martes, 2 de noviembre de 2021

Los hallazgos monetarios en Hispania de moneda procedente de Judea

 Publicado en Crónica Numismática, 2 de noviembre de 2021

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En opinión de Luis García Iglesias, es posible que comunidades judías se hubiesen instalado en la Península Ibérica  ya en tiempos de la llegada de los colonizadores fenicios, e incluso con la diáspora provocada por Nabucodonosor, como habían afirmado  los sabios hebreos Rabí Isaac Abravanel y Salomón Ibn Verga. Según este autor, es muy posible que llegasen en todo caso tras las conquistas de Pompeyo en Palestina, el destierro de Herodes Antipas y la destrucción de Jerusalén por Tito en el año 70. Su presencia estaría atestiguada entre otras fuentes y relatos por los hallazgos de moneda procedente de Palestina y Judea en Llivia, Ampurias (yacimiento en imagen de portada) y en Iluro (Mataró). 

El conjunto más importante de estas monedas está compuesto por las encontradas en la ciudad de Ampurias, que se encuentran en el Museo de Arqueología de Cataluña. Proceden de varios hallazgos entre los años 1949 y 1971, si bien solamente una de ellas se encontró en una campaña arqueológica. Se tiene asimismo noticia de otra en manos de un particular acuñada en tiempos de Tiberio y de otras dos más de la misma época encontradas durante la excavación de 1975. 

Diez de ellas que se encontraban en el antiguo Museo Arqueológico de Barcelona fueron estudiadas en 1976 por Eduardo RipollJosé María Nuix y Leandro Villaronga. No son parte de un tesorillo, sino que aparecieron en diversos puntos de la ciudad, y constituyen un porcentaje relativamente importante, casi un 5%, de las monedas fechables en los imperios de Augusto y Tiberio. Dos de ellas se corresponden con el reinado de Herodes I y de Herodes Aquelao, y el resto a las emisiones de los Procuradores durante la época de los dos emperadores antes citados. A las mismas se unen dos monedas encontradas en la ciudad de Iluro, en un estrato fechable a finales del siglo I d.C., y otra más a nombre de Herodes Agripa en Llivia, la antigua capital de la Cerdaña. 

Los autores que se han ocupado de su estudio suponen que las mismas pudieron llegar a las costas hispanas o bien con motivo de un posible activo comercio entre el Levante peninsular y Palestina, o por otros motivos desconocidos. En todo caso, al tratarse de monedas de poco valor, difícilmente podría defenderse su procedencia por causas económicas o por movimientos de tropas acantonadas en Hispania. 

Todas ellas son de bronce, de pequeño tamaño y peso, de entre 1,29 g. a 2,72 g. y diámetros de 15 a 17 mm. La batida en tiempos de Herodes el Grande lleva en su anverso un ancla, y en su reverso una doble cornucopia en medio caduceo. La leyenda, en griego, hace referencia al rey. Estos tipos fueron ya utilizados en la iconografía grecorromana y conectan con las anteriores emisiones asmoneas. En la acuñada en tiempos de Herodes Aquelao encontramos en el anverso un racimo de uvas y pámpano, y en el reverso un casco con doble cresta y un pequeño caduceo.

El resto de las monedas, acuñadas por los procuradores bajo dominio romano entre los años 8 a 17 de nuestra Era, encontramos motivos como una espiga de cebada, la tradicional palmera, corona de laurel, nuevamente la doble cornucopia y tres flores de lirio unidas por la base. Todos estos tipos, que no representan a personajes, pueden relacionarse con la abundancia, como las espigas, y por tanto respetuosas con la religión judía.

 Los autores arriba mencionados recogen en testimonio de Lenormant, de que eran monedas pequeñas de cobre destinadas al comercio local, sin la efigie imperial y haciendo únicamente referencia al emperador, el año de emisión y su equivalencia  con un cuadrante romano. Por ello, han sido consideradas como el testimonio de la existencia en Ampurias de una colonia o un grupo de judíos, para los que estas monedas podrían representar un nexo de unión con su Palestina natal. En cuanto a las dos monedas de Procuradores de Judea encontradas en la actual Mataró en el invierno de 1970, fueron estudiadas por Francisco Gusi Gener.

 Para María Jesús Aguilera, los estudios en el campo de la numismática hebrea han sido muy escasos, limitándose a los trabajos de Villalpando en el siglo XVI, de Pérez Báyer en el XVIII, los de Mateu y Llopis de 1951, los arriba citados relacionados con las monedas encontradas en Ampurias y Mataró y el realizado por Ana Vico sobre monedas griegas en el Catálogo del Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia. Para esta autora, esta falta de publicaciones parece evidenciar la falta de interés de los numismáticos españoles por las mismas, a pesar de la existencia de algunas importantes colecciones de numismática hebrea en varios museos españoles.

 Para saber más:

AGUILERA ROMOJANO, M.J., “Monedas Hebreas de la colección del Museo Casa de la Moneda”, NUMISMA 253, 2009, pp. 7-49.

GARCÍA IGLESIAS, L., Los judíos en la España Antigua,  Madrid, 1978.

GUSI GENER, F., “Hallazgo de dos monedas de los Procuradores de Judea en Iluro (Mataró, Barcelona)”, NUMISMA 26, 1976, pp. 67-69.

MATEU Y LLOPIS, F., “Ante una vieja polémica que renace: los siclos de Israel”, Sefarad, 11, 1951, pp. 37-73.

RIPOLL, E., BUIX, J.M., VILLARONGA, L., “Monedas de los judíos halladas en las excavaciones de Emporiae”, NUMISMA 26, 1976, pp.59-66.

VICO BELMONTE, A., Monedas Griegas. Catálogo del Gabinete de Antigüedades, Madrid, 2005, pp. 125-142.

VV.AA., Memoria de Sefarad, Toledo, Centro Cultural San Marcos, Octubre 2002, Enero 2003.

 Imágenes tomadas de Coins of the Herodians & Roman Procurators – Ancient Numismatic Mythology (ancientcoinage.org)

jueves, 21 de octubre de 2021

Las causas de la disminución en 1790 de la acuñación de plata en la ceca de México

 Publicado en Oroinformación, 21 de octubre de 2021



En el Archivo General de Indias se conserva un escrito que contiene reflexiones sobre el motivo y las causas de la bajada en la labor y acuñación de moneda de plata durante el año 1790 en la Real Casa de Moneda de México, sin firmar ni datar. De su lectura se deduce que fue escrito en el mes de agosto, y que la previsión de la acuñación de ese año en curso rondaría los dieciséis o diecisiete millones de pesos, una cantidad algo menor que la de los años precedentes. Las razones aducidas apuntan a dos motivos principales: la remisión de barras de plata sin labrar a España y la inclemencia climática.

La primera de las causas alegadas es la remesa de un millón y medio de pesos en barras de plata que acababa de hacerse a España, en cumplimiento de las Reales Órdenes. En este sentido, no podemos olvidar que un año antes, en 1789, había estallado la Revolución Francesa, y la Monarquía se preparaba para un conflicto que se preveía inminente. Era importante asimismo la acuciante necesidad de metal argénteo para cubrir la grave crisis monetaria que se había producido tras la guerra con el Reino Unido y de apoyo a la Independencia de los Estados Unidos.

 Si bien en 1784 y en los años siguientes el caudal de moneda que había estado retenido en Ultramar durante los cuatro años de guerra, casi cuarenta millones de pesos de ocho reales, llegó a Cádiz, no es menos cierto que los empréstitos contraídos durante el conflicto, la creación de los Vales Reales y del Banco de San Carlos llevaron a que fuera también durante estos años, según Hamilton, cuando se produjo la mayor salida de plata hacia Europa. Este mismo autor afirmaba que la escasez de moneda de plata fue la tónica de estos años.

