viernes, 6 de mayo de 2011
jueves, 5 de mayo de 2011
La Independencia de la América Española. El Virreinato de México
Publicado en Crónica Numismática en dos partes, Mayo 2005 y Febrero 2006, pp. 47-49 y 48-51
Continuamos el estudio de las emisiones del monarca Fernando VII, coetáneas a la independencia de los territorios ultramarinos de la Corona, con un artículo dedicado a las emisiones realizadas en la Capitanía General de México, que comprendía en aquellos años el territorio de la actual República Mexicana y la mayor parte de la parte occidental de los Estados Unidos de América.
Los albores del siglo XIX muestran una pésima situación económica en el virreinato novohispano, con su sistema fiscal quebrado por las guerras contra los británicos y los impuestos, la enajenación de las obras pías y capellanías y la exigencia en 1804 de hacer efectivas las hipotecas, que gravaban un porcentaje elevadísimo de todas las haciendas del territorio. Todo lo anterior, que suponía la práctica quiebra de la economía colonial, tanto para los hacendados como para los comerciantes y titulares de explotaciones mineras. Se estima que la deuda pública del territorio aumentó en casi un 270% en el período que transcurre entre finales del siglo precedente hasta 1815, lo que supuso que la nueva república naciese a la vida con sus arcas agotadas y una enorme deuda pública.
El virreinato era asimismo, como afirmaba Humbold tras su viaje por el mismo en el año 1803, un país de desigualdades en la distribución de la riqueza y de la cultura. Será entre la clases medias, compuestas por abogados, comerciantes, militares y médicos, donde comience a extenderse el movimiento independentista, alentado por los éxitos de los movimientos revolucionarios norteamericano y francés, así como por el rechazo a la posible dependencia de este último país durante los avatares de la Guerra de la Independencia española y el decidido apoyo, significativamente de la Gran Bretaña, muy interesada en dicha separación.
Otras razones que se apuntan para justificarlo se encuentran en la extendida costumbre de los nombramientos de españoles peninsulares para los cargos administrativos, en la conciencia de las elites criollas de que la prosperidad económica por ellos adquirida debía llevar aparejada la conquista del poder político, y con ello mayores cotas de desarrollo, así como el sentimiento cada vez más extendido, real o no, de estar siendo explotados por la metrópoli. Junto a lo anterior, se observa también en este incipiente independentismo, y no solamente en el ámbito novohispano, de un naciente nacionalismo que se identifica con los Virreinatos, Capitanías Generales o simples Audiencias, y que contribuirá a la atomización posterior de todo el otrora territorio indiano de la Corona.
No será desdeñable tampoco en este sentido el malestar de dos importantes comunidades virreinales, como son el clero y las comunidades indígenas. En el primero de los grupos, el mismo provenía de la pérdida de la inmunidad de los religiosos ante los tribunales civiles y de la expulsión de los jesuitas. En cuanto a los indios, la Ordenanza de Intendentes de 1786 había transferido el control de las extendidas propiedades comunales de las Repúblicas de Indios a los intendentes y sus subordinados. La conjunción de ambos será el detonante de la primera gran insurrección en el Virreinato de México, encabezada por el párroco de la villa de Dolores, Miguel Hidalgo y Costilla.
Al grito de ¡Viva Fernando VII! ¡Viva la religión! ¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Mueran los gachupines!, un ejército mal armado de unos cien mil indios, mestizos y criollos avanzará hacia la capital virreinal, poco defendida, retirándose inexplicablemente cuando su victoria era prácticamente segura. La reacción realista, comandada por el brigadier Félix María Calleja, llevará a la derrota de las tropas de Hidalgo en las batallas de Aculco y Puente de Calderón, a su captura y la de sus principales colaboradores y a su ejecución el 30 de julio de 1811.
Otros caudillos independentistas tomarán su testigo, como López Rayón, Manuel Mier, Mariano Matamoros y el cura José María Morelos y Pavón. Este último, con un pequeño ejército de no más de seis mil soldados y aplicando técnicas de guerra de guerrillas, será el jefe de los insurrectos del sur del territorio, y por su iniciativa se reunirá en Chilpancingo en 1813 un Congreso que el día 6 de noviembre proclama formalmente la independencia de México. Un año después se proclamará en la pequeña población de Apatzingán la primera Constitución mexicana, que nunca entrará en vigor. En 1815 su ejército será derrotado, y el cura Morelos capturado y ejecutado.
Aún cuando la desaparición de Morelos no supuso el fin de la revolución, tras su muerte las tropas realistas irán acabando con los focos de resistencia, con lo que hacia 1820 la guerra había prácticamente terminado. La presencia, por primera vez en su historia, de un ejército importante en número, con casi cuarenta mil soldados magníficamente equipados e instruidos y reforzado con un número similar de milicias urbanas locales, así como la intensificación de las actividades económicas, afianzaban la posición de España en su Virreinato.
En estas circunstancias, que parecían presagiar el fin de la insurrección mexicana, se produce el capital suceso del Pronunciamiento de Riego a favor de la Constitución gaditana de 1820. El coronel Agustín de Iturbide, encargado de sofocar el último de los focos rebeldes, el de Vicente Guerrero, llegará a un acuerdo con el cabecilla rebelde, que se concretará en las Tres Garantías (religión única, independencia de México y unión entre españoles y mexicanos) o Plan de Iguala, que conducirá en septiembre de 1821 a la definitiva Declaración de Independencia, tras el pacto de sus condiciones con el Teniente General Juan O’Donojú y O’Rian.
Cecas de la Capitanía General de México
1. Chiapa
De la ceca de Chiapa encontramos dos emisiones, de uno y dos reales de plata, de 1808, siendo ambas medallas de proclamación.
2. Chihuahua
La ceca de Chihuahua, lugar rico en minas de plata, produjo ininterrumpidamente reales de a ocho desde 1810 hasta 1822, todos ellos emitidos en plata. Para algunos autores, la autenticidad de estas emisiones es dudosa, toda vez que la mayor parte de los ejemplares que se conservan proceden de cuños diferentes. Para garantizar su autenticidad, estas piezas eran contramarcadas con una T a la izquierda del busto y con un árbol entre columnas con corona encima o una granada a su derecha. En las mismas, la marca más normal de ensayador es la RP, presente todos los años, habiendo otra, MP, en los años 1817 y 1818. La mayor parte de las emisiones lo fueron por troquelado, aunque aparece la técnica de fundición en dos ejemplares, los de los años 1811 y 1814.
