miércoles, 22 de febrero de 2023

El distrito minero de Linares-La Carolina, Patrimonio Industrial de España

 Publicado en Oroinformacion, 22 de septiembre de 2023

Al norte de Sierra Morena y en el norte de la provincia de Jaén se encuentra el distrito minero de Linares-La Carolina, históricamente una de las principales cuencas mineras y que tiene la consideración de Patrimonio Industrial de España. En su solar se desarrollaron igualmente trascendentales civilizaciones de nuestra historia desde la más remota antigüedad, en relación con el aprovechamiento de sus ricas minas de plata y posteriormente de plomo y cobre. Encontramos en la misma una ceca, Cástulo, que acuñó moneda en la época cartaginesa y romana, siendo asimismo la ceca de Linares la que produjo mayor cantidad de moneda de cobre en la época de los monarcas Carlos II y Felipe V. 

Existen evidencias de que el área estuvo ya poblada en el Tercer Milenio a.C. por agricultores, y ya durante el Bronce Medio la población de Cástulo, situada a unos 5 km al sur de la actual Linares puede considerarse como un conglomerado urbano, muy vinculado a las explotaciones mineras de su entorno. Cástulo fue la principal ciudad oretana durante el periodo ibérico,  y de su importancia da fe el hecho de que Aníbal tomase como esposa a la castulonense Himilce. Tras la Segunda Guerra Púnica siguió siendo una importante población durante la época romana, debido en buena manera a la explotación de las ricas minas de plata de la Sierra Morena. Si bien nunca se acuñó en la misma numerario de plata, sí que se batió gran cantidad de moneda en cobre, en la que destaca y es su seña de identidad la presencia de una esfinge en su reverso.

As de Cástulo

  Su decadencia comenzó en la época visigoda, y terminó con la total despoblación del núcleo urbano en el siglo XIV en favor de las actuales ciudades de Baeza y Linares. Los recursos mineros de su entorno llevaron al desarrollo de Linares en el siglo XVI, con una importante producción de plomo destinada principalmente a la fabricación de material bélico. En 1676 se descubrieron importantes yacimientos de cobre, lo que fue muy importante para la Monarquía española, dado que para la acuñación de moneda de vellón hasta este momento el cobre necesariamente debía importarse del exterior, lo que era muy costoso para la Hacienda Real. Con ello, en los últimos años del reinado de Carlos II Linares fue la ceca que más numerario acuñó, con marcas de ceca L y LS, en una cantidad de 11.106.600 piezas entre los años 1694 a 1719. 

Dos maravedíes de Linares de 1694 

El plomo fue no obstante el principal motor para que durante los siglos XIX y XX en este distrito se articulase un complejo industrial, con la construcción de edificios, instalaciones de maquinaria y sistemas de transporte directamente relacionados con la actividad minera. La extracción de mineral fue la causa de la construcción en 1877 del tendido ferroviario Vadollano-Linares, que conectaba el área con la red de ferrocarriles andaluces, trazado que se completó posteriormente con nuevas líneas. De la importancia de esta época dorada de la minería en el distrito es clara muestra que en la actualidad 65 inmuebles de las localidades de Bailén, Linares y Guarromán estén inscritos en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz. 

 

Estación de Madrid, en Linares

 Con el comienzo del siglo XX se asistió a la decadencia minera de Linares, a pesar de que la producción subsistió, como sucedió con los hornos de la Fundición de La Tortilla, en los que se producía el acetato de plomo, conocido como plomo dulce. La producción repuntó durante la I Guerra Mundial, al requerirse la producción de las minas para la fabricación de municiones, pero los vaivenes en el precio del plomo y la falta de la necesaria inversión empresarial llevó a su lento declive, hasta que finalmente en 1991 se clausuró la última explotación minera, la Compañía Minera de la Cruz. 

 

Vista actual de una explotación minera 

En la actualidad es posible visitar el rico patrimonio minero de Linares, y disfrutar de las diferentes rutas y visitas guiadas que se encuentran a disposición del turista. Diferentes asociaciones intentan que este rico patrimonio pueda obtener, como otros conjuntos mineros de los que hemos tratado en entradas anteriores, el reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad para este magnífico legado. Entre las rutas a disposición del viajero se encuentran la que permite conocer el yacimiento arqueológico de Cástulo, la que nos ofrece realizar una Ruta Monumental por la ciudad y otras que aúnan el senderismo con el conocimiento y visita de las antiguas minas y explotaciones  de esta población. 

Para saber más 

BELINCHÓN SARMIENTO, F., “En torno a la Casa de Moneda de Linares (1691-1719)”, Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, Jaén, 15 de octubre de 1982, pp. 55-81.

BURGOS, M. de, Registro y Relación General de Minas de la Corona de Castilla, Primera parte, Tomo I, Madrid, 1832.

GARCÍA-BELLIDO, M. P., “La Esfinge en las monedas de Cástulo”, Zephyrvs, 28, 2009, pp. 343-357.

GUTIÉRREZ GUZMÁN, F., Las minas de Linares. Apuntes históricos, Linares, 1999.

SANTIAGO FERNÁNDEZ, J. de, “La Real Casa de Moneda de Linares en tiempos de Carlos II: aportación numismática”, Numisma, XLIV, 234, 1994. 

Colectivo Proyecto Arrayanes 

Linares: Patrimonio Minero (linaresindustrialyminera.blogspot.com)

martes, 21 de febrero de 2023

La importancia de la Numismática en los estudios históricos y el coleccionismo españoles del Renacimiento

 Publicado en Numismático Digital, 21 de febrero de 2023


https://www.numismaticodigital.com/noticia/11051/articulos/la-importancia-de-la-numismatica-en-los-estudios-historicos-y-el-coleccionismo-espanoles-del-renacimiento.html

Durante el Renacimiento las clases altas de la sociedad se interesaron por el coleccionismo en general y por la numismática en particular, siendo un claro ejemplo de ello el caso de Felipe II, considerado uno de los más grandes coleccionistas del Renacimiento europeo. Los libros de medallas se convirtieron asimismo en referentes artísticos y sociales, y las monedas y medallas representaron a los gobernantes con referentes en la estética de la Antigüedad Clásica.  Con la unión de las Coronas de Castilla y Aragón, el Descubrimiento de América y la expansión de la Monarquía española a comienzos del siglo XVI, abundaron los estudios dedicados a la cimentación de un pasado glorioso, y en este sentido, tanto la numismática como la epigrafía fueron consideradas los documentos disponibles más importantes y en ocasiones únicos para ello, y por ende los testimonios más directos para los estudios históricos.