 Junto a esta razón, y posiblemente más importante por sus consecuencias en la producción de la plata, señalaba los años de sequía que se habían vivido en el Virreinato de Nueva España. Y, efectivamente, entre los años 1766 y los años noventa del siglo XVIII, un “meganiño” de gran duración e intensidad afectó al Caribe con virulencia, y por ende a todo el mundo atlántico. A los destrozos provocados por los frecuentes y devastadores huracanes en el área del Caribe, se sumaron las importantes sequías sufridas en Nueva España, no solamente por sus implicaciones para el propio territorio, sino por su carácter de granero tradicional de las grandes Antillas españolas.

 Según el autor, estos años habían sido tan escasos en agua en las Provincias Interiores, donde se concentraba la producción y el beneficio de la plata, que en muchas partes las presas y depósitos se habían secado. El agua era absolutamente imprescindible para hacer funcionar los ingenios, que aunque disponían de abundante mineral rico, debieron parar la producción por imposibilidad de molerlo y continuar las sucesivas labores por esta causa.

 Se recoge el caso del “opulento” Real de Minas de Guanajuato y algunos otros de los principales del reino, en el que había que ir a buscar el agua para beber muy lejos y donde el maíz, alimento básico para los mineros y trabajadores, alcanzó precios hasta entonces desconocidos. Igualmente, se habían secado los pastos y los ríos, hasta el extremo de no poder mantener al ganado durante el transporte. Todo ello, finalmente, había llevado a la suspensión de las actividades mineras.

 La situación había mejorado en el mes de mayo, cuando comenzó a llover abundantemente, reverdecieron los campos y se condujeron a la Real Casa de Moneda los metales que habían sido beneficiados durante el final del año anterior y principios de 1790. Con el régimen de lluvias normalizado, se habían vuelto a poner al corriente los trabajos de las minas y los ingenios de moler, fundir y beneficiar metales, pero todavía no se había recibido la producción en la ceca. Como nunca llueve a gusto de todos, el crecimiento de los ríos imposibilitaba el tránsito de los caminos.

 El análisis concluye con una visión optimista de la producción en el año siguiente, cuando se conocerían en la Real Casa de la Moneda los efectos de la fertilidad de los campos, el buen estado de las minas del reino, la regular provisión de azogue, la abundancia y buen precio de los granos y el suministro de agua de las presas y aguaces. Por todo ello se estimaba que la producción de plata y su amonedación podrían ser de las más cuantiosas que en Nueva España se hubiesen visto.

 Fuente:

 Acuñación de moneda en la Real Casa de México – Archivo General de Indias, ESTADO, 40, N.75. 

martes, 12 de octubre de 2021

La representación pictográfica de la moneda española de cuenta en los Códices mexicas

 Publicado en Crónica Numismática, 12 de octubre de 2021



Los Códices mexicas conservados provienen de copias que se realizaron en papel a comienzos de la época virreinal, y son actualmente la principal fuente primaria a disposición de los investigadores sobre la cultura azteca. Los mismos, con escritura pictográfica mediante signos icónicos y realizados por los tlacuilos o escribas mexicas, muestran la vida religiosa, social y económica de esta civilización. Junto a aquellos que son copias de documentos prehispánicos perdidos, se produjeron durante el siglo XVI numerosos documentos de profunda simbiosis cultural que contienen esta escritura pictórica, náhuatl clásico, español e incluso latín, que narran asimismo los hechos contemporáneos a la llegada de los españoles y a su establecimiento. Es en esta época en la que encontramos en muchos de estos Códices y documentos las representaciones de la moneda de cuenta y la efectivamente acuñada en la ceca de México, así como su registro y contabilización.

 La escritura azteca era por tanto figurativa, y sus caracteres eran dibujos realistas que reproducían seres vivos u objetos de todo tipo, y si bien algunos de ellos representaban visualmente el objeto que representaban, otros servían para reproducir sonidos de la lengua náhuatl. Un ejemplo de ello es el de la ciudad de Itztlán, representado por una lámina de obsidiana o Itztli y un diente, tlán, combinando ambos pictogramas. En cuanto a la numeración, muy importante para interpretar aquellos Códices en los que se reproducen monedas, era de base vigesimal y sólo poseía cuatro cifras. La unidad se reproduce con un punto o un redondel, la veintena con una especie de hacha a izquierda, el número 400 o 202 con una pluma y el 8.000 o 203 con un saco lleno de grano. En los inventarios se reproduce cada cifra cuantas veces sea necesario junto a los pictogramas adecuados.

 El primer pictograma que apareció referente a la nueva moneda introducida por los españoles es el de tomín, normalmente representado por una cruz griega patada, equivaliendo ocho de ellos a un peso de Tepuzque. Este pictograma se encuentra, por ejemplo, en el Códice Contribuciones o Tributos de Tlaxinican, Tlayotlacan, Tecpanpa, Tenanco, Quecholac, Ayocalco y San Niculas, actualmente conservado en la Biblioteca Nacional de Paris. En todas ellas aparece el nombre de la población en caracteres latinos sobre el glifo que de la misma (como Tlaxincan, un hacha), y junto a ellas la representación de las monedas correspondientes. En el resumen final del documento el total de las mismas es de 318 monedas, representadas por quince monedas con el glifo pantli, el correspondiente a 20, y dieciocho monedas sueltas.

 La estimación en tomines para el pago de impuestos se utilizó asimismo para la valoración de las monedas de la tierra, de origen prehispánico y de uso perfectamente legal, dado que los indios podían gobernarse por sus propias leyes, usos y costumbres siempre que ello no fuese contrario a la religión católica. Entre ellas encontramos las almendras de cacao, las mantas u otros productos naturales. Este es el caso del Códice Rol de impuestos de Tlatengo, también actualmente en la Biblioteca Nacional de París, compuesto de glifos de productos naturales pagados como tributo en especie, entre los que se encuentran vigas de madera, tule, ocote, camotes y sal.

 En el detalle que mostramos se representa a la izquierda una cabeza con una llave, posiblemente representando al encargado de la recolección de los impuestos. En la primera línea se representan cargas de vigas de madera, ocotes y medidas de granos, y en la segunda balanzas llenas de tomines y seis tomines y medio, con un grifo distinto del anteriormente visto, circular. En la tercera línea se pueden observar tres semillas de cacao con el glifo centzontli , correspondiente a 400, o 1.200 granos, tres tejuelos de oro con el mismo glifo y cantidad y siete tecomates con el glifo pantli.

Los pesos de Tepuzque, con un valor variable según su peso y ley, eran discos de oro con aleación de cobre, y el 15 de junio de 1536 el virrey Mendoza fijó su paridad con la moneda de cuenta en 272 maravedíes, lo que suponía una ley de 13,6 quilates. Con ello el tomín de oro equivalía al real de plata castellano, con un valor de 34 maravedíes, y el peso de Tepuzque a ocho reales, siendo por tanto la primera moneda de cuenta específicamente indiana, con el mismo valor de los posteriormente míticos pesos de plata. 

Por Real Cédula de 11 de mayo de 1535 se ordenó la erección de la Casa de Moneda de México. La misma se construyó e instaló por cuenta del Estado, si bien por la falta de técnicos y funcionarios se recurrió al régimen de delegación de servicios públicos. Según se recoge en los Cedularios de Vasco de Puga y Encinas, se ordenaba la emisión de moneda de cobre y vellón, la mitad de ella en reales sencillos y la cuarta parte en reales de a dos y a tres. 

En cobre se acuñó moneda de cuatro y dos maravedíes, actualmente muy escasas. En su anverso llevaban una K coronada con granada debajo, un león a la derecha y un castillo a la izquierda y la marca de ceca Mo, todo ello dentro de una orla circular, y la leyenda CAROLVS ET IOHANA REGES. En su reverso se recoge una letra I coronada, con la misma disposición del león y el castillo, el numeral 4, igualmente dentro de orla circular y la leyenda HISPANIARVM ET INDIARVM. 

