domingo, 5 de diciembre de 2021

La situación de la Casa de Moneda de Madrid en agosto de 1808, según un expediente del Archivo Histórico Nacional

 Publicado en Revista Numismática Hécate, nº8, 2021, pp. 211-223.


Resumen: Durante el breve espacio de tiempo que medió tras la evacuación de Madrid por las tropas napoleónicas, después de la batalla de Bailén el día 1 de agosto de 1808 hasta la toma de la ciudad por el propio Emperador el 4 de diciembre del mismo año, la Casa de Moneda de Madrid siguió operando y acuñando moneda, e incluso se procedió a la fundición y reacuñación de toda la moneda de oro de cuño francés que existía en la misma, a pesar de la escasez de sus fondos. Documento numismático de gran importancia, este expediente incluye una relación de todos los fondos obrantes en la Real Casa de la Moneda pocos días antes de la emisión en oro y plata de las Medallas de Proclamación de Fernando VII en Madrid, únicos documentos monetarios que han llegado a nuestros días de este monarca, ceca y año.

PALABRAS CLAVE: Casa de Moneda de Madrid, Medalla de Proclamación, acuñación de moneda, Fernando VII, Guerra de la Independencia

Abstract: During the brief period of time that mediated after the evacuation of Madrid by the Napoleonic troops after the battle of Bailen on August 1, 1808 until the taking of the city by the Emperor himself on December 4 of the same year, the Mint of Madrid continued to operate and minted currency, and even proceeded to smelting and re-minting all the gold coin of French mintage that existed in it, despite the scarcity of its funds. A numismatic document of great importance, this file includes a list of all the holdings in the Royal Mint a few days before the issuance in gold and silver of the Proclamation Medals of Fernando VII in Madrid, the only monetary documents that have arrived to our days of this monarch, mint and year.

KEYWORDS: Mint of Madrid, Proclamation Medal, minting, Ferdinand VII, Peninsular War 

jueves, 2 de diciembre de 2021

La relación de la numismática con las demás ciencias

 Publicado en El Tinto Numismático, Vol. I, nº4, 2021

https://es.calameo.com/read/006563556b02015729409

La moneda, como representación máxima de la soberanía de un Estado y medida de valor de todas las actividades humanas, ha cumplido en la Historia y sigue cumpliendo multitud de funciones interrelacionadas. Cada una de ellas, cada ejemplar, es un documento vivo de la Historia, pasada y presente, un ente histórico exclusivo que debe analizarse desde muy distintos aspectos y cuyo estudio abarca objetivos muy variados.

 Entre las funciones de cada una de ellas encontramos las que se fijaron en cada momento concreto para su fabricación, diseño y emisión. Entre otras muchas,  las motivaciones religiosas, sociales, políticas, culturales o económicas. A ellas hemos de sumar las que en la Historia del Arte se conocen como de degustación, de mero goce y disfrute y de apreciación individual de sus cualidades y belleza, funciones que transcienden aquellas para la que cada moneda concreta fue creada y que están en la base del coleccionismo numismático.

 El hombre ha utilizado siempre objetos para medir su capacidad económica y como medio de intercambio para cubrir sus necesidades. Incluso estos medios alternativos de pago, los conocidos como objetos premonetales, moneda mercancía o, como en el caso de la América española durante siglos e incluso después de las independencias conocidos como monedas de la tierra o pesos huecos, que en muchas partes del mundo siguen aún vigentes, son objeto de estudio de la ciencia numismática.  

 Las emisiones de los templos del Creciente Fértil de los primeros siclos certificaban el peso de los lingotes de plata, y con su emisión en pequeñas fracciones, todas iguales, se consiguió que la plata, como medio de intercambio, pudiese ser utilizada en pequeñas cantidades por cualquier persona. La primera moneda como tal apareció hace ya veintiocho siglos en el reino de Lidia, en la actual Turquía, y estaba compuesta de una aleación natural de oro y plata, conocida como electrum. Ya en ella aparecen las funciones antes descritas, dado que en su anverso lleva la representación de un león, el símbolo de la autoridad real.  A partir de este momento se generalizó su uso.

 La búsqueda de los metales preciosos necesarios para las emisiones fue el origen de prospecciones y explotaciones mineras, que desarrollaron extraordinariamente las ciencias y artes relativas a dichas actividades extractivas y de transformación, con lo que ello suponía de desarrollo de los conocimientos de la alquimia y las posteriores ciencias físicas y químicas. Para este laboreo de las minas se tuvo que desarrollar un complejo sistema de población, abastecimiento, beneficio del mineral y posterior transporte, distribución y circulación, así como de un derecho que regulase todas estas actividades. El carácter privativo del derecho de emisión, el ius monetae, ha sido una constante en la Historia. 

 El comercio a corta y larga distancia tuvo asimismo un enorme desarrollo, así como los viajes y el conocimiento geográfico, dado que la generalización del uso de la moneda y la monetización de las economías necesitaban de los mismos para el suministro de los metales preciosos. La posesión de los placeres y minas estuvo también en el origen de numerosas guerras y conflictos, y en la formación de las grandes unidades territoriales e imperios, desde la Antigüedad hasta el presente. Y, por supuesto, la utilización de una amplia masa de trabajadores, ya fuesen voluntarios, forzados o esclavizados.

 La moneda, como representación del poder soberano que la emite, fue desde su creación la imagen fiel de la autoridad que la acuñaba, el signo de su poder y el medio más eficaz de hacer llegar al mundo conocido, y no solamente a sus propios súbditos, los atributos de su grandeza. Desde su creación, algunas emisiones sirvieron como auténtica divisa internacional y como medio de tesaurización, mientras que la moneda menuda, como los óbolos bíblicos o la moneda de vellón o cobre en la Europa feudal y en la Edad Moderna, la conocida como moneda negra, sirvió como medio de pago de las clases populares.

 Las funciones religiosas fueron en las primeras emisiones claramente dominantes, así como la representación de los símbolos de la ciudad o el ente político que las emitían. Con el paso del tiempo, como sucedió entre los monarcas persas, Alejandro Magno y los subsiguientes monarcas de las distintas dinastías helenísticas, el retrato del soberano se deificó con su estampación en la moneda. En este proceso se produjo igualmente un enorme desarrollo de las artes, dado que notables artistas, anónimos o por ellas conocidos, comenzaron a diseñar los cuños de las monedas, produciendo series de indudable belleza artística con representaciones de personas, edificios y paisajes.

