Publicado en El Eco Filatélico y Numismático, Diciembre 2021
Entre los años 1808 y 1827 se procedió en Brasil
a una masiva reacuñación de las monedas de plata en circulación, pesos o duros
de cuño español, tanto acuñados en América como en las distintas cecas
peninsulares, en un volumen cercano a las 22 millones de piezas. Estas monedas,
conocidas como patacón o 960 reis, son actualmente consideradas la joya de la
numismática brasileña, siendo su coleccionismo muy popular entre los
numismáticos de este país.
Los motivos de esta ingente reacuñación fueron diversos. Por un lado, se afirma que la primera de ellas, la realizada en 1808, se llevó a cabo para sufragar los gastos de la Corte que, acompañando al regente don Juan y a su mujer, la infanta española Carlota Joaquina de Borbón, llegó a Bahía el 2 de enero de 1808, huyendo de la invasión napoleónica de la Península Ibérica. En 1815, acabadas las guerras napoleónicas, don Juan creó el Reino Unido de Portugal, Brasil y los Algarves, manteniéndose como Príncipe Regente hasta la muerte de su madre el 20 de marzo de 1816.
Las historias de Portugal y Brasil corren parejas con las de España y sus Reinos de las Indias durante el siglo XIX. Así, en 1820, y como réplica del alzamiento de Riego en España, estalla igualmente una revolución liberal en Oporto que reclama al rey Juan VI, que tiene que aceptar la Constitución, como le sucedió a su cuñado Fernando VII. El 7 de marzo de 1821 anunció su vuelta a Portugal, nombrando el 22 de abril Regente de Brasil a su hijo don Pedro.
Como sucedió igualmente en España, donde las Cortes no reconocieron las propuestas de independencia de sus dos principales virreinatos, Nueva España y Perú, sobre la base del mantenimiento del régimen monárquico en la figura de Fernando VII o algún miembro de su familia, las Cortes de Lisboa ordenaron a don Pedro su vuelta a Portugal, a lo que se negó. Convertido en Pedro I, fue coronado como Emperador Constitucional y Defensor Perpetuo de Brasil el 1 de diciembre de 1822.
La vida de este joven imperio no estuvo exenta de las mismas convulsiones sociales, económicas y políticas que sacudieron a las nuevas repúblicas hispanoamericanas surgidas de la implosión de la Monarquía española en estas mismas fechas. Durante la Guerra Civil que sacudió Portugal, de nuevo coincidente con el conflicto de la Primera Guerra Carlista en España, Pedro I abdicó de su título en su hijo, Pedro II, y se trasladó a Europa, muriendo en 1834 como regente de su hija María II, una niña de 14 años. Nuevamente es observable el paralelismo entre ambos países ibéricos, tanto en el régimen liberal que adoptaron como en el hecho de que la nueva monarca española era la también niña Isabel II.
Junto a esta inestabilidad política, no podemos obviar también la gran conmoción que supusieron los procesos independentistas en el flujo monetario no solo de ambas monarquías, sino a nivel mundial. Con Portugal y prácticamente toda la España peninsular ocupadas por los ejércitos napoleónicos, se produjeron las sublevaciones de Miguel Hidalgo en Nueva España y en el Virreinato del Río de la Plata, en nombre de Fernando VII, contra la Junta de Regencia.
La primera de ellas se desarrolló en las principales áreas mineras del virreinato, con la consiguiente destrucción y saqueo de sus principales Reales de Minas. En cuanto a la autonombrada Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata a nombre del Señor Don Fernando VII, el 25 de noviembre de 1810 ocupó Potosí, llevándose Juan Martín de Pueyrredón en su retirada el 20 de julio de 1811 toda la plata amonedada y sin acuñar de la ceca y de los particulares, produciéndose nuevos saqueos tras las ocupaciones del ejército de Manuel Belgrano en 1813 y del de José Rondeau en 1815.
Todo ello supuso la ruina de los dos principales centros productores de plata a nivel mundial, lo que hundió no solamente las bases económicas de la Monarquía española, sino todo el comercio internacional de este metal y el flujo de la moneda de cuño español, la divisa mundialmente aceptada durante tres siglos. Ello explica, más que otras posibles razones fiscales o recaudatorias, que las autoridades brasileñas, que nunca habían tenido problemas de circulante argénteo por ser los pesos españoles su circulante más extendido y natural, optasen por realizar estos resellos, que no invalidaban el valor universalmente reconocido a esta moneda, para dotarse de un circulante nacional y evitar con ello igualmente su salida del territorio.
El primer resello de 1808
El valor de la moneda de ocho reales de cuño español circulante cuando comenzó esta convulsa época estaba fijado en su valor intrínseco, entre 750 y 800 reis. En fecha 1 de septiembre de 1808 se autorizó el aumento del valor de los mismos a 960 reis, procediéndose a su resellado en un primer momento en las casas de fundición del estado de Minas Gerais, y posteriormente en las cecas de Bahía y Río de Janeiro. Esta nueva pieza de 960 reis fue conocida como patacaô, con un valor de tres patacas.
