miércoles, 1 de diciembre de 2021

Los patacones de 960 reis sobre los reales de a ocho españoles

 Publicado en El Eco Filatélico y Numismático, Diciembre 2021

Entre los años 1808 y 1827 se procedió en Brasil a una masiva reacuñación de las monedas de plata en circulación, pesos o duros de cuño español, tanto acuñados en América como en las distintas cecas peninsulares, en un volumen cercano a las 22 millones de piezas. Estas monedas, conocidas como patacón o 960 reis, son actualmente consideradas la joya de la numismática brasileña, siendo su coleccionismo muy popular entre los numismáticos de este país.

 Los motivos de esta ingente reacuñación fueron diversos. Por un lado, se afirma que la primera de ellas, la realizada en 1808, se llevó a cabo para sufragar los gastos de la Corte que, acompañando al regente don Juan y a su mujer, la infanta española Carlota Joaquina de Borbón, llegó a Bahía el 2 de enero de 1808, huyendo de la invasión napoleónica de la Península Ibérica. En 1815, acabadas las guerras napoleónicas, don Juan creó el Reino Unido de Portugal, Brasil y los Algarves, manteniéndose como Príncipe Regente hasta la muerte de su madre el 20 de marzo de 1816.

 Las historias de Portugal y Brasil corren parejas con las de España y sus Reinos de las Indias durante el siglo XIX. Así, en 1820, y como réplica del alzamiento de Riego en España, estalla igualmente una revolución liberal en Oporto que reclama al rey Juan VI, que tiene que aceptar la Constitución, como le sucedió a su cuñado Fernando VII. El 7 de marzo de 1821 anunció su vuelta a Portugal, nombrando el 22 de abril Regente de Brasil a su hijo don Pedro.

 Como sucedió igualmente en España, donde las Cortes no reconocieron las propuestas de independencia de sus dos principales virreinatos, Nueva España y Perú, sobre la base del mantenimiento del régimen monárquico en la figura de Fernando VII o algún miembro de su familia, las Cortes de Lisboa ordenaron a don Pedro su vuelta a Portugal, a lo que se negó. Convertido en Pedro I, fue coronado como Emperador Constitucional y Defensor Perpetuo de Brasil el 1 de diciembre de 1822.

 La vida de este joven imperio no estuvo exenta de las mismas convulsiones sociales, económicas y políticas que sacudieron a las nuevas repúblicas hispanoamericanas surgidas de la implosión de la Monarquía española en estas mismas fechas. Durante la Guerra Civil que sacudió Portugal, de nuevo coincidente con el conflicto de la Primera Guerra Carlista en España, Pedro I abdicó de su título en su hijo, Pedro II, y se trasladó a Europa, muriendo en 1834 como regente de su hija María II, una niña de 14 años. Nuevamente es observable el paralelismo entre ambos países ibéricos, tanto en el régimen liberal que adoptaron como en el hecho de que la nueva monarca española era la también niña Isabel II.

 Junto a esta inestabilidad política, no podemos obviar también la gran conmoción que supusieron los procesos independentistas en el flujo monetario no solo de ambas monarquías, sino a nivel mundial. Con Portugal y prácticamente toda la España peninsular ocupadas por los ejércitos napoleónicos, se produjeron las sublevaciones de Miguel Hidalgo en Nueva España y en el Virreinato del Río de la Plata, en nombre de Fernando VII, contra la Junta de Regencia.

 La primera de ellas se desarrolló en las principales áreas mineras del virreinato, con la consiguiente destrucción y saqueo de sus principales Reales de Minas. En cuanto a la autonombrada Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata a nombre del Señor Don Fernando VII, el 25 de noviembre de 1810 ocupó Potosí, llevándose Juan Martín de Pueyrredón en su retirada el 20 de julio de 1811 toda la plata amonedada y sin acuñar de la ceca y de los particulares, produciéndose nuevos saqueos tras las ocupaciones del ejército de Manuel Belgrano en 1813 y del de José Rondeau en 1815.

 Todo ello supuso la ruina de los dos principales centros productores de plata a nivel mundial, lo que hundió no solamente las bases económicas de la Monarquía española, sino todo el comercio internacional de este metal y el flujo de la moneda de cuño español, la divisa mundialmente aceptada durante tres siglos. Ello explica, más que otras posibles razones fiscales o recaudatorias, que las autoridades brasileñas, que nunca habían tenido problemas de circulante argénteo por ser los pesos españoles su circulante más extendido y natural, optasen por realizar estos resellos, que no invalidaban el valor universalmente reconocido a esta moneda, para dotarse de un circulante nacional y evitar con ello igualmente su salida del territorio.

 El primer resello de 1808

 El valor de la moneda de ocho reales de cuño español circulante cuando comenzó esta convulsa época estaba fijado en su valor intrínseco, entre 750 y 800 reis. En fecha 1 de septiembre de 1808 se autorizó el aumento del valor de los mismos a 960 reis, procediéndose a su resellado en un primer momento en las casas de fundición del estado de Minas Gerais, y posteriormente en las cecas de Bahía y Río de Janeiro. Esta nueva pieza de 960 reis fue conocida como patacaô, con un valor de tres patacas.

 El resello se realizó sobre ambas caras de la moneda española utilizada como cospel, mediante un punzón circular que tenía como motivo en el anverso el escudo coronado de Portugal  con el nuevo valor, 960, debajo, y en su reverso una esfera armilar, representación del mundo descubierto por los navegantes portugueses durante los siglos XV y XVI y motivo heráldico introducido por el citado Juan VI como símbolo del Reino de Brasil. A diferencia del segundo resello que luego veremos, dejaba ver perfectamente los motivos originales de la moneda utilizada como cospel.

 Como recoge Prober, la mayor parte de estos resellos se llevaron a cabo sobre pesos de Carlos IV, si bien se conservan ejemplares acuñados durante los reinados de Carlos III, tanto de busto como columnarios de mundos y mares, de Fernando VII e incluso sobre las primeras emisiones potosinas de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

 El nuevo resello

 Por Alvalá de 20 de noviembre de 1809 se ordenó acuñar moneda con valor facial de 960 reis en las cecas de Río de Janeiro y Bahía, y por Provisión de 4 de abril del año siguiente se ordenó batir esta moneda sobre los pesos castellanos utilizando los tipos de las emisiones provinciales  de 640 reis, sobre el ensayo de 1809 del grabador inglés Pidgeon. La misma sigue los motivos utilizados en las monedas de plata brasileñas del siglo XVIII. Estas reacuñaciones no se aplicaron a los cantos, por lo que las monedas conservan los suyos originales, y en las mismas son visibles en mayor o menor medida los motivos originales de la moneda sobre la que fue acuñada.

 En su anverso aparece el escudo de las quinas de Portugal coronado, con la fecha dividida en dos dígitos a ambos lados de la corona, el valor 960 en la parte izquierda entre dos puntos y tres florones en la derecha, y la leyenda  circular JOANNES D G PORT REGENS ET BRAS D. Los motivos del reverso utilizados fueron la esfera armilar antes citada con la marca de ceca en su centro, sobre la Cruz de la Orden de Cristo, y la leyenda SUBQ SIGN NATA STAT. 