Esta moneda aparece en ocasiones representada en los documentos por su numeral, el 4, que también aparece en las emisiones de cuatro reales, como por ejemplo en el Códice Aubin de la Biblioteca Nacional de París para el caso de los cuatro maravedíes o en el documento Pinturas realizadas por indios de Tenayuca representando los malos tratos hechos por el corregidor Francisco Rodríguez Magariño, conservado en el Archivo General de Indias. Dado que el de corregidor era un alto cargo administrativo, los indios debieron acudir a la Audiencia de México y al Rey. Ya tardío, fechado hacia 1567, este documento es prueba tanto de la importante función de los escribanos públicos como de la vigencia del uso de la escritura pictográfica mexica muchos años después de la llegada de los españoles. 

Los cuños utilizados para las emisiones en plata debían tener la forma del escudo de castillos y leones cuartelado con una granada en una de las caras y en la otra las dos columnas coronadas y la divisa del Emperador, PLVS VLTRA,  los medios reales una K y una I en el anverso y el mismo reverso, y los cuartillos una R en una cara y una I en la otra. La leyenda común a todas las emisiones debía ser CAROLVS ET IOANNA REGES  en anverso e HISPANIARUM ET INDIARVM en reverso, y la marca de ceca Mo, que se conservará en toda la vida de la Casa de Moneda. 

Los reales sencillos y los dobles llevan entre las columnas grabado el valor en círculos, lo que también se recoge en los Códices y documentos de la época, que representan la moneda como un círculo en cuyo interior se incluyen un punto o dos. Como recoge Emmanuel Márquez, la introducción de los distintos tipos de monedas viene igualmente documentada en estos escritos, y sirve para corroborar y complementar la documentación oficial hispana. 

Podemos terminar este sucinto estudio sobre estas representaciones de moneda española realizada por artistas indios, trasplantada y asimilada a su propia cultura, con una inequívoca representación de las Columnas de Hércules, el escudo de Carlos I de España y V de Alemania que acabará convirtiéndose en el blasón propio de los Reinos de las Indias. Está contenida en el Códice de la historia mexicana desde 1221 hasta 1594, manuscrito en náhuatl, una copia realizada en el siglo XVIII de un original no conservado, que recoge la historia de la Nueva España entre 1221 y 1594. 

Para saber más 

BATALLA ROSADO, J.J., “El libro indígena del Códice Cuevas: Análisis codicológico, artístico y de contenido”, Anales del Museo de América, 14, 2006, pp. 105-144.

IFRAH, G., Las Cifras. Historia de una gran invención, Madrid, 1987.

MÁRQUEZ LORENZO, E., “Las primeras acuñaciones de la Nueva España a través del análisis de Códices”, Revista Numismática Hécate, nº6, 2019, pp. 164-176.

ROJAS, J.L. de, “La moneda indígena en México”,  Revista Española de Antropología Americana, nº XVII, 1987, pp. 75-88.

VÁZQUEZ PANDO, F.A., “Algunas observaciones sobre el derecho monetario de la Nueva España”, Memoria del X Congreso del Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano, 1995, pp. 1675-1706.

 Fuentes documentales

 https://www.wdl.org/es/item/15279/

https://www.amoxcalli.org.mx/codices.php

 Pinturas realizadas por indios de Tenayuca representando los malos tratos hechos por el corregidor Francisco Rodríguez Magariño, Archivo General de Indias, MP-MEXICO, 9.

 Recopilación de las Leyes de las Indias. Libro IV. Título XXIII. Ley I. Que en México, Santa Fe, y Villa de Potosí haya Casas de Moneda.

 Recopilación de las leyes de las Indias. Libro IV. Título XXIV. Ley IIII. Que los reales de plata valgan en las Indias à treinta y quatro maravedis. Carlos I. Valladolid, 8 de febrero de 1538.


martes, 5 de octubre de 2021

La solicitud de la superintendencia de la Casa de Moneda de Lima de 1818 del último Virrey del Perú

 Publicado en Crónica Numismática, 5 de octubre de 2021

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La vida de Juan Pío de Tristán y Moscoso, nacido en Arequipa el 11 de julio de 1773 y muerto en Lima el 24 de agosto de 1859, es un claro ejemplo de la ambivalencia que en las guerras de independencia mostraron las clases aristocráticas del Perú. Era hijo del Mayor General José Joaquín Tristán y Carassa, Regidor Perpetuo del Cabildo de Arequipa y su alcalde en 1768, y de María Mercedes Moscoso y Pérez, pertenecientes a la nobleza criolla. Tuvo entre sus hermanos a  Mariano Tristán y Moscoso, Caballero de Santiago, Coronel de Dragones Provinciales de Arequipa, amigo de Simón Bolívar, muerto en París en 1807, padre de la famosa escritora y pionera feminista Flora Tristán y abuela del pintor Paul Gauguin.

 También era hermano de Domingo Tristán y Moscoso, Caballero de Montesa, que como los demás hermanos pasaron en España su juventud, sirviendo como guardiamarina. Formó parte del ejército del Alto Perú junto a su primo doble, José Manuel de Goyeneche, Conde de Guaqui, y fue elegido diputado a las Cortes de Cádiz en 1813. En 1821 desertó a las filas de San Martín, quedando al mando de una división que un año más tarde fue deshecha en la batalla de Ica. Como prefecto de Ayacucho, comandó en 1827 la represión del levantamiento realista de Iquicha, y participó en la Guerra Civil de 1834 en el bando del presidente Luis José de Orbegoso. Otro hermano, Juan Antonio, se trasladó a España y siguió la carrera militar, no volviendo al Perú.

 Pío Tristán finalmente no consiguió el destino de Superintendente de la Real Casa de Moneda, solicitado en agosto de 1818. Fiel a la Monarquía hasta la capitulación posterior a la Batalla de Ayacucho, fue finalmente nombrado interinamente Virrey del Perú el 16 de diciembre de 1824, siendo por tanto el último que ostentó este título. El 24 de diciembre de 1824, ya jurado su cargo de Virrey, escribió a Simón Bolívar, amigo de juventud de su hermano, afirmando que:

… si mi deber me comprometió por algún tiempo en detener la revolución que creí tan prematura como ominosa a este país, mi sensibilidad ha tenido en vista las calamidades de una guerra fratricida, el buen sentido, la humanidad y aun la justicia misma reclaman la terminación de una lucha que continuada consumaría de un modo espantoso la desolación de un país tan privilegiado”.

A diferencia de algunos de sus parientes, optó por permanecer en el Perú, donde participó en la creación de la Confederación Peruano-Boliviana, con rango de General de Brigada, fue su Ministro de Estado y presidió el Estado Sud-Peruano entre el 12 de octubre de 1838 al 23 de febrero de 1839. Una de sus hijas, Victoria,  fue esposa del General José Rufino Pompeyo Echenique y Benavente, Presidente de la República del Perú entre el 21 de abril de 1851 y el 5 de enero de 1855 con la ayuda de su suegro y pariente.

 Su caso no es excepcional en el comportamiento de las clases privilegiadas de su Perú natal durante el conflicto. La MarGamarra, Torre TagleOrbegoso o Riva-Agüero fueron fieles militares y burócratas de alto rango al servicio del Rey Fernando VII, por solamente nombrar a algunos de los que llegaron a ostentar posteriormente la Presidencia de esta República. Siendo el menor entre sus hermanos de los que permanecieron en América, asumió el control de las empresas familiares, entre las que se encontraban propiedades agrícolas y minas de oro y plata, que habría perdido de no aceptar la naciente república. Su patrimonio se acrecentó al casarse con su sobrina Joaquina, hija de su hermana Petronila.

El expediente de su solicitud de la Superintendencia de la Casa de Moneda de Lima

En este expediente, conservado en el Archivo General de Indias, Joaquín de la Pezuela, Virrey del Perú, remitió al Secretario de Estado del Despacho de Hacienda en Madrid la solicitud del entonces Presidente Interino del Cuzco, el  Brigadier don Pío de Tristán, de ocupar el cargo por fallecimiento de su anterior titular. Como es habitual, comienza con la recomendación del virrey, que destaca su papel en las diferentes campañas llevadas a cabo por Tristán en las rebeliones de la Paz y contra los insurgentes del Río de la Plata, y la contribución realizada con reclutas y dinero al Ejército del Alto Perú. 

