jueves, 15 de abril de 2021

La capital importancia de la plata novohispana durante la Guerra de la Independencia

 Publicado en Oroinformación, 15 de abril de 2021


https://oroinformacion.com/la-capital-importancia-de-la-plata-novohispana-durante-la-guerra-de-la-independencia/

Tras la invasión de los territorios peninsulares de la Monarquía española por Napoleón en 1808 y la rápida ocupación de prácticamente todo su territorio por la Grande Armée, un ejército de 250.000 hombres al mando del propio emperador, las enormes transferencias fiscales, recibidas principalmente desde el Virreinato de Nueva España, fueron esenciales para el sostenimiento financiero del gobierno español y para la financiación de los ejércitos que luchaban contra dicha invasión. Aunque los ejércitos de algunas áreas como Galicia, Valencia o Cataluña fueron abastecidos con financiación obtenida de la propia población local, como afirma Carlos Marichal sin este enorme esfuerzo de los Reinos de las Indias es harto improbable que ni la Regencia ni posteriormente las Cortes de Cádiz hubieran podido sobrevivir a la ofensiva de las tropas napoleónicas en los terribles años de 1809 a 1811.

 A este formidable esfuerzo hay igualmente que sumar los enormes gastos derivados de la financiación de los conflictos y revoluciones que sacudieron al mundo atlántico en el convulso final del siglo XVIII. Antes de 1790, la Monarquía no había sufrido, como sucedió en Francia y en Gran Bretaña, fuertes déficits ni acumulación de deuda. A partir de 1793, sin embargo, los crecientes gastos derivados de las guerras contra la Francia revolucionaria, contra Gran Bretaña y la Guerra de las Naranjas contra Portugal llevaron a una mayor transferencia de moneda acuñada desde Ultramar, que sirvió para evitar la bancarrota de la Monarquía.

 Todo el sistema entró en crisis en el año 1792. El continuo estado de guerra llevó a la Corona a solicitar empréstitos y a emitir Vales Reales en cantidades crecientes, llevando al recientemente creado Banco Nacional de San Carlos al borde de la bancarrota. El desastre de Trafalgar y la pérdida de la flota obligaron a la Corona a firmar contratos con consorcios mercantiles extranjeros para hacer frente a sus compromisos en diferentes puntos de Europa.

 En los Reinos de las Indias se produjo asimismo una enorme descapitalización, provocada por la expropiación de las rentas llevada a cabo por la Corona, al no poder amortizar la gran cantidad de préstamos, donativos y Vales Reales emitidos, en un importe estimado solamente para Nueva España en 24 millones de pesos, como veremos una cantidad similar a la que fue remitida a Cádiz para financiar la guerra. En este virreinato, esta situación propició las primeras movilizaciones, manifestaciones de rechazo y la búsqueda de nuevas alternativas políticas.

 Desde verano de 1808 se abandonó la política de comercio neutral, para facilitar la llegada de transferencias de la Real Hacienda con destino a la península, en barcos de guerra acompañados por fragatas británicas. Estas transferencias, destinadas a la financiación del conflicto en un territorio controlado por la Junta Central cada vez más reducido, llegaron a Cádiz entre los años 1808 y 1811, los más duros de la guerra, cuando parecía que finalmente los ejércitos napoleónicos iban a salir triunfantes del enfrentamiento.

 Estas remesas fueron enviadas principalmente desde los puertos de Veracruz, Cartagena de Indias, Lima y Montevideo. José Canga Argüelles, que fuera ministro de Hacienda durante la Regencia, recogió en su obra Diccionario de Hacienda el monto global de estas copiosísimas remisiones, que ascendieron a la astronómica cifra de 29.378.027 pesos fuertes, y el puerto de origen de cada uno de los barcos. Las mismas fueron recibidas en Cádiz durante un duro y prolongado asedio de más de dos años y medio. De este montante, la principal contribución con mucha diferencia fue la realizada por las Reales Cajas de la Nueva España, en un importe de casi 25 millones de pesos. Esta cantidad es superior a la amonedada en todos los metales en un año entero en la Casa de Moneda de México que, según los datos aportados por Céspedes, fueron las siguientes durante este periodo:

Valores en pesos

Año

Oro

Plata

Total

1800

17.898.510

787.168

18.685.678

1801

15.958.044

610.368

16.568.412

1802

17.959.478

839.122

18.798.600

1803

22.520.856

646.000

23.166.856

1804

26.130.971

959.030

27.090.001

1805

25.806.074

1.359.728

27.165.802

1806

23.383.672

1.352.348

24.736.020

1807

20.502.433

1.512.266

22.014.699

1808

20.703.984

1.182.516

21.886.500

1809

24.708.164

1.464.818

26.172.982

1810

17.950.684

1.095.504

19.046.188

1811

8.956.432

1.085.364

10.041.796

Total

255.373.534

 La quiebra producida por la invasión francesa tuvo importantes repercusiones a lo largo y ancho del continente americano. Como en la península, fueron los Cabildos o Ayuntamientos los protagonistas de una serie de frenéticos y confusos cambios, que desembocaron en situaciones diametralmente opuestas. En una situación en la que no solo la práctica totalidad de la España peninsular sino prácticamente toda Europa Occidental estaba dominada por Napoleón, y ante el miedo a ser subyugados por una potencia extranjera, en algunos territorios derivó en Juntas revolucionarias, como en Quito, Caracas, Santiago de Chile o Buenos Aires, que en un primer momento no prosperaron, salvo en esta última capital virreinal. En otras áreas, como los virreinatos de Nueva España y Perú, sus administraciones se impusieron e impidieron el triunfo independentista durante muchos años

 Aun así, el saqueo realizado en Potosí por el Ejercito del Norte de las Provincias Unidas del Río de la Plata, comandado por Manuel Belgrano, y los desmanes concentrados en las áreas productoras de plata de los Reales de Minas novohispanos relatados por Elhuyar, trastocaron el flujo del metal argénteo, no solo a nivel local, sino planetario. Asimismo, a partir de estos hechos, las autoridades virreinales de Nueva España y Perú debieron, en el primer caso, controlar los focos insurgentes y, en el segundo, financiar las campañas de recuperación de los territorios ganados por la insurgencia, en una serie de fratricidas guerras civiles que finalmente desembocaron en la independencia de las repúblicas hispanoamericanas.

 Si bien, como afirmaba Napoleón en su destierro:

 

Esta maldita Guerra de España fue la causa primera de todas las desgracias de Francia. Todas las circunstancias de mis desastres se relacionan con este nudo fatal: destruyó mi autoridad moral en Europa, complicó mis dificultades, abrió una escuela a los soldados ingleses... esta maldita guerra me ha perdido.

 también supuso la implosión de la Monarquía española, un área que tricentenariamente había sido, en palabras de Irigoin, la unión monetaria y fiscal más grande jamás conocida, que derivó, tanto en España como en los nuevos entes políticos, en una larga época de continua inestabilidad social, política y económica, con frecuentes guerras civiles.

 Para saber más

CANGA ARGÜELLES, j., Diccionario de Hacienda, T.I., Madrid, 1833.

CÉSPEDES DEL CASTILLO, G., Las Casas de Moneda en los Reinos de Indias. Vol. II. Cecas de fundación temprana, Madrid, 1997.

ELHUYAR F. de, “Memoria sobre el Influjo de la Minería en la agricultura, industria, población y civilización de la Nueva España en sus diferentes épocas”, Madrid, 1825.

FRASER, R., La maldita Guerra de España. Historia social de la guerra de la Independencia 1808-1814, Barcelona, 2006.

GARCÍA GUERRA, E., “Moneda en España en los siglos XVI-XVIII”, en Historia de España XIV, Historia Moderna, La economía en la España Moderna, Madrid, 2006, pp. 201-240.

IRIGOIN, A., “Las raíces monetarias de la fragmentación política de la América española en el siglo XIX”, Historia Mexicana, vol. LIX, nº3, enero-marzo, 210, pp. 919-979.

MARICHAL SALINAS, C., “Beneficios y costes fiscales del colonialismo: Las remesas americanas a España, 1760-1814”, Revista de Historia Económica, Año XV, otoño-invierno 1997, nº 1, pp. 475-505.

MARICHAL SALINAS, C., La bancarrota del Virreinato de Nueva España y las finanzas del Imperio Español, México, 1999.

MARICHAL SALINAS, C., “Mexican Silver for the Cortes of Cadiz during the War against Napoleon, 1808-1811”, IES, 2008.

MIÑO GRIJALVA, M., “La Ciudad de México: de la articulación colonial a la unidad política nacional, o los orígenes económicos de la centralización federalista”, en RODRÍGUEZ O, J.E., Revolución, independencia y las nuevas naciones de América, Fundación MAPFRE Tavera, Madrid, 2005, pp. 161-192.