 Posteriormente y tras la unión de los reinos antes citada,  entre 1818 y 1821 el motivo del anverso se cambió por una guirnalda coronada, con en su interior el valor facial, 960, el año de emisión y la inicial de la ceca, y la leyenda JOANNES VI D G PORT BRAS ET ALG REX. En el reverso de esta variante aparece el escudo de las quinas sobre la esfera armilar. El último de los cuños utilizados, desde 1822 a 1831, lleva en su anverso una orla de flores con el valor 960 rodeado de 8 florones y la leyenda PETRUS I D G CONST IMP ET PERP BRAS DEF, y en su reverso un escudo con la esfera rodeada de un círculo de estrellas coronado, rodeado de una guirnalda y la con la leyenda IN HOC SIGNO VINCES.

 Aunque se conservan algunas piezas batidas sobre cospeles nuevos, la inmensa mayoría de estas monedas se acuñaron sobre piezas de ocho reales de cuño español de las cecas ultramarinas, y en menor medida sobre moneda acuñada en las cecas españolas de valor de ocho reales de plata nacional, veinte reales de vellón, duros y cinco pesetas o treinta sous, así como sobre moneda acuñada por las nuevas repúblicas hispanoamericanas. Aunque de manera simbólica, se conservan igualmente ejemplares de oros países del mismo formato que el peso, dólar o tálero, y si bien entre 1832 y 1834 se batieron 960 reis sobre cospeles nuevos en Río de Janeiro, la emisión se redujo a 3.193 ejemplares.

 En su estudio monográfico de una colección de esta bella moneda, Tomás Vallaure se pregunta cuántas piezas sobreviven, una pregunta de imposible respuesta, suponiendo que serán relativamente pocas en relación con el total de ellas reacuñadas. Además de en Brasil, circularon en Portugal, en las Azores y en otros territorios, encontrándose en las subastas y ofertas numismáticas algunos ejemplos nuevamente resellados. Pero, como por desgracia sucede demasiado a menudo con los resellos, hay que tener mucho cuidado con las falsificaciones.

 Para saber más:

 AMATO, C., “O Patacâo”, Sociedade Numismática Brasileira, Boletin nº 51, 2003.

LEVY, D.A., “Os Recunhos das Moedas de 960 réis”, Sociedade Numismática Brasileira, Boletin nº 54, 2003.

PROBER, K. , Catálogo das Moedas Brasileiras, Rio de Janeiro, Brasil, 1960.

VALLAURE ACHA, T., “El duro hispano-brasileño de 960 reis sobre 8 reales. Estudio de una colección”, Gaceta Numismática nº 200, diciembre 2020, pp. 63-105.

viernes, 26 de noviembre de 2021

En recuerdo de Felipe Mateu y Llopis, el Schindler de la numismática, en su 120 aniversario

 Publicado en Crónica Numismática, 26 de noviembre de 2021

Nacido en Valencia el 15 de noviembre de 1901 y muerto en Barcelona en 1998, Felipe Mateu y Llopis es, sin lugar a dudas, uno de los referentes indefectibles de la Ciencia Numismática española del siglo XX. Dedicado en cuerpo y alma al estudio de nuestra ciencia durante toda su larga vida profesional, el día 4 de noviembre de 1936, durante la Guerra Civil y en su  puesto de conservador del Gabinete Numismático del Museo Arqueológico Nacional frustró en parte, con riesgo de su propia vida, el posiblemente mayor expolio del Patrimonio Cultural español en general y del Numismático en particular de la historia. 

 Licenciado en Historia con sobresaliente y premio extraordinario en 1923 en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valencia, se trasladó a realizar su doctorado a Madrid entre los años 1924 y 1929, siendo discípulo de los ilustres arqueólogos Manuel Gómez-Moreno y Elías Tormo. Su Tesis Doctoral,  Ensayo sobre una Casa Real de Moneda de uno de los Estados de la Corona de Aragón: la Ceca de Valencia y las acuñaciones valencianas de los siglos XIII al XVIII, fue calificada con un sobresaliente cum laude.

 De vuelta en su Valencia natal, fue asiduo del Archivo del Reino de Valencia, se codeó con los más destacados historiadores valencianos de la época, y se relacionó con ambientes valencianistas. Fue el primer director de la revista Acció Valenciana, escribió varios artículos en esta lengua y fue uno de los signatarios en 1932 de las conocidas como Normes de Castelló, en las que se fijaban las bases para la unificación de la ortografía del valenciano.

 En el año 1930 se produjo su ingreso como facultativo en el Cuerpo de Archivos, Bibliotecas y Museos, comenzando su andadura profesional en la sección numismática del Museo Arqueológico Nacional (MAN), y siendo nombrado posteriormente director del Museo Arqueológico y de la Biblioteca Provincial de Tarragona. De vuelta en el MAN desde 1931, le sorprendió en Madrid el estallido de la Guerra Civil, en el cargo de conservador de su Gabinete Numismático. Este Gabinete era heredero del numario creado por Felipe V en 1711, y constaba por estas fechas de 160.000 monedas y 15.000 medallas.

 La orden de requisa

 El día 2 de noviembre de 1936 desde el Ministerio de Hacienda se tomó la decisión de requisar el oro de las colecciones numismáticas del Museo Arqueológico Nacional. Los encargados de realizar esta requisa fueron el subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, Wenceslao Roces, que nunca asumió la responsabilidad de tan graves hechos, y Antonio Rodríguez-Moñino, posteriormente vicepresidente de la Hispanic Society of America y Académico de Número de la Real Academia Española.  

 Esta medida fue consecuencia de la creación por Juan Negrín de la conocida como Caja de Reparaciones, cuyo objeto era la requisa de bienes para su transformación en dinero para la compra de armas, a las órdenes de Francisco Méndez Aspe. Ese mismo otoño, se expidieron a Moscú 7.800 cajas de lingotes de oro, 510 toneladas, que representaban el 72,6% de las reservas en este metal del Banco de España.

 El resultado de estas requisas fue embarcado años después en un yate de recreo adquirido el 1 de agosto de 1938, rebautizado como Vita, que trasladó estos tesoros a México. Gracias a un pacto con el presidente Lázaro Cárdenas, Indalecio Prieto se quedó con el tesoro que se descargó en Tampico. Cárdenas permitió a Prieto desmontar y fundir las joyas para venderlas al Banco de México. Entre 1939 y 1941 se transformó patrimonio histórico español  por valor de once millones de pesos mexicanos, y parte de las obras de arte se vendieron en los Estados Unidos de América. Entre afinación de metales preciosos e impuestos, la Hacienda mexicana se quedó con un tercio del líquido recibido.

 Entre los tesoros expoliados y posteriormente trasladados a México en el buque Vita se encontraron materiales de la capilla del Palacio Real de Madrid, depósitos de la Generalitat de Catalunya, los tesoros de las catedrales de Toledo y Madrid, el contenido de casi cinco mil cajas de alquiler, un millar de depósitos y treinta sobres con joyas del Monte de Piedad de Madrid requisadas en 1938 y 2.798 monedas de oro, 15,847 kilos de noble metal de inestimable valor histórico, procedentes del MAN.

 El expolio del MAN

 Desde que comenzó la guerra, Felipe Mateu y Llopis comenzó a retirar de las vitrinas del MAN para su protección las principales piezas de su numerario, de forma muy discreta, y desde septiembre comenzó a guardarla en las arcas de caudales medievales que se encontraban en la planta baja del edificio.