3. Durango
De esta ceca novohispana se conservan más de treinta y cinco tipos de emisiones monetarias diferentes entre los años 1812 y 1822, que van desde los octavos de real en cobre hasta los ocho reales. Los octavos de real se emitieron ininterrumpidamente desde 1812 hasta 1818, y en su anverso aparece un monograma coronado. Las piezas realizadas en plata lo son de medio, uno, dos, cuatro y ocho reales de valor facial. Como sucede en muchas de las monedas de esta época, existe una gran disparidad entre los autores a la hora de su catalogación, por la enorme variedad de ensayadores, cuños y bustos utilizados. Las marcas de ensayador que aparecen son RM, MZ, MR y CG, en las piezas acuñadas en plata.
4. Guadalajara
Como en los casos anteriores, aparecen en las monedas acuñadas en Guadalajara gran cantidad de variedades de bustos, lo que dificulta su catalogación. En esta ceca se acuñó desde 1812 hasta 1815, en 1818 y de 1821 a 1823, exclusivamente en plata. Los valores faciales de las monedas emitidas van desde el medio real a uno, dos, cuatro y ocho reales. Las marcas de ensayador son MR hasta 1815, MF en una pieza de dos reales de 1814 y FS a partir de 1818.
5. Guanajuato
La ceca de Guanajuato emitió moneda de dos y ocho reales de plata. Las emisiones de dos reales están fechadas en 1821 y 1822, y tienen marca de ensayador JM. Las de ocho reales fueron realizadas en 1808, 1809, 1821 y 1822, pudiendo haber más de ellas, llevando las dos primeras la marca de ensayador JJ y las tres últimas JM, con una variante muy rara de 1821 y marca de ensayador JJM. En las monedas de dos reales aparecen dos bustos diferentes, y de las de ocho reales es posible que existan otras fechas de emisión.
6. México
La ceca de México es sin lugar a dudas una de las más importantes de toda la historia numismática de las Indias españolas, por su ininterrumpida y enorme producción de plata durante todo la historia de la presencia española en el continente. En este sentido, no es extraño que en el período comprendido entre 1808 y 1821 encontremos hasta un total de ciento diez emisiones de monedas distintas, normalmente de mucho mejor arte que las coetáneas de otras ubicaciones geográficas.
En cuanto a la producción de moneda de plata, destaca principalmente su enorme variedad, con emisiones de todos los múltiplos y divisores del real prácticamente todos los años. En las mismas, encontramos hasta tres marcas de ensayador diferentes, TH, HJ y JJ. Encontramos también varios tipos de bustos, especialmente el imaginario en los primeros años y el laureado posteriormente.
Esta capital casa de moneda producirá en los años 1814 y 1815 numerario de cobre, de un octavo, un cuarto y dos cuartos de real, y a partir de 1816 y esporádicamente, en 1818 y 1821, solamente piezas de dos cuartos de real, con reversos del tipo utilizado ya por el abuelo del monarca, Carlos III, en las cecas peninsulares, de castillos y leones cuartelados y en el centro tres flores de lis, y con cuños bien labrados.
7. Morelos
La ceca de Morelos es el paradigma de las cecas novohispanas que emitieron numerario de necesidad. De labra tosquísima, recoge en su anverso la mención del valor facial (8.R.) y el año de emisión, y en su reverso un arco con flecha y la leyenda SUD. Según Antonio Beltrán, estas monedas fueron acuñadas por José María Morelos en el transcurso de su sangrienta revuelta social.
En la misma se batió moneda ininterrumpidamente entre los años 1811 y 1814. Destaca de ella la utilización de cobre para las monedas de gran módulo, como los uno, dos y ocho reales. También se utilizó la plata, en menor medida, para acuñar moneda de medio, uno, dos, cuatro y ocho reales de valor facial, y en ocasiones, como sucede en los ejemplares de cuatro reales, por fundición. La única pieza de ocho reales emitida en plata lleva fecha de 1812.
Esta utilización de moneda fiduciaria con valor facial superior al intrínseco era debida principalmente a la falta de metales preciosos del cura Morelos. Es de destacar asimismo de estas emisiones que serán las primeras en las que desaparecen los tipos y leyendas de los monarcas hispánicos. No podemos olvidar tampoco que, en ambos bandos, se utilizó la moneda del contrario, resellada para su circulación.
8. Nueva Vizcaya
En Nueva Vizcaya encontramos una única emisión de ocho reales de plata, con escasos ejemplares conservados en la actualidad, fechada en 1811, que recoge en su anverso el escudo real y en su reverso el de la provincia, con el roble y los lobos rodeados por dos hojas de palma y corona real.
9. Oaxaca
En esta ceca encontramos emisiones entre los años 1812 y 1814, siendo el año más prolífico el primero de ellos, en el que encontramos piezas de medio, uno y ocho reales de plata. En el año 1813 aparece solamente una pieza de plata de medio real, emitida en plata. En 1813 tenemos dos tipos diferentes de moneda de dos reales, realizadas en cobre y plata, y una emisión de cuatro reales de plata.
La única pieza de valor facial de ocho reales de esta ceca está fechada en 1812, es de tosca labra y recoge en su anverso un león y un castillo, la letra F y el numeral 7 alrededor de una cruz, y en su reverso un león rampante, siendo los mismos motivos los recogidos en la pieza de un real del mismo año de emisión. Las emisiones de medio real llevan en su anverso un león y en su reverso un arco con flecha, y las de dos reales, de las que hay variantes, el mismo tipo en el reverso y la leyenda SUD.
10. Querétaro
Las dos piezas que encontramos emitidas en la ciudad de Querétaro en 1808 y con valor de cuatro y ocho reales son medallas de proclamación.
11. Real de Catorce
De este lugar aparece una única emisión de ocho reales, con la leyenda Moneda provisional, vale 8 reales, fechada en 1811, extraordinariamente rara en la actualidad. Solamente se conoce la existencia de tres ejemplares.
12. Sombrerete de Vargas
En Vargas encontramos once monedas diferentes, acuñadas toscamente en plata entre los años 1810 y 1812. En el anverso de las emisiones de ocho reales de 1810 y 1811 aparecen cuatro pequeños resellos, con el nombre de la ceca, la fecha y las marcas de ceca (S entre dos columnas). En el año 1811 tenemos la serie completa de medio, uno, dos, cuatro y ocho reales, faltando únicamente la pieza de dos reales en el año siguiente.