PAZ, J.M, Memorias póstumas del Brigadier General D. José M. Paz, Buenos Aires, 1855.

VON WOBESER, G., “La Consolidación de Vales Reales como factor determinante de la lucha de independencia en México, 1804-1808”, Historia Mexicana, Vol. 56, nº 2, 2006, pp. 373-425.

martes, 13 de abril de 2021

El madrileño de Chinchón Benito Hortelano Balvo y los primeros billetes falsos de Paraguay

 Publicado en Crónica Numismática, 13 de abril de 2021



El día 17 de marzo de 1860 el gobierno paraguayo concedió poder bastante a don Félix Egusquiza, Agente comercial del Paraguay en Buenos Aires, para que procediese a demandar civil y criminalmente a los falsificadores de billetes de tres pesos realizados en esta última ciudad. El principal inculpado era el impresor español Benito Hortelano, que había contado para su distribución en Paraguay con los también “españoles europeos” Juan Moreno, José María González y Martín Madrenas. El voluminoso expediente de sus actuaciones, conservado en el Archivo Nacional de Asunción, ofrece mucha información sobre esta primera falsificación de billetes llevada a cabo en Paraguay.

Los estudios realizados sobre este tema hacen referencia a sus consecuencias, la emisión de nuevos billetes y la retirada de los de esta emisión, tanto legítimos como falsos, y dan varios datos sobre la vida de Benito Hortelano. Estos billetes fueron emitidos en el año 1856, por Decreto de 13 de febrero, con un valor facial de tres pesos, impresos por el Tesoro Nacional en la Imprenta del Estado en blanco y negro y con unas dimensiones de 16,5 x 12,6 cm. En el mismo constan las firmas de don Carlos Antonio López, presidente del Paraguay, y de Manuel Ferriol y Saturnino Bedoya.

 En dicho expediente se recoge que Hilario Marco, Sargento Mayor de Infantería y Jefe de Policía de Asunción, certificó el arresto en el cuartel de policía, en virtud de varias denuncias de circulación de moneda falsa de a tres pesos a los españoles europeos Juan Moreno y como cómplices José María González y Martín Madrenas, y después de tomar sus declaraciones y con la constancia en que ellos atribuyeron la introducción de billetes falsos a Juan Moreno, le tomó declaración bajo juramento. Tras varios intentos, finalmente consiguió que declarara que Benito Hortelano elaboró en Buenos Aires dichos billetes falsos, juntando al efecto los elementos necesarios de varias imprentas, y valiéndose de varios grabadores, para completar los tipos que no halló en las imprentas, no dando razón de los que fueron, porque solo conocía de vista a uno de ellos, del que no sabía su nombre y que tenía casa en la entrada de la calle del Perú, a mano izquierda, y a otro apellidado Cataldi,  cuyo nombre también ignoraba.

 Destaca por su interés la declaración que se tomó en Buenos Aires el 24 de marzo de ese mismo año por el Jefe del Departamento General de Policía a Benito Hortelano:

 En el mismo día mes y año hice comparecer en mi despacho y con presencia del Oficial 1º de este departamento con quien actúo, al preso Benito Hortelano, a quien le hice saber que iba a presentar una declaración, y habiendo prometido bajo juramento en forma, que se le tomó, decir verdad en lo que supiere y fuese interrogado, fue preguntado – su nombre, edad, patria, religión y ejercicio, y dijo = llamarse Benito Hortelano, en 40 años en edad, español de nación, y en ejercicio impresor. Preguntado si sabe o presume la causa de su prendimiento, dijo que la ignoraba.

Preguntado si conoce a los individuos españoles Juan Moreno, José María González y Martin Madrenas – Dijo que los conoce,-Preguntado- si sabe dónde se hallan y en qué se ocupan: dijo que cree que se deben hallar al presente en el Paraguay, y que estos individuos son comerciantes y se ocupan de negocios de mercaderías entre Buenos Aires y aquel país.

Preguntado: donde conoció a esos individuos, y que aclare qué relación tiene con ellos; dijo que los ha conocido durante su permanencia en el Paraguay, que con Juan Moreno tiene bastantes relaciones de comercio y de amistad; a José María González lo conoce como que era dependiente, y que a Martín Madrenas lo conoce poco porque solo iba a su casa a hacerse afeitar; siendo éste barbero de profesión.

Preguntado-Qué clase de negocios ha tenido con Juan Moreno; dijo que el solo negocio que ha tenido con él fue el año 58, en que habiendo ido el declarante al Paraguay con una factura de mercaderías lo encargó  a Moreno de su venta.

 Preguntado- si ha hecho alguna clase de impresiones o mandado hacer para Moreno, y en este caso diga qué clase de impresiones fueron, como y cuando las hizo: dijo que sí, que por Orden del Señor General don Francisco Solano López que le fue comunicada por Moreno hizo una impresión de billetes en moneda del Paraguay, que para hacerlos uso los útiles de imprenta que posee, y esta impresión la hizo a fines del año 58 o principios del 59.

Preguntado- que personas le ayudaron a la impresión de los billetes que hizo y qué cantidad se imprimió: dijo que eran billetes de valor de 3 pesos, y no recuerda bien si fueron 4 o 5.000 los billetes que imprimió.

Preguntado- si tiene algunos billetes de los que imprimió y dónde los tiene: dice que tiene algunos billetes que quedaron porque Moreno no los quiso llevar; pero que ignora dónde los tiene, que sin embargo deben estar en su casa o en su imprenta.

Preguntado- si sabe que en Paraguay haya moneda falsa en circulación, qué clase de moneda es la falsificada y cómo lo sabe: dijo que no ignora.

Preguntado- Si la orden que dijo que recibió del Señor General López fue por escrito y si la tiene en su poder dijo que él no recibió la orden del Señor General directamente, sino que habiendo venido Moreno a esta ciudad le mostró una Orden de aquél en que lo autorizaba para mandar imprimir los billetes, y que por consiguiente no tiene ningún documento en su poder.

Preguntado- si ha recibido alguna cantidad de dinero de Moreno, cuánto ha sido y con qué objeto: dijo: que a más del valor de la impresión que se le pagó, Moreno le dio anticipadas 59 onzas de oro que el Señor General López debió abonarle por la subvención al Periódico Las Novedades que él redactara en esta ciudad.

Preguntado qué tipos compró al grabador Cataldi y a otros con el objeto de servirse para la impresión de los billetes- Dijo, que los tipos que mandó a hacer a Cataldi fueron las firmas que debían llevar los billetes, que éstas eran dos, cuyos nombres no recuerda; y que habiéndose recibido de Moreno él las considera con poder, hallándose en su cuarto en la imprenta.

Preguntado-si ha tenido correspondencia escrita con Moreno, y dónde se halla ésta- dijo, que ha tenido alguna correspondencia escrita con Moreno, y que en su cajón debe existir alguna carta suya.

Preguntado- si conserva la forma con que hizo los billetes-: dijo que no, porque después de concluida la impresión deshizo la forma- Con lo cual se concluyó esta declaración…

 El citado general Francisco Solano López era hijo del presidente Carlos Antonio López, llegaría a ser el segundo presidente constitucional de  Paraguay y murió en combate durante la Guerra de la Triple Alianza en 1870 Se encontraba en Buenos Aires y prestó una capital ayuda como mediador justo en estas fechas, el 11 de noviembre de 1859, para la firma del Pacto de San José de Flores entre los generales Justo José de Urquiza y Bartolomé Mitre, para la introducción del Estado de Buenos Aires en la Confederación Argentina.

 Dado que las pruebas presentadas y los testimonios de otros interrogados le imputaban, finalmente Benito Hortelano hizo una nueva declaración. Continúa el expediente explicando que:

 En virtud de la nueva declaración de Hortelano se procedió a buscar nuevamente los objetos indicados y fueron hallados en la imprenta de Mayo, calle de Belgrano dentro en un cajón ocupado con viñetas de imprenta los dos sellos con las firmas de los señores don Manuel Ferriol y don Saturnino Bedoya, y algunas viñetas y tipos que habían servido para imprimir los billetes; se encontró también una llave en uno de los cajones del escritorio de Hortelano, que resultó ser la de un baúl que se hallaba en la casa habitación de éste, calle de Salta nº59, y que abierto resultó estar lleno de ropa de uso, encontrándose en el fondo debajo de toda la ropa, seis paquetes con dos mil ciento y dieciocho billetes de moneda del Paraguay de a 3 pesos cada uno, todo lo cual se trajo a este departamento.