El resello se realizó sobre ambas caras de la moneda española utilizada como cospel, mediante un punzón circular que tenía como motivo en el anverso el escudo coronado de Portugal con el nuevo valor, 960, debajo, y en su reverso una esfera armilar, representación del mundo descubierto por los navegantes portugueses durante los siglos XV y XVI y motivo heráldico introducido por el citado Juan VI como símbolo del Reino de Brasil. A diferencia del segundo resello que luego veremos, dejaba ver perfectamente los motivos originales de la moneda utilizada como cospel.
Como recoge Prober, la mayor parte de estos resellos se llevaron a cabo sobre pesos de Carlos IV, si bien se conservan ejemplares acuñados durante los reinados de Carlos III, tanto de busto como columnarios de mundos y mares, de Fernando VII e incluso sobre las primeras emisiones potosinas de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
El nuevo resello
Por Alvalá de 20 de noviembre de 1809 se ordenó acuñar moneda con valor facial de 960 reis en las cecas de Río de Janeiro y Bahía, y por Provisión de 4 de abril del año siguiente se ordenó batir esta moneda sobre los pesos castellanos utilizando los tipos de las emisiones provinciales de 640 reis, sobre el ensayo de 1809 del grabador inglés Pidgeon. La misma sigue los motivos utilizados en las monedas de plata brasileñas del siglo XVIII. Estas reacuñaciones no se aplicaron a los cantos, por lo que las monedas conservan los suyos originales, y en las mismas son visibles en mayor o menor medida los motivos originales de la moneda sobre la que fue acuñada.
En su anverso aparece el escudo de las quinas de Portugal coronado, con la fecha dividida en dos dígitos a ambos lados de la corona, el valor 960 en la parte izquierda entre dos puntos y tres florones en la derecha, y la leyenda circular JOANNES D G PORT REGENS ET BRAS D. Los motivos del reverso utilizados fueron la esfera armilar antes citada con la marca de ceca en su centro, sobre la Cruz de la Orden de Cristo, y la leyenda SUBQ SIGN NATA STAT.
Posteriormente y tras la unión de los reinos antes citada, entre 1818 y 1821 el motivo del anverso se cambió por una guirnalda coronada, con en su interior el valor facial, 960, el año de emisión y la inicial de la ceca, y la leyenda JOANNES VI D G PORT BRAS ET ALG REX. En el reverso de esta variante aparece el escudo de las quinas sobre la esfera armilar. El último de los cuños utilizados, desde 1822 a 1831, lleva en su anverso una orla de flores con el valor 960 rodeado de 8 florones y la leyenda PETRUS I D G CONST IMP ET PERP BRAS DEF, y en su reverso un escudo con la esfera rodeada de un círculo de estrellas coronado, rodeado de una guirnalda y la con la leyenda IN HOC SIGNO VINCES.
Aunque se conservan algunas piezas batidas sobre cospeles nuevos, la inmensa mayoría de estas monedas se acuñaron sobre piezas de ocho reales de cuño español de las cecas ultramarinas, y en menor medida sobre moneda acuñada en las cecas españolas de valor de ocho reales de plata nacional, veinte reales de vellón, duros y cinco pesetas o treinta sous, así como sobre moneda acuñada por las nuevas repúblicas hispanoamericanas. Aunque de manera simbólica, se conservan igualmente ejemplares de oros países del mismo formato que el peso, dólar o tálero, y si bien entre 1832 y 1834 se batieron 960 reis sobre cospeles nuevos en Río de Janeiro, la emisión se redujo a 3.193 ejemplares.
En su estudio monográfico de una colección de esta bella moneda, Tomás Vallaure se pregunta cuántas piezas sobreviven, una pregunta de imposible respuesta, suponiendo que serán relativamente pocas en relación con el total de ellas reacuñadas. Además de en Brasil, circularon en Portugal, en las Azores y en otros territorios, encontrándose en las subastas y ofertas numismáticas algunos ejemplos nuevamente resellados. Pero, como por desgracia sucede demasiado a menudo con los resellos, hay que tener mucho cuidado con las falsificaciones.
Para saber más:
AMATO, C., “O Patacâo”, Sociedade Numismática Brasileira, Boletin nº 51, 2003.
LEVY, D.A., “Os Recunhos das Moedas de 960 réis”, Sociedade Numismática Brasileira,
Boletin nº 54, 2003.
PROBER, K. , Catálogo das Moedas
Brasileiras, Rio de Janeiro, Brasil, 1960.
VALLAURE ACHA, T., “El duro hispano-brasileño de 960 reis sobre 8 reales. Estudio de una colección”, Gaceta Numismática nº 200, diciembre 2020, pp. 63-105.