 La moneda de los siempre pragmáticos romanos muestra claramente los signos definitorios de su imperio circunmediterráneo. Desde los primeros as rude, trozos de bronce, a sus preciosas emisiones imperiales, muestran el tránsito de una pequeña república que luchaba por su supervivencia a un enorme y magno imperio, una transformación para la que la dolorosa y larga conquista de Hispania, la fuente de su riqueza minera, tuvo un papel de primer orden. Sus monedas son fiel reflejo de su concepción del mundo plasmado en un arte urbano, oficial, integrador y propagandístico de las grandezas de Roma. En esta época también destaca otro uso de la moneda, como medalla, en la que se aúnan las funciones de la moneda propiamente dicha con las puramente estéticas, artísticas y conmemorativas de hechos dignos de ser recordados.

 El Bajo Imperio romano y sus representaciones numismáticas tendrán una larga herencia en los siglos medievales de Occidente, en las emisiones bizantinas y en gran medida en la cultura más brillante de estos siglos, la musulmana. Su sistema monetario, basado en la libra, el sueldo y el dinero, tendrá una larga vigencia, que llega hasta la actualidad como, por ejemplo, en el sistema británico. La moneda musulmana, en la que nuevamente primarán los motivos religiosos, heredará en estos siglos el papel de divisa internacional, mientras que en los reinos cristianos su uso, tan extendido en el Imperio Romano, se limitará, e incluso muchos territorios tendrán una economía prácticamente desmonetizada.

 En la Baja Edad Media las monedas de oro de las repúblicas italianas, dependientes del comercio del oro con el Islam, adquirirán el papel de medio internacional de pago. En ellas son palpables muchas de las funciones que la moneda ha tenido a lo largo de la historia y que hemos venido enumerando, a lo que hay que añadir que la moneda, e igualmente la medalla, se convirtieron en la época del Renacimiento en un vehículo propagador, más que otras manifestaciones artísticas por su obvio carácter de circulante y su enorme producción en proporción a otras obras artísticas, de una nueva concepción del arte.

 El comienzo de la Edad Moderna coincide con el descubrimiento de nuevas minas de plata en Europa y la aparición de las macromonedas, los táleros o dólares, piastras y testones, que protagonizaron la circulación monetaria europea en esta Era. Esta novedad se convirtió en una auténtica revolución con el descubrimiento de las ricas minas de plata en los Reinos de las Indias españolas y con la masiva emisión de moneda que hizo posible la primera globalización monetaria, y por ende comercial, de la historia de la Humanidad.

 Mientras que en Europa se mantuvieron las funciones políticas e incluso artísticas en la labra de sus emisiones, en las cecas del Nuevo Continente primaron la producción y las funciones puramente económicas. Así, una moneda fea y mal acuñada, conocida actualmente como macuquina, se convirtió en el objeto de deseo de todos los habitantes del planeta, que eran conscientes del valor de ese pedazo de metal en ocasiones informe, por su valor constante en su ley y peso. Los reales de a ocho, pesos o duros fueron comunes en los rincones más apartados del planeta.

 Este río alimentó durante tres siglos el comercio, la economía y la vida cotidiana del hombre, en la verdadera primera globalización. Permitió la monetización de las economías, dio seguridad a las transacciones comerciales a enormes distancias y favoreció directamente el conocimiento del orbe en esta Era de los Descubrimientos. Nuevamente dio impulso a las ciencias relacionadas con la producción, el tratamiento del mineral, la necesaria industria mecánica para la transformación y amonedación del metal y la industria náutica para su transporte. Nuevamente son visibles en la moneda los nuevos gustos artísticos.

 El final de esta Era de la Plata coincide con las perturbaciones producidas en la llamada Era de las Revoluciones. Los viejos imperios y entes supranacionales, como la Monarquía española, el Imperio Turco, el Imperio Mongol de la India y el Imperio Chino desaparecen o declinan, entrando en escena nuevas potencias que inauguran un nuevo colonialismo y el dominio europeo del mundo. El colapso de la plata de cuño español verá el nacimiento de una nueva función en la moneda, la de medida de valor de carácter fiduciario, y de una nueva representación de su valor. A la Era de la moneda metálica le sustituirá la Era del billete, adicionando a la numismática la notafilia.

 Aun así,  y dado que coincidió con el nacimiento y la extensión del nacionalismo y el liberalismo, la moneda física, en ocasiones ya no acuñada en metales nobles, siguió teniendo una capital importancia propagandística y política, en un contexto de nacimiento de nuevos estados nacionales. La sempiterna figura del monarca fue sustituida en muchas ocasiones por alegorías de los valores proclamados, y en numerosas ocasiones por los bustos de aquellas personas consideradas héroes de estas independencias nacionales. Con ello la moneda recuperó una nueva función, la conmemorativa, que ha llegado hasta nuestros días y que posiblemente, ante el avance de los pagos telemáticos y la drástica reducción del uso de moneda física, sea la preponderante en un futuro cercano, aunque no podemos dejar de mencionar el papel de los bullion o monedas de inversión.

 La numismática y su relación con otras Ciencias Sociales

 La numismática, como ciencia independiente, cubre como hemos visto un amplio espectro multidiplinar. Asimismo, tiene un papel capital como ciencia auxiliar en otras ramas del saber humano, y muy especialmente para otras Ciencias Sociales de la que es hermana, en el sentido de que cada moneda, documento vivo, sirve para esclarecer puntos desconocidos u oscuros de otras materias, habiendo sido en numerosas ocasiones dicha aportación trascendental para la consecución de los resultados obtenidos.

 Posiblemente una de las ciencias que más se beneficia de los conocimientos que aporta la Numismática es la Cronología. Los datos reflejados en las monedas han permitido fijar o variar las fechas de los reinados de numerosos monarcas, y fechar los de otros, como en el caso de los musulmanes Reinos de Taifas andalusíes. Muy importante es asimismo su papel esclarecedor en otras ciencias afines, como la Paleografía y la Epigrafía, dado que las leyendas contenidas en las emisiones monetarias han servido y sirven para situar cronológicamente por los tipos de letra y los alfabetos utilizados otros documentos motivo de estudio.