Se incluye a continuación la Instancia, escrita de puño y letra por el propio Pío Tristán, en la que enumera sus méritos. Curiosamente, esta solicitud no es tan extensa como las que se solían presentar, en las que constaban varias recomendaciones de jefes superiores y las hojas de servicios de los pretendientes, pero puede utilizarse perfectamente para al hilo de su narración ilustrar los principales sucesos referidos con las monedas y medallas que se fueron emitiendo durante las guerras mantenidas en el Alto y Bajo Perú, así como en las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Comienza el mismo con una descripción de sus servicios prestados en España:  “Don Pío de Tristán y Moscoso, Brigadier de vuestros Reales Ejércitos y  Presidente de vuestra Real Audiencia del Cuzco en el Virreinato del Perú, a los Reales Pies de V.M. parezco y digo: Que destinado desde mi infancia a servir a V.M. en la gloriosa carrera de vuestras Armas, me incorporé en 1790 en vuestras Reales Guardias Valonas en clase de Cadete, habiendo llegado hasta el empleo de primer teniente de ellas, cuya gracia me confirió V.M. en 1802, y bajo cuyas banderas defendí vuestros sagrados derechos en la guerra contra la Francia en los años de 1792 y siguientes, manteniéndome en campaña todo el tiempo que duró aquella, en vuestros Ejércitos de Cataluña y Navarra, y por consiguiente en las diferentes Batallas y acciones particulares que ocurrieron en la misma”. 

Enrolado según algunos autores en el Regimiento de Soria, la unidad militar en activo más antigua del mundo, en el que prestó también sus servicios Gabino Gaínza, pasó a España con el grado de subteniente. Estudió Derecho en Salamanca, donde coincidió con Manuel Belgrano, a quien posteriormente se enfrentaría, si bien en la correspondencia que cruzaron siempre se trataron con franca cordialidad. Su hermano Mariano, que residía en España, le envió a estudiar a Francia, de donde volvió a España tras el estallido de la Revolución. Tras participar en la Guerra del Rosellón, como él mismo afirma y donde pudo coincidir entre otros con José de San Martín y José de La Mar, fue destinado como ayudante de Pedro de Melo de Portugal y Villenavirrey del Río de la Plata,  permaneciendo dos años en Buenos Aires. De todos estos datos, recogidos por los cronistas e historiadores, no hace ninguna mención en esta Instancia. 

A partir de este momento volvió a su tierra natal, lo que relata de la siguiente manera: “Retirado con vuestro Real Permiso a la Ciudad de Arequipa, mi Patria, desempeñé todos los cargos concejiles a que se hace acreedor un ciudadano que con su comportamiento contiene el honor de su cuna, y ocupando el de Alcalde Ordinario de primer voto de dicha Capital, tuve la gloria de ser uno de los individuos que juró la exaltación de V.M. al trono, y de hacer el donativo voluntario de ochocientos pesos en Reales Arcas para el sostén de la guerra declarada a los franceses. 

Suscitados los primeros movimientos de insurrección en la Provincia de la Paz, Virreinato de Buenos Aires, fui nombrado Mayor General del Ejército que, a las órdenes de vuestro General Conde de Guaqui, pacificó aquella Provincia en el año de 1809, en cuya Expedición. Que duró cerca de ocho meses, cedí mis sueldos, y toda gratificación a beneficio de vuestra Real Hacienda. 

Sucesivamente por las alteraciones de la Capital de Buenos Aires, acaecidas en el siguiente año de 1810, fui reelecto Mayor General para el Ejército que se organizó en el Desaguadero a las órdenes del mismo Conde de Guaqui, cooperando con mis desvelos a su instrucción, y concurriendo a las batallas memorables de Guaqui, y a la de Amiraya en la Provincia de Cochabamba. 

Habiéndoseme concedido después de estas, el mando en Jefe de Vanguardia, penetré con ella en la Provincia de Tucumán, y en su capital y Río de las Piedras, mandé las sangrientas acciones de 12 y 24 de septiembre, y retirándome a Salta de un modo que si fue glorioso a vuestras Armas, fue bien penoso por la falta de víveres, municiones, obstrucción de caminos y de todo recurso en la distancia de noventa leguas, sostuve en dicha Capital una de las más tenaces y horrorosas acciones que ha visto el Perú, el 20 de febrero del siguiente año de 1813, de cuyas desgraciadas resultas me retiré a mi domicilio en Arequipa. 

Tras la batalla de Salta, el 20 de febrero de 1813, el Ejército Auxiliar y Combinado del Perú de las Provincias Unidas del Rio de la Plata, en nombre de los derechos de Fernando VII, ocupó Potosí, donde, siguiendo instrucciones de la Asamblea Constituyente de Buenos Aires de fecha 13 de abril de este año, se acuñaron monedas con nuevas leyendas e iconografía de la misma ley y peso que la moneda de cuño español. Tras las batallas de Vilcapugio y Ayohúma, el ejército se retiró el 18 de noviembre con todo el dinero sellado y sin sellar que se encontraba en la Villa, ordenando Belgrano la voladura de la Casa de Moneda, lo que finalmente no se produjo por la defección de un oficial llamado Anglada, que cortó la mecha. 

Sublevada la Provincia del Cuzco, y atacada aquella por los caudillos Pumacahua y Angulo, fui uno de los Jefes que procure con el mayor empeño la organización de su defensa, y me presenté al muy desigual y desgraciado combate de 10 de noviembre de 1814; y restaurada en ella la dominación de V.M. en 2 de diciembre inmediato, fui nombrado por vuestro General don Juan Ramírez, y confirmado por vuestro Virrey del Perú Marqués de la Concordia, Gobernador intendente y Comandante General de dicha Provincia de Arequipa, cuyo cargo desempeñé con esmero un año y nueve meses, erogando nuevamente un empréstito de quinientos pesos, hasta que vuestro actual Virrey del Perú me confirió en 19 de julio de 1816 el destino que ejerzo, en el cual, y los demás, creo haber llenado mis deberes, y la confianza de los Jefes,  sin que pueda ocultarse lo difícil de estos empleos en unos tiempos los más calamitosos. 

Nueve años, Señor, de penalidades y fatigas sin interrupción, en comisiones las más delicadas y expuestas, han debilitado mi salud; y por toda recompensaPido y suplico, que si le fuesen agradables mis Servicios con la exposición de verdad que sellará con su Informe el digno Superior Jefe de este Reino, y por cuyo conducto dirijo la presente solicitud, se digne vuestra Real Munificencia conferirme la Superintendencia de vuestra Real Casa de Moneda de la Capital de Lima, vacante hoy por muerte del que la obtenía: gracia que espero alcanzar de la Piedad de V.M”, concluye su instancia Pío Tristán. 

Bibliografía

 Carta nº 286 del virrey Joaquín de la Pezuela, a Martín de Garay Perales, secretario de Hacienda – Archivo General de Indias, Lima, 759, nº 16.

 BRYCE DE TURBINO, M., “Juan Pío de Tristán y Moscoso, un moderno político en la emancipación del Perú”, Genealogía, heráldica y documentación, UNAM, 2014, pp. 219-282.

DARGENT CHAMOT, E., “La Casa de Moneda de Potosí”, en ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN, G., y CÉSPEDES DEL CASTILLO, G., Las Casas de Moneda en los Reinos de Indias. Vol. II. Cecas de fundación temprana, Madrid, 1997.

FUENTE CANDAMO, J.A., Sobre el Perú: Homenaje a José Agustín de la Puente Candamo, T.II, Lima, 2002.

LOHMANN VILLENA, G., Los Americanos en las órdenes nobiliarias,  CSIC, 1993.