13. Tierras Calientes
Las emisiones de Tierras Calientes están relacionadas con las anteriormente vista de Morelos, y se realizaron principalmente en el año 1813, habiendo una única moneda fechada en 1814 de dos reales de plata. En la misma encontramos también piezas de dos y ocho reales realizadas en cobre, de tosco labrado. En plata tenemos moneda de medio, uno y dos reales, fechadas en 1812. El motivo más común en su reverso es el del arco y la flecha y la leyenda SUD, y en las piezas de dos reales el anverso recoge la leyenda América Morelos.
14. Tlalpujahua
El estudio de esta ceca presenta especiales problemas, toda vez que existen gran cantidad de variantes y metales de acuñación, y una gran disparidad entre los autores en cuanto a su catalogación. Activa de 1812 a 1814, acuñó moneda de cobre de medio y dos reales y de plata de medio, uno, cuatro y ocho reales. Las piezas de un real tienen la marca de ensayador JM, y las de cuatro reales SG.
En las emisiones de ocho reales, algunas de ellas fundidas, aparece como motivo en el anverso un águila en sustitución del escudo de España, y en su reverso un arco y un carcaj y la mención a su emisión por parte de la Junta Suprema de América, existiendo variantes. Estos motivos, más estilizados, se reproducen asimismo en las emisiones de medio, uno, dos y cuatro reales.
15. Valladolid de Michoacán
De la ciudad de Valladolid de Michoacán se conserva en la actualidad únicamente una emisión de plata de ocho reales fechada en 1813, pieza muy escasa, con las leyendas Valladolid de Michoacán y Escudo.
16. Zacatecas
De todos los lugares de emisión de moneda de esta convulsa época, Zacatecas es sin lugar a dudas uno de los más prolijos. Con un total de setenta y ocho emisiones catalogadas desde el año 1810 a 1823, y gran número de variantes, merecería por sí sola un trabajo de investigación. Con cinco marcas diferentes de ensayador (AG, AZ, FP, MAG y RG), acuñó moneda de plata de medio, uno, dos y ocho reales de valor facial.
En las primeras emisiones de ocho reales encontramos en el anverso las armas reales, en las que en ocasiones se sustituyen los leones contracuartelados por flores esquemáticas, y en el reverso un monte coronado por una cruz, las iniciales L.V.O. y la leyenda Moneda provisional de Zacatecas. En las emisiones posteriores encontramos una gran variedad de bustos del monarca, de tipo drapeado o laureado.
17. Zacatlán
Las emisiones de Zacatlán se reducen a dos monedas de dos reales de plata del tipo Morelos, fechadas en 1812 y 1813.
18. Zongolica
En este lugar se acuñó moneda de plata de dos, cuatro y ocho reales el año 1812. Los motivos utilizados son el arco, la flecha y la espada, y el nombre de Songolica. Hay dudas respecto a la autenticidad de algunas de las emisiones de esta ceca.
Otra posible ceca emisora sería, según el numismático José Francisco Pedraza, la de Sierra de Pinos, que habría emitido una muy escasa moneda de cobre de ¼ de real de módulo y canto muy irregular, en 1814. Como en su exergo se encuentra la leyenda Ylustre Ayuntamiento, así como su valor facial, este estudioso de la moneda potosina supone que la misma no es una medalla de proclamación, como otros autores sostienen, sino una moneda que realmente circuló.
Resellos
En el México moderno se utilizaron gran cantidad de resellos desde 1820 hasta 1880, sobre monedas de dos y ocho reales de los reyes Carlos III, Carlos IV y Fernando VII. Normalmente, los mismos no suponen cambios de valor en las emisiones aunque hay casos, como el del Congreso Nacional, en el que se fraccionaban las monedas de ocho reales en cuatro partes, grabando a cada una de ellas un águila, para darles el valor de dos reales.
Es muy común el resello de piezas por anagramas, como las múltiples variantes de Morelos o los de Salcedo u Osorno, o con el nombre completo. Junto con el águila antes vista, también es muy común el resello del arco y la flecha del Congreso de Chilpancingo.
Bibliografía.-
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· Martínez Gallego, J.M. Chihuahua ... !!!. Revista Futuro, Diciembre 2002.
· Montoro, J. Virreyes españoles en América. Ed. Mitre.
· Montaner, J. y Garí, A. Catálogo General de Monedas Españolas 1700-1868. Los Borbones. Expo-Galería, S.L. 2004.
· Montaner, J. Los resellos. Las monedas españolas reselladas en el mundo. Expo Galería, S.L. 1999.
· Pedraza, J.F. La moneda realista de San Luis Potosí (acuñaciones de Catorce y Sierra de Pinos). Letras Potosinas San Luis Potosí. 1961.
· Pérez López-Portillo, R. Historia breve de México. Ed. Sílex. 2002.
La Independencia de la América Española
Publicado en Crónica Numismática, Diciembre 2004, pp. 49-51
El pasado mes de noviembre se ha celebrado el IX Congreso de las Academias Iberoamericanas de la Historia, que ha venido dedicado a la independencia de los diferentes territorios ultramarinos de las monarquías española y portuguesa. La moneda, como documento de la historia, se convierte en un excepcional medio de análisis de esta convulsa época, que verá cómo en poco más de tres lustros los territorios dependientes de la Corona española, desde Alaska a las pampas argentinas y al actual sur chileno, se independicen, creándose las actuales repúblicas iberoamericanas.
Los avatares políticos de la época hacen que nos encontremos una ingente cantidad de emisiones en suelo americano, realizadas en su gran mayoría a nombre de Fernando VII, sumando los tipos batidos en plata o cobre casi los ochocientos. Junto a ello, también se observa que el debilitamiento del poder político hizo que se multiplicasen las cecas emisoras, en un número de treinta y nueve, a nombre de este soberano. Destaca asimismo de este variadísimo elenco la gran cantidad de bustos usados del monarca, que le convierten en el rey español del que más tipos diferentes de ellos se acuñan.
Es también patente la generalizada pérdida de la anterior calidad de las monedas alcanzada por sus predecesores, con diseños localistas, en ocasiones de muy pobre arte, e incluso clasificados como “infantiles”, alcanzando la tosquedad su máximo exponente en las llamadas cecas de necesidad. A ello pudieron contribuir tanto el aislamiento de determinadas zonas como la necesidad urgente de numerario circulante, a lo que se unirá posteriormente el afán independentista. Todo ello hará que se produzca el abandono en ocasiones de los tipos anteriores, como se verá principalmente en algunas emisiones del actual México.
Una de las características más destacadas de la historia monetaria indiana fue la de la utilización recurrente de la plata, incluso en los divisores más menudos del patrón real, siendo en general muy escasas las acuñaciones realizadas en cobre. Otra característica de esta época, que la diferencia de las anteriores y la hace especial numismáticamente hablando, es la emisión en cobre de piezas de octavos, cuartos y medios reales, pero también de monedas de mayor módulo y valor, como fueron en ocasiones las de dos y ocho reales.