 Este fenómeno no fue exclusivo de los reinos hispánicos, sino una corriente generalizada de las sociedades europeas renacentistas, en las que el afán del conocimiento, unido al del coleccionismo, llevó a notables estudios y a la formación de importantes colecciones artísticas y numismáticas por la realeza, la nobleza, las altas jerarquías eclesiásticas y por los eruditos interesados tanto en la historia como en el arte en todas sus dimensiones. Famosa fue la colección de Alfonso V de Aragón, conformada tras sus viajes por tierras italianas. La reina Isabel entregó a Bartolomé de Zuloaga trescientas monedas variadas que habían pertenecido al prelado Pedro González de Mendoza. Igualmente interesado en las monedas y medallas, entre otros objetos y piezas de arte, Carlos V reunió un importante monetario.

 


Medio escudo milanés a nombre de Carlos V 

Su colección fue posteriormente ampliada por su hijo Felipe II, una colección que puede ser considerada la más importante de nuestro país, con nuevas adquisiciones, como las monedas enviadas por el Virrey de Cerdeña, Antonio de Cardona, en 1539, las recibidas de Filippo Archinto en 1540, las colecciones de Benito Arias Montano y otras que habían sido propiedad de Diego Hurtado de Mendoza y Antonio Agustín y donaciones recibidas de Benito Arias Montano, Pedro Ponce de León, Páez de Castro, Alvar Gómez o Ambrosio de Morales.  Dicho monetario, conservado en el Monasterio de El Escorial, ha sido por desgracia sometido a pérdidas e incluso devastaciones, destacando la producida durante la Guerra de la Independencia, por lo que, como afirma Elena Ruiz, no se puede saber a ciencia cierta su composición en su época dorada, aunque se supone que contenía, entre otras joyas, las bellas medallas labradas para los monarcas hispánicos por célebres medallistas como Jácome Trezzo, Leone Leoni, Benvenuto Cellini o Giovanni Battista Poggini. 


Medalla de  1555 de Felipe II y María Tudor

Como acertadamente recoge Albert Estrada-Rius, fue la valoración que se dio en la época del Humanismo a las monedas, tanto para su coleccionismo como para su estudio, lo que sentó las bases del establecimiento de la Numismática como disciplina, dado que sin las colecciones reunidas por los humanistas y los eclesiásticos y príncipes contemporáneos no habría sido posible avanzar en metodología de la disciplina. Los primeros tratadistas fueron coleccionistas que daban a conocer su propio monetario, intercambiando información y ejemplares con otros coleccionistas. Si bien de alguna manera incentivaron el expolio de un patrimonio arqueológico entonces no valorado, también ayudaron a contextualizar las monedas encontradas en algunos tesoros antes de su dispersión, y salvaron numerosas piezas de ser fundidas para aprovechar el metal precioso en las que estaban acuñadas. 

 

Denario de Adriano con reverso Hispania  

Además de piezas de la Antigüedad, parte de estos monetarios estaban formados por las monedas y medallas contemporáneas que se iban acuñando, dado que la moneda fue y es un excelente medio difusor de motivos y temas iconográficos, debido a su relativamente escaso valor material, lo que la hace accesible a un gran número de coleccionistas y aficionados. Para su guarda y conservación se empezaron a utilizar pequeños gabinetes o monetarios con bandejas, con huecos para colocar las monedas. Como afirma Antonio Roma, los monetarios que han llegado a nuestros días no son hispanos, salvo al que perteneció al emperador del Sacro Imperio Fernando I, sucesor de su hermano Carlos V, realizado en madera y con forma de libro, en el que las monedas están incrustadas. 

Medalla de Felipe II realizada por Jacome Trezzo 

Este coleccionismo y estudio de las monedas se producía tanto para la mera contemplación de su propia belleza como para el conocimiento de datos históricos precisos sobre las distintas civilizaciones que tuvieron su solar en la Península Ibérica, incluyendo la griega y la romana. Con las monedas se pudieron descubrir emperadores, magistrados o poblaciones desconocidos por otras fuentes, así como estudiar la valiosa información que contienen sobre sus ritos y religiones, vestimenta o edificios. Sus motivos iconográficos se convirtieron en fuente de inspiración para otras disciplinas artísticas, como la escultura, la pintura, el grabado, la literatura e incluso para la decoración de los edificios. Ello explica la multiplicación en Europa de numerosos tratados numismáticos que estudiaban y reproducían fielmente estas monedas. 

 

Áureo de Octavio posiblemente acuñado en Caesaraugusta 

Con la aparición de la imprenta, como afirma Cruces Blázquez, los libros renacentistas dejaron de ser una posesión institucional para convertirse una posesión individual. La difusión de estos Libros de Medallas, según esta autora, está vinculada de forma directa a la compleja red de impresión, importación y distribución editorial centralizada en Medina del Campo, facilitando su adquisición a estudiantes, docentes universitarios, profesionales, eclesiásticos, nobles y hombres cultos. En el siglo XVI estos tratados se imprimieron, vendieron y engrosaron las bibliotecas privadas, junto con los provenientes de otros países, significativamente de los diferentes estados italianos y de otras regiones europeas, y sus adquirentes solían ser igualmente coleccionistas de monedas y medallas. Esta difusión permitió, como afirma Blázquez, que durante la etapa humanista las monedas romanas representaran la esencia del mundo antiguo y constituyeran auténticos arquetipos. Por ello se copiaron y aplicaron sus diseños y parámetros casi obligatoriamente a todo lo que era susceptible de recibir ornamentación, cobrando la efigie de la persona representada con un diseño numismático un valor añadido.

Reproducción de monedas en la obra de Juan Fernández Franco 

La numismática fue asimismo capital para el estudio de los pueblos prerromanos de la península, en una época en la que los nuevos descubrimientos geográficos y las alianzas matrimoniales supusieron el paso al primer plano de las esferas política y cultural de los reinos hispánicos. La búsqueda en la Antigüedad remota de la base del poder coetáneo a estos autores ilustró la obra de autores como el cordobés Juan Fernández Franco, autor de un tratado de monedas antiguas en las que estudia las monedas acuñadas en Hispania, aunque solamente reconoce aquellas que llevan epígrafes latinos. De entre estos estudiosos, el antes citado Antonio Agustín fue el primero que trató de descifrar los caracteres grabados en las acuñaciones prerromanas y conjeturó sobre la posibilidad de que se refiriesen al nombre de las ciudades emisoras.   