RIVERO LAVAYÉN, R., “Los Moscoso. Su descendencia en Perú y Bolivia”, Genealogías Bolivianas,  Austin, Texas, 2012.

miércoles, 29 de septiembre de 2021

Una historia paralela del hundimiento de la fragata “Nuestra Señora de las Mercedes”

 Publicado en Crónica Numismática, 29 de septiembre de 2021

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El día 30 de septiembre se estrena una serie del laureado director Alejandro Amenábar dedicada tanto al hundimiento de la fragata “Nuestra Señora de las Mercedes” como a su expolio por la cazatesoros Odissey  y al posterior juicio, por el que la Corte Suprema de Estados Unidos otorgó la propiedad del pecio a España. Mucho se ha escrito sobre la infamia de una escuadra británica que, en la conocida como Batalla del Cabo de Santa María, sin previa declaración de guerra y violando el acuerdo de la Paz de Amiens,  mandó a pique a esta fragata y capturó y llevó a puertos británicos a otras tres más, cargadas de pasajeros civiles, de los impuestos recaudados en las Indias y de caudales privados.

La miríada de libros, artículos científicos y de divulgación que se han publicado durante los últimos años hacen un perfecto relato de estos hechos, y a ellos me remito. Pero realmente no he encontrado en ellos la justificación para que una flota británica fuera enviada por su gobierno a interceptar un convoy cargado de plata en un acto de felonía, algo no inusual en su historia, sabiendo que con ello iba a reanudar una guerra intermitente y de resultado incierto. Y la razón última, aún a costa del acoso de su propia opinión pública, que literalmente se le echó encima desde el mismo momento en que se cometió este vulgar acto de piratería y solicitó la devolución de los caudales y la libertad de las personas retenidas, se encuentra en el precioso –y vil-metal. La necesidad de moneda de plata, tanto para el mercado interior como para el comercio internacional, era perentoria para un naciente Imperio Británico.

El sistema bancario y crediticio británico, muy desarrollado y bien estructurado durante el siglo XVIII, había entrado en crisis en febrero de 1797, durante las guerras contra la Francia revolucionaria, cuando los particulares acudieron en masa a los bancos para retirar sus depósitos en moneda metálica. El Consejo de Ministros tuvo que ordenar la suspensión temporal de los pagos en especie, y ordenó el curso obligatorio del papel moneda, una medida que se prolongó durante 33 años. Para las necesidades más acuciantes, se utilizaron 345.000 reales de a ocho españoles previamente resellados con los punzones usados para quintar la plata, con un pequeño retrato oval y posteriormente cuadrangular del monarca Jorge III, que finalmente fueron retirados por Orden de 9 de mayo de 1798.

Nuevamente se procedió al resello masivo de reales de a ocho españoles, curiosamente… en el año 1804, el año del suceso de la fragata Mercedes. Para ello, según  Eckfeld y Du Bois, funcionarios de la ceca de Filadelfia, se acuñaron dos millones de pesos de cuño español. En todos ellos es visible parte de la moneda original que se utilizó de cospel de estos Bank Dollar.

 Sus motivos fueron, en el anverso, el busto laureado y drapeado del monarca a derecha con la leyenda GEORGIUS III DEI GRATIA, y en el reverso una banda interior con una corona sobre ella y la leyenda FIVE SHILLINGS DOLLAR y la fecha, 1804. En su centro hay una representación de Britania sentada, con una rama de olivo en un campo con las cruces unidas de San Jorge y de San Andrés. El cuño para esta emisión fue encargado al grabador de origen germano Conrad Heinrich Küchler, que incluyó en los motivos del anverso sus siglas, CHK.

En todo caso, estas masivas reacuñaciones realizadas para dotar de circulante al territorio metropolitano y a Irlanda, que las adoptó como moneda provincial de seis chelines irlandeses, no eran el mayor quebradero de cabeza de las autoridades británicas. Su comercio exterior, y muy especialmente el llevado a cabo con Oriente, dependía de la plata de cuño español, dado que sus habitantes, y muy especialmente los chinos, no aceptaban ninguna otra. 

El Té, un producto que había pasado de ser considerado de lujo a bien de primera necesidad en Gran Bretaña, era comercializado en Europa por los daneses, y para adquirirlo era necesaria moneda de plata española. Con la excusa de evitar que la flota danesa cayese en manos de Napoleón, nuevamente sin declaración previa de guerra los británicos bombardearon en 1807 Copenhague y literalmente se llevaron la totalidad de la flota danesa. Con ello, los británicos obtuvieron el monopolio de su comercio. Durante las Guerras Napoleónicas, los británicos destruyeron sistemáticamente cualquier instalación industrial que encontraron, incluso en los países teóricamente aliados. 

Durante toda la Edad Moderna, el circuito de la plata española había recorrido todo el mundo y había servido para monetizar las economías de los principales estados, como el Impero Chino, el Mongol de la India y el Turco Otomano. La plata americana, producida en los reales de minas de los Reinos de las Indias españolas, tuvo durante el siglo XVIII una producción ascendente, por lo que el comercio internacional tenía moneda suficiente para mantenerse, lo que asimismo servía para evitar que su valor se depreciara y socavase las bases económicas de la Monarquía española. 

Tras esta declaración encubierta de guerra y el desastre de Trafalgar, el Reino Unido intentará, en un primer momento, acceder directamente a las fuentes de la plata, con el intento de ocupación del Río de la Plata en 1806-1807. Tras la ocupación napoleónica de la Península Ibérica, su política varió, en el sentido de que si formalmente defendía los derechos de España sobre sus territorios ultramarinos, ayudaba a los insurgentes americanos más o menos encubiertamente con fondos, empréstitos, su flota e incluso con unidades enteras de combatientes. Tras la independencia de las nuevas repúblicas hispanoamericanas, el sistema colapsó, y en vez del dominio directo el Reino Unido optó por el colonialismo económico. 

El comienzo de esta centuria marca el comienzo de la intervención directa británica en la conquista del subcontinente indio. Para el comercio con el mismo, era igualmente necesario disponer de moneda de plata de cuño español. La política británica en Asia durante el siglo XIX se ocupó principalmente de expandir y proteger su dominio sobre la India, considerándola como la Joya de su Corona, y la clave para su dominio en el resto del continente. Igualmente, le dio el control sobre la producción del opio.

China, la principal receptora de la plata de cuño español durante tres siglos, vio como la misma comenzó a salir de su territorio por la masiva introducción de dicha droga por parte de los británicos. Las derrotas chinas en las conocidas como Guerras del Opio supusieron su forzada apertura al exterior y su postración durante más de un siglo.  El otro gran Imperio de la Edad Moderna, el Turco Otomano, se convirtió en el enfermo de Europa, por el acoso intermitente del Imperio Británico y el Ruso. 

Por tanto, de alguna manera, la felonía cometida el 5 de octubre de 1804 contra la fragata “Nuestra Señora de las Mercedes” y el resto de la flota española, más que un acto de piratería aislado, puede considerarse como el primer y premeditado acto del comienzo del dominio del mundo por una potencia emergente, el Imperio Británico, y el establecimiento de un nuevo colonialismo, todo ello con profundas raíces monetarias.

martes, 28 de septiembre de 2021

Las propuestas de diseño para la acuñación de moneda menuda de cobre en México en la Representación de Agustín de Coronas

 Publicado en SONUMEX, Boletín 272, Julio-Septiembre 2021


En el Archivo General de Indias[1], dentro de la signatura Ultramar, 837, con el título genérico de Extinción de la moneda macuquina en América, de la Secretaría de Estado y del Despacho de Hacienda, se encuentra, entre otros expedientes, el relativo a la extinción de la moneda llamada tlaco. El mismo, compuesto de cuatrocientos folios, consta en primer lugar del Memorial de Agustín de Coronas de 1767, así como de los informes emitidos entre los años 1768 y 1769 sobre la sustitución de los tlacos por moneda menuda, la propuesta de 1770 de Nicolás Vélez de Guevara Suescun sobre la introducción de la moneda de cobre, los informes del virrey sobre la extinción de los tlacos en 1790, una representación del Ayuntamiento de Guadalajara entre los años 1790 y 1801, y un bando del virrey Calleja sobre los tlacos de 1814.