Todo lo anterior no significa que las monedas emitidas por los monarcas anteriores, de magnífica ley y arte, no siguieran circulando en este período, e incluso posteriormente, como tales o reselladas por las nuevas autoridades políticas nacidas con la independencia. Su vigencia y aceptación, que no solamente se circunscribía a la totalidad del continente americano, bajo mandato español o no, sino que se extendía por Asia y Oceanía cubrirá gran parte de la centuria, sirviendo como numerario fiable para las transacciones comerciales.
En esta primera parte indicaremos los hitos fundamentales de dicho proceso de emancipación, y en sucesivas entregas iremos analizando las diferentes emisiones y avatares de las distintas áreas geográficas. Para ello, y tras agrupar las acuñaciones por virreinatos y capitanías generales, iremos estudiando su devenir, comenzando por el más septentrional de todos ellos, el de Nueva España, en el que encontramos más de la mitad de las cecas de esta época que acuñaron moneda a nombre de Fernando VII.
Antecedentes e invasión napoleónica de la Península Ibérica
Es a finales del siglo XVIII cuando se puede hablar de movimientos precursores de la emancipación en las Indias españolas, que se verán favorecidos por las corrientes políticas derivadas de la Revolución Francesa y por las continuas guerras mantenidas contra el Imperio Británico desde 1796, cuando la política exterior española se vea subordinada a los intereses del gobierno francés. Inglaterra tomará en esta época una postura con respecto a la América española caracterizada por un decidido intervencionismo, que se plasmará tanto en las intentonas de invasión directa, como los ataques que llevaron a cabo en los años 1806 y 1807 contra Buenos Aires, rechazados por las milicias criollas, como en la financiación de las intentonas independentistas y en la concesión de asilo a algunos independentistas.
Gran Bretaña, privada tras la Guerra de la Independencia norteamericana de sus colonias septentrionales en el continente, verá la América Española como un magnífico campo de expansión, tanto en el campo político, donde no alcanzará resultados importantes, como en el económico. A esta política intervencionista ayudará asimismo el haber destruido las flotas española y francesa en la batalla de Trafalgar, obteniendo con ello el pleno dominio naval del Océano Atlántico.
La independencia estadounidense y la Revolución Francesa tuvieron un muy importante impacto sobre la población criolla, descendientes de españoles nacidos en las Indias. Pero a la admiración por las proclamaciones de los derechos y libertades del ciudadano se unirá también el temor a los devastadores efectos sociales y raciales que se produjeron en algunos lugares, y muy significativamente en Haití, la parte occidental de la isla Española.
Aunque en muchas de las urbes indianas se produjeran agitaciones políticas y se publicaran libros y pasquines, e incluso hubiese algunas tentativas y levantamientos, como el de los negros de Coro, Venezuela, en 1795, o la conspiración de la Guaira, el verdadero comienzo de dicho proceso emancipador hay que buscarlo en la invasión napoleónica de la Península Ibérica en 1808, y vendrá muy ligado a los sucesivos avatares políticos que en la metrópoli se fueron sucediendo.
La abdicación de Carlos IV y la de su hijo, el Futuro Fernando VII, crearán una situación de vacío de poder que intentará suplirse con la constitución de la Junta Central Suprema, reconocida en un primer momento en los territorios ultramarinos de la Corona. En los mismos se asistirá a la destitución de muchas autoridades, como la del Virrey Iturriagay en Nueva España, lo que llevará al hundimiento del poder político y su evidente dispersión.
Este vacío de poder se intentará llenar con la constitución de los Cabildos en las principales ciudades indianas, que posteriormente irán evolucionando hacia cabildos abiertos y, a partir de 1809, se convertirán en Juntas, como las de Quito, La Paz, Chuquisaca, Caracas, Buenos Aires, Bogotá y Santiago de Chile. Aunque estas Juntas jurarán fidelidad al monarca Fernando VII, no acatarán la Regencia que sucedió tras su disolución en 1809 en Cádiz a la Junta Central.
Cuando en 1810 los ejércitos franceses ocupen Andalucía y por ende toda la Península, con visos de que la resistencia peninsular se había acabado, algunas de estas Juntas, y muy especialmente las de Bogotá y Buenos Aires, se convertirán en activos focos insurreccionales. Simultáneamente, en el Virreinato de Nueva España se producirán movimientos sociales de importancia capital, dirigidos por los sacerdotes Hidalgo y Morelos, que acabarán siendo dominados por la falta de apoyo a los mismos de los criollos novohispanos.
La restauración de la Casa de Borbón en la figura de Fernando VII en 1814, así como la derogación de la Constitución de Cádiz y la instauración de la monarquía absolutista marcarán un nuevo hito en el proceso de emancipación de los territorios ultramarinos. A partir de este momento, la confrontación será entre los conservadores, identificados con el Antiguo Régimen y en las Indias con los realistas, y los liberales, asimilados en el otro hemisferio hispánico con los patriotas.
La distinción entre unos y otros no se puede hacer extensiva a peninsulares y criollos, dado que unos y otros militarán y combatirán en ambos bandos, indistintamente, según sus ideas políticas. La posterior sucesión de acontecimientos, así como los estudios numismáticos con ellos relacionados, los analizaremos en futuras entregas de este apasionante tema.
Proyectos para amonedar platino en el reinado de Carlos III
Publicado en Numismático Digital, Mayo 2011
http://www.numismaticodigital.com/noticia/1285/Artículos-Numismática/proyectos-amonedar-platino-reinado-carlos-iii.html
http://www.numismaticodigital.com/noticia/1285/Artículos-Numismática/proyectos-amonedar-platino-reinado-carlos-iii.html
El platino era un viejo conocido, y enemigo, de los mineros del Nuevo Reino de Granada, especialmente en los yacimientos de Chocó y Barbacoas. Se encontraba adherido al oro de tal manera que ambos eran difíciles de separar, por lo que había que pulverizarlos para separar el oro por medio del mercurio. Si la concentración de platino era importante, la mina debía ser abandonada, dado que eran más elevados los costes de la separación del oro del rendimiento que con él se obtenía.
