crecerá con los años por los Balcanes, y ocuparán la corona Imperial durante siglos, con la única excepción del trienio 1742-1745, hasta su caída tras la Primera Guerra Mundial. Carlos reservará en tierras del Imperio para sus descendientes su Borgoña natal  y sus adquisiciones en Italia.

Acuñaciones de los Países Bajos.

El territorio flamenco constituye en la primera mitad del siglo XVI una potencia económica y cultural de primer orden. Es, a su vez, la llave de acceso a las Islas Británicas, al desarrollado financiera e industrialmente norte de Alemania y a la fuente de materias primas que en aquella época era el Báltico. Entre las emisiones fechadas de Carlos posteriores a 1516, encontramos acuñaciones de cobre, vellón, plata y oro, que pasamos a detallar.
La moneda de cobre de la época es la Corta, de la que encontramos cuatro tipos diferentes, dos de las Cecas del Ducado de Brabante, Amberes y Maestricht, otro en la ceca de Nimega, en el Ducado de Gueldres, y un cuarto en la de Brujas, perteneciente al  Condado de Flandes. Las primeras emisiones fechadas de Cortas las encontramos simultáneamente en Amberes, con busto del Emperador en el anverso, y en Brujas, en 1543. A partir de este momento, se suceden las acuñaciones casi initerrumpidamente hasta 1556. Entre las monedas de cobre sin fechar, encontramos las Miajas, de las que existen ejemplares de la Ceca de Namur.
Solamente tenemos representando al vellón entre las emisiones fechadas monedas de dos Mites de la ceca de Namur, de 1548 y 1549. Sin embargo, hay multitud de acuñaciones de este metal sin fechar, entre las que podemos citar abundantes variantes de monedas de dos y cuatro Mites, los Dineros y los cuartos y medios Gruesos.
Entre las monedas de plata, destaca la gran variedad, hasta cinco tipos diferentes, de las monedas de cuatro patard, correspondientes a las cecas de Nimega, Amberes, Maestricht,  Dordrecht y Brujas. En las cuatro primeras se comienza a emitir este tipo de moneda en 1536, y en Brujas en 1544. Encontramos acuñaciones de este tipo de moneda casi ininterrumpidamente hasta 1553.  Otras monedas de plata con fecha de emisión son una moneda de un Piedfort de la ceca de Brujas en 1551, en la que se usó el mismo cuño visto para las Cortas del mismo tipo, y un Florín Carlos de la ceca de Dordrecht, en el Condado de Holanda de 1550. Sin fechar existen gruesos emitidos en las mismas cecas vistas para los cuatro Patard y en la de Namur, uno y dos Patard , medio y un real y un Florín Carlos.
Entre las monedas de oro de la época Carolina se encuentran los medios y un Florín, los medios y un Real, los Toisones y las Coronas de Sol. Solamente encontramos piezas fechadas de éste último tipo, en las cinco cecas citadas para los cuatro Patard. Existen también variantes híbridas de Coronas de Sol, con anverso tipo Brujas y reverso del tipo Amberes de 1541 , y dos emisiones de 1541 y 1545 con el reverso del tipo Dordrecht.
               
Emisiones del  Franco Condado.