 Concentrándonos en el estudio del primero de ellos, encontramos en primer lugar un valiosísimo documento gráfico, clasificado por el AGI con la signatura MP-MONEDAS, 132, en el que, anexo a la representación impresa de Agustín de Corona y Paredes de 29 de diciembre de 1766, familiar del Santo Oficio de la Inquisición de Sevilla, exponiendo lo perjudicial que resultaba el uso de dichas monedas y la conveniencia de introducir moneda de cobre de la península en México, como ya se había hecho en otros puntos, encontramos un dibujo de 40 monedas de metal, cobre o madera, utilizadas en las tiendas mestizas de la ciudad de México, recogiendo como texto que: 

Estas son unas pocas de las muchas monedas que tienen las tiendas mestizas de la ciudad de México y de otras partes del Reyno, siendo una de metal, otras de cobre y algunas de madera, y cada una de ellas tiene el nombre o apellido de quien son, valiendo cada una un claco[2], que son dos quartos, componiendo quatro de ellas medio real de plata. 

Otro documento igualmente valioso y gráfico lo encontramos en otra signatura, MP-MONEDAS, 133. Este es el en el que vamos a centrar nuestro estudio. Se trata de un dibujo de tres proyectos para monedas menudas de cobre en México: cuartilla o cuatro cuartos, claco o dos cuartos y medio claco o un cuarto. Este dibujo está cosido a otra representación impresa en Madrid de Agustín de Coronas, de fecha 20 de abril de 1771, en anexo a la representación del mismo a Julián de Arriaga, con signatura México, 2816. En la misma, a diferencia de en la anteriormente estudiada, informaba sobre la conveniencia de establecer una moneda provincial de cobre en Nueva España, para evitar el daño de las monedas de los cacabueteros que tenían tiendas mestizas, al no haber moneda menuda para la adquisición de géneros de poca cuantía. 

La moneda de cobre en los Reinos de las Indias y los tlacos 

Antes de proceder a su estudio pormenorizado merece la pena recordar, aunque sea sucintamente, la historia de la moneda de cobre en los Reinos de las Indias y, por ende, en el Virreinato de Nueva España[3]. El cobre era un metal muy escaso y apreciado en la América precolombina. Se producía en Chuquicamata, en el actual norte de Chile, y era elaborado en el Perú, desde donde se exportaba a todo el continente. En ocasiones estaba mezclado con oro en proporciones cercanas al 50%, aleación conocida por los castellanos como guanín, por los taínos como tuob y por los caribes como caracoli. También se encontraba mezclado con plata, el conocido como latón. Los españoles denominaron chafalonía a las piezas de oro de muy baja ley y alto contenido en cobre. 

El cobre era el metal más valorado en toda el área del Caribe, estimándose que su valor para los indios de las Antillas y Tierra Firme era entre 27 y 55 veces superior al del oro. Por ello era atesorado por los Incas, como lo demuestra el gran depósito de este mineral en barras encontrado por los españoles en Cuzco, lo que producía el desabastecimiento de los mercados centroamericanos y caribeños. De su estimación dan igualmente fe las grandes cantidades de tajaderas o hachuelas utilizadas como moneda en el centro del actual México, y se ha afirmado asimismo que las guerras llevadas a cabo por los aztecas contra los tarascos justo antes de la llegada de los españoles tenían como principal motivación el control por parte de los soberanos mexicas de la producción y el comercio de este deseado metal. 

El alto valor que los pueblos indios daban al cobre hizo que los españoles lo importasen en cantidades crecientes, tanto en moneda como en vajilla, para realizar los rescates o intercambios, con su consiguiente depreciación. La unidad de peso utilizada para el oro guanín, que no podía ser el castellano por ser una moneda de alta ley y en circulación, fue el peso de oro, que posteriormente se hizo equivaler a los ocho reales de plata, siendo por tanto una unidad monetaria genuinamente americana y sin precedente en la España peninsular. En la Monarquía española cada uno de los reinos que la componían tenía su propio sistema monetario y su moneda propia. Así sucedía en Nápoles, Sicilia, Cerdeña, Milán, el Franco Condado o los Países Bajos, pero también en los reinos peninsulares de Aragón, Valencia, Cataluña, Mallorca y Navarra. 

En los Reinos de las Indias, al quedar adscritos a la Corona de Castilla se adoptó su sistema monetario, basado en el real de plata, el escudo de oro y el maravedí de vellón[4]. La primera Casa de la Moneda que se estableció en las Indias, según la mayoría de los autores, fue la de México, por Real Cédula dictada en Madrid el  11 de mayo de 1535[5], que preveía también otras en Santa Fe de Bogotá y en Lima. Esta misma norma preveía asimismo la labra de vellón en Santo Domingo, cuando para ello se diese licencia especial, creándose una Casa de Moneda en esta ciudad por Cédula de 3 de noviembre de 1536. En la ceca de México se acuñaron doce mil marcos en moneda de dos y cuatro maravedíes, doscientos mil pesos. 

Finalmente, bien para evitar las gravísimas consecuencias económicas producidas por las alteraciones del vellón en Castilla[6] o bien por su falta de aceptación, se dejó de batir moneda de vellón, y por Real Cédula de 1565 se prohibió la acuñación en las cecas indianas de moneda de oro o vellón, salvo concesión expresa[7]. Los intentos para su introducción en algunas áreas no llegaron a buen término, como sucedió en Cartagena de Indias[8], en Chile y en las Filipinas[9].  Con ello, solamente quedó en circulación como moneda provincial la acuñada en la ceca de Santo Domingo hasta el siglo XVIII en la isla Española, Puerto Rico y el archipiélago canario[10], quedando el maravedí como moneda de cuenta de las Casas de Moneda.   

Se conoce como moneda nacional a la acuñada conforme a la ley y la talla fijada en la normativa monetaria, y la misma fue la acuñada en las cecas de los Reinos de las Indias. Para la circulación interior en la España peninsular, se acuñó moneda de plata provincial con ley de diez dineros ya desde la Guerra de Sucesión y por ambos contendientes, y posteriormente también hubo emisiones de oro provincial en medios escudos, conocidos como escuditos, veintenes o durillos[11]. Igualmente, otras monedas provinciales circularon en otros territorios, como Canarias, Ceuta u Orán. Por Real Cédula de 4 de mayo de 1754 se prohibió la circulación en los Reinos de las Indias de la moneda de plata provincial española, así como la de cualquier otra que no hubiese sido acuñada en estos territorios[12]. Durante el siglo XVIII se solicitó la labra de moneda provincial por algunos territorios en los que no se producía plata, como Florida[13], Caracas y las islas de Barlovento[14]

Junto al sistema monetario castellano, coexistieron el sistema monetario indígena y el popular[15]. El sistema monetario indígena prehispánico siguió vigente durante siglos, dado que las Leyes de Indias permitían a los indios en sus propias Repúblicas regirse por su propio derecho y costumbres si no era contrario a la fe católica. La utilización de las monedas de la tierra fue regulada por los cabildos y virreyes, e incluso en las propias Leyes de Indias, su paridad fue fijada en relación a la moneda metálica, los conocidos como pesos huecos, y se utilizaron incluso para el pago de tributos[16]. El uso de estos bienes dinerarios propios de la tierra fue común en territorios de escasa población española, como Paraguay o Filipinas, y, en el caso de la Nueva España, estuvo muy extendido el uso de mantas con estos fines, como en Yucatán en 1689, donde recibían una estimación de cuatro pesos y medio, o entre los mineros chichimecas libres de El Parral[17], así como el de los granos de cacao[18]