 En el caso de la Historia, estas aportaciones han posibilitado, por ejemplo, la recuperación e incluso en ocasiones la comprensión de alfabetos perdidos, como es el caso de las monedas prerromanas y de los alfabetos y lenguas ibéricas, celtibéricas o fenicias. Sirven asimismo para conocer la vestimenta y los tipos de armas utilizados. Igualmente, en muchas ocasiones son los únicos documentos que atestiguan la existencia y el nombre de reyes o gobernantes desconocidos, como sucede con algunos monarcas visigodos o con algunos de los gobernantes del Emirato andalusí de Creta.

 En cuanto a la Geografía, no cabe la menor duda de que la moneda sirve para corroborar la existencia de determinados grupos humanos en un momento y lugar concretos, ofreciendo evidencias de muchos datos que sin las fuentes numismáticas serían desconocidos, como el nombre de tribus y ciudades anteriormente indocumentadas. De gran importancia es la explicación que la circulación monetaria nos ofrece sobre las principales vías de comunicación, el origen y el destino de las emisiones monetarias y la historia del comercio y de la industria.

 En su relación con la Economía, la moneda es una fuente de primer orden para el estudio de su historia. Como afirmaba Octavio Gil Farrés, todo cambio brusco en el monetario de un territorio obedece a un trastorno económico, sirviendo la numismática para detectarlo incluso en casos en que los mismos no fueron reflejados ni por la Historia ni por la Economía.  El estudio de las producciones de las cecas nos muestra la preeminencia de determinadas ciudades en los sistemas económicos del pasado. Asimismo, las medidas de política monetaria tomadas en tiempos pasados y sus consecuencias son una importante fuente de conocimiento para no incurrir en errores semejantes. 

miércoles, 1 de diciembre de 2021

Los patacones de 960 reis sobre los reales de a ocho españoles

 Publicado en El Eco Filatélico y Numismático, Diciembre 2021

Entre los años 1808 y 1827 se procedió en Brasil a una masiva reacuñación de las monedas de plata en circulación, pesos o duros de cuño español, tanto acuñados en América como en las distintas cecas peninsulares, en un volumen cercano a las 22 millones de piezas. Estas monedas, conocidas como patacón o 960 reis, son actualmente consideradas la joya de la numismática brasileña, siendo su coleccionismo muy popular entre los numismáticos de este país.

 Los motivos de esta ingente reacuñación fueron diversos. Por un lado, se afirma que la primera de ellas, la realizada en 1808, se llevó a cabo para sufragar los gastos de la Corte que, acompañando al regente don Juan y a su mujer, la infanta española Carlota Joaquina de Borbón, llegó a Bahía el 2 de enero de 1808, huyendo de la invasión napoleónica de la Península Ibérica. En 1815, acabadas las guerras napoleónicas, don Juan creó el Reino Unido de Portugal, Brasil y los Algarves, manteniéndose como Príncipe Regente hasta la muerte de su madre el 20 de marzo de 1816.

 Las historias de Portugal y Brasil corren parejas con las de España y sus Reinos de las Indias durante el siglo XIX. Así, en 1820, y como réplica del alzamiento de Riego en España, estalla igualmente una revolución liberal en Oporto que reclama al rey Juan VI, que tiene que aceptar la Constitución, como le sucedió a su cuñado Fernando VII. El 7 de marzo de 1821 anunció su vuelta a Portugal, nombrando el 22 de abril Regente de Brasil a su hijo don Pedro.

 Como sucedió igualmente en España, donde las Cortes no reconocieron las propuestas de independencia de sus dos principales virreinatos, Nueva España y Perú, sobre la base del mantenimiento del régimen monárquico en la figura de Fernando VII o algún miembro de su familia, las Cortes de Lisboa ordenaron a don Pedro su vuelta a Portugal, a lo que se negó. Convertido en Pedro I, fue coronado como Emperador Constitucional y Defensor Perpetuo de Brasil el 1 de diciembre de 1822.

 La vida de este joven imperio no estuvo exenta de las mismas convulsiones sociales, económicas y políticas que sacudieron a las nuevas repúblicas hispanoamericanas surgidas de la implosión de la Monarquía española en estas mismas fechas. Durante la Guerra Civil que sacudió Portugal, de nuevo coincidente con el conflicto de la Primera Guerra Carlista en España, Pedro I abdicó de su título en su hijo, Pedro II, y se trasladó a Europa, muriendo en 1834 como regente de su hija María II, una niña de 14 años. Nuevamente es observable el paralelismo entre ambos países ibéricos, tanto en el régimen liberal que adoptaron como en el hecho de que la nueva monarca española era la también niña Isabel II.

 Junto a esta inestabilidad política, no podemos obviar también la gran conmoción que supusieron los procesos independentistas en el flujo monetario no solo de ambas monarquías, sino a nivel mundial. Con Portugal y prácticamente toda la España peninsular ocupadas por los ejércitos napoleónicos, se produjeron las sublevaciones de Miguel Hidalgo en Nueva España y en el Virreinato del Río de la Plata, en nombre de Fernando VII, contra la Junta de Regencia.

 La primera de ellas se desarrolló en las principales áreas mineras del virreinato, con la consiguiente destrucción y saqueo de sus principales Reales de Minas. En cuanto a la autonombrada Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata a nombre del Señor Don Fernando VII, el 25 de noviembre de 1810 ocupó Potosí, llevándose Juan Martín de Pueyrredón en su retirada el 20 de julio de 1811 toda la plata amonedada y sin acuñar de la ceca y de los particulares, produciéndose nuevos saqueos tras las ocupaciones del ejército de Manuel Belgrano en 1813 y del de José Rondeau en 1815.

 Todo ello supuso la ruina de los dos principales centros productores de plata a nivel mundial, lo que hundió no solamente las bases económicas de la Monarquía española, sino todo el comercio internacional de este metal y el flujo de la moneda de cuño español, la divisa mundialmente aceptada durante tres siglos. Ello explica, más que otras posibles razones fiscales o recaudatorias, que las autoridades brasileñas, que nunca habían tenido problemas de circulante argénteo por ser los pesos españoles su circulante más extendido y natural, optasen por realizar estos resellos, que no invalidaban el valor universalmente reconocido a esta moneda, para dotarse de un circulante nacional y evitar con ello igualmente su salida del territorio.