 El desarrollo de los acontecimientos está perfectamente documentado, dado que se conservan y se han estudiado los informes presentados por Antonio Rodríguez-Moñino sobre esta requisa y el posteriormente redactado minuciosamente por el propio Mateu y Llopis el 16 de mayo de 1939.

 El día 4 de noviembre por la tarde Mateu recibió una llamada de Rodríguez-Moñino, que se personó con Roces en el museo a las ocho de la tarde. No habiendo luz eléctrica, toda la iluminación era la de las linternas de dos guardias que les acompañaban. A su requerimiento de abrir el monetario, y según el propio testimonio de Moñino, Mateu le respondió que no encontraba las llaves, con lo que Roces propuso descerrajar la cámara. Impaciente, Roces se fue, no sin ordenar taxativamente que se requisase todo el oro, sin excepción.

 Tras solicitar Mateu para ganar tiempo del director del museo, Francisco Álvarez-Ossorio, la orden por escrito para poder entregar la colección, que le fue enviada con una criada, y cenar con Moñino, comenzó a recoger las onzas de ocho escudos de los Borbones de menor rareza, proponiendo hacer una ficha detallada de cada una de ellas. Se negaron a ello, y le contestaron que la entrega debía realizarse esa misma noche. Mientras revisaba las piezas con toda la lentitud que podía, Mateu escondía las más valiosas entre las grietas, en los cajones y en cualquier lugar que podía.

 Asimismo, y debido a la escasa iluminación y a la miopía de Moñino, le convenció de que algunas de las monedas áureas eran realmente de plata. Posteriormente dirigió al grupo a la zona de bronces romanos, para ganar tiempo, aunque subsiguientemente estaban las emisiones de oro de Roma, Bizancio y visigodas. En un momento de la noche, un miliciano apoyó su pistola contra la sien de Mateu, exigiéndole que se diera más prisa.

 Igualmente, los funcionarios comenzaron a esconder las piezas más importantes por las dependencias del edificio, con grave riesgo para sus personas. Algunos de ellos, como la conservadora Felipa Niño, ocultó entre sus ropas varias piezas. Los representantes del gobierno, al darse cuenta de esta situación, instalaron dos focos en la entrada del museo y obligaron a los funcionarios a volcar las monedas sin ningún orden en los gorros de los milicianos, metiéndolas luego sin ningún tipo de inventario en dos cajones.

 De madrugada volvió Roces con una pistola al cinto, retirándose aparte para hablar con Moñino. Cuando volvió, le comentó a Mateu lo que le había insinuado Roces que se hacía con los funcionarios obstruccionistas y poco discretos. Al día siguiente se requisaron el tesoro de Quimbayas, otros objetos de oro y máscaras, la moneda extranjera y las medallas.

 Al terminar la jornada, Mateu solicitó redactar un acta de entrega, en la que constaba hasta el nombre de los guardias y una descripción detallada de las circunstancias. Al verla, Roces la agarró violentamente y la rompió, levantando un lacónico informe con el número de monedas y su peso, que se introdujeron en cajas y se sellaron con lacre del MAN.

 Entre las piezas que puso a buen recaudo en esta época se encuentran algunos de los tesoros numismáticos que todavía podemos disfrutar en esta egregia institución, como la dobla de Pedro I, las amonedaciones de oro de los Reyes Católicos o el Medallón de Augusto.  Las monedas salieron ese mismo día para Valencia, depositándose en la Torre de Serranos.

 En opinión de Martín Almagro Gorbea, exdirector del MAN, Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid  y Académico de Número de la Real Academia de la Historia, el expolio perpetrado el día 4 de noviembre de 1936, hace ahora 85 años, ha sido el mayor robo cometido contra el patrimonio de la historia de España.

 La carrera de Felipe Mateu y Llopis

 Durante la guerra y en el bando republicano ocupó diversos cargos en Madrid y Valencia, entre ellos el de vocal de la Junta de Tesoro Artístico. En este puesto, consiguió in extremis evitar la destrucción de varios archivos catedralicios, como los de Toledo, Segorbe y su ciudad natal, así como de otros archivos valencianos, como el personal de Josep Sanchis Sivera, el canónigo e historiador que fue director del Centro de Cultura Valenciana desde 1927 hasta su muerte en 1937.

 Al terminar la guerra, y tras sufrir un proceso de depuración, ingresó nuevamente en el MAN, para posteriormente ser nombrado director de la Biblioteca Central de Barcelona, donde igualmente salvó por omisión de las órdenes recibidas buena parte de sus fondos catalanes. En cuanto a su vida universitaria, fue nombrado  Catedrático de Paleografía y Diplomática de la Universidad de Oviedo en 1943, trasladándose posteriormente a la de Valencia y finalmente a Barcelona.

 Socio de la Asociación Numismática Española, recibió el Primer Premio Javier Conde Garriga de la misma en 1958 y numerosos reconocimientos, siendo nombrado su Presidente de Honor, cargo que ostentó entre 1984 y 1988. Autor de una inmensa, profunda y fecunda producción numismática entre los años 1926 y 1998, hay muchas razones para recordarle como un magnífico maestro y una admirable persona.

 Para saber más:

 ALMAGRO GORBEA, M., “El expolio de las monedas de oro del Museo Arqueológico Nacional en la Segunda República española”, Boletín de la Real Academia de la Historia, Tomo 205, Cuaderno 1, 2008, pp. 7-72.

 GARCÍA ALONSO, F., y MUNILLA CABRILLANA, G., El Tesoro del Vita: La protección y el expolio del Patrimonio Histórico-Arqueológico durante la Guerra Civil, Universidad de Barcelona, 2014.

jueves, 18 de noviembre de 2021

Una solicitud del Conde de Casa Real de Moneda de Potosí pidiendo la superintendencia de la Casa de Moneda de Chile en 1815

 Publicado en el Anuario de la Asociación Numismática de Chile, 2021

https://www.academia.edu/61930643/Una_solicitud_del_Conde_de_Casa_Real_de_Moneda_de_Potos%C3%AD_pidiendo_la_superintendencia_de_la_Casa_de_Moneda_de_Chile_en_1815

En el Archivo General de Indias, signatura LIMA, 751, N.60, encontramos esta solicitud del II Conde de Casa Real, remitida al Secretario de Estado y del Despacho Universal de Indias por el virrey del Perú, José Fernando de Abascal y Sousa, Marqués de la Concordia, en fecha 12 de octubre de 1815. En la misma el Conde de Casa Real solicitaba la superintendencia de la Real Casa de Moneda del Reino de Chile, y en su defecto, la del Banco y Real Mita de Potosí.

 En el escrito de remisión del virrey se ponen de manifiesto los servicios realizados por el Conde, si bien reconoce, en función de los informes anexos que posteriormente estudiaremos, que al encontrarse la superintendencia de la Casa de Moneda de Chile ocupada y estar la del Banco y Mita de Potosí indisolublemente unida al gobierno de la Villa, no habría por ese momento lugar a atender su petición, si bien recomendaba otorgarle el grado de brigadier que solicitaba el General Pezuela en su informe.