 

Denarios reproducidos en la obra de Lastanosa 

Como recoge Antonio Roma, hay referencias del interés por la numismática de los eruditos de esta época Juan Andrés Strany, Felipe de Guevara, Diego Hurtado de Mendoza, Pedro Ponce de León, Diego de Covarrubias, Jerónimo Zurita, Ambrosio de Morales, Alvar Gómez de Castro, Antonio Agustín, Juan Fernández Franco, Martín de Gurrea y Aragón, Marqués de Villahermosa, Pedro Chacón, Benito Arias Montano, Juan de Mariana, Bartolomé Salvador de Solórzano, Rodrigo Caro, Galcerán de Pinós, Marqués de Guimerá, Vincencio Juan de Lastanosa y Martín Jimena Jurado. Otros personajes relevantes que tuvieron y conservaron antigüedades y monedas fueron a modo de ejemplo Fadrique Enríquez, Antonio de León Pinelo o el propio Cardenal Cisneros, cuya colección pasó a integrar la Biblioteca de la Universidad Central, y de ahí se remitió al Museo Arqueológico Nacional en 1868. 

Para saber más: 

BLAZQUEZ CERRATO, C., “Emblema Hispaniae: la percepción histórica de España a través de la Numismática en los textos humanistas”,  La impronta humanística (ss. XV-XVIII): saberes, visiones e interpretaciones, 2013, pp. 363-376.

BLAZQUEZ CERRATO, C., “Los “Libros de Medallas” renacentistas como referentes sociales y artísticos”, XV Congreso Nacional de Numismática (Madrid, 28-30 octubre 2014), pp. 1217-1230.

ESTRADA-RIUS, A., “El expolio numismático: reflexiones y retos desde la experiencia numismática”, Mélanges de la Casa de Velázquez,  Nº 51, 2, 2021, pp. 293-298.

GONZALBES CRAVIOTO, E., “Antigüedades romanas en los manuscritos del erudito Juan Fernández Franco (siglo XVI)”, ANTIQVITAS, N. º 18-19, 2007, pp. 227-235.

MORENO GARRIDO, A., “El aragonés Antonio Agustín (1516-1586) y la estampa de tema numismático como fuente iconográfica”, Cuadernos de arte de la Universidad de Granada,  Nº 18, 1987, pp. 243-252.

ROMA VALDÉS, A., “Numismática española e iberoamericana. Su origen como disciplina y sus protagonistas”, Textos de Numismática, Número 9,  2016.

RUIZ DE AZÚA MARTÍNEZ, E., “El Monetario de San Lorenzo del Escorial. Un ejemplo de coleccionismo en Época Moderna y su relación con las artes”, Literatura e imagen en El Escorial: actas del Simposium (1/4-IX-1996), pp.  889-902.

domingo, 29 de enero de 2023

Medios escudos, durillos, escuditos, coronillas o veintenes

 Publicado en El Eco Filatélico y Numismático, nº 1325, 2023

La necesidad de moneda menuda para hacer frente a los cambios de las monedas de oro de gran formato en el pequeño comercio llevó a que por una Ordenanza de 25 de noviembre de 1738 dada en San Lorenzo se ordenase la acuñación de una nueva especie monetaria, medios escudos de oro con un valor de 18 reales y 28 maravedíes de vellón, que fueron conocidos como escuditos o coronitas. Este nuevo circulante tenía un peso de entre  1,6 y 1,7 gramos, una talla de 136 piezas por marco y un diámetro de entre 15 y 15 ½ milímetros. 

Debido a su alto valor nominal, equivalente al del real de a ocho o peso en 1728, y su menor peso, 16 veces menor a su equivalente en moneda de plata, tuvo una rápida aceptación en la circulación. Con posterioridad se rebajó su peso y se hizo equivaler a 20 reales de vellón, la nueva valoración de los pesos, por lo que recibió el nombre de veintén. Esta estimación se mantuvo durante todo el periodo en el que fueron acuñados, hasta el reinado de Isabel II, a pesar de todas las reformas monetarias posteriores, lo que se llevó a cabo o bien rebajando su ley o bien rebajando su peso. 

Este módulo no era desconocido en nuestra historia numismática, toda vez que fue utilizado en las emisiones privativas de los reinos de Valencia y Mallorca desde el reinado de Carlos II, habiendo una emisión de 1703, sin fechar, a nombre de Felipe V de Palma de Mallorca. Acuñadas en las Casas de Moneda de Madrid y Sevilla, las monedas emitidas difieren tanto en el diseño del busto del monarca como en su diámetro, así como en el mayor o menor desarrollo de las leyendas. Con los medios escudos se asiste en el sistema monetario castellano al nacimiento del numerario áureo provincial, dado que su circulación quedaba circunscrita al territorio peninsular. 

En su anverso estas nuevas emisiones llevan el busto a derecha de Felipe V con gran peluca barroca, y la leyenda circular en las primeras emisiones PHS y D G HI ET IN R 1738. En el reverso, por la imposibilidad de ocupar su pequeño espacio para el uso del escudo grande de la Monarquía, se optó por el escudo sencillo del tipo peto esquinado, cuartelado de castillos y leones y coronado, con escusón de Borbón en su centro, y la leyenda INITIA SAPIENTIAE TIMOR DOMINE,  El principio de la sabiduría es el temor del Señor (Proverbios 1:7). 

La primera de las reformas de esta nueva moneda se produjo en 1742, cuando en fecha 22 de junio se ordenó la acuñación de nuevos medios escudos, con el valor antes citado de 20 reales de vellón, con ley de 21 quilates y 3 granos. El motivo aducido para esta reforma fue la dificultad que suponía para su cambio en moneda de plata el pico de los 8 maravedíes. Estas emisiones mantienen el busto del anverso y el escudo del reverso, con o sin escusón, con leyenda PHILLIPPUS * V*D*G* y la fecha de emisión en su anverso e HISPANIARUM*REX y las siglas de ceca y de los ensayadores. 