Este metal precioso fue descubierto para la ciencia por el ilustre matemático, militar y escritor Antonio de Ulloa, en el año 1748. Durante años se sucedieron los estudios para conocer sus propiedades y para refinarlo, hasta que finalmente el notable Catedrático de Mineralogía francés al servicio de España Francisco Chabaneau consiguió en el laboratorio del Seminario de Vergara aislar el metal por medios poco costosos. Su estudio descubrió que era un metal maleable, y por tanto acuñable, con un peso similar al del oro y unas propiedades en lo esencial similares a los de los otros metales preciosos, el oro y la plata.
Simultáneamente a estos avances, el Viejo Continente se lamía las heridas económicas producidas por la Guerra de Independencia Norteamericana. Para hacer frente a los gastos de la guerra los estados contendientes y sus instituciones bancarias habían recurrido a la emisión de papel moneda, y el volumen de la deuda pública adquiría en ellos proporciones alarmantes. Fue el caso de los Vales Reales, cuya redención fue una de las principales causas de la creación del Banco Nacional de San Carlos, el primer Banco Nacional español.
En Francia, la Caja de Descuento, de capital privado, fue transformada por Necker, el Director del Tesoro Real, que obligó a la aceptación de los billetes emitidos por esta institución, con lo que consiguió sufragar los gastos derivados del conflicto bélico, a costa de un aceptado clima de inflación. Inglaterra estaba sumida desde el final de la contienda en 1783 en una crisis comercial que el Banco de Inglaterra intentó paliar con la sistemática restricción de créditos a los particulares y a la Corona al observar la salida de la moneda áurea, y cuando mejoraron los cambios y las entradas de oro reemprendió sus emisiones de billetes y volvió a prestar dinero al Estado.
En este clima post-bélico Sieur Saint-Laurent realizó una propuesta al Conde de Floridablanca en fecha 11 de enero de 1784, por la que se realizaría una emisión internacional de moneda acuñada en platino, de faciales elevados, para con ella amortizar la deuda nacional de España, Inglaterra, Francia y Holanda. La Corona española, como propietaria de las ricas minas en las Indias, sería la encargada de llevar a cabo las labores, y su beneficio podría ser el del incremento del señoreaje y la sobrevaluación del metal utilizado.
El proyecto fue bien recibido por Floridablanca, pero, como escribió el Secretario de la Embajada francesa en Madrid a su gobierno, pensaba que el beneficio debía ser íntegramente recibido por España, que era la propietaria del mineral, a pesar de que Saint Laurent afirmaba que dicha emisión no sería viable sin la concurrencia de todos los países que proponía.
Esta propuesta debió ser conocida por Valentín de Foronda, economista, escritor y diplomático español, amigo de Francisco Cabarrús y defensor del Banco Nacional en sus escritos y en las Juntas Ordinarias de esta institución. El año 1786 publicó un ensayo, Disertación sobre la platina, en el que analizaba los posibles usos industriales de este nuevo metal.
Por su resistencia a la humedad y por no ser necesaria su aleación con cobre, estimaba que sería de gran utilidad para la fabricación de objetos que debieran estar expuestos a las inclemencias, y muy especialmente en climas húmedos, como el de Londres. Sería asimismo el metal que, aleado con el cobre, podría sustituir al latón en la fabricación de utensilios de cocina, previniendo con ello los perniciosos efectos para la salud que tenía la entonces liga con estaño y plomo.
En cuanto a sus propiedades para ser amonedado, a su entender si se procediese a su acuñación su valoración alcanzaría en poco tiempo e incluso sobrepasaría a la del oro. También estimaba que no era necesario el beneplácito de las demás naciones para proceder a la emisión, toda vez que la moneda, como cualquier otro bien, sería recibida por el público según la necesidad que tuviese del metal como otra mercancía, y el Rey podría ordenar que en las mismas se labrase su busto real y fijar un precio para la misma de 320 reales, sin que con ello se resintiesen el comercio o los cambios.
Hamilton, al tratar el tema, afirmaba que se prefirió el papel moneda por ser mucho más barato, y que la ventaja neta que hubiese tenido el platino sobrevaluado sobre el mismo no estaba clara. Pero eso no es ya historia, sino ucronía.
Bibiografía:
· FORONDA, V., “Disertación sobre la platina”, en Miscelánea, o colección de varios discursos, II ed., Madrid, 1793.
· HAMILTON, E.J., “Plans for a National Bank in Spain, 1701-83", The Journal of Political Economy, Vol. 57, No. 4, august 1949, pp. 315-336.
· VILAR, P., Oro y moneda en la Historia (1450-1920), 3ª ed., Barcelona, 1974.
La saca de Orán
Publicado en Numismático Digital, 6 de abril de 2011
http://www.numismaticodigital.com/noticia/802/Artículos-Numismática/saca-orán.html
http://www.numismaticodigital.com/noticia/802/Artículos-Numismática/saca-orán.html
En la bella ciudad de Orán, segunda en población de la actual República de Argelia, es aún hoy en día palpable su herencia hispánica. Fundada en el año 902 por marinos y comerciantes andalusíes, fue tomada por las tropas castellanas al mando de Pedro Navarro en 1509, durante la regencia del Cardenal Cisneros. En 1708, durante la Guerra de Sucesión, fue conquistada por el bey turco de Argel, y posteriormente reconquistada por el Conde de Montemar en 1732, tras las campañas llevadas a cabo en la Península Itálica para la recuperación de los territorios perdidos en la Paz de Utrecht. Finalmente, en 1792, tras el terremoto que asoló la ciudad, fue vendida a los otomanos junto con Mazalquivir. Ello no supuso el fin de la presencia hispánica, dado que a partir de su anexión por Francia en 1831 fue el destino de una importante emigración procedente del levante español.
Durante el siglo XVIII prosiguió la llamada por los historiadores argelinos la Guerra de los Trescientos Años, con una importante diferencia con los dos siglos anteriores. Mientras que la presión berberisca en las costas españolas se redujo y prácticamente desapareció, el norte del Magreb se vio barrido por la actividad de la Armada Española, las naves de los presidios y por los corsarios cristianos, significativamente los ibicencos. Ello llevó al marasmo de todas las actividades mercantiles en estas costas, tanto las comerciales como las pesqueras, y asimismo a su despoblación. Ello conllevó también la imposibilidad de abastecimiento in situ de los presidios, que tenían que ser proveídos desde los puertos peninsulares.
Durante esta centuria los presidios norteafricanos se convirtieron además en lugar de deportación de presos comunes, de militares expedientados, e incluso de miembros de la nobleza y algunos personajes ilustres, como Francisco Martínez de la Rosa o Agustín de Argüelles. Ello hizo que menudearan las deserciones a tierra de moros, una de las razones esgrimidas en la Real Cédula de abandono de las plazas de Orán y Mazalquivir de 4 de enero de 1792, que cifra el número de las mismas en menos de treinta años en treinta mil.