 Este expediente es una importante fuente para conocer la vida y los servicios prestados por el Conde de Casa Real, tanto militares como civiles. Además de hacendado y dueño de ingenios para la molienda del mineral de plata, ocupó los cargos de Ministro Tesorero, Ministro Contador y Superintendente Interino de la Real Casa de Moneda de Potosí. Entre sus méritos militares, fue protagonista de algunas de las principales operaciones militares entre el Ejército Real del Alto Perú y el Ejército Auxiliar y Combinado del Perú de las Provincias Unidas del Rio de la Plata.

lunes, 15 de noviembre de 2021

Dos proyectos monetarios, billetes y monedas, para la Guerra de 1868 en Cuba

 Publicado en Crónica Numismática, 15 de noviembre de 2021

https://cronicanumismatica.com/dos-proyectos-monetarios-billetes-y-monedas-para-la-guerra-de-cuba-de-1868/

A comienzos de la conocida como Guerra Grande, Guerra de los Diez Años, Guerra del 68 o Primera Guerra de Cuba, encontramos dos importantes y simultáneos proyectos monetarios. Por un lado, un Decreto por el que se ordenaba el establecimiento de una Casa de Moneda en La Habana, lo que finalmente no se llegó a realizar. En el bando republicano, mientras tanto, se asistió a la emisión de los primeros billetes y monedas de la República de Cuba. 

 Este conflicto se enmarca dentro del contexto del periodo de inmensa inestabilidad que se produjo en España tras el triunfo de la revolución conocida como la Gloriosa. Este ciclo, conocido como Sexenio Revolucionario, vio el sucesivo derrocamiento de la dinastía borbónica, la instauración de un Gobierno Provisional, la monarquía fallida en la persona de Amadeo I, la Primera República española y, finalmente, la Restauración borbónica. En esta situación, a la guerra en Cuba se sumaron otros problemas como la Guerra Civil o Carlista, la pugna interpartidista, la agitación obrera y el movimiento cantonalista.

 El Decreto de 24 de septiembre de 1869

 En fecha 26 de septiembre de 1869 se publicó en la Gaceta de Madrid un Decreto de la Regencia del Reino, firmado por el Regente Francisco Serrano y por el Ministro de Ultramar, Manuel Becerra, procediendo al establecimiento de una Casa de Moneda en La Habana. En su Exposición de Motivos se da cuenta de las reiteradas solicitudes de las autoridades y clases más importantes de la isla en este sentido. El 6 de julio de 1856 se había pedido por Real Orden un informe sobre los medios para remediar la escasez de moneda de plata, y el Consejo de Administración propuso con marcada insistencia la creación de una ceca.

 Las razones para ello estribaban en la importancia de sus mercados, en las necesidades de sus establecimientos de crédito, la frecuencia con la que se desnivelaban los cambios, las reiteradas crisis monetarias y los conflictos derivados de la necesidad de aceptación de moneda foránea por la falta de moneda nacional. Se contaba asimismo para su instalación con la cercanía a las regiones productoras de California y México, y al precedente del establecimiento de la Casa de Moneda de Manila por Real Decreto de 8 de septiembre de 1857.

 Consideraba el ministro la urgente necesidad de dicho establecimiento, en base a las extraordinarias circunstancias de la citada provincia, no pudiendo demorarse nada de todo aquello que de algún modo pudiera contribuir a conjurar la grave crisis que afligía a la isla de Cuba, por lo que  proponía que se considerase comprendida en las facultades extraordinarias de la Autoridad superior de aquella provincia proceder al establecimiento en La Habana de una Casa de Moneda.

 A continuación se incluye el articulado de este Decreto, consistente en cuatro artículos. El primero de ellos regula que el Gobernador Superior Civil de la isla, de acuerdo con la Intendencia, procederá al establecimiento de la Casa de Moneda en La Habana, dotándola de todas las condiciones necesarias para su objeto, pero cuidando al mismo tiempo su economía, remitiendo posteriormente cuenta justificada al Ministerio de Ultramar.

 El artículo segundo viene referido a las Ordenanzas de la nueva institución. Hasta que las mismas se formasen, debía regirse tanto en la parte económica como facultativa y en lo que fuese posible por las publicadas en las fábricas de igual clase operativas en la Península.

 El tercero de ellos hace referencia a la facultad otorgada al Gobernador para determinar, de acuerdo con las necesidades de la isla, la clase o clases de moneda que deberían acuñarse con preferencia. Dichas emisiones deberían, en todo caso, ajustarse a lo previsto en el Decreto de 19 de octubre de 1868, por el que se fijaron el peso, ley y diámetro de las nuevas monedas, así como los tipos y leyendas.

 Por tanto, de haberse producido la acuñación de estas monedas, las mismas deberían de haberse ajustado a la nueva unidad monetaria, la peseta, dividida en 100 céntimos, con una figura que representara a España, con las armas y atributos propios de la soberanía nacional, y su valor, peso, ley, año de fabricación y las iniciales de los funcionarios responsables de la exactitud de su peso y ley expresados en ellas.

 El último de los artículos de este Decreto hace referencia a la necesaria remisión al Ministerio de Ultramar de muestras de cada una de las rendiciones a fin de someterlas a  los correspondientes ensayos, en los mismos términos y con las precauciones establecidas para la Casa de Moneda de Manila.

 Los primeros pesos republicanos

 Durante la Asamblea de Guáimaro, celebrada los días 10 y 11 de abril de 1869 en Camagüey, se proclamó la República y se nombró como su Presidente a Carlos Manuel de Céspedes. Unos días después, el 29 del mismo mes, la Cámara de Representantes informó que sin demora se necesitaba la emisión de dos millones de pesos en papel moneda. A finales de mayo y comienzos de junio 1869 se emitieron por los republicanos los primeros billetes a nombre de la República de Cuba, impresos en Nueva York.

 Su circulación obligatoria en los territorios controlados por los republicanos fue sancionada por la Ley de 9 de julio de este mismo año. En esta norma se recogía expresamente el valor de los billetes a emitir, en faciales de 1, 5, 10 y 50 pesos. A pesar de ello, se imprimieron igualmente billetes con valor facial de 50 centavos, 100 e incluso 1.000 pesos. El montante total de lo emitido en estos billetes alcanzó la cifra de 1.700.000 pesos, y tuvo un coste total de 5.328 pesos con 23 centavos.

 Para completar el importe aprobado de los dos millones de pesos, se emitieron igualmente billetes a nombre de la Junta Central Revolucionaria de Cuba y Puerto Rico, hasta completar la cuantía prevista. La distribución de este numerario no estuvo exenta de problemas, tanto por la dificultad de su distribución como por la falta de confianza en el mismo de parte de la población.

 Igualmente, en el año siguiente se aprobó la acuñación provisional en cobre de monedas de 5, 10,20 y 50 centavos de valor facial, y de 5 y 10 centavos y un peso en plata. Estas monedas, auténticas joyas de la numismática cubana, se emitieron en cantidades muy limitadas, por lo que son conocidas como los patrones o pruebas de 1870. Tampoco se conoce a ciencia cierta si las mismas fueron acuñadas en Providence, Filadelfia o Potosí, si bien parece que es esta última la que tiene más posibilidades de haber sido la ceca emisora.