 El primer resello de 1808

 El valor de la moneda de ocho reales de cuño español circulante cuando comenzó esta convulsa época estaba fijado en su valor intrínseco, entre 750 y 800 reis. En fecha 1 de septiembre de 1808 se autorizó el aumento del valor de los mismos a 960 reis, procediéndose a su resellado en un primer momento en las casas de fundición del estado de Minas Gerais, y posteriormente en las cecas de Bahía y Río de Janeiro. Esta nueva pieza de 960 reis fue conocida como patacaô, con un valor de tres patacas.

 El resello se realizó sobre ambas caras de la moneda española utilizada como cospel, mediante un punzón circular que tenía como motivo en el anverso el escudo coronado de Portugal  con el nuevo valor, 960, debajo, y en su reverso una esfera armilar, representación del mundo descubierto por los navegantes portugueses durante los siglos XV y XVI y motivo heráldico introducido por el citado Juan VI como símbolo del Reino de Brasil. A diferencia del segundo resello que luego veremos, dejaba ver perfectamente los motivos originales de la moneda utilizada como cospel.

 Como recoge Prober, la mayor parte de estos resellos se llevaron a cabo sobre pesos de Carlos IV, si bien se conservan ejemplares acuñados durante los reinados de Carlos III, tanto de busto como columnarios de mundos y mares, de Fernando VII e incluso sobre las primeras emisiones potosinas de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

 El nuevo resello

 Por Alvalá de 20 de noviembre de 1809 se ordenó acuñar moneda con valor facial de 960 reis en las cecas de Río de Janeiro y Bahía, y por Provisión de 4 de abril del año siguiente se ordenó batir esta moneda sobre los pesos castellanos utilizando los tipos de las emisiones provinciales  de 640 reis, sobre el ensayo de 1809 del grabador inglés Pidgeon. La misma sigue los motivos utilizados en las monedas de plata brasileñas del siglo XVIII. Estas reacuñaciones no se aplicaron a los cantos, por lo que las monedas conservan los suyos originales, y en las mismas son visibles en mayor o menor medida los motivos originales de la moneda sobre la que fue acuñada.

 En su anverso aparece el escudo de las quinas de Portugal coronado, con la fecha dividida en dos dígitos a ambos lados de la corona, el valor 960 en la parte izquierda entre dos puntos y tres florones en la derecha, y la leyenda  circular JOANNES D G PORT REGENS ET BRAS D. Los motivos del reverso utilizados fueron la esfera armilar antes citada con la marca de ceca en su centro, sobre la Cruz de la Orden de Cristo, y la leyenda SUBQ SIGN NATA STAT. 

 Posteriormente y tras la unión de los reinos antes citada,  entre 1818 y 1821 el motivo del anverso se cambió por una guirnalda coronada, con en su interior el valor facial, 960, el año de emisión y la inicial de la ceca, y la leyenda JOANNES VI D G PORT BRAS ET ALG REX. En el reverso de esta variante aparece el escudo de las quinas sobre la esfera armilar. El último de los cuños utilizados, desde 1822 a 1831, lleva en su anverso una orla de flores con el valor 960 rodeado de 8 florones y la leyenda PETRUS I D G CONST IMP ET PERP BRAS DEF, y en su reverso un escudo con la esfera rodeada de un círculo de estrellas coronado, rodeado de una guirnalda y la con la leyenda IN HOC SIGNO VINCES.

 Aunque se conservan algunas piezas batidas sobre cospeles nuevos, la inmensa mayoría de estas monedas se acuñaron sobre piezas de ocho reales de cuño español de las cecas ultramarinas, y en menor medida sobre moneda acuñada en las cecas españolas de valor de ocho reales de plata nacional, veinte reales de vellón, duros y cinco pesetas o treinta sous, así como sobre moneda acuñada por las nuevas repúblicas hispanoamericanas. Aunque de manera simbólica, se conservan igualmente ejemplares de oros países del mismo formato que el peso, dólar o tálero, y si bien entre 1832 y 1834 se batieron 960 reis sobre cospeles nuevos en Río de Janeiro, la emisión se redujo a 3.193 ejemplares.

 En su estudio monográfico de una colección de esta bella moneda, Tomás Vallaure se pregunta cuántas piezas sobreviven, una pregunta de imposible respuesta, suponiendo que serán relativamente pocas en relación con el total de ellas reacuñadas. Además de en Brasil, circularon en Portugal, en las Azores y en otros territorios, encontrándose en las subastas y ofertas numismáticas algunos ejemplos nuevamente resellados. Pero, como por desgracia sucede demasiado a menudo con los resellos, hay que tener mucho cuidado con las falsificaciones.

 Para saber más:

 AMATO, C., “O Patacâo”, Sociedade Numismática Brasileira, Boletin nº 51, 2003.

LEVY, D.A., “Os Recunhos das Moedas de 960 réis”, Sociedade Numismática Brasileira, Boletin nº 54, 2003.

PROBER, K. , Catálogo das Moedas Brasileiras, Rio de Janeiro, Brasil, 1960.

VALLAURE ACHA, T., “El duro hispano-brasileño de 960 reis sobre 8 reales. Estudio de una colección”, Gaceta Numismática nº 200, diciembre 2020, pp. 63-105.

viernes, 26 de noviembre de 2021

En recuerdo de Felipe Mateu y Llopis, el Schindler de la numismática, en su 120 aniversario

 Publicado en Crónica Numismática, 26 de noviembre de 2021

Nacido en Valencia el 15 de noviembre de 1901 y muerto en Barcelona en 1998, Felipe Mateu y Llopis es, sin lugar a dudas, uno de los referentes indefectibles de la Ciencia Numismática española del siglo XX. Dedicado en cuerpo y alma al estudio de nuestra ciencia durante toda su larga vida profesional, el día 4 de noviembre de 1936, durante la Guerra Civil y en su  puesto de conservador del Gabinete Numismático del Museo Arqueológico Nacional frustró en parte, con riesgo de su propia vida, el posiblemente mayor expolio del Patrimonio Cultural español en general y del Numismático en particular de la historia. 