El Franco Condado de Borgoña fue una provincia muy mimada por el Emperador. Constaba de unos 15.000 kilómetros cuadrados, y estaba rodeado por la Alsacia y la Lorena, territorios imperiales, Suiza y el ducado de Borgoña, posesión francesa. Era un país rural, con apenas dos ciudades importantes en las que encontraremos las cecas de este enclave: Dola, la capital, y la Ciudad Imperial de Besançon. Territorio neutral durante más de dos siglos, gozaba de un amplio autogobierno político y era prácticamente autosoberano fiscalmente hablando. Territorio fidelísimo a los Habsburgos españoles, ofrecerá una resistencia a ultranza a la invasión francesa de 1668, reinando Carlos II, tataranieto del Carlos Emperador y último rey español de la Casa de Austria, y desde ese momento hasta que sea cedido definitivamente en 1674 a Luis XIV,  perderá dos tercios de su población. 
Las monedas de cobre de esta época son el medio y un Niquet. Encontramos una emisión de medio Niquet, sin fechar, de la ceca de Besançon. Entre las acuñaciones de un Niquet, hay un primer tipo de la ceca de Dola, con una K coronada en el anverso y cruz de San Andrés en el reverso, del que existen emisiones entre 1550 y 1553, y en 1555. En la de Besançon encontramos tres tipos de acuñaciones. La primera no está fechada, y lleva una cruz en el anverso y un águila entre dos columnas, motivo que se repetirá mucho en las emisiones francontesas. La segunda tiene un reverso similar y en el anverso aparece el retrato del Emperador coronado, y existe una emisión sin fechar y otra de 1537. Del ultimo tipo hay emisiones de 1544, 1550, 1551 y 1556.
Entre las monedas de plata, encontramos los Blancos, los Carlos, los Testones y los Daeldre. En la ceca de Dola hay emisiones de monedas de medio Blanco en los mismos años vistos para los Niquet, apareciendo en ellas un león coronado en el anverso y una cruz en el reverso. También de la ceca de Dola existen acuñaciones de medio Carlos en 1537, 1542 a 1544, 1552, 1553 y 1555, y emisiones de un Carlos de 1552 y 1553. De la ceca de Besançon salieron acuñaciones de un Blanco en 1542, 1543, 1549, 1551 y 1554, dos Blancos en 1537 y 1542, un Testón en 1537 y 1539 y un Daeldre en 1541. Merece destacarse la moneda de dos Blancos de 1542, con el busto del Emperador sosteniendo una espada y un globo terráqueo en el anverso y un águila bicéfala en el reverso, siendo la única acuñación francontesa en la que dicho símbolo aparece en tiempos de Carlos.  
El oro fue utilizado para emitir una moneda de un Florín de la ceca de Besançon el año 1541. En el anverso de la misma aparece un retrato de cuerpo entero del Emperador sujetando la espada y el globo terráqueo, los símbolos del Imperio desde Carlomagno, y en su reverso una cruz en cuyo centro volvemos a encontrar el águila entre las dos columnas.
La leyenda más común en todas las monedas estudiadas en el anverso será CAROLUS QVINTUS IMPERATOR. En el reverso se hace referencia al Condado en la ceca de Dola, M.C.BURGVNDIE, y a la ciudad en Besançon, MONETA CIVITATIS BISVNTINE.

Permanencia de la figura de Carlos V en la moneda francontesa.

Hay que destacar el hecho de que, durante los reinados de todos los reyes de la Casa de Austria, mientras que en la ceca de la capital francontesa, Dola, se acuñara moneda a sus sucesivos nombres, en la ceca de Besançon exclusivamente se emitirá moneda a nombre de Carlos V.
En tiempos de Felipe II, en la ceca de Besançon, se emitirán monedas de vellón de dos y cuatro Carlos, monedas de plata de un Florín y monedas de oro de una y dos pistolas. Suele representarse su efigie coronada con hojas de laurel en el anverso, mientras que en el reverso la imagen que más se repite es la del águila bicéfala, salvo en las monedas de oro, cuyo reverso recoge las Columnas de Hércules.
De la época de Alberto VI e Isabel Clara Eugenia, Archiduques de Austria, que recibieron los señoríos de la Casa de Borgoña del padre de Isabel, Felipe II, gobernándolos de 1598 a 1621, y volviendo dichos territorios a la soberanía del Rey de España al no haber tenido descendencia, existen también dos emisiones de un Carlos de vellón de la Ceca de Besançon.
Es en la época de Felipe IV donde mas emisiones de moneda a nombre de Carlos V y más variedad de ellas existen. Acuñaciones de vellón encontramos de un Demipitte y de un Carlos.  Las monedas de plata emitidas son de 1/32, 1/16, 1/8, 1/4, medio y un Patagón, y de un cuarto, medio y un Daeldre. También hay gran variedad en las emisiones de monedas de oro, de medio, uno y dos Ducados, y una y dos Pistolas.
En tiempos del último de los Austrias españoles, Carlos II, solamente se acuñará moneda en el Franco Condado a nombre de Carlos V. Son emisiones de plata de medio y un Daeldre de plata, y la última acuñada data de 1667. 

BIBLIOGRAFIA

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* Introducción a la numismática universal. Antonio Beltrán. Ediciones Istmo. 1987.
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* Flandes y la monarquía hispánica. 1500-1713. Miguel Angel Echevarría. Silex Ediciones. 1998.
* Centenario de Carlos V.1500-2000. Sociedad Estatal para la conmemoración de los centenarios de Felipe II y Carlos V.
* Catálogo General de la Moneda Española. Imperio Español-Europa. 1 Edición -1976. José A. Vicenti.
* 500 años de Carlos V. ABC Cultural nº 421. 19 de febrero de 2000.
* La monarquía de los Habsburgo 1809-1918. A.J.P. Taylor. Editorial Argos Vergara SA.1983.