Este largo periodo de enfrentamiento, unas veces abierto y otras soterrado, acabará formalmente con la firma del Convenio de Amistad y Comercio entre el rey de España y el emperador de Marruecos el 30 de mayo de 1780, y el Tratado de paz, amistad y comercio entre España y la Puerta Otomana el 14 de septiembre de 1782. Ambos tratados fueron firmados durante la guerra mantenida contra Inglaterra entre 1779 y 1783, en los que tuvieron lugar la recuperación de Menorca y el sitio de Gibraltar. Otros Tratados similares se firmaron en 1784 con Trípoli, en 1786 con Argel y en 1791 con Túnez.
Tras la firma del Tratado de Paz con Marruecos en 1767 se habilitaron las plazas de Ceuta y Orán para la extracción de moneda hacia este reino, debido a la necesidad de garantizar su suministro, satisfaciendo como derechos el 4% y cumpliendo las demás formalidades previstas. En 1769 se ordenó que de la moneda que se sacaba para el abasto del presidio de Orán con destino a las compras a los naturales de ganados y granos se cobrase el 4% de indulto, lo mismo que se hacía para el abastecimiento de los demás presidios.
Con independencia de los avatares políticos, el comercio internacional en el Mediterráneo, como en todas partes del mundo, dependía de la plata americana. Las mercancías adquiridas por los estados europeos en África y en el Levante mediterráneo debían ser necesariamente satisfechas en metal argénteo acuñado procedente de las Indias españolas, normalmente en una especie concreta y determinada, y pagadas en efectivo. Así, por ejemplo, como cita Vilar, el algodón de Alepo era adquirido por comerciantes españoles y franceses, para posteriormente ser teñido y remitido a Lima o México, para ser allí cambiado nuevamente por plata.
En 1787 se reguló la necesidad de que la moneda que se llevase a Marruecos fuese con los correspondientes despachos de aduanas. Los capitanes y patronos de los barcos que llegasen de aquellos dominios tenían que presentar declaración de los efectos que viniesen en las naves, y cuando los marroquíes se embarcasen para España debían traer documento acreditativo de los caudales que condujeren.
Como nos informaba Domingo Badía en su álter ego Alí Bey pocos años después, los arriales o reales de a ocho eran muy comunes en el reino alauita, y recibían una valoración de once onzas del país, mientras que la de los reales de a dos o pesetas era de tres onzas, con lo que el cambio de los duros en pesetas estaba fijado en cuatro pesetas y media. Esto alimentaba un continuo contrabando entre ambas orillas del estrecho, que esta norma intentaba evitar.
No es extraño que uno de los artículos del Convenio firmado con Marruecos en 1780 haga referencia explícita a la necesidad que tenían los comerciantes de Fez de trocar la moneda de plata por oro para su comercio con Levante, argumentando que al tener el oro mayor valoración que la plata en el Oriente mediterráneo, perdían con el cambio. Solicitaban para ello que dos veces al año pudiesen ir los comerciantes a Cádiz a cambiar la moneda de plata por moneda de oro, y también para comprar cochinilla, producto que tenía mucha salida en esta ciudad, famosa por sus tenerías, y que sería satisfecha en moneda española, en pieles o en cera. A ello accedió por el monarca español, siempre que hubiese el suficiente numerario de oro, que en aquel momento era escaso por motivo de la guerra, pagando los derechos de nación más favorecida.
Esta sobrevaloración de la moneda áurea se debía a la predilección en Oriente por los cequíes venecianos. La moneda argéntea más apreciada eran los táleros de María Teresa, moneda acuñada en Austria desde 1741 y de curso legal en muchos países africanos hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Dicha moneda, batida en las cecas de Günzburg, Hall, Karlsburg, Kremnica, Milán, Praga y Viena, fue asimismo acuñada a lo largo de su dilatada historia en Birmingham, Bombay, Bruselas, Londres, París, Roma y Utrecht, alcanzando su producción hasta el año 2000 a unos 389 millones de táleros. En la época que nos ocupa, las cecas austriacas se especializaron en su producción, realizada con los reales de a ocho españoles recibidos.
Documentos
. Se habilitan las plazas de Ceuta y Orán para la extracción de moneda para el Imperio de Marruecos, 15 de julio de 1768, Archivo Histórico Nacional, Fondo Contemporáneo, Mª Hacienda, Lib. 8025, fol. 232.
. Que la moneda que se saca para el abasto del presidio de Orán, se cobre el 4 por ciento de indulto como lo hace de la que se extrae para los demás presidios, 21 de octubre de 1769, Archivo Histórico Nacional, Fondo Contemporáneo, Mª Hacienda, Lib. 8026, fol. 295.
· “Convenio de Amistad y Comercio entre el rey de España y el emperador de Marruecos firmado en Aranjuez a 30 de mayo de 1780”, en CANTILLO, A. DEL, Tratados, Convenios y Declaraciones de paz y de comercio que han hecho con las potencias estranjeras los monarcas españoles de la Casa de Borbón desde el año 1700 hasta el día, Madrid, 1843.
. Sobre la moneda que se lleve a Marruecos y las guías por efectos conducidos a España desde allí, 22 de junio de 1787, Archivo Histórico Nacional, Fondo Contemporáneo, Mª Hacienda, Lib. 8038, núm. 3884, pg. 362.
Bibliografía
. BADÍA LEBLICH, D., Viajes de Alí Bey, Madrid, 1997.
. MARTÍN CORRALES, E., «La “saca” de plata americana desde España hacia el Mediterráneo musulmán, 1492-1830», en Antonio Miguel Bernal (ed.), Dinero, moneda y crédito en la monarquía hispánica. Actas del Simposio international «Dinero, Moneda y Crédito: de la Monarquía Hispánica a la Integración Monetaria Europea» (Madrid, 1999), Madrid, 2000, pp. 471-494.
. SÁNCHEZ DONCEL, G., Presencia de España en Orán (1509-1792), Toledo, 1991.
. VILAR, P., Oro y moneda en la Historia (1450-1920), Barcelona, 1969.
Las primeras revueltas en el Magreb y sus repercusiones en Al-Andalus
Publicado en Numismático Digital, Marzo 2011
http://www.numismaticodigital.com/noticia/429/Artículos-Numismática/primeras-revueltas-magreb-repercusiones-alandalus.html
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Vientos de libertad y de igualdad recorren estos días el norte de África. Esta situación, impensable hace pocos meses, recuerda a otras revueltas igualitarias que se produjeron pocos años después de la conquista árabe del área, las grandes revueltas beréberes, que a partir del año 739 pusieron en jaque al Califato Omeya y contribuyeron a su disgregación.