 Licenciado en Historia con sobresaliente y premio extraordinario en 1923 en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valencia, se trasladó a realizar su doctorado a Madrid entre los años 1924 y 1929, siendo discípulo de los ilustres arqueólogos Manuel Gómez-Moreno y Elías Tormo. Su Tesis Doctoral,  Ensayo sobre una Casa Real de Moneda de uno de los Estados de la Corona de Aragón: la Ceca de Valencia y las acuñaciones valencianas de los siglos XIII al XVIII, fue calificada con un sobresaliente cum laude.

 De vuelta en su Valencia natal, fue asiduo del Archivo del Reino de Valencia, se codeó con los más destacados historiadores valencianos de la época, y se relacionó con ambientes valencianistas. Fue el primer director de la revista Acció Valenciana, escribió varios artículos en esta lengua y fue uno de los signatarios en 1932 de las conocidas como Normes de Castelló, en las que se fijaban las bases para la unificación de la ortografía del valenciano.

 En el año 1930 se produjo su ingreso como facultativo en el Cuerpo de Archivos, Bibliotecas y Museos, comenzando su andadura profesional en la sección numismática del Museo Arqueológico Nacional (MAN), y siendo nombrado posteriormente director del Museo Arqueológico y de la Biblioteca Provincial de Tarragona. De vuelta en el MAN desde 1931, le sorprendió en Madrid el estallido de la Guerra Civil, en el cargo de conservador de su Gabinete Numismático. Este Gabinete era heredero del numario creado por Felipe V en 1711, y constaba por estas fechas de 160.000 monedas y 15.000 medallas.

 La orden de requisa

 El día 2 de noviembre de 1936 desde el Ministerio de Hacienda se tomó la decisión de requisar el oro de las colecciones numismáticas del Museo Arqueológico Nacional. Los encargados de realizar esta requisa fueron el subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, Wenceslao Roces, que nunca asumió la responsabilidad de tan graves hechos, y Antonio Rodríguez-Moñino, posteriormente vicepresidente de la Hispanic Society of America y Académico de Número de la Real Academia Española.  

 Esta medida fue consecuencia de la creación por Juan Negrín de la conocida como Caja de Reparaciones, cuyo objeto era la requisa de bienes para su transformación en dinero para la compra de armas, a las órdenes de Francisco Méndez Aspe. Ese mismo otoño, se expidieron a Moscú 7.800 cajas de lingotes de oro, 510 toneladas, que representaban el 72,6% de las reservas en este metal del Banco de España.

 El resultado de estas requisas fue embarcado años después en un yate de recreo adquirido el 1 de agosto de 1938, rebautizado como Vita, que trasladó estos tesoros a México. Gracias a un pacto con el presidente Lázaro Cárdenas, Indalecio Prieto se quedó con el tesoro que se descargó en Tampico. Cárdenas permitió a Prieto desmontar y fundir las joyas para venderlas al Banco de México. Entre 1939 y 1941 se transformó patrimonio histórico español  por valor de once millones de pesos mexicanos, y parte de las obras de arte se vendieron en los Estados Unidos de América. Entre afinación de metales preciosos e impuestos, la Hacienda mexicana se quedó con un tercio del líquido recibido.

 Entre los tesoros expoliados y posteriormente trasladados a México en el buque Vita se encontraron materiales de la capilla del Palacio Real de Madrid, depósitos de la Generalitat de Catalunya, los tesoros de las catedrales de Toledo y Madrid, el contenido de casi cinco mil cajas de alquiler, un millar de depósitos y treinta sobres con joyas del Monte de Piedad de Madrid requisadas en 1938 y 2.798 monedas de oro, 15,847 kilos de noble metal de inestimable valor histórico, procedentes del MAN.

 El expolio del MAN

 Desde que comenzó la guerra, Felipe Mateu y Llopis comenzó a retirar de las vitrinas del MAN para su protección las principales piezas de su numerario, de forma muy discreta, y desde septiembre comenzó a guardarla en las arcas de caudales medievales que se encontraban en la planta baja del edificio.

 El desarrollo de los acontecimientos está perfectamente documentado, dado que se conservan y se han estudiado los informes presentados por Antonio Rodríguez-Moñino sobre esta requisa y el posteriormente redactado minuciosamente por el propio Mateu y Llopis el 16 de mayo de 1939.

 El día 4 de noviembre por la tarde Mateu recibió una llamada de Rodríguez-Moñino, que se personó con Roces en el museo a las ocho de la tarde. No habiendo luz eléctrica, toda la iluminación era la de las linternas de dos guardias que les acompañaban. A su requerimiento de abrir el monetario, y según el propio testimonio de Moñino, Mateu le respondió que no encontraba las llaves, con lo que Roces propuso descerrajar la cámara. Impaciente, Roces se fue, no sin ordenar taxativamente que se requisase todo el oro, sin excepción.

 Tras solicitar Mateu para ganar tiempo del director del museo, Francisco Álvarez-Ossorio, la orden por escrito para poder entregar la colección, que le fue enviada con una criada, y cenar con Moñino, comenzó a recoger las onzas de ocho escudos de los Borbones de menor rareza, proponiendo hacer una ficha detallada de cada una de ellas. Se negaron a ello, y le contestaron que la entrega debía realizarse esa misma noche. Mientras revisaba las piezas con toda la lentitud que podía, Mateu escondía las más valiosas entre las grietas, en los cajones y en cualquier lugar que podía.

 Asimismo, y debido a la escasa iluminación y a la miopía de Moñino, le convenció de que algunas de las monedas áureas eran realmente de plata. Posteriormente dirigió al grupo a la zona de bronces romanos, para ganar tiempo, aunque subsiguientemente estaban las emisiones de oro de Roma, Bizancio y visigodas. En un momento de la noche, un miliciano apoyó su pistola contra la sien de Mateu, exigiéndole que se diera más prisa.

 Igualmente, los funcionarios comenzaron a esconder las piezas más importantes por las dependencias del edificio, con grave riesgo para sus personas. Algunos de ellos, como la conservadora Felipa Niño, ocultó entre sus ropas varias piezas. Los representantes del gobierno, al darse cuenta de esta situación, instalaron dos focos en la entrada del museo y obligaron a los funcionarios a volcar las monedas sin ningún orden en los gorros de los milicianos, metiéndolas luego sin ningún tipo de inventario en dos cajones.