Que los dos sellos de la República del Paraguay y las firmas del Presidente López las hizo el grabador Lorenzo Almada, y que los demás tipos pertenecían a su imprenta. 

 En vista de las actuaciones, Félix Egusquiza solicitó que todos los imputados fueran entregados al gobierno de la República de Paraguay, dado que, a pesar de no haber tratado de extradición firmado, existía el convenio tácito entre todas las naciones de entregarse recíprocamente a los falsificadores de moneda, dado que “…ligado como está el comercio de todo el mundo, es de sostener común a todas las naciones la persecución y castigo de esta clase de criminales”. Ante la negativa del Ministro de Gobernación, que afirmó que el conocimiento de esta causa y el castigo del delito competían a los tribunales del país, Egusquiza solicitó el embargo de todos sus bienes, a lo que según las autoridades porteñas tampoco hubo lugar.

 La documentación incluida en este expediente llega hasta 1862. Hay que tener en cuenta que poco tiempo después, como parte de las Guerras Platinas y en parte debido a la agresiva política del citado Francisco Solano López en los asuntos rioplatenses, se desencadenó la conocida como Guerra de la Triple Alianza, el conflicto bélico más sangriento de la historia en Iberoamérica.

 Las nuevas emisiones de billetes paraguayos

 Mientras tanto, por Decreto de fecha 7 de marzo de 1860 se mandó recoger de la circulación el billete nacional de tres pesos y el falsificado de la misma clase, fabricado en la ciudad de Buenos Aires por el español Benito Hortelano. Para ello, el encargado del despacho del papel moneda, el ciudadano Juan Gregorio Valle, habiéndose recibido de los billetes de a tres pesos del nuevo cuño pagaría con ellos desde el primero de agosto, por cuenta del Tesoro Nacional los billetes suprimidos de a tres pesos, y los billetes falsos de la misma clase, por cuenta del producto de los bienes del falsificador Juan Moreno. La prelación para recibirlos sería primero el ejército y los habitantes de las seis parroquias de Asunción, y posteriormente el comisionado haría llegar sus avisos a los Comandantes de las Villas y a los jueces de Paz de las demás jurisdicciones de la República, para que acudiesen a recibir sus indemnizaciones, a fin de evitar aglomeraciones.


En otro Decreto de la misma fecha, y por razón de dicha falsificación, se ordenó que el Tesoro Nacional emitiría nuevos billetes, distintos a los anteriores, en una emisión de 900.000 pesos, en billetes de medio, uno, dos y cuatro reales, y en billetes de uno, dos y tres pesos. Las cantidades fijadas fueron de 10.000 pesos para billetes de medio real, 25.000 pesos para los billetes de un real, 50.000 pesos para los billetes de dos reales y 100.000 pesos en billetes de cuatro reales, 415.000 pesos en billetes de uno y dos pesos por mitad y 300.000 pesos en billetes de tres pesos, sumando así el total de las siete partidas los 900.000 pesos.


Los billetes debían llevar el sello de Hacienda en la parte superior, a la derecha estampada la rúbrica del Gobierno Nacional y en la inferior, las firmas y rúbricas originales de los ciudadanos autorizados por el Decreto para la habilitación de los billetes. Los billetes de a real y medio real llevarían la rúbrica del Gobierno Nacional y del Colector General. Mientras que los billetes de dos reales serían numerados, firmados y rubricados por los ciudadanos Elías Ortellado y Antonio Irala, los de a cuatro reales por los ciudadanos Matías Perina y Juan Esteban Molina, los de a un peso por Benigno González y Feliz  Larrosa, los de a dos pesos por Miguel Berges y Agustín Trigo, y los de a tres pesos debían ser firmados por los ciudadanos José Falcón y Manuel Ferriol. Se dispuso asimismo que continuarían en circulación los billetes de uno y dos pesos, y de a cuatro, dos, uno y medio real  hasta nueva disposición


Benito Hortelano


Nacido en Chichón el 3 de abril de 1819, trabajó en el campo hasta los 17 años, cuando se trasladó a Madrid y estudió por su cuenta artes gráficas. Ya establecido como editor e impresor, publicó obras históricas, literarias y científicas, así como folletos políticos. Fue asimismo el editor de periódicos políticos como El Observador y El Tío Camorra. Descubrió un complot contra Isabel II, por lo que fue propuesto para la concesión de la Cruz laureada de San Fernando, que finalmente recibió ya establecido en Buenos Aires en 1856. Participó en la revolución de Madrid del 7 de mayo de 1848, por lo que tuvo que exiliarse, primero en Francia y posteriormente en Buenos Aires, donde llegó en 1849.


En Buenos Aires trabajó como tipógrafo en el periódico Diario de Avisos entre este año y 1851, para posteriormente fundar los periódicos políticos El Agente Comercial del Plata, Los Debates y la revista satírica La Avispa. Fue uno de los fundadores de la primera colectividad española emigrante en Buenos Aires junto a Francisco Gómez Díez, Vicente Rosa y José Miguel Bravo, y del periódico El Español, que defendía los intereses de la colonia peninsular.  


Además de esta actividad, fue asimismo negociante de libros, fundando en 1852 la Librería Hispano Americana, que se convirtió en la librería de moda de la capital bonaerense, a la que añadió una imprenta adquirida en Uruguay. Fue un gran divulgador de la literatura española, y nunca abandonó su actividad periodística, como fue la publicación de la revista La Ilustración Argentina, el primer periódico ilustrado del país, ni cultural, con la fundación del Casino Bibliográfico. En los siguientes años publicó los periódicos Las Novedades en 1859,  El Eco Español en 1861 y La España en 1863. Simultáneamente, construyó el teatro El Porvenir, donde actuaron algunas compañías dramáticas españolas. Destacable es su Manual de tipografía para uso de los tipógrafos del Plata, publicado en 1861, coincidiendo cronológicamente con el juicio que estudiamos por falsificación.


Hortelano es también recordado por su filantropía, dedicación y ayuda a sus compatriotas más desfavorecidos. Fruto de ello fue la fundación del Hospital Español de Buenos Aires en 1871, para el auxilio de los españoles víctimas de la fiebre amarilla, a lo que dedicó sus esfuerzos hasta que contrajo él mismo la enfermedad y murió el día 13 de marzo de este año.


Dejó inacabadas sus Memorias, que fueron encontradas años después y publicadas por Espasa Calpe en Madrid en 1936. Las mismas, escritas en un lenguaje sencillo, son un buen referente para el análisis de la situación política y social de la España de la primera mitad del siglo XIX, así como de veinte años de la de Argentina y, en menor medida, de Uruguay y Paraguay. Las mismas acaban en 1860, pero no hay ninguna mención ni a esta falsificación ni al proceso en su meticulosa obra. Si se hace referencia en la misma a Juan Moreno, cuando afirma que su socio Juan José Pérez se alojó en su casa, y le describe como un comerciante fuerte habilitado por la casa de Lerica.


Documentos en el Archivo General de Asunción


Copia de la causa criminal seguido en oficio a Benito Hortelano por falsificación en Moneda del Tesoro, Sección Historia, vol. 444, nº1, año 1862.

Continuación de la copia de la causa criminal seguido en oficio a Benito Hortelano por falsificación, Sección Historia, vol. 444, nº6, año 1862.

Expediente sobre billetes falsificados introducidos en el Paraguay, Sección Historia, vol. 308, nº4, 1853.

 Para saber más:

 ANTAR MOREL, R., “Falsificación de monedas en Paraguay”, Minerva Magazine Of Science, 2014.

BUONOCORE, D, Libreros, editores e impresores de Buenos Aires, Buenos Aires, 1945.

GILL AGUINAGA, J.B., “La primera falsificación de billetes paraguayos”, Instituto de Numismática del Paraguay, nº 1, 1971.

HORTELANO, B., Memorias, Madrid, 1936.

 http://billetesdelparaguay.blogspot.com/2010/10/juan-b-gill-aguinaga-la-primera.html

miércoles, 7 de abril de 2021

La pintura barroca en España

 Publicado en El Tinto Numismático Vol. I, nº 2, abril/mayo/junio 2021


https://es.calameo.com/read/00656355660bcf9f4677e

Durante el siglo XVII se produjo en Europa y en Iberoamérica una reacción a la serenidad clásica del Renacimiento en todas las expresiones artísticas, desarrollándose las premisas estilísticas del Barroco, caracterizadas por la preferencia por la tensión y el dinamismo en las formas, así como una mayor complejidad en las composiciones. Por ello es más cercano a la sensibilidad popular.

martes, 30 de marzo de 2021

La masiva emisión milanesa de Carlos V de 1551 para la financiación de las campañas de Italia

 Publicado en Crónica Numismática, 30 de marzo de 2021


Entre octubre y noviembre de 1551, como recogía Filippo Argelati, con la plata llegada de las Indias para los ejércitos, se llevó a cabo en Milán una masiva acuñación de moneda de plata de todos los faciales en la ceca de Milán, con destino al pago de las tropas imperiales y para enviar moneda a Cesáreo, embajador de Génova. El monto global de esta acuñación, en ducatones o escudos de plata, medios y cuartos, ascendió a la astronómica cantidad de 7.235 marcos de plata, lo que supone 1,8 toneladas de metal argénteo, que, como afirma Cipolla, España no volvió a ver nunca más. 