El sistema monetario popular tuvo su origen en las necesidades de moneda menuda para hacer falta a los pagos corrientes, y entre ellos destacaron el metal en pasta, la plata corriente, las libranzas, los tlacos y los pilones. Los tlacos y pilones fueron de creación popular, para suplir la necesidad de moneda  fraccionaria, y consistían en trozos irregulares, de formas y pesos distintos de hueso, madera y, principalmente, cobre, y su uso se mantuvo después de la independencia de las repúblicas iberoamericanas. El término tlaco deriva al parecer del término azteca tlahco, y significa mitad, dado que tradicionalmente era la mitad de un cuartillo. El tlaco se dividía en dos pilones, con un valor de 1/16 de real, y que recibía también según el lugar donde circularon los nombres de cacharpas, batiches o jolas. Fernández de Lizardi afirmaba que el origen del término pilón se encontraba en los panecillos o piloncillos de azúcar que se regalaba a quien en las pulperías o cacahueterías, velerías y otras casas de comercio adquiría medio real de mercancía[19]

El nombre se generalizó posteriormente, conociéndose por él a todo lo que se daba gratis o como regalo al que adquiriese algo. Más adelante se le otorgó un valor fijo, con la división de los reales en dos medios, cuatro cuartillas y ocho tlacos, y cada tlaco en dos mitades y cada una de ellas en dos pilones. Cada pilón equivalía asimismo a seis cacaos, para suplir en el comercio menudo la falta de moneda menuda. Posteriormente, con la emisión de monedas pequeñas de cobre de valor de ½ tlaco, u octavo, se les dio el nombre de pilones. Este numerario popular, creado en principio por los comerciantes al detalle para los pequeños pagos, se adoptó en las explotaciones mineras y agrícolas, para que los trabajadores y jornaleros se abastecieran en las tiendas de las mismas, conocidas como tiendas de raya[20] 

Como hemos visto, Agustín de Corona y Paredes presentó en fecha 29 de diciembre de 1766 un Memorial a la Corona informando que más de 2.000 comerciantes de la ciudad de México emitían fichas para los cambios, que se conocían como tlacos[21]. Al ser la moneda más menuda en circulación el medio real de plata nacional, las capas más desfavorecidas de la población tenían que aceptar estas fichas en sus compras diarias de manteca, velas, pan u otras provisiones. Los tlacos eran usualmente aceptados solamente por cada emisor, con lo que los clientes debían volver al mismo establecimiento para poder amortizarlos[22]. Muchas veces los consumidores tenían a los mismos como una pérdida, y cuando cesaba el negocio, lo que al parecer no era infrecuente, estos tlacos se convertía en chatarra. Además de lo anterior, se producían otros abusos. Si el usuario quería cambiar los tlacos y pilones por moneda de plata, debía pagar por ello un premio. Asimismo se solía exigir su división, el pilón, con un valor de 1/16 de real, como compensación en las compras, de modo que en México todavía hoy en día es común que en las transacciones comerciales se siga exigiendo el pilón, sustituido por una pequeña porción de la mercancía comprada. 

En su representación, Coronas ponía de manifiesto los males derivados del uso de este medio de cambio no oficial, y solicitaba la emisión de una moneda oficial de cobre que los sustituyese, tomando como referencia las emisiones segovianas de dos cuartos de los años 1741 a 1743. El día 24 de octubre de 1767, Carlos III ordenó al Virrey de Nueva España que prohibiese el uso de los tlacos y procediese a la recogida de todos los que estuvieron en circulación, y un día después dio instrucciones para que se consultase al prior del consulado de la ciudad, al superintendente de la Casa de la Moneda y al procurador general sobre la conveniencia de acuñar moneda de vellón en la Nueva España.  Su parecer no fue compartido por el Consulado de Comerciantes de México, que en una comunicación de 1768 sostuvo que Coronas exageraba sobre la inestabilidad de las tiendas mestizas y las pulperías[23].  

Los motivos alegados fueron refutados en este elaborado memorando, remitido por el presidente y los cónsules del gremio de comerciantes, que afirmaban que la emisión de moneda de cobre en el virreinato podía perjudicar al propio Monarca, a los comerciantes, al público en general, a los indios y a los blancos pobres. Para Juan Vicente de Güemes, virrey de Nueva España, la moneda menuda tenía mayor influencia sobre el comercio interior del Reino, el cual no podía pasar sin ella, y que no habiendo la de cobre en estos dominios, había sido necesario que los tenderos inventaran y forjaran, a su modo y de distintas materias, cierta clase de monedas que se llamaban tlacos, que recibían en cambio de géneros, y trocaban también a dinero, aunque con una ganancia excesiva. Para poner remedio a los abusos, se había formado expediente para que se batiese moneda de cobre, y al no haber acabado de ponerse en estado perfecto de instrucción, se habían batido cuartillas, lo que proporcionaba alivio a los compradores pobres[24]. 

Durante el reinado de Carlos III se acuñaron tres emisiones de cobre en la Casa de Moneda de México[25], a pesar de que la Corona finalmente había decidido no introducir la moneda de cobre en esta ciudad, sino batir cuartillos de plata, por lo que algunos autores defienden que esta emisión tenía como destino las islas Filipinas, dependientes del Virreinato de Nueva España.  La primera de ellas presenta un monograma coronado entre REX y III con el año abajo en anverso, y M grande entre VE entrelazadas y 1/16 en el reverso. Las otras dos son el grano y el medio grano, el último divisor del peso de Tepuzque, con un peso de 0,0499 gramos de plata y su mitad. En su anverso se recoge el escudo, coronado y cuartelado entre Gº I, o ½, y leyenda CAROLUS III INDIAR REX, y en el reverso un águila sobre orbes, y abajo fecha entre las iniciales de ceca, y leyenda SINE ME REGNA FATISCVNT[26]. 

Las emisiones de cobre de 1768 en la ceca de México y el proyecto de Coronas 

Como comentábamos, el expediente de Coronas tiene cosido un dibujo con tres propuestas diferentes para la emisión de moneda menuda en la ceca de México. Antes hemos aludido a que para este autor el modelo a seguir sería el de las emisiones de dos cuartos segovianos acuñados entre los años 1741 a 1743. Sin embargo, los tipos utilizados para los reversos de las tres propuestas, que son comunes, no se corresponden con los utilizados en estas emisiones, sino que son similares a los de las pesetas provinciales españolas acuñadas en Madrid en ese tiempo. 

En las mismas, el escudo representado se aleja del utilizado coetáneamente en las emisiones de las cecas ultramarinas, dado que, mientras que en la moneda columnaria el escudo representado tiene en su centro el escusón de las flores de Lis de Borbón y granada en punta, y es del tipo casulla o piel de toro, en los reales y pesetas provinciales se trata de un escudo simple contracuartelado de castillos y leones dentro de una orla polilobulada y sin corona. El usado para las emisiones antes vistas en 1769 reproducen el modelo utilizado en la moneda columnaria, salvo que en el escusón central con las flores de Lis, que es ovalado en esta emisión. 

En cuanto a los diferentes anversos propuestos, el que aparece en primer lugar a mano izquierda reproduce exactamente en su anverso los tipos de la moneda columnaria de mundos y mares, si bien eliminando la leyenda VTRAQUE VNUM[27], sustituyéndola por el nombre del monarca reinante, CAROLVS III D.G. En la misma se representan dos hemisferios adosados bajo una corona, situados entre las columnas de Hércules, Abila y Calpe, coronadas asimismo, con rótulos en los que encontramos las inscripciones PLUS (izquierda) e VLTRA (derecha), todo ello sobre ondas de mar. 