 De madrugada volvió Roces con una pistola al cinto, retirándose aparte para hablar con Moñino. Cuando volvió, le comentó a Mateu lo que le había insinuado Roces que se hacía con los funcionarios obstruccionistas y poco discretos. Al día siguiente se requisaron el tesoro de Quimbayas, otros objetos de oro y máscaras, la moneda extranjera y las medallas.

 Al terminar la jornada, Mateu solicitó redactar un acta de entrega, en la que constaba hasta el nombre de los guardias y una descripción detallada de las circunstancias. Al verla, Roces la agarró violentamente y la rompió, levantando un lacónico informe con el número de monedas y su peso, que se introdujeron en cajas y se sellaron con lacre del MAN.

 Entre las piezas que puso a buen recaudo en esta época se encuentran algunos de los tesoros numismáticos que todavía podemos disfrutar en esta egregia institución, como la dobla de Pedro I, las amonedaciones de oro de los Reyes Católicos o el Medallón de Augusto.  Las monedas salieron ese mismo día para Valencia, depositándose en la Torre de Serranos.

 En opinión de Martín Almagro Gorbea, exdirector del MAN, Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid  y Académico de Número de la Real Academia de la Historia, el expolio perpetrado el día 4 de noviembre de 1936, hace ahora 85 años, ha sido el mayor robo cometido contra el patrimonio de la historia de España.

 La carrera de Felipe Mateu y Llopis

 Durante la guerra y en el bando republicano ocupó diversos cargos en Madrid y Valencia, entre ellos el de vocal de la Junta de Tesoro Artístico. En este puesto, consiguió in extremis evitar la destrucción de varios archivos catedralicios, como los de Toledo, Segorbe y su ciudad natal, así como de otros archivos valencianos, como el personal de Josep Sanchis Sivera, el canónigo e historiador que fue director del Centro de Cultura Valenciana desde 1927 hasta su muerte en 1937.

 Al terminar la guerra, y tras sufrir un proceso de depuración, ingresó nuevamente en el MAN, para posteriormente ser nombrado director de la Biblioteca Central de Barcelona, donde igualmente salvó por omisión de las órdenes recibidas buena parte de sus fondos catalanes. En cuanto a su vida universitaria, fue nombrado  Catedrático de Paleografía y Diplomática de la Universidad de Oviedo en 1943, trasladándose posteriormente a la de Valencia y finalmente a Barcelona.

 Socio de la Asociación Numismática Española, recibió el Primer Premio Javier Conde Garriga de la misma en 1958 y numerosos reconocimientos, siendo nombrado su Presidente de Honor, cargo que ostentó entre 1984 y 1988. Autor de una inmensa, profunda y fecunda producción numismática entre los años 1926 y 1998, hay muchas razones para recordarle como un magnífico maestro y una admirable persona.

 Para saber más:

 ALMAGRO GORBEA, M., “El expolio de las monedas de oro del Museo Arqueológico Nacional en la Segunda República española”, Boletín de la Real Academia de la Historia, Tomo 205, Cuaderno 1, 2008, pp. 7-72.

 GARCÍA ALONSO, F., y MUNILLA CABRILLANA, G., El Tesoro del Vita: La protección y el expolio del Patrimonio Histórico-Arqueológico durante la Guerra Civil, Universidad de Barcelona, 2014.

jueves, 18 de noviembre de 2021

Una solicitud del Conde de Casa Real de Moneda de Potosí pidiendo la superintendencia de la Casa de Moneda de Chile en 1815

 Publicado en el Anuario de la Asociación Numismática de Chile, 2021

https://www.academia.edu/61930643/Una_solicitud_del_Conde_de_Casa_Real_de_Moneda_de_Potos%C3%AD_pidiendo_la_superintendencia_de_la_Casa_de_Moneda_de_Chile_en_1815

En el Archivo General de Indias, signatura LIMA, 751, N.60, encontramos esta solicitud del II Conde de Casa Real, remitida al Secretario de Estado y del Despacho Universal de Indias por el virrey del Perú, José Fernando de Abascal y Sousa, Marqués de la Concordia, en fecha 12 de octubre de 1815. En la misma el Conde de Casa Real solicitaba la superintendencia de la Real Casa de Moneda del Reino de Chile, y en su defecto, la del Banco y Real Mita de Potosí.

 En el escrito de remisión del virrey se ponen de manifiesto los servicios realizados por el Conde, si bien reconoce, en función de los informes anexos que posteriormente estudiaremos, que al encontrarse la superintendencia de la Casa de Moneda de Chile ocupada y estar la del Banco y Mita de Potosí indisolublemente unida al gobierno de la Villa, no habría por ese momento lugar a atender su petición, si bien recomendaba otorgarle el grado de brigadier que solicitaba el General Pezuela en su informe.

 Este expediente es una importante fuente para conocer la vida y los servicios prestados por el Conde de Casa Real, tanto militares como civiles. Además de hacendado y dueño de ingenios para la molienda del mineral de plata, ocupó los cargos de Ministro Tesorero, Ministro Contador y Superintendente Interino de la Real Casa de Moneda de Potosí. Entre sus méritos militares, fue protagonista de algunas de las principales operaciones militares entre el Ejército Real del Alto Perú y el Ejército Auxiliar y Combinado del Perú de las Provincias Unidas del Rio de la Plata.

lunes, 15 de noviembre de 2021

Dos proyectos monetarios, billetes y monedas, para la Guerra de 1868 en Cuba

 Publicado en Crónica Numismática, 15 de noviembre de 2021

https://cronicanumismatica.com/dos-proyectos-monetarios-billetes-y-monedas-para-la-guerra-de-cuba-de-1868/

A comienzos de la conocida como Guerra Grande, Guerra de los Diez Años, Guerra del 68 o Primera Guerra de Cuba, encontramos dos importantes y simultáneos proyectos monetarios. Por un lado, un Decreto por el que se ordenaba el establecimiento de una Casa de Moneda en La Habana, lo que finalmente no se llegó a realizar. En el bando republicano, mientras tanto, se asistió a la emisión de los primeros billetes y monedas de la República de Cuba. 