Las acuñaciones de este módulo continuaron e incluso se incrementaron durante el reinado de Fernando VI, dado que su buena acogida propició su uso y evitó la emisión de reales de a ocho de plata nacional, con los mismos tipos que los usados por su padre. Los durillos se siguieron batiendo igualmente desde su fallecimiento entre 1759 y 1771, con emisiones conocidas de todos los años, ya en el reinado de Carlos III, con idéntico reverso que el visto en las emisiones anteriores y la leyenda HISPANIARVM REX. 

Desde 1772 variaron los tipos, incluyendo un nuevo busto del monarca en su anverso, a derecha y a la heroica, con lazo y Toisón de Oro al cuello, y la leyenda CAROL.III.D.G.HISP.R y el año de emisión. En su reverso, sin leyenda, se incluyó el mismo escudo utilizado para los reales de a ocho, con castillos y leones dentro de un escudo de casulla o piel de toro, con escusón de tres lises en su centro en forma de óvalo, coronado y rodeado del Toisón de Oro, la marca de ceca a su izquierda y las siglas de ensayador a su derecha. 

En el año 1786 se comenzaron a emitir nuevos veintenes, tras la promulgación de la Pragmática Sanción de 21 de marzo. El motivo de esta nueva acuñación fue que los anteriores habían incrementado su valor, por razón del premio, a 21 reales y un cuartillo de vellón, tras la publicación de la Real Pragmática de 17 de julio de 1779. Estas nuevas monedas mantuvieron los motivos y leyendas de su anverso, pero en su reverso se representaron los mismos motivos dentro de un escudo oval. 

El valor de estos nuevos escuditos de nueva labra quedó fijado en los mismos 20 reales de vellón. Con esta disposición, la relación o ratio entre el oro y la plata quedó fijada en 1:15 para la moneda nacional y en 1:16,4 para la provincial, y fue según Elena García Guerra una medida de política monetaria concertada con Francia dentro de los acuerdos del Pacto de Familia, con el objeto de evitar la exportación de moneda áurea a Inglaterra.  Se previó que se recogiesen los durillos anteriormente acuñados en el plazo de dos años en las Casas de Moneda y en las tesorerías provinciales y militares, medida que fue prorrogada varias veces, como sucedió por la Real Cédula de 29 de febrero de 1796. 

A pesar de ello, los veintenes antiguos gozaron de una larga existencia y aceptación en el circulante, dado que siguieron circulando por su valor real hasta 1862. En 1787, por ejemplo, la Cancillería Real y el superintendente de los edificios religiosos de Granada informaron a la Corona que habían rehusado el recibo de unos 300.000 veintenes, por lo que los tenedores los habían remitido a Sevilla como metal. Los oficiales, en vez de ser felicitados, fueron instados a que en lo sucesivo recibieran dichos veintenes en pago. Francisco Paradaltas recogía que en 1847 seguían en circulación, recibiendo una estimación de 21 reales y 8 maravedíes de vellón. 

Los medios escudos se acuñaron durante el reinado de Carlos IV en la ceca de Madrid, ininterrumpidamente desde 1788 hasta 1796, y en el de su hijo Fernando VII en 1817. En el reinado de Isabel II se produjeron nuevas emisiones, ajustándolas a su valor facial en reales de vellón, con busto de la reina a izquierda y la leyenda  ISABEL 2ª  POR LA G. DE DIOS Y LA CONST y la fecha en su anverso, y el escudo grande de la monarquía y la leyenda REINA DE LAS ESPAÑAS, así como su valor facial, 20 Rs, en su reverso, realizadas en Madrid entre los años 1861 y 1863. Posteriormente, en 1865 y 1866, se acuñaron nuevos durillos con su valor facial en escudos de vellón, 2 escudos. 

El módulo de los veintenes fue igualmente utilizado para la emisión de las Medallas de Proclamación de los sucesivos monarcas desde Fernando VI en 1746, de Carlos IV en 1789, de Fernando VII en 1808 y de Isabel II en 1833. Finalmente, con la adopción del nuevo sistema monetario nacional basado en la peseta, este longevo numerario fue retirado de la circulación y sustituido por las nuevas emisiones.   

Para saber más: 

ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN, G, “Guerras, monedas y deuda durante el reinado de Carlos III”, en Carlos III y la Casa de la Moneda, Catálogo de la exposición celebrada en el Museo casa de la Moneda, Madrid, diciembre 1988-febrero 1989.

GARCÍA GUERRA, E., “Moneda en España en los siglos XVI-XVIII”, en Historia de España XIV, Historia Moderna, La economía en la España Moderna, Madrid, 2006, pp. 201-240.

GIL FARRÉS, O., Historia de la moneda española, Madrid, 1976.

HAMILTON, E.J., “Monetary Problems in Spain and Spanish America, 1751-1800”, The Journal of Economic History, Vol.4, nº 1, May, 1944, pp. 21-48.

MORENO Y CASANOVA, J.J., “Medio escudo, pequeña entre las grandes”, Crónica Numismática, abril 2000, pp. 44-45.

PARADALTAS Y PINTÓ, F., Tratado de monedas: sistema monetario y proyectos para su reforma, Barcelona, 1847.

PÉREZ SINDREU, F. de P., “Variaciones en el valor de las monedas durante el siglo VXIII para paliar la escasez de plata y evitar la salida de las monedas españolas al extranjero”, Gaceta Numismática 155, diciembre 2004, pp. 43-53.

SANTIAGO FERNÁNDEZ, J. de, “Legislación y reforma monetaria en la España Borbónica”, en VI Jornadas sobre Documentación Borbónica en España y América  (1700-1868), Madrid, 2007, pp. 403-436.

jueves, 26 de enero de 2023

El grabador Bartolomé Maura y Montaner

 Publicado en Puerto Rico Numismático, Vol. XLVIII


https://www.academia.edu/95750166/El_grabador_Bartolom%C3%A9_Maura_y_Montaner

Bartolomé Maura y Montaner, nacido en Palma de Mallorca en 1844 y fallecido en Madrid en 1826, fue un reputado grabador y pintor español,  continuador de una afamada saga de pintores y grabadores por vía materna. Fue hermano del también pintor Francisco Maura y de Antonio Maura, una de las principales figuras políticas del reinado de Alfonso XIII, cinco veces Presidente del Consejo de Ministros y que rigió varios ministerios, como el de Ultramar, cargo que ostentó entre el 11 de diciembre de 1892 al 12 de marzo de 1894. En su cargo de Director Artístico de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, Bartolomé Maura fue el encargado de grabar tanto los billetes de canje de moneda mexicana como los propios pesos y sus fracciones de Puerto Rico de 1895. 