El control de la Península Itálica fue motivo de discordia y conflictos larvados o abiertos entre Carlos I de España y V de Alemania y los monarcas franceses. Carlos había recibido en herencia de su abuelo materno, Fernando II de Aragón, el Rey Católico, los territorios de Sicilia y Cerdeña, en la órbita de la Corona aragonesa desde 1296, y el amplio y rico Reino de Nápoles, territorio en disputa entre ambas coronas y finalmente controlado tras las campañas del Gran Capitán en 1504. Su rivalidad con Francisco I, que también se había postulado como Emperador del Sacro Imperio, tuvo en el Milanesado su principal punto de fricción.

El Ducado de Milán, territorio nominalmente perteneciente al Imperio, tenía una gran importancia para la  defensa y conservación de los territorios del sur de la península, y era estratégico para las comunicaciones con el Tirol y Austria. En noviembre de 1521, las tropas imperiales, aliadas con las del Papa León X y con algunos cantones suizos, arrebataron el ducado a los franceses, que lo ocupaban desde 1515, y pusieron en ella como gobernante a Francisco II Sforza.

Un año después, los imperiales, en la batalla de La Bicoca, derrotaron nuevamente a los franceses, aliados con los venecianos. Francisco I se dirigió con un gran ejército a Lombardía, entrando en Milán el 26 de octubre de 1524. La única plaza del territorio que no fue tomada, la de Pavía, defendida por Antonio de Leyva, resistió el asedio francés y finalmente el 24 de febrero de 1525, en la batalla homónima, las tropas imperiales derrotaron a las francesas y tomaron prisionero a su monarca.

A pesar de lo firmado en el Acuerdo de Madrid de 14 de enero de 1526, que ponía fin a su cautiverio, Francisco I pactó con los Estados Pontificios y Venecia la Liga de Cognac en mayo de ese mismo año. Las tropas del duque de Borbón retomaron Milán, todavía en manos francesas, y se dirigió a Roma devastando Toscana. Junto a los lansquenetes de Frunsberg, los Tercios Viejos de Alfonso de Ávalos y los mercenarios italianos de Fernando Gonzaga, se produjo el famoso Saco de Roma. Durante el sitio se realizó la emisión de una moneda de necesidad para pagar a la tropa, de medio y un ducado de plata, con la leyenda VTRIVSQ: SI: ET REX: ARAGO.

Mientras tanto, en el norte de la península, un ejército francés coaligado con Inglaterra y Venecia tomó Asti, y una flota franco genovesa al mando de Andrea Doria asedió Nápoles. La defección de Génova, fiel aliada del emperador y luego del rey de España desde ese momento, resultó decisiva para la victoria final de Carlos V, con la firma del Tratado de Cambrai en 1529. Francisco II volvió a gobernar el ducado, y Carlos fue coronado por el Papa Clemente en Bolonia el 24 de febrero.

Tras la muerte de Francisco II Sforza sin descendencia en 1535, y el gobierno del mismo directamente por Carlos, Francisco I reclamó nuevamente el ducado, invadiendo el Piamonte, territorio del duque de Saboya, aliado del emperador, en 1536.  Carlos V envió dos ejércitos para invadir Francia. Uno de ellos invadió la Provenza, en la que los franceses rehuyeron el enfrentamiento y aplicaron una política de tierra quemada. El segundo invadió Francia por Picardía. Finalmente, se llegó de nuevo a un acuerdo por la tregua de Niza, por el desgaste de una guerra que salía muy cara a ambos contendientes.

Un nuevo enfrentamiento se desató con el ataque francés a los Países Bajos y el posterior asedio de Niza por una coalición franco otomana. Carlos V, aliado con Enrique VIII de Inglaterra, se aliaron para invadir Francia. Finalmente, en 1544, Carlos y Francisco firmaron la paz de Crépy, renunciando a sus reclamaciones territoriales. Tras la muerte de Francisco, su hijo Enrique II declaró nuevamente la guerra a Carlos V en 1551, siendo éste el motivo de la emisión estudiada. Tras la abdicación del Emperador en su hijo Felipe y en su hermano Fernando, que quedó como Emperador, en 1556, la guerra continuó, con la victoria de San Quintín el 10 de agosto de 1557, hasta la victoria final española en 1559. Con ello, España se conformaba como la potencia hegemónica europea.

Para el mantenimiento de sus numerosas posesiones, la principal partida que componía los gastos de la monarquía era la de mantener a los ejércitos que combatían en toda Europa y a los barcos y galeras de la Armada. La alternativa utilizada a la falta de ingresos ordinarios fue el de la financiación por medio del crédito que los banqueros concedían a la Corona, en base a una serie de fórmulas, como fueron los asientos, los títulos de deuda conocidos como juros, incautaciones de los tesoros americanos llegados a la Península en forma de juros, deudas a corto plazo garantizadas por letras de cambio, o préstamos forzosos. Con ello la Monarquía tuvo en esta época el sistema de empréstitos más desarrollado de todo el orbe occidental, y el papel de la banca fuese capital para el engranaje del sistema financiero e incluso político de los soberanos, dando liquidez a la Real Hacienda en moneda circulante.

La mayor parte de estos prestamistas eran extranjeros. En la primera mitad del siglo XVI los banqueros fueron principalmente alemanes, como los famosos Fugger o Fúcares, y los Welser. A mediados del siglo fueron sustituidos por los genoveses, como los Spínola, Centurión o Grimaldo, que carecían como sus predecesores de capitales suficientes para hacer frente a las necesidades de crédito de la Corona, pero controlaban el tráfico del oro. Los genoveses, por la facilidad que tuvieron de obtener las licencias de exportación de plata, prohibidas por las Leyes del Reino, se convirtieron en los distribuidores de la plata española en buena parte de la Europa meridional.

Según Álvarez Nogal, desde Madrid los banqueros iban enviando regularmente el metal precioso a sus corresponsales en Génova o los Países Bajos, encargándose ellos de vender el metal al mejor postor en el lugar donde el precio fuese más elevado, aunque ello supusiese un nuevo transporte del mismo. Una vez vendido recibía letras de cambio a pagar en las ferias o plazas donde los banqueros de Madrid tenían compromisos adquiridos con los que habían prestado inicialmente el dinero a la Corona española. Asimismo, los banqueros cobraban sumas procedentes de inversiones de otros extranjeros, principalmente genoveses, normalmente rentas derivadas de juros, censos, cesiones y otras deudas, que eran remitidas a sus propietarios para disfrutarlas en sus lugares de residencia.

En cuanto a la moneda emitida, no podemos olvidar que el primer lugar donde se acuñaron monedas de plata de gran formato fue en la península itálica, las liras tron venecianas y los testones milaneses de Galeazzo Maria Sforza. Ambas emisiones recibieron el nombre de testones, al llevar como motivo una efigie de medio busto o cabeza del príncipe, y fueron acogidas con gran entusiasmo por el mercado y muy imitadas, tanto por los otros estados italianos como en otros países. Frente al retrato medieval se inició el uso de una galería de retratos que enlazaron con la tradición romana.

Los primeros thaler o táleros acuñados por los condes de Schilck tuvieron poca acogida como moneda corriente y más como medallas, si bien unos años después, a partir de comienzos del siglo XVI, tuvieron un increíble éxito en el ámbito monetario. Este tipo de moneda, el precedente de los reales de a ocho españoles entre muchas otras monedas desde entonces, recibió en Italia el nombre de talleri. Los primeros de ellos se batieron en Saboya, pero fueron los ducatones emitidos en Milán bajo gobierno español, como los acuñados para la ocasión que estudiamos, los que sirvieron de modelo y fueron imitados en toda la península. Según Beltrán, los primeros reales de a ocho se acuñaron en las cecas castellanas entre 1543 y 1566, con los tipos de 1497 y a nombre de los Reyes Católicos.