 Tras el conocido como Grito de Yara, el 10 de octubre de 1868, se formaron milicias entre los residentes en defensa del régimen español, dando comienzo una dilatada y cruel guerra civil, en la que, como posteriormente sucedió hasta la intervención norteamericana en 1898, las fuentes muestran que hubo más combatientes cubanos fieles a España que a las ideas republicanas. Sus enormes costes humanos y materiales fueron estimados posteriormente por Cánovas del Castillo en unos cien mil muertos y doscientos cincuenta millones de pesetas, o cincuenta millones de pesos.

 Para saber más:

 Gaceta de Madrid, domingo 26 de septiembre de 1869, Año CCVIII, nº 269.

 ROLDÁN de MONTAUD, I., “La banca de emisión en Cuba (1856-1898)”, Estudios de Historia Económica, nº 44, 2004.

VILLARES, R., «Alfonso XII y Regencia. 1875-1902», en Ramón Villares y Javier Moreno Luzón, ed. Restauración y Dictadura. Vol. 7 de la Historia de España, dirigida por Josep Fontana y Ramón Villares. Barcelona-Madrid, Crítica/Marcial Pons, 2009.

VV.AA., Voluntarios y guerrilleros en las Guerras de Cuba, Real Acadèmia de Cultura Valenciana, 2018.   

 "Primeros billetes cubanos", Opus Habana, Vol. VI, nº 1/2003, pp.54-55

viernes, 12 de noviembre de 2021

The Silver Party, un intento de romper el bipartidismo en los Estados Unidos en 1892

 Publicado en Oroinformación, 12 de noviembre de 2021


https://oroinformacion.com/the-silver-party-un-intento-de-romper-el-bipartidismo-en-los-estados-unidos-en-1892/

El Partido de la Plata fue un partido político de los Estados Unidos, activo desde 1892 hasta 1911. El primero de estos años, varios candidatos del mismo fueron elegidos para cargos públicos en Nevada, continuando su éxito a lo largo de esta década y culminándolo con la elección de los gobernadores John E. Jones y Reinhold Sadler. Nevada fue el único Estado que eligió tanto a senadores como a congresistas de este Silver Party. A nivel nacional, se alió con el Partido Populista, y en menor medida con el Partido Republicano de la Plata. En 1902, la mayoría de sus diferentes facciones en Nevada habían sido absorbidas por la organización estatal del Partido Demócrata, pero aun así sus miembros siguieron gobernando Nevada hasta 1911.

 Simultáneamente, se produjo un movimiento paralelo en el seno del Partido Republicano. The Silver Republican Party, o Partido Republicano de la Plata, más tarde conocido como Partido Republicano de Lincoln, fue un partido político activo desde 1896 hasta 1901. Se llamó así porque se separó del Partido Republicano, al apoyar la teoría de la free silver, y defender una política monetaria expansiva y el bimetalismo. Su fuerza se concentró en los estados del Oeste, donde la minería de plata era una industria importante. Algunos de sus miembros fueron elegidos para el congreso de varios de estos Estados.

 El debate sobre la plata comenzó con la aprobación de la Cuarta Ley Monetaria en 1873, que fue conocida como el Crimen del 73 por sus opositores, que desmonetizó la moneda de plata para sustituirla por moneda de oro y níquel, así como por billetes de banco. El mismo duró hasta 1963, cuando la Ley de Compra de Plata de 1934 permitió al Presidente y al Departamento del Tesoro de los Estados Unidos regular la plata estadounidense.

 Como resultado de la nueva normativa, en el año 1873 se asistió a la acuñación de veinte diseños diferentes de monedas en trece denominaciones. El oro fue el ganador, al igual que el níquel, y perdió la plata. Se crearon nuevos diseños en las tres casas de moneda de Estados Unidos. Se colocaron flechas junto a la fecha en tres denominaciones de plata para indicar un cambio de peso. Asimismo, se eliminaron cuatro diseños de monedas y se agregó un nuevo tipo, mientras que nueve diseños continuaron sin cambios importantes.

 Los partidarios de un lugar importante para la plata en un sistema monetario bimetálico, que utilizara tanto plata como oro, llamados Silverites, solicitaron la acuñación de dólares de plata en una proporción fija de 16 a 1 frente a las monedas acuñadas en oro. Dado que la relación entre el precio real de los dos metales era sustancialmente más alta a favor del oro en ese momento, la mayoría de los economistas advirtieron que la moneda de plata menos valiosa sacaría de circulación al oro, más valioso. Esta teoría fue especialmente popular entre los agricultores del Cinturón de Trigo (el oeste del Medio Oeste) y el Cinturón de Algodón (el Sur Profundo), así como entre los mineros de plata del Oeste.

 Su fundamento ideológico se encuentra en lo que se conoció como Free Silver, un importante tema de política económica en los Estados Unidos a finales del siglo XIX. Sus defensores estaban a favor de una política monetaria expansiva, que presentara la acuñación ilimitada de plata a fondo pedido, en contraposición a la estricta adherencia a la oferta monetaria más cuidadosamente fijada, implícita en el patrón oro. Esta “plata gratis” se asoció cada vez más con el populismo, los sindicatos y la lucha de las clases populares estadounidenses contra los banqueros y monopolistas.

 De acuerdo con el patrón oro adoptado, cualquier persona podía depositar su oro en una casa de moneda para su acuñación. Salvo por la presencia de un señoreaje nominal para cubrir los costes de procesamiento, se pagaba en moneda acuñada al depositante, tratándose por tanto de una acuñación gratuita. El objetivo del Free Silver era que las cecas aceptaran y procesaran la plata de acuerdo con el mismo principio, aunque el valor de mercado de la plata en las monedas en circulación de los Estados Unidos fuese sustancialmente menor que su valor nominal.

 Entre sus defensores se encontraba Alexander del Mar, judío sefardita nacido en Nueva York y que había estudiado en la madrileña Escuela de Minas. Primer director de la Oficina de Estadística de los Estados Unidos, fue un historiador riguroso que hizo importantes contribuciones a la historia monetaria y a la numismática. A mediados de la década de 1890, se mostró contrario al papel monetario centrado en el oro como moneda mercancía, defendiendo la causa de la plata y su re-monetización como prerrogativa del Estado.

 En 1896 se creó una Plataforma para un Partido de la Plata Nacional, haciendo un llamamiento al pueblo de los Estados Unidos para: 

… que deje en suspenso por el momento todas las demás cuestiones, por importantes e incluso trascendentales que puedan parecer, para romper si es necesario todos los lazos y afiliaciones anteriores y unirse en un esfuerzo supremo para liberarse ellos y sus hijos de la dominación del poder del dinero, un poder más destructivo que cualquiera que se haya impuesto a los hombres civilizados de cualquier raza o época. Y tras la consumación de nuestros deseos y esfuerzos, invocamos el bondadoso favor de la divina Providencia.

domingo, 7 de noviembre de 2021

El traslado de la Real Casa de Moneda de Lima a Cuzco

 Publicado en UNAN Numismática nº44, 2021

Durante el dilatado ciclo bélico que vivió el Perú entre el desembarco en Pisco de la Expedición Libertadora del Perú en septiembre de 1820 y la batalla de Tumusla el 1 de abril de 1825, se agudizaron las necesidades de financiación de ambos bandos contendientes. La capital, Lima, en disputa y ocupada por uno u otro ejército en varias ocasiones, disponía de su Real Casa de Moneda para la labra de moneda, pero carecía de metales para llevarla a cabo, mientras que en el territorio controlado por el Ejército Real del Perú se encontraban los principales yacimientos de metales preciosos, pero se carecía de los medios para amonedarlos. En estas circunstancias, en una de las ocupaciones de Lima por las fuerzas realistas en julio de 1823, el virrey José de  la Serna ordenó la evacuación y traslado de los útiles y el personal de la Casa de Moneda de Lima, para con ellos abrir una nueva ceca en la capital del territorio que controlaban, Cuzco.