 Este conflicto se enmarca dentro del contexto del periodo de inmensa inestabilidad que se produjo en España tras el triunfo de la revolución conocida como la Gloriosa. Este ciclo, conocido como Sexenio Revolucionario, vio el sucesivo derrocamiento de la dinastía borbónica, la instauración de un Gobierno Provisional, la monarquía fallida en la persona de Amadeo I, la Primera República española y, finalmente, la Restauración borbónica. En esta situación, a la guerra en Cuba se sumaron otros problemas como la Guerra Civil o Carlista, la pugna interpartidista, la agitación obrera y el movimiento cantonalista.

 El Decreto de 24 de septiembre de 1869

 En fecha 26 de septiembre de 1869 se publicó en la Gaceta de Madrid un Decreto de la Regencia del Reino, firmado por el Regente Francisco Serrano y por el Ministro de Ultramar, Manuel Becerra, procediendo al establecimiento de una Casa de Moneda en La Habana. En su Exposición de Motivos se da cuenta de las reiteradas solicitudes de las autoridades y clases más importantes de la isla en este sentido. El 6 de julio de 1856 se había pedido por Real Orden un informe sobre los medios para remediar la escasez de moneda de plata, y el Consejo de Administración propuso con marcada insistencia la creación de una ceca.

 Las razones para ello estribaban en la importancia de sus mercados, en las necesidades de sus establecimientos de crédito, la frecuencia con la que se desnivelaban los cambios, las reiteradas crisis monetarias y los conflictos derivados de la necesidad de aceptación de moneda foránea por la falta de moneda nacional. Se contaba asimismo para su instalación con la cercanía a las regiones productoras de California y México, y al precedente del establecimiento de la Casa de Moneda de Manila por Real Decreto de 8 de septiembre de 1857.

 Consideraba el ministro la urgente necesidad de dicho establecimiento, en base a las extraordinarias circunstancias de la citada provincia, no pudiendo demorarse nada de todo aquello que de algún modo pudiera contribuir a conjurar la grave crisis que afligía a la isla de Cuba, por lo que  proponía que se considerase comprendida en las facultades extraordinarias de la Autoridad superior de aquella provincia proceder al establecimiento en La Habana de una Casa de Moneda.

 A continuación se incluye el articulado de este Decreto, consistente en cuatro artículos. El primero de ellos regula que el Gobernador Superior Civil de la isla, de acuerdo con la Intendencia, procederá al establecimiento de la Casa de Moneda en La Habana, dotándola de todas las condiciones necesarias para su objeto, pero cuidando al mismo tiempo su economía, remitiendo posteriormente cuenta justificada al Ministerio de Ultramar.

 El artículo segundo viene referido a las Ordenanzas de la nueva institución. Hasta que las mismas se formasen, debía regirse tanto en la parte económica como facultativa y en lo que fuese posible por las publicadas en las fábricas de igual clase operativas en la Península.

 El tercero de ellos hace referencia a la facultad otorgada al Gobernador para determinar, de acuerdo con las necesidades de la isla, la clase o clases de moneda que deberían acuñarse con preferencia. Dichas emisiones deberían, en todo caso, ajustarse a lo previsto en el Decreto de 19 de octubre de 1868, por el que se fijaron el peso, ley y diámetro de las nuevas monedas, así como los tipos y leyendas.

 Por tanto, de haberse producido la acuñación de estas monedas, las mismas deberían de haberse ajustado a la nueva unidad monetaria, la peseta, dividida en 100 céntimos, con una figura que representara a España, con las armas y atributos propios de la soberanía nacional, y su valor, peso, ley, año de fabricación y las iniciales de los funcionarios responsables de la exactitud de su peso y ley expresados en ellas.

 El último de los artículos de este Decreto hace referencia a la necesaria remisión al Ministerio de Ultramar de muestras de cada una de las rendiciones a fin de someterlas a  los correspondientes ensayos, en los mismos términos y con las precauciones establecidas para la Casa de Moneda de Manila.

 Los primeros pesos republicanos

 Durante la Asamblea de Guáimaro, celebrada los días 10 y 11 de abril de 1869 en Camagüey, se proclamó la República y se nombró como su Presidente a Carlos Manuel de Céspedes. Unos días después, el 29 del mismo mes, la Cámara de Representantes informó que sin demora se necesitaba la emisión de dos millones de pesos en papel moneda. A finales de mayo y comienzos de junio 1869 se emitieron por los republicanos los primeros billetes a nombre de la República de Cuba, impresos en Nueva York.

 Su circulación obligatoria en los territorios controlados por los republicanos fue sancionada por la Ley de 9 de julio de este mismo año. En esta norma se recogía expresamente el valor de los billetes a emitir, en faciales de 1, 5, 10 y 50 pesos. A pesar de ello, se imprimieron igualmente billetes con valor facial de 50 centavos, 100 e incluso 1.000 pesos. El montante total de lo emitido en estos billetes alcanzó la cifra de 1.700.000 pesos, y tuvo un coste total de 5.328 pesos con 23 centavos.

 Para completar el importe aprobado de los dos millones de pesos, se emitieron igualmente billetes a nombre de la Junta Central Revolucionaria de Cuba y Puerto Rico, hasta completar la cuantía prevista. La distribución de este numerario no estuvo exenta de problemas, tanto por la dificultad de su distribución como por la falta de confianza en el mismo de parte de la población.

 Igualmente, en el año siguiente se aprobó la acuñación provisional en cobre de monedas de 5, 10,20 y 50 centavos de valor facial, y de 5 y 10 centavos y un peso en plata. Estas monedas, auténticas joyas de la numismática cubana, se emitieron en cantidades muy limitadas, por lo que son conocidas como los patrones o pruebas de 1870. Tampoco se conoce a ciencia cierta si las mismas fueron acuñadas en Providence, Filadelfia o Potosí, si bien parece que es esta última la que tiene más posibilidades de haber sido la ceca emisora.

 Tras el conocido como Grito de Yara, el 10 de octubre de 1868, se formaron milicias entre los residentes en defensa del régimen español, dando comienzo una dilatada y cruel guerra civil, en la que, como posteriormente sucedió hasta la intervención norteamericana en 1898, las fuentes muestran que hubo más combatientes cubanos fieles a España que a las ideas republicanas. Sus enormes costes humanos y materiales fueron estimados posteriormente por Cánovas del Castillo en unos cien mil muertos y doscientos cincuenta millones de pesetas, o cincuenta millones de pesos.