Tras realizar estudios preliminares en la Academia Provincial de Bellas Artes de su Palma natal, se trasladó a Madrid en 1868 para continuar su formación en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado, siendo discípulo de Federico de Madrazo, Carlos Luis Ribera y del grabador Domingo Martínez. Bartolomé Maura fue uno de los grabadores más reconocidos y premiados a nivel nacional e internacional del último tercio del siglo XIX, y es considerado el grabador de interpretación español por excelencia, siendo un excelente grabador de retratos y un activo ilustrador de libros. Entre sus reconocimientos se encuentran el haber sido nombrado Caballero de la Orden de Carlos III en 1877, Comendador de la Orden de Isabel la Católica en 1883 y académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1899. 

En 1872 y hasta 1893 fue el administrador de la Calcografía Nacional, cargo que hubo de abandonar al ganar por oposición el de Director Artístico de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Maura grabó algunas de las más bellas emisiones filatélicas españolas de finales de la centuria, como la realizada para conmemorar el Tercer Centenario de la publicación del Quijote, así como en la serie de Alfonso XIII conocida como cadete y en el primer sello de correspondencia urgente. También fue el grabador en 1898 de los sellos destinados al Impuesto de Guerra, serie en la que destaca la del busto del monarca niño a derecha, con un recargo de cinco céntimos, que remite a las emisiones monetarias de esta época y es muy similar al utilizado en los pesos acuñados para Puerto Rico en 1895. 

Desde 1893 hasta su jubilación fue como antes se dijo el Director Artístico de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Con su nombramiento como Grabador Jefe del Centro Artístico de esta institución por cese de Gregorio Sellán se rompió con una tradición por la que desde 1804 los grabadores se habían formado en el Departamento de Grabado de la Fábrica. Curiosamente, había grabado su primera medalla en 1890, cuando contaba con 46 años. Pero, posiblemente por su formación como grabador en dulce, mostró siempre una gran adaptabilidad, como es patente en su obra, con medallas de temas puramente historicistas, como la realizada para el IV Centenario del Descubrimiento de América en 1829, de tipo Art Noveau como la realizada para la Exposición de Bellas Artes en 1908, o la del simple diseño sigilográfico grabada con ocasión del VI Centenario de la batalla de Las Navas de Tolosa. En 1898 fue nombrado grabador jefe del Banco de España, siendo el responsable del grabado de los bellos billetes emitidos por esta institución. 

Bartolomé Maura y los grabados realizados con ocasión del canje de la moneda mexicana en Puerto Rico 

Como es sabido por los lectores, el 6 de diciembre de 1895 se decretó la prohibición de los pesos mexicanos en Puerto Rico, que debían ser sustituidos por un nuevo numerario remitido desde la Península, valorándose el peso mexicano al 95% de su facial. La moneda retirada se cambiaría la mitad en plata y la otra mitad en unos billetes de canje que habían sido aprobados en agosto, que serían redimidos cuando finalizasen las labores de acuñación de la nueva moneda a partir de la plata recogida en la isla. Dichos billetes fueron grabados por Bartolomé Maura e impresos en Madrid. 

En su anverso viene recogido en una viñeta una representación de Ponce de León, y en el círculo blanco de su centro lleva grabado un sello en seco con la leyenda CANJE DE PUERTO RICO y un velero. Estos billetes fueron impresos con doble matriz de control, y según Ramón Cobo se estima que se imprimieron unos cinco millones de ejemplares. Como curiosidad, el sobrante de estos billetes fue adquirido por una empresa privada, la de  Leopoldo Cerecedo Millán, que los regalaba a sus clientes como recuerdo de la isla, habiendo grabado en la matriz izquierda del anverso la leyenda RECUERDO DE PUERTO RICO AGOSTO 22 1920 CERECEDO. En el reverso de estos billetes se encuentra el escudo de España y las leyendas BILLETE DE CANJE y 1 PESO ULTRAMAR. 

Bartolomé Maura fue igualmente el encargado del grabado de la nueva moneda acuñada para su circulación en Puerto Rico. En esta serie, compuesta por moneda de un peso y 40, 20, 10 y 5 centavos, en su anverso viene representado un bellísimo busto a izquierda del monarca niño, obra de Bartolomé Maura, que remite a otras emisiones peninsulares de la época, salvo en el de menor valor facial. El reverso de la moneda es asimismo en todo trasunto de las emitidas en plata para su circulación peninsular, con escudo coronado con las armas de Castilla, León, Aragón y Navarra, con Granada en punta y escusón de Borbón con tres flores de lis en el centro, flanqueado por las Columnas de Hércules con las leyendas PLUS y ULTRA en sus cintas. Soberbia y preciosa moneda, cuyo reverso ha servido de motivo para el emblema de esta Sociedad Numismática de Puerto Rico.   

Para saber más 

ARROYO, M. D., Bartomeu Maura i Montaner 1844- 1926, Palma de Mallorca, Sa Nostra, 1990.

COBO HUICI, R.,  Billetes de Puerto Rico (II), Numismático Digital, 6 de junio de 2016.

GIMENO, J., “Bartolomé Maura, Mariano Benlliure, Miguel Blay: aspectos de una renovación”, en XIII Congreso Internacional de Numismática, Madrid, 2003: actas, pp. 1725-1735.

MONTESINOS MUÑOZ, V. "Bartolomé Maura i Montaner, familia de Grabadores", Numismático Digital, 21 de diciembre de 2016.

NAVARRO ZAYAS, A.O., “El canje de la moneda mexicana por el peso provincial en Puerto Rico (1895-1896) y Bartolomé Maura y Montaner”, Documenta & Instrumenta, Vol. 20, 2022.

PÉREZ-MAURA Y DE LA PEÑA, A., “Vidas en plenitud: Miguel, Bartolomé y Francisco Maura y Montaner”, MRAMEGH, 28, 2018, pp. 111-138. 