 Tras el fracaso de la Conferencia de Punchauca el 5 de junio de 1821, el Ejército Real del Perú se retiró de Lima y se trasladó a la ciudad de Cuzco, que se convirtió en la capital virreinal durante más de tres años. A diferencia de lo que sucedió en el bando republicano, los estudios de Dionisio de Haro muestran que los limitados recursos disponibles fueron eficientemente  gestionados. La falta de fondos metálicos, procedentes de la ceca de Lima, en manos republicanas, y la existencia de egresos que crecían exponencialmente por los gastos bélicos, hicieron que se hubiese que recurrir a los cupos al comercio, préstamos forzosos, contribuciones de predios rústicos y a los donativos y préstamos voluntarios.  

 A pesar de estos instrumentos financieros extraordinarios, la falta de moneda circulante ahogaba la economía y lastraba el necesario esfuerzo bélico, por lo que el gobierno llevó a cabo la posiblemente más audaz y sorprendente acción de todo el conflicto, con el traslado de la Casa de Moneda desde Lima a Cuzco. Durante la ocupación de Lima en julio de 1823, el general José de Canterac recibió la orden de dicho traslado de los materiales y de los operarios de la misma. En el mes escaso que permaneció en la ciudad, se acuñaron en su ceca monedas de ¼, 1, 2 y 8 reales de facial, por un montante global de 200.000 pesos, utilizando como cospeles o resellando con una corona un número indeterminado de los conocidos como Pesos de San Martín o del Perú Libre.

 Desde Lurín, Canterac informó el 17 de julio del traslado de la maquinaria, los dependientes y operarios. El superintendente Pablo Terón y Prieto, que había sido cesado por San Martín el 7 de agosto de 1821, el ensayador y contador Tomás Panizo y Talamantes, el ensayador Pablo Cano Melgarejo, el guarda cuños Fernando Gonzales de Varea, el contador de moneda Domingo Arriaga, su oficial Manuel Urrutia, el portero marcador de la sala de libranzas José Zapata, el guarda vista de la fundición Antonio Imperial Cárcamo y los talladores Fernández de Soto y Dávalos acompañaron también a la maquinaria a su nuevo emplazamiento.

 En la localidad de Huancayo, el teniente coronel José Antonio Vigil Manrique de Lara, cajamarquino que sirvió lealmente en el Ejército Real hasta la batalla de Ayacucho y posteriormente en el ejército peruano, fue encargado del traslado hasta Cuzco, mientras la Real Hacienda realizaba todos los preparativos para su instalación en esta ciudad. Manuel Solares, tesorero de la Casa de Moneda de Potosí, recibió en fecha 28 de noviembre su traslado para la organización de la nueva ceca, y se trasladó a Cuzco con el ensayador Gregorio Carril y el contador Juan Bautista de la Rosa. Los útiles y el personal procedentes de Lima llegaron a la ciudad el 19 de diciembre.

 Para su ubicación se optó el Convento y Hospital de San Juan de Dios, un edificio abandonado, eligiendo al Asesor General del virreinato, José María de Lara, dado que tenía experiencia como ensayador propietario de las Cajas de Potosí, como consejero. Se encomendó al subdelegado de Paucartambo, Silvestre Prado, que proveyese de la necesaria madera, y fue necesario reparar los viejos canales y depósitos de agua. Los gastos de adecuación del edificio y de la infraestructura necesaria para dotarle de la necesaria fuerza hidráulica para mover la maquinaria ascendieron entre el 26 de enero al 26 de junio del año siguiente a la suma de 15.800 pesos.

 Para dotar de metales a la misma, por dos Decretos de 6 de marzo y 5 de junio de 1824 se establecieron los rescates de la plata por las tesorerías, fijando para el Banco de San Carlos de Potosí y dichas tesorerías las tarifas de compra del metal en pasta, pagándose por las piñas con peso superior a 30 marcos 7 pesos y 2 reales por marco, por las menores hasta 10 7 pesos y 1 real, por la plata en planchas, piezas menudas y piñones 6 pesos y 4 o 6 reales, y por la chafalonía y vajilla 6 pesos. El decreto de 6 de marzo redujo los derechos del Banco de San Carlos de Potosí a un real por marco, suprimió el impuesto extraordinario de guerra y ordenó el inmediato pago en dinero, al contado y sin dilación o demora, a los mineros.

 Igualmente, se reguló la distribución de los metales, dado que las barras fundidas en las Cajas de Oruro y La Paz se debían remitir con guía a Potosí, mientras que las que se procesaban en Puno, Arequipa, Tarma, Huamanga, Tacna y Huancavelica eran remitidas a las Casa de la Moneda de Cuzco. En todo caso, se trataba de unas tarifas elevadas para el pago a mineros y poseedores, y más en tiempos de guerra, y la eficientemente gestionada institución cumplió en su corta vida útil en manos de las autoridades virreinales, medio año, un importantísimo papel, al suministrar al Gobierno numerario en momentos económicos críticos.

 Los tipos utilizados fueron los mismos que se usaron en la Casa de Moneda de Lima, con el busto del monarca realizado por el grabador Félix Sagau y Dalmau de Galcerán en 1811, del conocido como tipo general y que fueron remitidos a las Casas de Moneda de los Reinos de las Indias desde ese mismo año. Como marca de ceca se utilizaron las siglas CUZ, sirviendo de tallador un oficial apellidado Herrera y como ensayador el antes citado Tomás Panizo y Talamantes, con sigla T. Se acuñó moneda de 1, 2 y 8 reales de facial.

 Dargent informa de que en las emisiones realizadas tras la capitulación de Ayacucho, realizadas con los mismos cuños, se cambió la sigla de ensayador por la G, correspondiente al ensayador Gregorio Carril, por lo que son reconocibles estas monedas batidas ya bajo gobierno republicano. El reconocimiento de esta ceca fue aprobado por Fernando VII el día 16 de enero de 1825.

 Según recoge Dargent, en el Manual principal de la administración del tesoro público del Cusco, que como reconoce el propio autor recoge doce partidas de metal y puede que no sean datos completos, supone una acuñación de 65.663 pesos y 2 reales de plata. Hemos de recordar que las estimaciones más altas para las emisiones de los pesos del Perú Libre entre 1822 y 1823 arrojan un montante global de unos 75.000 pesos, que obviamente no pudieron cubrir las necesidades de circulante del territorio controlado por los republicanos.

 Algunos autores recogen que los plateros iniciaron una campaña para desacreditar el sistema de compra, dado que con ello perdían el monopolio de la compra de las pastas a un precio muy inferior, entre 5 y 5 ½ pesos el marco, y que los republicanos afirmaron que la población fue resistente a la entrega de estas pastas, lo se debería al celo patriótico a favor de la causa de liberación.