A diferencia de otros territorios de la Península Itálica, donde el título por el cual Carlos I gobernaba era el de Rey de Aragón, el ducado de Milán, así como otras posesiones norteñas donde acuñó moneda, como en las cecas piamontesas de Asti y Casale, pertenecían como hemos visto al Sacro Imperio, y por ello su titulación era la de Emperador, normalmente con la leyenda más menos apocopada IMPERATOR CAESAR CAROLVS V AUGUSTUS. La moneda de menor valor estaba batida en vellón, y, con muchas variantes, se acuñaron a su nombre dineros, la trillina, el seiseno y el quattrino. Variada asimismo es la moneda de plata que se acuñó en su calidad de Gran Duque desde 1535 a 1556, como el quindicino, la parpajola, el blanco, el sueldo, el testón, el burigocho y los famosos ducatones.   

La obra de Leone Leoni

Algunas de las más bellas y artísticas monedas de esta ceca fueron labradas por Leone Leoni. Nacido en Arezzo en 1509, comenzó su carrera como orfebre, y en 1533 residía con Diamante, su esposa, en Venecia. Fue nombrado maestro grabador de las medallas acuñadas en Milán en 1542, teniendo ya fama de ser el mejor medallista. Carlos V le nombró su escultor, por mediación de Ferrante Gonzaga y le proporcionó salario anual, casa en el centro de Milán y el título de caballero. En 1549 recibió el encargó de realizar una serie de retratos de Carlos V y su mujer Isabel, actualmente conservados en el Museo del Prado.

El dinero, o denaro, fue la primera moneda acuñada en plata en Milán en el siglo IX y, como en toda Europa, posteriormente fue perdiendo valor. Las emisiones de Carlos V de esta ceca, de 0,4 gr. y 13 mm de diámetro, tienen como motivo en el anverso una corona y la leyenda CAROLVS V, y en su reverso una cruz flordeliseada, griega y con los brazos acabados en flores de Lis, y la leyenda ROM·IMPERATOR +. En cuanto a la trillina hay dos tipos de emisiones. Una de ellas, de 1,1 gr. y 17 mm, lleva en su anverso el busto del santo milanés  San Ambrosio, y la leyenda CAROLVS V, y en su reverso el águila bicéfala y las letras KV. Otra modalidad, de 0,9 gr. y 17 mm, lleva en su anverso una K coronada y la leyenda IMPERATOR, y en su reverso una cruz patada y la leyenda KROLUS·ROMANOR. El seiseno o sesino, una antigua moneda de plata, se acuñó en vellón, con 1,3 gr. y 19 mm, con águila bicéfala coronada en anverso y la leyenda CAROLVS·DI·FA·CLE, y cruz patada en reverso con leyenda IMPERATOR·ROMANOR. El quattrino era de forma cuadrada, con busto del Emperador a derecha y leyenda circular alusiva a su título, y corona en reverso con letras MLNI DVX.

La moneda de plata de menor valor fue el quindicino, con valor de un sueldo, de 1 gr. y 18mm, lleva en su anverso una corona sobre un plato con dos cabezas y la leyenda CAROLVS·V, y en su reverso cruz patada y leyenda RO·IMPERATOR. La parpajola o parpagliola, de 2,5 gr. y 23 mm, porta en su anverso una K entre puntos coronada dentro de una orla polilobulada y la leyenda ROMANOR·IMPERATOR, y en su reverso águila bicéfala coronada y leyenda CAROLVS·DI·FAC·LE. Con valor de ½ blanco o bianco encontramos dos tipos diferentes. El primero de ellos, de 2,5 gr. y 25 mm, lleva en su anverso el escudo imperial y el águila bicéfala coronada, y en su reverso una cruz patada con flores y la leyenda KROLVS·ROMANOR·IMPERATOR. El otro tipo, de 3,3 gr. y 26 mm, porta en su anverso el águila imperial con el escudo de Austria, con leyenda CAROLV·V ·ROMAN·IMP, y en su reverso a San Ambrosio sobre un jinete caído y la leyenda S·AMBROSIVS.

Las emisiones de 5 sueldos o soldi, de 1,7 gr. y 23 mm, llevan en su anverso el águila bicéfala sin escudo y la leyenda CVI·Q·V·E·SVVM, y en su reverso la representación de San Ambrosio y leyenda S·AMBROSIVS, y leyenda en campo inferior MLI. En los ¼ de testón o testone, de 8 sueldos y tres dineros, de 2,6 gr. y 24 mm, aparece como motivo en su anverso las Columnas de Hércules con la leyenda PLVS VLTRA bajo la corona imperial, y la leyenda CAROLVS·V·IM, y en su reverso la representación de San Ambrosio de pie con mitra y báculo y la leyenda S.AMBROSIVS. Hay que recordar que esta divisa, que posteriormente sería adoptada como propia para los Reinos de las Indias, fue creada por el milanés Luis Marliani, médico de los duques Sforza y posteriormente consejero de los emperadores Maximiliano I y Carlos V.

Las preciosas emisiones de 10 sueldos o soldi, de 3,3 gr. y 27 mm, portan en su anverso un precioso busto de Carlos V a derecha, a la romana, laureado y con una pequeña águila bicéfala debajo y leyenda IMP·CAES·CAROLVS·V·AVG. En su reverso se representa a la Fe de pie, con cruz y cáliz entre una serpiente y tablero, y la leyenda CHRIST·RELIG – PROPVGNATOR. Soberbio es asimismo el diseño de los ½ testones de 16 sueldos, grabados por Leone Leoni, de 5,34 gr. y 28 mm, con anverso similar sin águila y reverso con la leyenda OB / INSVB / RIΛM / SERVΛ / TΛM dentro de una orla de hojas de roble. 

Es en los testones o testoni, también conocidos como denari de 25 soldi o quarto di scudo de argento, donde encontramos una gran variedad de tipos. Comenzamos con la magnífica pieza grabada también por Leone Leoni conocida como Testone della pièta, de 12,02 gr. y 30 mm, que entronca con la mejor tradición de las monedas imperiales romanas. En su anverso encontramos un magnífico retrato del monarca a derecha, con armadura clásica y coronado de laurel, y la leyenda IMP·CAES·CAROLVS·V·AVG. Su reverso muestra a la Piedad sentada en un trono con patas de león cruzadas, con una patera votiva y rodeada de armaduras romanas. Su leyenda es  ·S·P·Q·MEDIOL·OPTIMO·PRINCIPI·, dedicado al excelente príncipe por el Senado y el Pueblo de Milán, equivalente al SPQR romano, y en exergo PIETAS. El modelo de esta labra se encuentra en un sestercio del emperador Calígula.

Otro bello testón es el conocido como Testone con la Pace, de 9,82 gr. pero con los mismos 30 mm. En su anverso encontramos un bello retrato de las mismas características y con las mismas leyendas que el anterior, y en su reverso a la personificación de la Paz de pie enfrente de un edificio de columnas clásicas, en cuyo interior se encuentra una hombre atado con cadenas. El fin de la emisión queda muy claro en la leyenda, CLAV - D - BELLI - PORTE, cerrando la puerta a la guerra. Nuevamente encontramos los tipos descritos de las Columnas de  Hércules, en este caso sobre el mar, en otro tipo de testón, si bien en su anverso se reproduce el busto como en todos los anteriormente descritos. Una emisión similar, con una K a derecha del rostro del monarca en el anverso, se labró sin fechar, pero es de las pocas monedas milanesas de esta época en la que consta la fecha de emisión, en las acuñaciones de 1552.

Leoni grabó asimismo otra bella pieza conocida como Testone con la Salute, de 25 sueldos, con 8,48 gr. y 28 mm. En su reverso nuevamente se reproduce el busto del Emperador, y en su reverso encontramos a la diosa Salus, la diosa romana de la salud, alimentando a una serpiente con una patera, y a sus pies la representación del río Po como un hombre recostado con un báculo. La leyenda ·SΛLVS· ΛVG VSTΛ, y en exergo PADVS MDL, por el río Po y Milán. También hay emisiones en las que se representan al patrón de la ciudad, como el tipo en el que se representa en el anverso un águila bicéfala dentro de un escudo coronado con una K a derecha e izquierda, y la leyenda KROLVS·ROMR·IMPERATOR, y en su reveso al santo sedente con báculo y mitra y la leyenda SA·AMBROSIVS, de 8,9 gr. y 28 mm. Otro tipo de testón, de 7,9 gr y 32 mm, lleva asimismo un águila bicéfala coronada y el escudo de armas del emperador en su anverso y al santo a caballo en su reverso.