Tras la ocupación de Egipto, entre los años 640 y 642, los conquistadores árabes tardarán casi sesenta años en dominar la franja norteafricana mediterránea. La razón principal de tal demora se encuentra en la resistencia que a la invasión opusieron las tribus imazighen-beréberes-del área, personificada en la figura de la mítica reina Chiârah o Al-Kāhina. Hasta el año 701 los musulmanes no conseguirán dominar a las tribus beréberes y ocupar las ciudades bizantinas de la costa africana.
Tras su entrada en la Península Ibérica tras la batalla de Guadalete, en el año 711, las huestes musulmanas, en las que había un número importante de muladíes beréberes, sometieron en sucesivas campañas los territorios del reino visigodo, ocupando en el 720 su provincia ultra pirenaica de Septimania. Su progreso parecía imparable, e incluso tras la derrota sufrida en el año 732 en Poitiers, siguieron avanzando por el mediodía franco, ocupando Aviñón en el año 734.
En estas circunstancias, una auténtica revolución política y social convulsionó el occidente islámico y acabó por disgregarlo completamente, acabando asimismo con su pujanza militar. La nobleza quraysí, un linaje originario de La Meca, monopolizaba el poder político y gobernaba las nuevas tierras conquistadas, imponiendo gravosos tributos y vejaciones a los nuevos miembros de la Umma o Comunidad de Creyentes.
La doctrina jarichí, o jariyí, originaria de Oriente, tuvo entre los nuevos pueblos sometidos gran predicamento. Mientras que los suníes consideraban que el Califa debía pertenecer a la tribu árabe de los quraysí, y los chiíes que debía ser descendiente de Alí, primo y yerno de Mahoma, los jarichíes defendían que era la Umma la que debía elegir al Califa libremente, al mejor de entre ellos, aunque fuese un esclavo negro. Sus teorías igualitarias sobre la Comunidad y el rigor que se pedía a los fieles en la observancia de los preceptos islámicos no estaba reñido con su gran tolerancia hacia las demás religiones.
Imbuidos por sus preceptos, los beréberes se sublevaron en el año 739 y tomaron Tánger. El valí –gobernador- de Al-Andalus, Uqba ibn al-Hayyay, recibió la orden de acabar con la revuelta. Aunque recorrió el territorio a sangre y fuego no fue capaz de acabar con la insurrección, y la sedición barrió el actual Magreb y los territorios recientemente conquistados en Europa como una ola.
A partir del año 742 los jarichíes amenazaron la ciudad de Cairuán, y beréberes de la secta ibadí, procedentes del sudoeste de Trípoli, ocuparon la ciudad entre los años 758 y 761. Simultáneamente, los abasíes combatieron a los omeyas en Oriente desde el 748, derrocando a la dinastía y exterminando a dicha familia. Nuevos pequeños reinos independientes fueron surgiendo en el área a raíz de estos acontecimientos. Tanto los árabes abasíes como los de los nuevos reinos creados combatirán encarnizadamente la doctrina jarichí durante los siguientes veinte años, lo que llevó a la instauración del malikismo suní en Al-Andalus y el norte de África.
En Al-Andalus, los beréberes instalados en los rebordes montañosos y tierras altas de la Meseta Norte se sublevaron y se dirigieron en columnas hacia el sur en el año 739. Dicha revuelta no fue dominada hasta el año 741, gracias a la llegada de los restos copados en Ceuta del derrotado ejército sirio enviado a sofocar las revueltas beréberes en el Magreb, que pasó a la Península.
La principal consecuencia la revuelta en nuestro suelo fue la práctica despoblación de todo el cuadrante noroccidental de la Península y la creación de una tierra de nadie, la primera Extremadura, en el valle del Duero. Alfonso I, rey de Asturias, aprovechó la coyuntura para ocupar Galicia, y recorrió el norte de la Meseta llevándose a su reino a sus pobladores cristianos, entre ellos a los godos que poblaban la Tierra de Campos. En el campo musulmán, Abderramán I, un omeya, llegará a Al-Andalus y lo convertirá en un Emirato Independiente.
El estudio de las primeras emisiones es importantísimo para el estudio de los primeros años de la historia andalusí, debido a su relativa abundancia y a la escasez de otras fuentes escritas contemporáneas. Entre estas primeras acuñaciones encontramos tres tipos sucesivos de monedas, en un período de unos diez años; las que tienen leyendas latinas, las de leyendas mixtas arabo-latinas y las que solamente tienen leyendas árabes.
Las primeras de ellas, con leyendas latinas que aluden a dogmas de fe musulmanes, fueron batidas en el primer año de la conquista, 711-712. Las emisiones bilingües se realizan a semejanza de las que ya se habían hecho en el norte de África, entre los años 715 y 718, y en ellas encontramos ya el nombre de al-Andalus como traducción de la leyenda latina Spania. A partir del año 720, solamente se acuñarán monedas con leyendas en árabe, según la reforma monetaria del califa Abd al-Malik del año 696.
El sistema monetario del mundo musulmán supondrá un profundo cambio en relación con los sistemas ponderales anteriores, de base duodecimal, estableciéndose el de base decimal fundado en el peso de la libra egipcia. La moneda de oro se denominará dinar, a imitación del sólido bizantino, la de plata dirham, a semejanza de la drahma de la Persia sasánida, y la de bronce felús, a imitación del follis romano y bizantino.
El estudio de las emisiones del emirato dependiente aclara la situación económica y fiscal del territorio recientemente anexionado. Así, se asiste a un período de sequía emisora desde el año 716 al 720, que parece indicar una situación administrativa y fiscal inestable. A partir de esta fecha encontramos los primeros dinares de oro con leyendas exclusivamente en árabe, y durante el siguiente lustro se acuñarán todos los años piezas de oro y plata, y excepcionalmente de cobre. Tras el 725-726, solamente encontramos monedas de plata, menos regularmente, hasta el 748.
A partir de esta fecha, se asiste a la interrupción de la emisión de moneda durante quince años, hasta que el primer emir omeya comience a acuñar nuevamente numerario de plata. Se trata de dirhams del tipo omeya, sin indicación de la autoridad emisora, con fecha y lugar de acuñación. Aunque no se emitiese moneda de oro, sí que se fijará su paridad con la plata, siendo el cambio de un dinar de oro de 3,982 de gr. de oro diez dirhams de plata de 2,725 gramos.