El reinado de Carlos I en la Corona de Aragón

Publicado en Crónica Numismática, Octubre 200, pp. 44-47

Cuando Carlos recibe el juramento de fidelidad de las Cortes de Aragón y del  Principado de Cataluña, poco antes de ser coronado Emperador, se pone en su conocimiento que rey y reino son partes iguales en un pacto que a ambos obliga por igual. La Corona de Aragón, que Carlos heredará en 1516 de su abuelo materno Fernando, el Rey Católico, ocupa, a principios del siglo XVI, una extensión en la Península Ibérica y el archipiélago balear de unos 110.000 kilómetros cuadrados, con una población estimada que no llega al millón de habitantes.

Si algo destaca en Corona de Aragón en el plano político es su falta de unidad política y administrativa. Consta en el solar hispánico de tres Reinos (Aragón, Valencia y Mallorca), y del Principado de Cataluña, y en territorio itálico de los Reinos de Cerdeña y de las Dos Sicilias.  Cada uno de estos territorios gozará de una amplia autonomía y de instituciones propias. El rey, o sus representantes, nada pueden hacer sin el consentimiento previo de las Cortes de cada uno de los territorios. Así, no podrán tomar medidas de tipo económico, ni aprobar nuevos impuestos, ni reclutar soldados. Durante el siglo XVI se empiezan a recopilar los fueros, observanzas y privilegios de cada Reino o Principado, que acotan las obligaciones de los monarcas, y que serán escrupulosamente observados por los soberanos de la casa de Habsburgo.   

En el plano económico, en todos los núcleos de la Corona puede hablarse de un predominio de las actividades de tipo agrícola. Es en el Reino de Aragón donde esta economía ruralizada es más notoria, por su condición de territorio sin salida al mar. Las zonas más ricas se encontraban en los fondos fluviales, donde se utilizaban técnicas de regadío heredadas de los musulmanes, y Aragón proveerá a los demás miembros de la Corona de trigo y madera. La ganadería trashumante y algunos centros textiles  y de trabajo del cuero completarán la economía del reino. En los demás territorios peninsulares de la Corona asistimos, junto con la agricultura, a la pujanza de actividades mercantiles y artesanales. Junto a la expansión de cultivos como el cáñamo, el lino o el azafrán desde finales de la Baja Edad Media en Cataluña, o a la feracidad de las tierras valencianas, de las que se podían obtener hasta tres cosechas anuales de hortalizas, frutales, agrios y arroz, destacan la actividad textil, la alfarería, los muebles, los curtidos, la cerámica, las ferrerías y el comercio. Cataluña sufrirá durante este siglo una fase depresiva, mientras que Valencia conocerá una etapa de prosperidad económica, en parte motivada por su conversión en el eje de las relaciones comerciales entre Castilla e Italia. Las islas  baleares ocuparán un papel importante en la política mediterránea del Emperador. En ellas recalarán las expediciones a Túnez y Argel, y sufrirán frecuentes incursiones berberiscas, cayendo Mallorca en manos de Barbarroja, corsario al servicio del Imperio Otomano, en 1535.

 En cuanto a la estructura social, encontramos en los territorios aragoneses una sociedad fuertemente jerarquizada. Junto con los estamentos nobiliarios y el clero, encontramos mercaderes en las principales ciudades de estos reinos, como los pelaires de Barcelona, con gran influencia económica pero sin prestigio social, en aquel tiempo reservado a la nobleza, a los banqueros y a los profesionales liberales. La población urbana se completa con los mercaderes de vara, los artesanos gremiales, los criados, los mozos y los jornaleros. La inmensa mayoría de la población vive en el campo,  sujeta a condiciones de vida a menudo miserables, en Aragón y Valencia. La sentencia arbitral de Guadalupe de 1486 había mejorado notablemente la suerte del campesinado catalán, los payeses de remensa, quizás el peor parado de la Península durante la Edad Media, al poner fin a una serie de reprobables malos usos feudales en el Principado. 