Maura y Montaner, Bartolomé - Medalla conmemorativa: Proclamación de Alfonso XIII como rey de España (academiacolecciones.com)

Bartolomé Maura y Montaner - Colección Banco de España (bde.es)

Museo Arqueológico Nacional - Resultados de la búsqueda (mcu.es)

lunes, 23 de enero de 2023

Propaganda y uso con fines bélicos de los billetes durante la Guerra Civil española

 Publicado en Crónica Numismática, 23 de enero de 2023


https://cronicanumismatica.com/propaganda-y-uso-con-fines-belicos-de-los-billetes-durante-la-guerra-civil-espanola-1936-1939/

Los billetes, como las monedas o los sellos de correos, son fiel reflejo tanto de las concepciones estéticas, religiosas y sociales del estado que los emite, así como de su situación política. Por ello, durante la Guerra Civil ambos bandos seleccionaron la iconografía presente en sus  emisiones notafílicas que mejor encarnase aquellos valores  que querían publicitarse y convertirse en señas de identidad nacional en un soporte, los billetes, que forman parte de la vida cotidiana de los ciudadanos y que ejercen una labor divulgativa muy importante. Por otro lado, el billete fue una importante arma de guerra para el bando nacional, toda vez que buena parte de la masa monetaria que fue siendo capturada a partir del 18 de julio de 1936 fue utilizada para financiar las redes de inteligencia y para compras de equipo y divisas. 

Con ello se perseguía y se consiguió el hundimiento de la cotización del circulante republicano y se imposibilitaron las relaciones comerciales de su gobierno. Este último, aunque al comienzo de la guerra controlaba el 80% de la producción industrial y el 40% de la agrícola, ante el hundimiento de la producción producido entre otras razones por las colectivizaciones, recurrió a la financiación del conflicto con las reservas de oro del Banco de España, las cuartas del mundo al comienzo de la guerra, que se agotaron en 1938. Este expolio llevó a una inflación desatada de los precios, con un incremento de los mismos en un 1.500%. Si en el verano de 1936 una peseta republicana equivalía a un 90% del valor de la nacional, a finales de 1938 se estimaba solamente en un 10%, y en un 5% a comienzos del año siguiente. 

Al poco tiempo de estallar el conflicto, por Decreto de 12 de noviembre de 1936, las autoridades nacionales negaron la validez de los billetes emitidos por la República con posterioridad al 18 de julio del mismo año, procediendo a su resellado, y los republicanos negaron validez a los emitidos por el Gobierno de Burgos por Decreto de 29 de noviembre del mismo año. La moneda metálica prácticamente desapareció de la circulación, en especial la de plata batida durante el periodo monárquico, y fue retirada de la circulación en la zona republicana por Decreto de 13 de octubre de 1936 y sustituida por certificados provisionales de papel. Su atesoramiento y la crónica escasez de moneda llevó a la emisión de vales y sustitutos de billetes por un sinfín de municipios, instituciones regionales, sindicatos, partidos o pequeños comerciantes. Estas emisiones locales, aunque fueron prohibidas por Decreto de 6 de enero de 1938, siguieron circulando hasta finales de ese mismo año. 

Los billetes circulantes en la zona republicana 

La masa monetaria de la época inmediatamente anterior a la proclamación de la República estaba basada principalmente en la moneda metálica, y abundaba la moneda de plata, careciendo el papel moneda de valor intrínseco. En la tipología de las primeras emisiones republicanas hubo una línea continuista, en el sentido de que carecieron de connotaciones políticas y se utilizaron improntas relativas al pasado glorioso de España. En sus anversos se representaron a pintores como Eduardo Rosales o Vicente López, o a personajes como Juan Sebastián Elcano o el Gran Capitán, y en los reversos se usaron temas artísticos. En 1935 se incluyó por primera vez en un billete el escudo de la República.

En este año, ante el atesoramiento que se hacía por los particulares de la moneda de plata se tuvo que emitir papel moneda de bajo facial, de 5 y 10 pesetas, a pesar de la negativa inicial del Banco de España. El 21 de mayo se encargó a la firma británica Bradbury, Wilkinson y Thomas de la Rue la impresión de billetes alegóricos de la República, con una figura femenina con corona mural para los de 10 pesetas y con laurel en las de 5 pesetas. Esta emisión de 120 millones de billetes de 5 pesetas y 70 millones de los de 10 pesetas de facial no fue puesta en circulación hasta 1936, por el Decreto de 13 de octubre antes citado, jugando un papel capital en el circulante republicano de la primera fase de la guerra. 

Durante la guerra se pusieron en circulación o siguieron en la misma algunas emisiones anteriores a la propia proclamación de la República, todas ellas impresas por la firma británica Bradbury. Entre ellas, se encuentra en primer lugar el billete de 1.000  pesetas de la emisión de 1 de julio de 1926, en cuyo anverso se reproducía a Carlos I y en su reverso el Alcázar de Toledo. Una emisión de 50 pesetas de 17 de mayo de 1927, con Alfonso XIII en anverso y una reproducción del cuadro La fundación de Buenos Aires por Juan de Garay, fue resellada por las autoridades republicanas con un sello oval con la leyenda REPUBLICA ESPAÑOLA. De la misma fecha encontramos un billete de 500 pesetas con Isabel la Católica en su anverso y Patio de los Leones, y en su reverso el escudo de los Reyes Católicos, cuya circulación fue prohibida por el gobierno nacional. 

El billete de 25 pesetas de 15 de agosto de 1928, en cuyo anverso viene representado Calderón de la Barca y su monumento en la madrileña Plaza de Santa Ana y en su reverso La devoción de la cruz no se puso en circulación hasta julio de 1936 en la zona republicana. De esta misma serie se pusieron en circulación los ejemplares de 50 pesetas con Velázquez y el Museo del Prado en anverso y La rendición de Breda en reverso en julio de 1938 y en febrero de 1937 los de 100 pesetas con Cervantes y su monumento en la Plaza de España en anverso y Encuentro de Don Quijote con los Duques en su reverso. El billete de 500 pesetas, con Cisneros y la Catedral de Toledo en anverso y La Liberación de los Cautivos de Túnez en su reverso se puso nuevamente en circulación en 1938, y el de mayor valor facial, 1.000 pesetas, con Fernando III el Santo y Catedral de Sevilla en anverso y la Última comunión de San Fernando en reverso, se puso en circulación en junio de 1938. 