Un ejemplar de mayor contenido argénteo es el burigocho o burigozzo, con 10,8 gr. y 32 mm, y un valor de 32 sueldos imperiales. En el mismo viene representado el busto del emperador a izquierda con armadura y laureado, y la leyenda CAROLVS·V·IMPERATOR, y en su reverso el santo de pie con báculo, mitra y látigo, y a leyenda circular SANCTVS·AMBROSIVS. Bajo el santo aparecen las letras MLM, Mediolanum o Milán. El nombre popular que recibió viene de boricco, capucha en italiano, por la forma de la mitra del santo.

De innegable belleza artística son igualmente los medios escudos o ducatones emitidos en esta ceca. En su anverso llevan el busto a la romana de Carlos V y la leyenda alusiva a su titulación como emperador. En cuanto a su reverso, existen dos variantes. En la primera, de 16,77 gr. y 34 mm, se representa a un águila coronada sobre un orbe, con rayos y una rama de laurel en sus garras, y la leyenda CVIQ SVVM, a cada uno lo suyo, y el año de acuñación a ambos lados del orbe. Otra variante, grabada también por Leone Leoni y que se utilizó también para los escudos o ducatones de 110 sueldos, muestra en su reverso en la parte superior la lucha de Júpiter con los Titanes, y en la inferior a Júpiter sentado sobre un águila arrojando rayos, y Titanes vencidos por el suelo entre rocas. La leyenda del reverso es ·DISCITE·IVS ITI IAM·MONITI, Habiendo sido advertido, estudia la justicia y aprende a no despreciar a los dioses, una cita de la Eneida de Virgilio.

Otro bello escudo o ducatón de 100 sueldos, también obra de Leoni, de 33.73 gr. y 43 mm, muestra en su reverso  a Sn Agustín arrodillado y San Ambrosio de pie bendiciendo, y el Espíritu Santo en forma de paloma entre ellos. La leyenda circular es ·TE·DEVM·LAV DAMVS·, te rogamos, Señor, y en exergo encontramos los nombres de ambos santos, dos de los cuatro grandes doctores de la Iglesia Católica, ·S·AVG·S·AMB·. Un último tipo, en todo similar al medio ducatón descrito del águila, fue el acuñado en los años 1551 y 1552.

Magníficas son asimismo las emisiones en oro o escudos de estas ceca. Los escudos sencillos llevan, a diferencia de lo visto, el busto del emperador coronado a izquierda, y en su reverso las Columnas de Hércules sobre ondas de mar, sin el mote ni la cinta, sobre ondas y rodeadas de una corona de hojas de laurel y la leyenda MD XX entre ambas. En cuanto a las emisiones de dos escudos, de 6,6 gr. y 27 mm, llevan en su anverso el busto de emperador a derecha, y en su reverso las Columnas de Hércules con cinta y leyenda y corona imperial en una representación que sugiere una mitra obispal.

Bibliografía

ÁLVAREZ NOGAL, C., “La formación de un mercado europeo de Plata: Mecanismos y costes de transporte en España”, Universidad Carlos III, Primer borrador: enero de 2005, 26 pp.

ARGELATI, F., De monetis Italiae variorum illustrium virorum dissertationes, Tercera parte, vol. III, Milán, 1750.

BELTRÁN MARTÍNEZ, A.,  Introducción a la Numismática universal, Madrid, 1987.

CADENAS Y VICENT, V., La herencia imperial de Carlos V en Italia: el Milanesado, Madrid, 1978.

CIPOLLA, C.M., La odisea de la plata española, Barcelona, 1999.

CRIPPA, C.,  Le Monete di Milano durante la dominazione spagnola dal 1535 al 1706, Milano, 1990.

FRANCISCO OLMOS, J.M. de, “La heráldica monetaria castellana de Carlos I. Una afirmación de legitimidad dinástica y territorial”, Hidalguía, Año LVI, 2009, núms. 334-335, pp. 421-493.

MARICHAL SALINAS, C., “La piastre ou le real de huit en Espagne et en Amérique: Une monnaie universelle (XVIe-XVIIIe siècles)", Revue européenne des sciences sociales, Tome XLV, 2007, N° 137, pp. 107-121.

MARTÍN ACOSTA, Mª E., El dinero americano y la política del Imperio, Colección Realidades Americanas, Mapfre, Madrid, 1992.

OLIVARES, J.M, Acuñaciones a martillo de dominio español. Milán, Nápoles, Sicilia y Cerdeña, Madrid, 2015.

PÉREZ SINDREU, F. de P., “El real de a ocho y el thaler”, Gaceta Numismática, 152, I-04, 5ª época, marzo 2004, pp. 39-48.

RINGROSE,  D.R., Imperio y península: ensayos sobre historia económica de España (siglos XVI-XIX),  Madrid, 1987.

RUIZ TRAPERO, M., "El real de a ocho: su importancia y trascendencia", IV Jornadas Científicas sobre Documentación de Castilla e Indias en el siglo XVI. Madrid, 2005, pp. 357-377.

SANTIAGO FERNÁNDEZ, J. de, "Relaciones monetarias entre Castilla y Génova durante el reinado de Carlos II", R.I.N., nº 109, 2008, pp. 303-332.

SCALMANI, D., Historia de Italia, Madrid, 2016.

VICENTI, J.A., Catálogo General de la moneda española, Imperio español (Europa), I ed., Madrid, 1976.

VILAR, P., Crecimiento y Desarrollo,  Barcelona, 2001.

miércoles, 17 de marzo de 2021

La representación de los reales de a ocho españoles en los billetes canadienses del siglo XIX

Publicado en Crónica Numismática, 17 de marzo de 2021

https://cronicanumismatica.com/la-representacion-de-los-reales-de-a-ocho-espanoles-en-los-billetes-canadienses-del-siglo-xix/

La moneda española ya estuvo presente en el circulante de Canadá durante el periodo del dominio francés con curso legal, y la cesión del territorio a Gran Bretaña en 1763 no supuso la sustitución del sistema monetario francés, que subsistió como moneda de cuenta como veremos en los ejemplares analizados, por el metropolitano británico, sino por el patrón monetario colonial, basado desde la Proclamación de la reina Ana a comienzos del siglo XVIII en el real de a ocho español.

 Ello supuso la entrada masiva en el circulante canadiense de moneda de plata española, tanto nacional como provincial, así como de los doblones de oro de cuño español. La peseta provincial española se convirtió en el medio de pago más común en Canadá, siendo aceptada por un chelín, o veinte céntimos de dólar estadounidense, una estimación muy superior a la valoración de diecisiete o dieciocho céntimos que recibía en los Estados Unidos. A diferencia de lo que sucedió con su vecino meridional, en Canadá las pesetas provinciales españolas o pistareens recibieron una valoración oficial, y en 1830 recibieron la misma estimación en el Alto y Bajo Canadá.

 El uso continuado de la moneda de cuño español y su general aceptación contribuyeron a frustrar las órdenes que las autoridades metropolitanas promulgaron, tras la independencia de las repúblicas hispanoamericanas, en el vano intento de sustituir el patrón monetario español por el esterlino, un fracaso que no se circunscribió a Canadá, sino que se produjo en la mayor parte de sus colonias americanas y asiáticas, plan que finalmente fue abandonado en favor del dólar, entendido en sentido amplio. Los pesos y, en menor medida, los doblones de cuño español tuvieron todavía una longeva vida monetaria en estos territorios.

 En estas circunstancias, pasamos a estudiar algunos ejemplos de su representación en los billetes en circulación en el territorio. Todos los estudiados fueron emitidos en el año 1837. En el Alto Canadá se ordenó la desmonetización de las monedas británicas de plata deterioradas, de las coronas y medias coronas francesas y de las pesetas provinciales españolas. Ante la escasez de moneda menuda de plata, las pesetas siguieron circulando a pesar de que en 1837 en teoría habían sido recogidas, remitidas a España y reemplazadas por medios y cuartos de dólar estadounidenses. En 1839, en el Bajo Canadá, la moneda más común en circulación seguía siendo el real de a ocho u otros dólares, encontrándose en la circulación también monedas de cuatro, dos y reales sencillos e incluso una cantidad relativamente importante de pesetas provinciales españolas.

 El primer ejemplar estudiado procede de los fondos del Banco de Canadá, con número de identificación 1974.0235.00147.000. Se trata de un billete con valores faciales de 15 peniques esterlinos, treinta sueldos franceses y un cuarto de dólar que, como consta por la reproducción de la moneda española que porta, se correspondía con una peseta columnaria de dos reales. Emitido por la compañía John Thomson & Co a una sola cara el 20 de diciembre de 1837, se trata de un billete comercial impreso en el Bajo Canadá, en la ciudad de Lapraire, por el impresor Adolphus Bourne, de 169 x 82 mm.