Un importante problema social será el planteado por el fenómeno del bandolerismo, especialmente grave en Cataluña y Valencia. Existe un bandolerismo nobiliario catalán, con los bandos opuestos de los nyerros y los cadells, otro popular, causado por las condiciones miserables de vida o el desempleo, y el bandidaje morisco, característico del Reino de Valencia. Desde 1519 y durante tres años, las germanías de Valencia y Mallorca supondrán un movimiento social revolucionario, utópico y radical, en el que las capas inferiores de la sociedad urbana, agrupadas en gremios, resultado del profundo malestar social del levante peninsular, debido a la corrupción reinante en el patriciado urbano, manipulador de las haciendas municipales,  y la nobleza militarista y rentista. El movimiento agermanado fracasará tras la batalla de Almenara y la entrada del virrey Diego Hurtado de Mendoza en Valencia

 Tras la expulsión de los judíos en 1492, especialmente numerosos en los calls catalanes, los habitantes no cristianos de estos reinos serán los mudéjares musulmanes, muy abundantes en Aragón y Valencia, donde representan un porcentaje importante de la población, especialmente en el agro valenciano, donde suponían casi un tercio de la población. Parte de la misma estaba asentada en tierras de realengo, siendo hombres libres y magníficos artesanos, mientras que la otra parte estaba constituida por competentes y eficaces trabajadores agrícolas. Durante el movimiento agermanado dicha población será obligada por la fuerza al bautismo, creándose la figura del morisco, cristiano nuevo de origen islámico. En el reinado de Carlos se les prohibirá el uso de la lengua árabe hablada y escrita, la circuncisión, la vestimenta morisca y el trato comercial con la Berbería.  Los moriscos formarán grupos compactos de población, y serán odiados por la masa de cristianos viejos, que verán en ellos un peligro permanente por sus supuestas complicidades con los corsarios berberiscos.

Desde la Baja Edad Media, y debido a la extensión de la Corona y sus territorios feudatarios por la Península Ibérica, Italia y el sur de Francia, unido a la floreciente actividad mercantil catalana en el Mediterráneo, podemos hablar en los señoríos de los monarcas aragoneses de una economía relacionada con los mercados internacionales. Los abuelos maternos de Carlos, con la finalidad de facilitar los intercambios y las operaciones de cambio, adoptarán las monedas fuertes del momento, el ducado veneciano y el florín florentino, ambas de igual valor , ley y peso. Por efecto de este realineamiento con el sistema europeo, se comenzarán a batir los excelents valencianos y los principats catalanes, las monedas áureas características del seiscientos en la Corona de Aragón.       

Emisiones del Reino de Aragón.

La unidad monetaria de patrón oro será en tiempos del rey Carlos y su madre Juana el ducado, siguiendo con la tradición de las acuñaciones bajo Fernando el Católico, con las leyes y pesos de Castilla. Siguiendo la petición de las Cortes aragonesas, se batirán monedas de ducado y medio ducado. Existen también dobles ducados de 7,03 gramos de peso con la leyenda Ioana et Karolvs Dei Gratia Regina et Rex, con ambos bustos afrontados y coronados, de 1416 a 1555, de la ceca de Zaragoza, como todas las acuñaciones de estos soberanos. Se emitirán también en 1528 monedas de diez ducados, de 35 gramos de peso.

El numerario de plata está constituido por los medios reales, reales y sus múltiplos. Encontramos acuñaciones de medios reales sin fechar, que representan en su anverso una. I. y una K coronadas y en su reverso las barras de la Corona, y reales de 1520 con el escudo de Aragón coronado en el anverso y las cabezas de los reyes musulmanes vencidos por Pedro 1 en Alcoraz bajo la cruz de Iñigo Arista, primer soberano de Navarra, en el reverso. Estos motivos se repetirán en los reales de a cuatro emitidos en 1554. Las leyendas de los anversos de estas acuñaciones hacen referencia a los soberanos, Ioana et Karolus Rex Aragonvm, mientras que en el reverso se recoge la expresión Tropea Regnvm Aragonvm. También existen acuñaciones de diez reales, que se corresponden con la medida aragonesa de la libra jaquesa de 20 sueldos, de 33,20 gramos de peso.  

En cuanto al numerario de vellón, encontramos como base del mismo el dinero, moneda que será durante siglos la base del sistema monetario aragonés, haciendo doce de ellos un sueldo jaqués. Los dineros se empezaron a batir en 1519 a nombre de ambos soberanos, apareciendo en su anverso el busto coronado de Carlos, y en su reverso el motivo representado es  la cruz patriarcal.

 Acuñaciones catalanas.