Aparte de estos billetes y los impresos durante el periodo republicano que se encontraban en las reservas del Banco de España, hubo algunas emisiones nuevas, como la de 31 de agosto de 1936, en cuyo anverso se representa un autorretrato de Joaquín Sorolla y la torre del Miguelete, y en su reverso el cuadro de este autor Sacando la barca. Su impresión se llevó a cabo en Londres por la firma Thomas de La Rue. Debido a la escasez de moneda fraccionaria, en 1937  y 1938 se emitieron certificados provisionales de moneda fraccionaria con valores de 1 y 2 pesetas y 50 céntimos. En el de 50 céntimos se reproduce en su anverso una alegoría de la República con gorro frigio, en el de una peseta la Victoria de Samotracia y la Cibeles en su reverso, y en el de dos pesetas una alegoría de la República y en su reverso el Puente de Toledo de Madrid. 

En Barcelona se emitieron el 15 de agosto de 1838 billetes sin figura de 100 pesetas y de 5.000 pesetas de facial el 11 de julio de este mismo año. En este último, fabricado también por Bradbury, se reproduce en su anverso a Mariano Fortuny y en su reverso su cuadro La vicaría. Estas emisiones no llegaron a entrar en circulación, pues las tropas nacionales ocuparon Barcelona el 26 de enero del año siguiente. Tampoco  entró en circulación una emisión de 100 pesetas de facial fabricado por Thomas de La Rue con fecha de emisión 11 de marzo de 1938, con la Dama de Elche y un barco fenicio en anverso y el Huerto del Cura de Elche en reverso. 

Los billetes circulantes en la zona nacional 

Mientras tanto, en la zona nacional se procedió, como antes también se apuntaba, al marcado o resellado de los billetes, para con ello dar liquidez económica a su bando, al hacer necesario para su circulación que la población ingresase los billetes en las entidades bancarias, dado que el uso de billetes no estampillados fue perseguido y castigado ejemplarmente. Para llevar a cabo este resellado se adquirieron setenta máquinas manuales, y el sello se estampó en seco en la parte superior de los billetes. Su diseño constaba de dos círculos concéntricos, de 30 y 17 mm de diámetro, con la leyenda ESTADO ESPAÑOL – BURGOS. La facilidad de su falsificación, que se realizó en suelo galo,  hizo que llegase un  momento en el que ningún banco francés aceptase billetes españoles, por su incapacidad de dilucidar si eran verdaderos o falsos. 

Por ello, el Banco de España radicado en Burgos decidió rápidamente el lanzamiento de emisiones propias, en fecha 21 de noviembre de este mismo año, de billetes de 5, 10, 25, 50, 100, 500 y 1.000 pesetas de facial. Para los mismos se utilizó un papel con marca de agua importado desde Alemania por la imprenta Casa Portella de Zaragoza. Otros ejemplares se fabricaron por la firma alemana Giesecke Devrient, de Leipzig. Su diseño corrió a cargo de José López Sánchez-Toda, que proyectó en su anverso el escudo nacional en el que la corona mural se sustituyó por la real, aunque abierta. En los reversos de los tres billetes de mayor facial se representaron monumentos de ciudades ya tomadas por su bando, en el de mayor facial la representación del Alcázar de Toledo, en el de 500 pesetas la Catedral de Burgos y en el de 100 pesetas la Catedral de Burgos. 

El 9 de marzo de 1937 se ordenó la retirada de los billetes estampillados, y en ese mismo año se realizaron dos emisiones, el 18 de julio y el 12 de octubre. Para las mismas se recurrió a la firma italiana Coen y Cartevalori. En estas emisiones las connotaciones propagandísticas fueron mucho más evidentes, fabricándose billetes de muy bajo valor facial, 1 y 2 pesetas, y utilizándose como motivo el escudo del monarca Carlos III. El billete de 1.000 pesetas recoge la imagen de Carlos I e incluye la leyenda II AÑO TRIUNFAL. 

El escudo de este bando no aparecerá en los billetes hasta la peseta de 28 de febrero de 1938, basado en el de los Reyes Católicos, con la sustitución del cuartel de las armas de Sicilia por las de Navarra y la inclusión del águila de San Juan, el yugo y las flechas y las Columnas de Hércules. La última de las series notafílicas del bando nacional durante la guerra se llevó a cabo el 20 de mayo de 1938. Sus tipos siguieron siendo monumentos arquitectónicos, siendo los elegidos para las 25 pesetas la Giralda de Sevilla, el Castillo de Olite para el de 50 pesetas, la Catedral de Santiago para los billetes de 500 pesetas y la representación del cuadro Defensa del Púlpito de San Agustín en el de 1.000 pesetas. 

Para saber más: 

CORPORALES LEAL, C., “Moneda y Guerra Civil española: Delitos monetarios”, Ab Initio, Núm. Extra. 1, 2011, pp. 169-202.

CORREYERO RUIZ, B., “Propaganda turística y estatal en España a través de sellos y billetes”, Historia y Comunicación Social, Vol. 7, 2022, pp. 31-45.

FRANCISCO OLMOS, J.M. de, “El estampillado de billetes de banco: alteración de un documento económico como medio de propaganda”, Revista general de información y documentación, Vol. 14, Núm. 2, 2004, pp. 59-96.

IGLESIAS RODRÍGUEZ, G. y FERNÁNDEZ GARCÍA, A., La propaganda política durante la guerra civil española: la España Republicana, Madrid, 2005.

MARTÍN-ACEÑA MANRIQUE, P., “Los problemas monetarios durante la Guerra Civil española”, Studia Historica. Historia Contemporánea, nº 3, 1985, PP. 119-126.

RINCÓN CARRASCO, C., “Propaganda política en la Guerra Civil: La emisión de billetes”, Ab Initio, Núm. Extra. 2, 2012, pp. 279-312.

SANTIAGO FERNÁNDEZ, J. de, “Utilización política y propaganda en el papel Moneda Español entre la II República y el Primer Franquismo”, Gaceta Numismática, Nº. 153, 2004, pp. 23-44.

TORTELLA CASARES, Teresa, “El billete español en la Edad Contemporánea. Mucho más que un medio de pago”, en VII Jornadas Científicas Sobre Documentación Contemporánea (1868-2008), Dpto. de Ciencias y Técnicas Historiográficas, Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 2008.