 Para saber más:

 Gaceta de Madrid, domingo 26 de septiembre de 1869, Año CCVIII, nº 269.

 ROLDÁN de MONTAUD, I., “La banca de emisión en Cuba (1856-1898)”, Estudios de Historia Económica, nº 44, 2004.

VILLARES, R., «Alfonso XII y Regencia. 1875-1902», en Ramón Villares y Javier Moreno Luzón, ed. Restauración y Dictadura. Vol. 7 de la Historia de España, dirigida por Josep Fontana y Ramón Villares. Barcelona-Madrid, Crítica/Marcial Pons, 2009.

VV.AA., Voluntarios y guerrilleros en las Guerras de Cuba, Real Acadèmia de Cultura Valenciana, 2018.   

 "Primeros billetes cubanos", Opus Habana, Vol. VI, nº 1/2003, pp.54-55

viernes, 12 de noviembre de 2021

The Silver Party, un intento de romper el bipartidismo en los Estados Unidos en 1892

 Publicado en Oroinformación, 12 de noviembre de 2021


https://oroinformacion.com/the-silver-party-un-intento-de-romper-el-bipartidismo-en-los-estados-unidos-en-1892/

El Partido de la Plata fue un partido político de los Estados Unidos, activo desde 1892 hasta 1911. El primero de estos años, varios candidatos del mismo fueron elegidos para cargos públicos en Nevada, continuando su éxito a lo largo de esta década y culminándolo con la elección de los gobernadores John E. Jones y Reinhold Sadler. Nevada fue el único Estado que eligió tanto a senadores como a congresistas de este Silver Party. A nivel nacional, se alió con el Partido Populista, y en menor medida con el Partido Republicano de la Plata. En 1902, la mayoría de sus diferentes facciones en Nevada habían sido absorbidas por la organización estatal del Partido Demócrata, pero aun así sus miembros siguieron gobernando Nevada hasta 1911.

 Simultáneamente, se produjo un movimiento paralelo en el seno del Partido Republicano. The Silver Republican Party, o Partido Republicano de la Plata, más tarde conocido como Partido Republicano de Lincoln, fue un partido político activo desde 1896 hasta 1901. Se llamó así porque se separó del Partido Republicano, al apoyar la teoría de la free silver, y defender una política monetaria expansiva y el bimetalismo. Su fuerza se concentró en los estados del Oeste, donde la minería de plata era una industria importante. Algunos de sus miembros fueron elegidos para el congreso de varios de estos Estados.

 El debate sobre la plata comenzó con la aprobación de la Cuarta Ley Monetaria en 1873, que fue conocida como el Crimen del 73 por sus opositores, que desmonetizó la moneda de plata para sustituirla por moneda de oro y níquel, así como por billetes de banco. El mismo duró hasta 1963, cuando la Ley de Compra de Plata de 1934 permitió al Presidente y al Departamento del Tesoro de los Estados Unidos regular la plata estadounidense.

 Como resultado de la nueva normativa, en el año 1873 se asistió a la acuñación de veinte diseños diferentes de monedas en trece denominaciones. El oro fue el ganador, al igual que el níquel, y perdió la plata. Se crearon nuevos diseños en las tres casas de moneda de Estados Unidos. Se colocaron flechas junto a la fecha en tres denominaciones de plata para indicar un cambio de peso. Asimismo, se eliminaron cuatro diseños de monedas y se agregó un nuevo tipo, mientras que nueve diseños continuaron sin cambios importantes.

 Los partidarios de un lugar importante para la plata en un sistema monetario bimetálico, que utilizara tanto plata como oro, llamados Silverites, solicitaron la acuñación de dólares de plata en una proporción fija de 16 a 1 frente a las monedas acuñadas en oro. Dado que la relación entre el precio real de los dos metales era sustancialmente más alta a favor del oro en ese momento, la mayoría de los economistas advirtieron que la moneda de plata menos valiosa sacaría de circulación al oro, más valioso. Esta teoría fue especialmente popular entre los agricultores del Cinturón de Trigo (el oeste del Medio Oeste) y el Cinturón de Algodón (el Sur Profundo), así como entre los mineros de plata del Oeste.

 Su fundamento ideológico se encuentra en lo que se conoció como Free Silver, un importante tema de política económica en los Estados Unidos a finales del siglo XIX. Sus defensores estaban a favor de una política monetaria expansiva, que presentara la acuñación ilimitada de plata a fondo pedido, en contraposición a la estricta adherencia a la oferta monetaria más cuidadosamente fijada, implícita en el patrón oro. Esta “plata gratis” se asoció cada vez más con el populismo, los sindicatos y la lucha de las clases populares estadounidenses contra los banqueros y monopolistas.

 De acuerdo con el patrón oro adoptado, cualquier persona podía depositar su oro en una casa de moneda para su acuñación. Salvo por la presencia de un señoreaje nominal para cubrir los costes de procesamiento, se pagaba en moneda acuñada al depositante, tratándose por tanto de una acuñación gratuita. El objetivo del Free Silver era que las cecas aceptaran y procesaran la plata de acuerdo con el mismo principio, aunque el valor de mercado de la plata en las monedas en circulación de los Estados Unidos fuese sustancialmente menor que su valor nominal.

 Entre sus defensores se encontraba Alexander del Mar, judío sefardita nacido en Nueva York y que había estudiado en la madrileña Escuela de Minas. Primer director de la Oficina de Estadística de los Estados Unidos, fue un historiador riguroso que hizo importantes contribuciones a la historia monetaria y a la numismática. A mediados de la década de 1890, se mostró contrario al papel monetario centrado en el oro como moneda mercancía, defendiendo la causa de la plata y su re-monetización como prerrogativa del Estado.

 En 1896 se creó una Plataforma para un Partido de la Plata Nacional, haciendo un llamamiento al pueblo de los Estados Unidos para: 

… que deje en suspenso por el momento todas las demás cuestiones, por importantes e incluso trascendentales que puedan parecer, para romper si es necesario todos los lazos y afiliaciones anteriores y unirse en un esfuerzo supremo para liberarse ellos y sus hijos de la dominación del poder del dinero, un poder más destructivo que cualquiera que se haya impuesto a los hombres civilizados de cualquier raza o época. Y tras la consumación de nuestros deseos y esfuerzos, invocamos el bondadoso favor de la divina Providencia.