El patrón oro del sistema monetario catalán será también el ducado, llamado allí Principat, apareciendo el lema Ioanna et Carolvs Reges Aragonum en el anverso y Comites Barchinonae en el reverso. A partir de 1517 y hasta 1537 se batirán dobles principats en la ceca de Barcelona, con un valor de cuarenta y dos sueldos, que en su anverso representan los bustos coronados de ambos monarcas con un cetro y un eslabón del collar de la Orden del Toisón de oro en medio, y en su reverso recogen el lema Comites Barcinone y un escudo con las armas de Aragón, Sicilia y Jerusalén. En la ceca barcelonesa se acuñarán también monedas de oro de 22 quilates, que se llamarán escudos imperiales, para hacer frente a la campaña de Túnez contra los otomanos en 1535, proveyéndose para ello a la ceca de oro procedente de la Casa de Contratación de Sevilla, traído del Perú. En el Rosellón, condado unido al de Barcelona, en la ceca de Perpiñán (Perpinyá), se acuñarán ducados y dobles ducados barceloneses entre  1534  y 1535.

La moneda de vellón de la ceca barcelonesa es el dinero, emitido a partir de 1523. Aunque se emite a nombre de ambos soberanos, en su anverso solamente aparece el busto coronado de Carlos, siendo una cruz cantonada de puntos y anillos el grabado del reverso.

Monedas Valencianas.

En Valencia, y hasta 1544, se seguirán acuñando ducados y dobles ducados, con la leyenda Carolvs Dei gracia Rex Aragonum Valencie Maioricarum Sardinie, así como monedas de cuatro ducados, con oro de excelente calidad. A partir de esa fecha se empiezan a acuñar los escudos, llamados coronas, y sus múltiplos las dobles y las cuádruples coronas, hasta 1556. En los mismos se representa una cruz de Jerusalén en el anverso, y el escudo de Valencia en su reverso. Las coronas suponen una gran novedad en las emisiones numismáticas valencianas, y su valor era en un principio de 19 sueldos y ocho dineros. La diferencia con los dos reinos vistos anteriormente estriba en el hecho de que todas las emisiones valencianas lo son a nombre de Carlos exclusivamente.

El divisor de las monedas de plata en el reino valenciano es el novenet o medio real, con un valor de nueve dineros, y la unidad el senar o real, llamado dihuyté por su valor, dieciocho dineros. Como múltiplos tenemos el real de a dos, llamado dobló de tres sous, y el real de a cuatro, conocido como dobló de sis sous. En todos ellos encontramos en su anverso la representación frontal del soberano, con lo que se vuelve al sistema iconográfico medieval, y en su reverso se representa el escudo coronado de Valencia. No deja de ser extraña esta vuelta al pasado, toda vez que en la ceca de Valencia se batieron excelentes acuñaciones en tiempos de los Reyes Católicos. Existen acuñaciones de medios reales entre 1547 y 1549, y de todas las  demás monedas de plata citadas entre 1522 y 1551. Durante el movimiento agermanado habrá emisiones de plata a nombre del rey Fernando, mandadas hacer por el Virrey en Denia y en Segorbe, con la leyenda Ferdinandus Dei gracia Rex Aragonvm Valencie Maioricarum.

 La moneda de vellón valenciana es el dinero o menut, y encontramos emisiones entre 1539 y 1551. En anverso del mismo aparece el busto del monarca coronado, y en el reverso la Flor de Valencia.

 Emisiones mallorquinas.

En la ceca de Mallorca  se batirán monedas de oro de un ducado y de medio ducado. Las monedas del archipiélago presentan en su anverso el busto del monarca, y en su reverso las armas cuarteladas de Aragón, Sicilia, Castilla y León. La moneda de plata será, como en los otros reinos de la Corona, el real, existiendo también acuñaciones de medio real, dobles y cuádruples reales. En ellos se representa en su anverso el busto del monarca coronado de perfil, y se hace referencia a su condición de Rey de Aragón, mientras que los reversos recogen las armas de la ciudad de Mallorca. La moneda de plata se emitirá desde 1916 hasta 1556. La moneda de vellón mallorquina, el dinero, presenta en su anverso el busto de frente del soberano, y en el reverso recoge la cruz latina. En el  dinero de vellón ibicenco aparece también un retrato del rey coronado de perfil, con la inscripción Universas Ebusitana.

 
Bibliografía.

·       “La forja del Imperio. Carlos V y Felipe II”. Historia 16. Extra XVIII. 1981.
·       “Monedas Hispánicas 1475-1598”. Banco de España. 1987.
·       “Historia de España”. Volumen V. Espasa Calpe, S.A. 1999.
·       “Introducción a la Numismática Universal”. Antonio Beltrán. Ediciones Istmo. 1987.

Carlos I, Rey de Castilla y León