 En el mismo se reproduce, a la izquierda de la moneda representada en inglés y a su derecha en francés, la promesa bajo demanda de pagar a su portador los citados treinta sueldos en billetes de banco de curso legal. En cuanto a la moneda representada, se trata como hemos comentado de una peseta columnaria, acuñada en la ceca de Lima y con siglas de ensayador IJ, que se corresponden a Ignacio Zenón Gálvez y Juan Martínez de Roxas, que acuñaron moneda entre los años 1787 y 1803 a nombre de Carlos III y Carlos IV.

 Pasamos a estudiar algunos ejemplos de una serie copiosa y variada de emisiones de otros billetes comerciales impresos por la Destilería de San Dionisio, Distillerie de St. Denis, también en el Bajo Canadá y en la ciudad homónima, siendo la empresa emisora Wfd. Nelson & Co y la compañía que los imprimió la imprenta de Louis Perrault. El primero que reproducimos de la serie tiene un valor facial de 10 –corregido sobre 12- sueldos o 5 peniques, y su fecha de impresión fue el 22 de julio del año 1837. Como el anterior, es un billete promisorio bilingüe que faculta al tenedor a cobrar en billetes del Banco de Montreal esa cantidad, siempre que la misma no sea inferior a una piastra –nombre francés del real de a ocho-, o cinco chelines.

 La moneda representada es un real de los conocidos en las colonias británicas americanas como de cruz, emitido en Madrid en 1738, en tiempos de Felipe V. Aunque no son visibles las siglas de la ceca y de los ensayadores, por estar las mismas representadas en el anverso de la moneda, la marca de ensaye JF de estas piezas en Madrid se corresponde a Juan Josep Caballero y Fernando Vázquez, y en la ceca de Sevilla, la representada, las siglas PJ, a Pedro Remigio Gordillo y José Antonio Fabra.

 Otro ejemplar impreso el 9 de octubre de 1837, curiosamente con la mayor parte de las N mayúsculas invertidas, con un diseño muy diferente al visto para el ejemplar anterior y con un facial de 15 sueldos o 7 ½ peniques La moneda representada, en negro, es un real sencillo de la ceca de Santa Fe Nuevo Reino con siglas de ensayador JF, que se corresponden con Juan José Truxillo y Mutienx y Francisco Rodríguez.

 El siguiente billete, de 30 sueldos o un chelín y tres peniques emitido el 22 de julio de 1837, reproduce la misma peseta columnaria reproducida en el billete de John Thomson & Co.

 La siguiente serie que estudiamos es la emisión realizada en Montreal por The Camplain and St. Laurence Railroad, la empresa que en 1836 abrió la primera línea férrea en Canadá. En este caso, mostramos un bloque sin cortar en el que aparecen dos ejemplares de 15 sueldos o 7 ½ peniques, otros dos de 30 sueldos, ¼ de dólar o 15 peniques y por último dos más con facial de un escudo o 2 chelines y 6 peniques. Con un cuidado diseño en el que destacan una preciosa reproducción de una locomotora antigua, y fecha de emisión de 1 de agosto de 1837, fueron impresos por Rawdon, Wright & Hatch, de Nueva York.

 En el ejemplar de 15 sueldos se representa un real sencillo de la Casa de Moneda de México, con sigas de ensayadores FF, que se corresponden a Francisco Antonio de la Peña y Francisco Arance y Cobos, activos en esta ceca entre los años 1774 y 1788, sobre moneda de Carlos III. En el de 30 sueldos aparece la reproducción de una pieza de dos reales de Lima, con siglas de ensayador IJ, también la misma moneda representada en el primer billete visto de John Thomson & Co.

 El último de ellos, con valor facial de un escudo, reproduce un medio peso de cuatro reales de Potosí con siglas PJ. Las mismas se corresponden con los ensayadores Pedro Prudencio de Esquerrenea y Juan Palomo Sierra, sobre moneda de Carlos IV y Fernando VII entre los años 1803 y 1825, y por tanto en algunas de las últimas monedas acuñadas a nombre del monarca español en la América continental.

viernes, 5 de marzo de 2021

La representación de los reales de a ocho españoles en los billetes de Estados Unidos del siglo XIX

 Publicado en Crónica Numismática, 5 de marzo de 2021

Es sobradamente conocida la adopción por parte de los fundadores de Estados Unidos del real de a ocho de cuño español o peso como la moneda de la nueva nación, así como también la adopción por parte de las autoridades británicas de Canadá de la misma como patrón monetario para este territorio desde 1765. Mientras que los pesos españoles tuvieron curso legal en Estados Unidos hasta el año 1857, en algunas regiones de Canadá seguían circulando incluso a finales del siglo XIX.

 Tal fue el motivo para que el Congreso Continental aprobase para financiar su Guerra de Independencia el 3 de mayo de 1775 la emisión de tres millones de estos pesos o dólares en billetes, siendo la primera emisión de la nueva república. En los mismos consta expresamente que su tenedor estaba facultado a recibir esa cantidad en spanish milled dollars, reales de a ocho españoles realizados a volante, para diferenciarlos de los anteriores acuñados a martillo, cobs  o moneda macuquina, o su equivalente en oro o plata.

 Nuevas emisiones se aprobaron el 29 de noviembre, por otros tres millones de dólares, y entre febrero y noviembre del año siguiente se aprobó la emisión de diecinueve millones más. Nuevas emisiones se fueron aprobando y con ello produciendo una grave inflación del papel moneda en relación con los pesos españoles de plata, hasta que finalmente el 18 de marzo de 1780 el Congreso Continental aprobó el diseño de los nuevos billetes y su cambio a razón de cuarenta dólares antiguos por uno nuevo, y finalmente solo fueron redimibles a una centésima parte de su valor en bonos con intereses.

  El primer ejemplar que mostramos es un billete emitido por el Tesoro de Virginia conforme a la Ordenanza del Consejo de 6 de mayo de 1776. El mismo tiene un valor facial de cinco pesos españoles, si bien las emisiones de este año fueron de 1/6, 1/3, 2/3, 1, 4, 5, 6, 10 y 15 dólares. En su parte izquierda se representa a la Libertad pisando a un enemigo, y bajo esta representación en una orla circular la leyenda CINCO –MUERTE A LOS FALSIFICADORES- DÓLARES, y otra trasera en la que se representa el escudo de España común en los reales de a ocho españoles.

 Por su rareza, también incluimos esta emisión de Virginia de 17 de julio de 1775, con un valor facial de un chelín y tres peniques, o una pistereen. Pistareen, con variantes en su escritura,  es el nombre con el que se conoce a las pesetas provinciales españolas, las acuñadas en las cecas peninsulares para su uso interior y que no llevaban columnas. Estos reales sencillos y pesetas provinciales tuvieron una amplia circulación en todas las colonias británicas de América y en los Estados Unidos, siendo en muchos de ellos al menos hasta el primer tercio del siglo XIX la moneda más común en circulación.

 Numerosos bancos privados emitieron durante la primera mitad del siglo XIX billetes fraccionarios o de bajo valor facial. Es el caso de un billete de 50 céntimos de facial del Banco de Utica, Michigan, de 1838., impreso por  S. Stiles, Sherman & Smith  de Nueva York. En el mismo se reproduce una pieza de 4 reales de Potosí, con marca de ensayador PJ, la misma moneda que veremos más adelante reproducida en un billete del Banco del Estado de Alabama.

 Un billete grabado por Durand & Company sin fechar, de The Dixon Hotel Company de 3 dólares de facial, sin fechar pero con la referencia Chartered by the State of Illinois 1837, reproduce tres reales de a ocho de la ceca de México, con siglas FM, que se corresponden a los ensayadores Francisco Arance y Cobos y Mariano Rodríguez, en monedas de Carlos III y Carlos IV, entre los años 1783 y 1807.

  Entre los billetes que contienen en sus motivos reproducciones de moneda española, tanto en Estados Unidos como en Canadá, destacan por la variedad de ellos grabados los realizados por la firma de grabadores de billetes Rawdon, Wright & Hatch de Nueva York, en los que en varias ocasiones se incluyen monedas españolas de ocho reales o fraccionarias en su diseño o impresión, que estudiaremos por orden cronológico.

 Entre ellos podemos citar en primer lugar dos emisiones del Banco de Alabama, Tuscaloosa. El primero de ellos está firmado a mano el 1 de septiembre de 1838, y tiene un valor facial de 12 ½ céntimos, equivalentes a un real español. En su parte inferior derecha incluye la reproducción de un real de la ceca de México, con siglas de ensayador FF. Las mismas se corresponden con los ensayadores Francisco Antonio de la Peña y Francisco Arance y Cobos, activos en la ceca de México entre los años 1774 y 1788, durante el reinado de Carlos III.