 El día 16 de diciembre de 1824 se recibieron en Cuzco las noticias de la batalla de Ayacucho y de la posterior capitulación, y el 25 de diciembre llegó el general Agustín Gamarra Messía, antiguo teniente coronel del Ejército Real del Perú que había desertado en 1821 y natural de Cuzco, como gobernador de la plaza y director de su Casa de Moneda. El metal de plata y todo el oro recaudado, para el que se habían preparado también los cuños, que se encontraban en ella fueron acuñados los días 4, 12 y 15 de enero de 1825, como vimos,  reutilizando los cuños a nombre de Fernando VII, que se siguieron utilizando, manteniendo la fecha, hasta 1826.

 En cuanto a los oficiales y trabajadores de esta Casa de Moneda, como en prácticamente todos los ámbitos de la sociedad peruana, los menos abandonaron el país y la mayoría siguió realizando su trabajo o se reincorporó a la Casa de Moneda de Lima, como fue el caso del ensayador Tomás Panizo y Talamantes, que sirvió en la ceca capitalina entre 1835 y 1848, el superintendente Pablo Terón y Prieto o los ensayadores Pablo Cano Melgarejo y Gregorio Carril.

 Y es que, como afirma don Ricardo Iván Álvarez Carrasco en su magnífico artículo citado en la bibliografía, esta fue una época de veleidades y lealtades endebles, en un conflicto en el que, como afirma apropiadamente la historiadora también peruana Natalia Sobrevilla, en vez de utilizar la tan habitual como desacertada dicotomía españoles versus patriotas, tendríamos que hablar de hermanos, compañeros y amigos de sus mismos contrarios. 

 Bibliografía recomendada:

 ALVAREZ CARRASCO, R.I. “Superintendentes Administradores, Ensayadores y Grabadores en las cecas del Perú Virreinal”,  Revista Numismática Hécate Nº 6, 2019, pp. 204-224.

DARGENT CHAMOT, E., Monedas, medallas y condecoraciones de la Independencia del Perú, Universidad Ricardo Palma, Escuela de Turismo, Hotelería y Gastronomía, Perú, 2019.

HARO ROMERO, D. de, “Las Casas de Moneda españolas y peruanas durante la Independencia del Perú (1820-1824): Reforma liberal y guerra”, II Congreso Latinoamericano de Historia Económica, México, 2010.

HARO ROMERO, D. de, “La paradoja monetaria durante la Independencia del Perú (1820-1824): Máquinas sin plata y plata sin máquinas”, X Congreso Internacional de la AEHE, Universidad Pablo de Olavide, septiembre 2011.

PELLICER I BRU, J., Glosario de maestros de ceca y ensayadores, Madrid, 1997.

La circulación de los pesos mexicanos en Puerto Rico a finales del siglo XIX / The circulation of Mexican pesos in Puerto Rico at the end of the 19th century

 Publicado en UNAN Numismática nº 44, 2021

https://www.academia.edu/61221781/La_circulacion_de_los_pesos_mexicanos_en_Puerto_Rico_a_finales_del_siglo_XIX_The_circulation_of_Mexican_pesos_in_Puerto_Rico_at_the_end_of_the_19th_century

La estratégica posición de la isla de Puerto Rico, antemural de los reinos de las Indias españolas, para el control de las rutas comerciales y de las Flotas de la Plata, así como para la defensa del Caribe hispánico, hizo que desde una temprana época le fuese asignado un situado para su mantenimiento. Al carecer de minas de plata, los retrasos en la recepción de estos situados conllevaban la escasez de moneda circulante, por lo que circularon en la isla tanto la moneda provincial de cobre de Santo Domingo como la moneda provisional de papeletas, siendo el primer territorio de la Monarquía donde se hubo de recurrir a la emisión de papel moneda de necesidad. Estos problemas se agravaron con la independencia de las nuevas repúblicas hispanoamericanas, convirtiéndose la moneda macuquina traída por los refugiados de Costa Firme, las actuales Venezuela y Colombia, en el circulante de la isla hasta 1857.

 The strategic position of the island of Puerto Rico, the entrance of the Spanish kingdoms of the Indies, for the control of the commercial routes and the La Plata Fleets, as well as for the defence of the Hispanic Caribbean, meant that from an early time a site was assigned for its maintenance. As they were no silver mines, delays in the reception of these locations led to a shortage of circulating currency, which is why both the provincial copper currency of Santo Domingo and the provisional currency of ballots circulated on the island, being the first territory of the Monarchy where it was necessary to resort to the issuance of paper money of necessity. These problems were aggravated with the independence of the new Spanish-American republics, converting the cob currency brought by the refugees from Costa Firme, the current Venezuela and Colombia, into the circulating of the island until 1857.

 Este numerario fue sustituido por pesos fuertes en 1857 en una cuantía de 1.350.000 pesos, si bien, y debido principalmente a las necesidades del comercio, este nuevo circulante se agotó en tres o cuatro años. Para paliar los efectos de la falta de moneda en el comercio, en 1867 se permitió por Decreto la circulación de los dólares estadounidenses y los napoleones franceses, con un descuento de un 2,5% en relación con el peso de cuño español. Dado que la escasez de moneda siguió produciéndose, se permitió la circulación de los pesos mexicanos en 1879, el mismo año en el que la Unión Latina había suspendido las acuñaciones en metal argénteo.  

 This currency was replaced by Spanish dollars in 1857 in an amount of 1,350,000 pesos, although, and mainly due to the needs of commerce, this new currency ran out in three or four years. To relieve the effects of the lack of currency in commerce, in 1867 was allowed by Decree the circulation of US dollars and French napoleons, with a discount of 2.5% in relation to the Spanish-minted dollar. Since the currency shortage continued to occur, the circulation of Mexican pesos was allowed in 1879, the same year in which the Latin Union had suspended minting in silver metal.

 Si bien los pesos mexicanos se aceptaban en el comercio en paridad con los pesos españoles, el descuento en los pagos al gobierno local era de un 5%. Esta medida coincidió asimismo con las graves perturbaciones que a nivel mundial supuso la conocida como Gran Depresión o Larga Depresión, desencadenada en 1873 y que duró hasta 1896, desencadenada por la adopción del patrón oro por Alemania y que produjo a nivel mundial la bajada generalizada del precio de la plata.

 Estos problemas no fueron exclusivos de la isla, dado que fueron similares los planteados en la India, Chile o los propios Estados Unidos, que en 1873 promulgó su cuarta Coinage Act, que transformó de facto al oro como única moneda patrón. Pero la isla sufrió especialmente los efectos de la crisis del sector azucarero, debida al cultivo de la remolacha y a la creación de una gran industria de refinado del azúcar en varios países europeos.

 Although Mexican pesos were accepted in commerce at parity with Spanish ones, the discount on payments to the local government was fixed in a 5%. This measure also coincided with the serious disturbances that worldwide represented the so-called Great Depression or Long Depression, unleashed in 1873 and which lasted until 1896, triggered by the adoption of the gold standard by Germany and which produced worldwide the general drop in the silver price.

 These problems were not exclusive to the island, since they were similar to those posed in India, Chile or the United States itself, which in 1873 enacted its fourth Coinage Act, which de facto transformed gold as the only standard currency. But the island suffered especially the effects of the crisis in the sugar sector, due to the cultivation of beetroot and the creation of a large sugar refining industry in several European countries.