En la segunda de las propuestas, se reproducía un águila sobre el escudo heráldico de la Ciudad de México. El águila, en el mito de Aztlán, es considerada el símbolo de la creación de Tenochtitlan, y con la independencia se convirtió en el escudo de la nación y como tal aparece en las emisiones monetarias. El tipo utilizado en la emisión vista de 1769, sin embargo, sustituye el escudo de la ciudad por unos orbes o hemisferios similares a los representados en la moneda columnaria antes descrita. Este tipo, como se muestra en el ejemplar que se reproduce, ya fue utilizado en las emisiones milanesas de Carlos I de España y V de Alemania en la ceca de Milán a mediados del siglo XVI. 

En el tercero de los proyectos se reproduce en anverso el nuevo tipo fijado por la Real Orden del 18 de marzo de 1771 y la Pragmática de 29 de mayo de 1772, que ordenaron la recogida de todo el circulante argénteo anterior y la labra de una nueva moneda con nuevos tipos, con busto del Soberano a la heroica con clámide y corona de laurel, leyenda CAROLVS III DEI GRATIA y la fecha en anverso; y escudo cuartelado de Castilla y León con escusón de Anjou y granada en punta coronado en reverso, flanqueado por las columnas de Hércules con faja y leyenda PLUS ULTRA, y leyenda HISPAN El IND REX y las marcas de ceca, ensayador y valor en reverso. Las cecas de México, Guatemala, Lima y Potosí comenzaron a usar estos nuevos tipos en 1772. 

Habremos de esperar a comienzos del siglo XIX para que, con las vicisitudes de los movimientos emancipadores y en muchas ocasiones como moneda obsidional y de necesidad, comiencen las emisiones de cobre en distintas partes de América. Según Soria, estas monedas de 1769, hoy en día escasísimas en el mercado numismático, no fueron sino muestras mandadas acuñar por el superintendente de la Casa de Moneda de México, un experimento en el que se dedujo que de un marco de cobre labrado en moneda en ambas suertes, en dos cuartos de real de plata y en ochavos, podría correr con el valor extrínseco de ½ real de plata y se sacaría el importe de la materia y el coste de labrarla, no siendo lucrosa su falsificación. Lo que sí traería problemas sería su transporte, dado que siete reales en esta moneda de cobre pesarían lo mismo que 108 reales de plata[28]


[1] En adelante AGI.

[2] Agustín de Coronas utiliza siempre el término claco, a diferencia de otros documentos que se hayan en el expediente, que utilizan el de tlaco. 

[3] Guillermo Céspedes del Castillo, "Las cecas indianas en 1536-1825" en Las Casas de Moneda en los Reinos de Indias, Vol. I., Madrid, 1996, pp. 40-43.

[4] Recopilación de las Leyes de las Indias, en adelante RLI. Libro IV. Título XXIII. Ley IX. Que la moneda de plata sea del mismo valor, peso, y cuño, que la de estos Reynos de Castilla. Carlos I. Valladolid, 10 de Mayo de 1544; “...y todos guarden las leyes de las Casas de moneda de estos Reynos de Castilla, que tratan de la labor del oro, y plata en lo que no estuviere dispuesto especialmente por las leyes de este titulo”. RLI. Libro IV. Título XXIII. Ley I. Se conoce como vellón a la moneda acuñada en cobre con una pequeña liga de plata.

[5] RLI. Libro IV. Título XXIII. Ley I. Que en Mexico, Santa Fe, y Villa de Potosí haya Casas de Moneda.

[6] Para profundizar en este tema, se recomienda el libro de Javier de Santiago Fernández, Política monetaria en Castilla durante el siglo XVII, Valladolid, 2000.

[7] Mandamos, Que en las Indias se labre moneda de plata, y no de oro, ni vellon, si no estuviese permitido, ó se permitiere por Nos. RLI. Libro IV. Título XXIII. Ley III.

[8] AGI, Santa Fe, 63, Cabildo de Cartagena.

[9] AGI, Patronato, 229.

[10] Se puede consultar en el magnífico libro de Fray Cipriano de Utrera, La Moneda Provincial de la Isla Española, Edición facsímil del original de 1951, Santo Domingo, 2000.

[11] Pierre Villar, Oro y Moneda en la Historia (1450-1920), Barcelona, 3ª ed., 1974, p. 339.

[12] Entre las normas dictadas para su retirada, podemos citar a modo de ejemplo para el caso de Santo Domingo, AGI  Escribanía de cámara 16; para Cuba Archivo Nacional de Cuba, papeles de la Audiencia de Santo Domingo, leg. 2, núm. 251; para Filipinas AGI., Filipinas, 160, nº 9; y para la Capitanía General de Venezuela AGI, Santo Domingo 716.

[13] Ricardo Pardo Camacho, “Noticia de una malograda acuñación en la ceca de México destinada a la Florida”, Gaceta Numismática 142, septiembre 2001, pp. 41-49

[14] Tomás Stohr, El circulante en la Capitanía General de Venezuela, Caracas, 1998.

[15] Jesús Antonio de la Torre Rangel, Algunas observaciones sobre el derecho monetario en la Nueva España, México, 1994, pp. 141-163.

[16] Por ejemplo, en RLI, L. IV, Tít. XXIV, Ley VII, Que las monedas de la tierra en el Paraguay sean especies, y valgan á razon de seis reales de plata el peso, Felipe III, Madrid, 10 de octubre de 1618.

[17] Pierre Chaunu,  Conquista y explotación de los nuevos mundos, 2ª Ed, Barcelona, Labor, 1982, p. 169.

[18] Para profundizar en este tema, puede consultarse el artículo de Guillermina del Valle Pavón “Contratación de cacao en la ciudad de México a mediados del siglo XVIII. Monopolio y especulación en los precios”, Asociación argentina de Historia Económica, Universidad Nacional Tres de Febrero, XXI Jornadas de Historia Económica, 23-26 de septiembre de 2008.

[19] José Joaquín Fernández de Lizardi, El Periquillo Sarniento, por el Pensador Mexicano, Tomo III, 4ª ed., México, 1842, p. 229. Según Yves Aguila, “Monnaie et societé en Nouvelle-Espagne”, Bulletin Hispanique, T. 95, nº1, 1993, pp. 5-27, p. 13, las pulperías o cacahueterías recibían el nombre de tendajos o tendajones en el resto del país. Según este autor, estos establecimientos, además del aprovisionamiento de bienes de primera necesidad, sirvieron como estudiamos de centros emisores de moneda popular y de Montes de Piedad.

[20] José Remigio Agraz “Tlacos, Pilones y Tiendas de raya en Sonora en el siglo XIX”, Memoria del VIII Simposio de Historia y Antropología, Universidad de Sonora, 1984, pp. 146-156.

[21] Earl J. Hamilton “Monetary Problems in Spain and Spanish America, 1751-1800”, The Journal of Economic History, Vol.4, nº 1, May, 1944, pp. 21-48p. 36. 

[22]  Por ello Ruggiero Romano, en su Moneda, seudomoneda y circulación monetaria en las economías de México, México, 1998, p. 137, afirma que la circulación de los tlacos conducía a una especie de consumo forzado.

[23] José Enrique Covarrubias, La moneda de cobre en México, 1760-1842, un problema administrativo, México, 2000.

[24] Juan Vicente de Guëmes Pacheco de Padilla Horcasitas y Aguayo, conde de Revillagigedo, Instrucción reservada que el Conde de Revilla Gigedo dio a su sucesor en el mando Marqués de Branciforte, sobre el gobierno de este continente en el tiempo que fue su virey, México, 1831, p. 114.

[25] Ramón de Fontecha y Sánchez,  La moneda de vellón y cobre de la Monarquía Española  (Años 1516 a 1931),  Madrid, 1968 pp. 332-333.

[26] Tomás Dasí Giménez, Estudio de los Reales de a Ocho llamados Pesos-Dólares-Piastras- Patacones o Duros Españoles, Valencia, 1950-1951, T. III, p.  162.

[27] De ambos hizo uno (Carta de San Pablo a los Efesios, 2, 14).

[28] Víctor Manuel Soria Murillo, La Casa de Moneda de México bajo la administración borbónica, 1733-1821, México, 1994, p.  222.