 Otro billete del mismo banco sin fechar, con un valor facial de 75 céntimos, combina dos monedas de cuño español en su parte izquierda, para completar el valor correspondiente a seis reales. Una de ellas es una pieza de 4 reales acuñada en Potosí, con marca de ensayador PJ, que se corresponde con Pedro Prudencio de Esquerrenea y Juan Palomo y Sierra, sobre moneda de Carlos IV y Fernando VII entre los años 1803 y 1825. La otra es una moneda de 2 reales de la ceca de Lima, con siglas IJ, que se corresponde a los ensayadores Ignacio Zenón Gálvez y Juan Martínez de Roxas, sobre monedas a nombre de Carlos III y Carlos IV entre los años 1787 y 1803.

 Fue asimismo común combinar varias monedas superpuestas en el diseño. Este es el caso de este ejemplar de la Oficina de Cambios de Holley Springs, Mississippi, de tres dólares de valor facial, en el que la moneda que aparece en primer lugar y con mayor detalle es un dólar norteamericano, mientras que tras el mismo aparecen dos reales de a ocho de la ceca de México, con siglas FM, como vimos utilizadas entre los años 1783 y 1807.

 El mismo recurso se utiliza en este billete del Banco de Manhattan, Ohio, de cinco dólares de facial y fecha 1 de mayo de 1840, pero en este caso se reproducen en su parte derecha cinco pesos de la ceca de México, FM, del mismo tipo reproducido en el billete anterior.

 Y lo mismo puede decirse del ejemplar del Mystic Bank de Mystic, Connecticut, de fecha 1 de agosto de 1858 y dos dólares de valor facial. Como en el ejemplar visto de Holley Springs, se representa en su parte izquierda al frente un dólar de la Unión, mientras que detrás suyo se puede observar nuevamente un peso de la ceca de México con marca de ensayador FM.

 Otro billete diseñado por la misma casa Rawdon, Wright & Hatch para la ciudad de Natchez, Mississippi, de cincuenta céntimos de facial y fechado el 9 de julio de 1862, muestra en su parte derecha la reproducción de una pieza de cuatro reales de Potosí, con siglas PJ, la misma moneda que la vista en el segundo billete del Banco de Alabama antes visto.

 Encontramos una magnífica serie en los billetes emitidos por la Sociedad de Fondos de Ahorro de Portsmouth, Virginia, de 1861, recién comenzada la Guerra de Secesión. En los mismos, de valor facial de medio, uno y dos dólares se reproduce en su parte central un real de a ocho de la ceca de Lima, con siglas JP, correspondientes a Juan Martínez de Roxas y Pablo Cano Melgarejo, activos entre los años 1803 y 1823, durante los reinados de Carlos IV y Fernando VII.

 Otra serie de billetes emitidos en los que se representa moneda española es la realizada por el Banco de Tennessee este mismo año, de un dólar y 50, 25, 10 y cinco céntimos de valor facial. En la misma, gravada por Jules Manouvrier en Nueva Orleans, se representan diferentes monedas que pasamos a estudiar. Mientras que en las de facial 5 y 10 céntimos la moneda reproducida es poco legible, en los demás valores se reproduce por duplicado y es mucho más fácil su identificación. Podría tratarse de una pieza de medio real de México, FM, siglas que como vimos se utilizó entre los años 1783 y 1807.

 En el de 25 céntimos, la moneda reproducida es una peseta columnaria de México, con siglas HJ, que se corresponden a los ensayadores Henrique Buenaventura Azorín y Joaquín Dávila Madrid, sobre monedas de Fernando VII entre los años 1809 y 1816. Una moneda, por cierto, difícil de encontrar en la actualidad. En el billete de 50 céntimos se reproduce un medio peso de cuatro reales de México, con siglas FF, ensayadores operativos como vimos entre los años 1774 y 1788.

 Pero sin duda la moneda más curiosa utilizada en esta emisión son los 20 reales de vellón de la ceca de Madrid con sigla SR. Se trata de una moneda acuñada durante el Trienio Liberal, por los ensayadores José Sánchez Delgado e Isidro Ramos del Manzano, conocida vulgarmente como de tipo cabezón.

 Podemos terminar este estudio con dos ejemplares de dos dólares de 24 de enero de 1859 de The Pocasset Bank, Fall River, Rhode Island, impresos por of Wellstood, Hanks, Hay & Whiting, de Nueva York, que fueron subastados por Heritage Auctions el 28 de enero de 2014. La particularidad es que, mientras que el primero de ellos es perfectamente legal, el segundo de ellos es una falsificación de época. Como en el billete ya analizado del Mystic Bank, se utilizaron como motivos un dólar de la Unión y un peso español de México, con siglas de ensayador FM.  

El oro y la plata de Hispania, los metales preciosos que financiaron el esplendor de Roma

 Publicado en Oroinformación, 5 de marzo de 2021


Las referencias a Hispania en los textos clásicos se refieren a ella como la tierra minera por excelencia, mezclando en los mismos, como es el caso de los relatos de Argantonio y Gerión, lo mítico con lo verídico. Lo cierto es que era una tierra rica, variada y abundante en recursos minerales, tales como oro, plata, cobre,  plomo, cinabrio, hierro o estaño. Siendo uno de los principales intereses para la presencia de los comerciantes fenicios y griegos en sus costas, ya los cartagineses explotaron las riquezas argénteas del área de Qart Hadsht, Cartagena, y Cástulo, Linares.

 Estrabón describió en su Geografía las explotaciones de plomo argentífero de la primera de ellas, en la que trabajaban 40.000 obreros y ocupaba varios kilómetros cuadrados, de la que se extraía cada día el extraordinario beneficio de 25.000 dracmas, 80 kilogramos. Los mineros trabajaban noche y día, quedando sus turnos marcados por las lámparas de aceite que les servían de iluminación. De la mina de Baebelo en Cástulo se extraían al día 100 kilogramos de metal argénteo, y la moneda acuñada en Gadir, Cádiz, que hasta ese momento se batía en cobre, comenzó a emitirse en plata, y famosas por su belleza y su calidad fueron las acuñadas en Cartagena.  

 Los romanos no llegaron a Hispania, su primera aventura fuera de Italia y sus islas, para conquistarla, como sucederá posteriormente con los territorios que fue anexionándose en toda la cuenca mediterránea y la fachada atlántica de Europa. Como afirmó Tito Livio, los hispanos fueron los primeros en ser invadidos y los últimos en ser conquistados. Desde su llegada en el año 218 a.C. para combatir a los cartagineses hasta el 19 a.C., cuando se dio por finalizada la conquista de la zona cantábrica, Roma evolucionó de una república que buscaba su hegemonía en el occidente mediterráneo al Imperio hegemónico que gobernó su Mare Nostrum durante siglos.

 La Península Itálica era escasa en recursos minerales, y la sociedad romana republicana basaba su economía en la agricultura. La necesidad de metales para fines bélicos-el hierro hispano forjado tenía fama legendaria-, para sus obras públicas –con utilización recurrente del plomo- y para la propia amonedación en oro, plata y bronce marcó su política de ocupación de Hispania a pesar de sus continuos reveses militares.

 Como ha puesto de manifiesto el minucioso trabajo de  Ancient World Mapping Centerel Stoa Consortium y el Institute for the Study of the Ancient World, que ha delimitado todos los yacimientos que fueron beneficiados por los romanos en todo el espacio que ocuparon, la Hispania romana fue, con mucha diferencia, el territorio del orbe romano en el que más explotaciones y producción de oro, plata y cobre fueron explotadas.

 Con ello, Roma encontró en Hispania su Eldorado del Mundo Antiguo, presente en las leyendas difundidas por los escritores de la época sobre su abundancia en metales preciosos, y solamente comparable en la historia con la que sus herederos culturales encontrarían siglos después en el nuevo continente hispánico. Hispania dotó a Roma de numerario como las Indias españolas fueron la Casa de Moneda del Orbe durante varios siglos.

 Del puro saqueo y cobro de tributos de las primeras fases de la conquista a la institucionalización de la actividad minera en el pleno Imperio, esta apasionante historia permite analizar su importancia política, militar, económica y social en la conformación de las sociedades romana en general e hispana en particular. Para dicha explotación fue necesario el desarrollo de importantes técnicas de ingeniería, la creación de una extensa red de comunicaciones, el asentamiento de núcleos de población, el uso de gran cantidad de mineros que en mejores o peores condiciones laboraron las mismas y, asimismo, estuvieron en el origen de unas élites que darían, además de una pléyade de militares, senadores, escritores y filósofos, a los emperadores hispanos de la dinastía Antonina o Ulpo Aelia, la más longeva del Imperio y, según muchos autores, la época más feliz de la historia de la humanidad.