VVAA, La moneda a la guerra civil espanyola: art, disseny i propaganda, XXII Curs d’Història Monetària Hispànica, 27 y 28 de noviembre de 2019.

lunes, 2 de enero de 2023

La aceptación de las monedas de las nuevas repúblicas hispanoamericanas en Puerto Rico

 Publicado en Puerto Rico Numismático, enero 2013

https://www.academia.edu/94176844/La_aceptaci%C3%B3n_de_las_monedas_de_las_nuevas_rep%C3%BAblicas_hispanoamericanas_en_Puerto_Rico

El proceso de Independencia de las nuevas repúblicas hispanoamericanas supuso una de las mayores mutaciones en los flujos monetarios de la Historia. En pocos años, el flujo de plata que procedente de las Casas de Moneda españolas en el continente americano y que alimentaba el comercio mundial desde hacía tres centurias se alteró y finalmente quebró, y las vicisitudes bélicas afectaron especialmente a las principales áreas productivas, Nueva España y Potosí, a comienzos de los movimientos insurreccionales. La escasez se sintió en todo el mundo, y puede considerarse que en el circulante a nivel mundial la Era de la Plata fue sustituida por la Era del Billete. 

Estos problemas se añadieron  en Puerto Rico a los derivados del retraso de los situados, a la inclemencia climática  y a los enfrentamientos bélicos de finales del siglo XVIII y principios del XIX, con los graves perjuicios sufridos por el recurso de las papeletas sin respaldo en moneda metálica. Esta situación se vio paliada cuando por Decreto de 18 de junio de 1813 se autorizó por el gobernador Salvador Meléndez Bruna y por la recomendación del intendente Alejandro Ramírez, la entrada y circulación legal de la moneda macuquina procedente de los refugiados venezolanos, como un mal menor necesario para garantizar la circulación monetaria en la isla.  Con ello se consiguió amortizar el papel moneda en una cuantía de medio millón de pesos, y se dotó a la isla de un circulante que se mantuvo, no sin problemas, durante años y evitó las anteriores tensiones monetarias sufridas. 

En esta situación, la moneda provincial española, conocida como sevillana, acuñada en las cecas peninsulares en pesetas y medias pesetas, comenzó a aparecer en cantidades crecientes en las Antillas españolas, aunque con menor presencia en Puerto Rico que en Cuba. A pesar de lo afirmado por algunos autores, la llegada de este numerario, cuya circulación estaba restringida por ley a la España peninsular, se debió principalmente a su amplia difusión en las colonias caribeñas del Reino Unido, en los Estados Unidos y en Canadá, donde era la moneda más utilizada y común entre las clases populares. Su presencia en Cuba, Puerto Rico e incluso en las nuevas repúblicas independientes se debió principalmente a los fallidos intentos del gobierno británico por sustituir el patrón monetario basado en el dólar o peso español por el de la plata esterlina hacia 1825, que si bien no consiguió retirar de la circulación ni alterar el sistema monetario del peso, supuso la desmonetización de la moneda provincial española, que circulaba en todas sus posesiones caribeñas y en Norteamérica en grandes cantidades. 

 Se asistió igualmente a la gradual llegada de moneda acuñada por las nuevas repúblicas independientes, que en un primer momento no se aceptaron en la circulación, por las connotaciones políticas que ello supondría de reconocimiento implícito de su soberanía política y monetaria. En estas primeras emisiones de los nuevos estados el peso del precedente sistema monetario castellano fue claro, tanto en las denominaciones de las monedas como en su ley y peso. Por ello, ante la escasez de circulante y unas relaciones comerciales nuevamente abiertas, se comenzaron a recibir por las autoridades solicitudes para permitir su circulación. En virtud de ello, a partir del 23 de octubre de 1833 se admitieron en la isla las monedas de aquellos territorios, que aun así seguían considerándose como provincias disidentes. 

En virtud de ello, las monedas de plata se recibieron por su mismo valor en plata nacional de cuño español. En el caso de las emisiones áureas, el valor de cada onza se fijó en 15 pesos y medio, mientras que la de cuño nacional se estimaba en 16 pesos. Con ello, este tipo de moneda, especialmente la mexicana, entró en circulación en la isla. Tres años después, se ordenó en fecha 24 de marzo de 1836 que la cuarta parte de los derechos correspondientes a la moneda nacional pudieran pagarse en moneda de esta procedencia, dado que la falta de moneda fuerte o nacional hubiese paralizado el comercio, permitiéndose con ello pagar los aranceles aduaneros con este tipo de moneda. 

A pesar de ello, no faltaron detractores a estas medidas. La falta de recursos derivada de varios factores, entre los que se encontraban el abandono de las explotaciones menos rentables, el déficit crónico de las nuevas repúblicas y la inestabilidad política y social, llevó a la manipulación de la moneda con fines recaudatorios e hizo que algunas de estas nuevas emisiones fuesen repudiadas fuera de sus fronteras. Ya en 1836 se pidió en Puerto Rico la primera reducción del valor de la moneda de los nuevos estados, debido a los problemas derivados del nuevo circulante colombiano. En el año 1855 el debate llegó a las Cortes, donde se originó un Proyecto de Ley en el que se pedía que se facilitase la circulación de las monedas de las repúblicas hispanoamericanas, una vez que se comprobase su peso y ley. 

Fuentes consultadas: 

Archivo Histórico Nacional, Ultramar, 1065, exp.9. 

Para saber más: 

ADINA CETI, M., Los problemas monetarios en Puerto Rico en la primera mitad del siglo XIX, Trabajo de Fin de Máster en Patrimonio Histórico Escrito, Universidad Complutense de Madrid, Curso 2018-2019.

CÓRDOVA, P.T. de, Memoria sobre todos los ramos de la Administración de la Isla de Puerto-Rico, Madrid, 1838.

CRESPO ARMÁIZ, J., Fortalezas y Situados. La geopolítica española y sus efectos sobre el desarrollo económico y monetario de Puerto Rico (1582-1809), Puerto Rico, 2005.

CRUZ MONCLOVA, L., Historia de Puerto Rico. Siglo XX, Tomo I (1808-1868), Madrid, 1970.

IRIGOIN, A., “Las raíces monetarias de la fragmentación política de la América Española en el siglo XIX”, Historia Mexicana, vol. LIX, núm. 3, enero-marzo, 2010, pp. 919-979.

LLUIS Y NAVAS-BRUSI, J., "La herencia española en la moneda hispanoamericana", NVMISMA, nº 28, septiembre-octubre 1957, pp. 55-92.

MAR, A., The science of Money, George Bell & Sons, Londres, 1885.