A pesar del uso de las antiguas monedas visigodas, la circulación monetaria andalusí durante el siglo VIII parece haber sido escasa. Esta situación cambiará entre los reinados del emir Abderramán II y el primer califa omeya Abderramán III, en lo que se asiste al nacimiento y la consolidación de un sistema económico y comercial de base monetaria
BIBLIOGRAFÍA
· CANO BORREGO, P., Al Andalus, El Islam y los Pueblos Ibéricos, Madrid, Sílex, 2004.
· LAROUI, A., Historia del Magreb. Desde los orígenes hasta el despertar magrebí, Madrid, Editorial Mapfre. 1994.
· MEDINA GÓMEZ, A., Monedas Hispano-Musulmanas, Toledo, Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos, 1992.
· Un resplandor del Islam, Los dinares del Museo Casa de la Moneda, Madrid, Museo Casa de la Moneda, 2004.
El Niño, la penuria monetaria y el Libre Comercio
Publicado en Panorama Numismático, Abril 2010.
Los fenómenos climatológicos de El Niño y La Niña aparecen periódicamente en los medios de comunicación, con sus efectos sobre el clima en el ámbito planetario y la fuerza destructiva que provocan en amplias áreas del continente americano, y muy especialmente en la cuenca caribeña. Entre los año 1766 y la década de los noventa del mismo siglo, un meganiño de gran duración e intensidad afectó al Caribe con virulencia, y por ende a todo el mundo atlántico, en una “Era de las Revoluciones” que supuso una mutación en las concepciones políticas, sociales y económicas del continente americano.
Desde mediados de agosto de 1766 al menos seis grandes huracanes barrieron el área caribeña con su subsecuente secuela de destrucción. Las Antillas francesas, densamente pobladas, fueron devastadas por sucesivas tormentas, y su situación se vio agravada al haberse roto sus tradicionales líneas de abastecimiento, al haber cedido Francia Canadá a Gran Bretaña y Luisiana a España. Igualmente importantes fueron los destrozos producidos en las Antillas británicas y Jamaica.
Los huracanes barrieron asimismo las Grandes Antillas españolas, pero el mazazo más fuerte se produjo en las costas de Tejas y en Luisiana. El Gobernador de este territorio, Antonio de Ulloa, tuvo para garantizar el suministro de alimentos que otorgar concesiones económicas a los residentes, entre las que se encontraba el permiso para adquirir harina en el territorio británico de Illinois, aguas arriba del Misisipi.
Para paliar los daños producidos por estas inclemencias, el 14 de abril de 1767 el gobierno metropolitano español otorgó poderes discrecionales a sus Capitanes Generales en el Caribe para adquirir alimentos a países extranjeros en casos de emergencia, lo que era contrario a la normativa anterior, muy estricta en cuanto al comercio con otras naciones. Esta medida favoreció especialmente a las Trece Colonias norteamericanas, que tenían prohibida la producción de productos manufacturados, pero tenían importantes excedentes de trigo, maíz y arroz.
El 5 de octubre de ese mismo año un devastador huracán arrasó la mitad occidental de Cuba y hundió las flotas ancladas en La Habana y Batabanó, destruyendo las cosechas. Las primeras medidas del Gobernador estuvieron dirigidas a distribuir parte de los alimentos de las áreas no afectadas. En ese invierno, los residentes franceses de Luisiana se sublevaron, siendo reducidos la primavera siguiente por un contingente de más de 2.000 soldados enviados desde La Habana. En 1769 se remitió casi la mitad de su presupuesto, 70.000 pesos, para la compra de harina a los establecimientos británicos.
El punto álgido de la adversidad meteorológica se produjo entre los años 1771 y 1773. Un huracán asoló nuevamente las Pequeñas Antillas y devastó Puerto Rico, destruyendo en su camino dos terceras partes de Cuba. La situación era crítica, y más cuando Nueva España, el tradicional granero del Caribe hispano, sufría importantes sequías en sus tierras productoras de grano. El Gobernador de Cuba ordenó el avituallamiento en los puertos de las potencias vecinas, y se entró en contacto con la firma de Filadelfia Willing & Morris, que entre 1771 y 1773 envió a Puerto Rico nueve barcos cargados de harina.
En octubre de 1775, el Congreso Continental de los Estados Unidos autorizó las exportaciones de víveres a los puertos extranjeros, a cambio de armas, municiones y dinero en efectivo. Entre 1775 y 1778 Cuba sufrió al menos un gran huracán al año y fuertes periodos de sequía, y necesitaba ser abastecida de provisiones. Entre 1776 y 1778, España trasfirió casi un millón de pesos a los representantes de Norteamérica en París, decretó el Libre Comercio y finalmente declaró la guerra a Gran Bretaña.
Los desastres, las hambrunas y los gastos bélicos conllevaron crónicas escaseces de numerario en la cuenca caribeña hispana. En Puerto Rico, ya desde los huracanes de 1766, se recurrió a la emisión de papeletas de 8 reales de valor facial hasta la llegada del situado en 1768, lo que se repitió nuevamente entre 1781 y 1785. En la Isla Española, todo varón en edad de portar armas fue movilizado en 1779, y el Gobernador recurrió también a la emisión de papeletas. En la isla de Cuba la moneda obsidional batida en 1741 estuvo en circulación hasta 1790, y ante la escasez de numerario se adelgazaron los pesos fuertes, lo que se conoce como moneda criolla, y se recurrió asimismo a la emisión de papeletas.
La extinción y recogida de moneda macuquina y su sustitución por la de nuevo cuño colaboró a esta escasez de numerario. A petición de los residentes, se llegó a autorizar el 5 de mayo de 1786 por la Corona una emisión de moneda provincial para su circulación en Venezuela y en las Islas de Barlovento, que fue recogida antes de entrar en circulación.
Bibliografía
· CRESPO ARMÁIZ, J., Fortalezas y Situados. La geopolítica española y sus efectos sobre el desarrollo económico y monetario de Puerto Rico (1582-1809), Puerto Rico, 2005.
· DASI, T, Estudio de los Reales de a Ocho llamados Pesos — Dólares — Piastras — Patacones o Duros Españoles, Valencia, 1950-1951, T. III.
· JOHNSON, S. , “Where Has All the Flour Gone? El Niño, Environmental Crisis, and Cuban Trade Restrictions, 1768-1778.” Prepared for the Conference of the Program in Early American Economy and Society, Library Company of Philadelphia, September 19, 2003.
· STOHR, T., El circulante en la Capitanía General de Venezuela, Caracas, 1998.
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