 Simultáneamente, se puso en funcionamiento el primer banco de la isla, la Sociedad Anónima de Crédito Mercantil en 1877, mientras que el primer banco que tuvo la concesión para emitir billetes de moneda fiduciaria fue el Banco Español de Puerto Rico, en 1888. Durante la década de los años 90 surgieron nuevos bancos comerciales en función de las nuevas necesidades económicas y financieras, debidas a la extensión del cultivo del café y a la construcción de centrales azucareras.

 La deficitaria balanza comercial de la isla hizo que se introdujeran gran cantidad de estos pesos mexicanos desde Cuba y Estados Unidos, para el pago del café y el azúcar exportado. Siendo la economía puertorriqueña abierta, de exportación de un monocultivo principal e importadora de maquinaria y alimentos para una población creciente, la entrada de esta moneda suplía la escasez de moneda de cuño español y la falta de créditos y de un sistema bancario. A pesar de que se había prohibido la importación de los mismos con fecha de acuñación posterior a 1886, se dio la situación de áreas de la isla en la que todo el circulante disponible estaba compuesto de moneda mexicana de cuño prohibido.

Simultaneously, the first bank on the island was put into operation, the Sociedad Anónima de Crédito Mercantil in 1877, while the first bank that had the concession to issue fiduciary currency notes was the Banco Español de Puerto Rico, in 1888. During the In the 1990s, new commercial banks emerged as a function of new economic and financial needs, due to the expansion of coffee cultivation and the construction of sugar mills.

The island's deficit trade balance caused a large amount of these Mexican pesos to be introduced from Cuba and the United States, to pay for exported coffee and sugar. Since the Puerto Rican economy was open, exporting a main monoculture and importing machinery and food for a growing population, the entry of this currency made up for the shortage of Spanish-minted currency and the lack of credit and a banking system. Despite the fact that their importation had been prohibited with a minting date after 1886, the situation occurred in areas of the island in which all the available currency consisted of Mexican currency of prohibited mintage.

 La situación de preeminencia del peso mexicano en la circulación de la isla desató un importante debate entre las principales corporaciones, lo que cristalizó en la Asamblea de Aibonito. Ante esta situación, hubo posturas divergentes de cómo atajarla, en el sentido de o bien canjear la moneda mexicana en circulación por moneda nacional, o bien hacerlo por una moneda provincial. Mientras que casi todos los sectores locales abogaban por la instauración de la moneda nacional española, el Gobierno español defendió el uso de una moneda provincial.

 Finalmente, se optó por canjear los pesos o soles mexicanos por una nueva moneda provincial, los nuevos pesos portorriqueños de cuño español, con un valor equivalente a los duros españoles, de cinco pesetas, y con dimensiones idénticas a las emisiones peninsulares. Los preparativos se hicieron de manera reservada, y la recogida del circulante anterior se realizó de manera simultánea en todas las poblaciones designadas por el Gobernador General.

 The preeminence of the Mexican peso in the circulation of the island unleashed an important debate among the main corporations, which crystallized in the Assembly of Aibonito. Faced with this situation, there were divergent positions on how to tackle it, in the sense of either exchanging the Mexican currency in circulation for national currency, or doing it for a provincial currency. While almost all local sectors advocated the establishment of the Spanish national currency, the Spanish Government defended the use of a provincial currency.

 Finally, it was decided to exchange the Mexican pesos or soles for a new provincial currency, the new Puerto Rican pesos of Spanish stamp, with a value equivalent to the Spanish duro, of five pesetas, and with dimensions identical to the peninsular issues. The preparations were made in a reserved manner, and the collection of the previous circulating was carried out simultaneously in all the towns designated by the Governor General.

 El canje se realizó en oficinas especiales habilitadas durante ocho días, y durante los cuatro días siguientes se admitieron los pesos mexicanos por su valor de 95 centavos, si eran presentados en partidas inferiores a 120 pesos. Transcurrido este plazo, el peso mexicano quedó sin circulación legal, recibiéndose en las Cajas del Estado por valor de 55 centavos en los 90 días posteriores.

 La sustitución se hizo con toda celeridad, dado que se estima que casi 16 millones de monedas cruzaron el Atlántico, entre antiguas y nuevas, con una asombrosa regularidad. El ministro encargado de ello, Tomás Castellano, mereció por ello una declaración de Hijo Adoptivo de Puerto Rico. Se acuñó moneda en faciales de un peso y 5,10, 20 y 40 centavos. Esta bella moneda porta en su anverso el busto del rey niño Alfonso XIII a izquierda, con la leyenda ALFONSO XIII P.L.G.D.D. REY C. DE ESPAÑA y el año de acuñación, y en su reverso el escudo de España y la leyenda ISLA DE PUERTO RICO, y el valor monetario, en el caso de los pesos 1 PESO= 5 P.TAS, salvo en el caso de las piezas de 5 centavos, en las que en su anverso lleva el número de su denominación.

 Esta moneda, la primera propia de la isla, tuvo una existencia muy corta. En 1898 fue devaluada en un 60% frente al dólar estadounidense, para su completa sustitución por éste, perdiendo su curso legal en el año 1901.

 The exchange was carried out in special offices set up for eight days, and during the following four days Mexican pesos were admitted for their value of 95 cents, if they were presented in items less than 120 pesos. After this period, the Mexican peso was left without legal circulation, being received in the State Savings Banks for a value of 55 cents in the subsequent 90 days.

 The replacement was done very quickly, since it is estimated that almost 16 million coins crossed the Atlantic, old and new, with astonishing regularity. The minister in charge of it, Tomás Castellano, therefore deserved a declaration of Adoptive Son of Puerto Rico. Coins were minted in facials of one peso and 5,10, 20 and 40 cents. This beautiful coin bears on its obverse the bust of the child king Alfonso XIII looking left, with the legend ALFONSO XIII P.L.G.D.D. REY C. DE ESPAÑA and the year of issue, and on the reverse side the shield of Spain and the legend ISLA DE PUERTO RICO, and the monetary value, in the case of the peso 1 PESO = 5 P.TAS, except in the case of the 5-cent pieces, which bear the number of their denomination on their obverse.

 This coin, the island's first own currency, had a very short existence. In 1898 it was devalued by 60% against the US dollar, for its complete replacement by it, losing its legal tender in 1901.

 Bibliografía recomendada  Recommended bibliography

COLL Y TOSTE, C., Reseña del Estado Social, Económico e Industrial de la Isla de Puerto Rico al tomar posesión de ella los Estados Unidos, San Juan, Puerto Rico, 1899.

PASCUAL MARTÍNEZ SOTO, A., “La formación del sistema bancario de Puerto Rico (1870-1899)”, en Orígenes de la globalización bancaria. Experiencias de España y América Latina, El Colegio de México-Genueve Ediciones, 2017.

RIVERA RODRÍGUEZ, I., “El debate sobre el peso mexicano en Puerto Rico: 1879-1889”, Serie de Ensayos y Monografías, nº 62, 1991.

SABIO ALCUTÉN, A., “Un rasgo de política monetaria en tiempo de guerra: el canje de moneda en Cuba y Puerto Rico (1895-1898)”, en Tiempos de América, nº 3-4, 1999, pp. 3-18.